Elecciones en Grecia: reflexiones preliminares sobre la izquierda en el gobierno





MARTÍN LAFFORGUE*

El resultado de las elecciones parlamentarias en Grecia. El 45% del electorado apoyó partidos de izquierda y Syriza se consolidó como primera minoría. Los desafíos políticos Syriza y Alexis Tsipras. Los debates en el campo de la izquierda. Grecia en disputa.

La votación del domingo 20 ha confirmado a Syriza como principal fuerza política y a Alexis Tsipras como conductor indiscutible del proceso político heleno. Todos los objetivos que el Primer Ministro se planteó al renunciar el 27 de agosto forzando la convocatoria a estas elecciones se cumplieron: obtuvo un mandato fuerte, un bloque parlamentario y una fuerza política compacta y disciplinada y la legitimación de su línea estratégica por “Otra Europa”. La coalición de gobierno vuelve a unir a Syriza y su aliado nacionalista Griegos Independientes, un dispositivo que funcionó mejor de lo que se había previsto, y que le permite bloquear la presión del establishment para ampliar el espacio de alianzas hacia otros posibles socios con los que su antipatía es explícita (To Potami, PASOK).

La coalición de gobierno vuelve a unir a Syriza y su aliado nacionalista Griegos Independientes, un dispositivo [que] le permite bloquear la presión del establishment para ampliar el espacio.
En términos porcentuales los resultados fueron muy similares a los de enero de 2015: la sumatoria de los socios de la coalición oficialista arrojó un 39% (155 bancas), frente al 40,5% de principios de año (162); Nueva Democracia volvió a ser la segunda fuerza con un 28% (75), un resultado razonable para una fuerza desprestigiada y carente de liderazgo; la extrema derecha de Aurora Dorada se consolidó como tercer grupo político (18) y la centro-izquierda, nucleada en torno al PASOK, (17) y el Partido Comunista (KKE) (15) consiguieron retener a sus electores. Las novedades no alteraron el cuadro general: ingresó al Parlamento la Unión de Centro (9) dirigida por el pintoresco Vassilis Leventis y resultan perdedores la Unión Popular, creada por los disidentes de Syriza opuestos al Tercer Memorándum, que no accedió al Parlamento y To Potami, un grupo liberal, pro alemán, que perdió un tercio de sus votos y escaños. Syriza revalidó su condición de primera minoría en todos los grandes centros urbanos y la mayor parte de las circunscripciones electorales.
En términos nominales creció la abstención que se ubicó en torno al 45%, con una pérdida de 800.000 electores respecto a enero. Algunos observadores se apresuraron a señalar que este fenómeno debe interpretarse como un “voto protesta”. Sin embargo, creemos que esa opinión debe ser matizada: el crecimiento de la abstención expresa un momento político lógico, luego de un período de gran politización como ocurrió con las últimas tres elecciones (enero, julio con el Referéndum, septiembre).

Syriza revalidó su condición de primera minoría en todos los grandes centros urbanos y la mayor parte de las circunscripciones electorales.
La Unidad Popular formada sobre la base de la treintena de diputados que votaron en contra del Tercer Memorándum precipitando la renuncia del Primer Ministro no logró perforar la barrera del 3%, cuando su ambición era colocarse como la tercera fuerza política y rozar los dos dígitos. En este sentido, la lectura de Tsipras acerca de las tensiones y líneas estratégicas contradictorias en Syriza parece haber sido correcta. En diversas conversaciones, aludió a un Syriza político y otro social. El primero estaría conformado por un núcleo de izquierda que constituyó la base electoral estable del partido desde los años 90’ (que osciló entre el 3% y el 5%). En cambio, Syriza social representaría el tercio del electorado que viene de trayectorias muy diversas, menos familiarizado con la cultura política de la izquierda clásica y que hoy es su base electoral principal. La apuesta del grupo dirigente de Syriza fue aceptar la pérdida de posiblemente de un tercio de sus dirigentes, afiliados, votantes históricos y estructuras – el Syriza político- para retener, consolidar y ampliar al Syriza social.
Aunque los dirigentes de la Unidad Popular han hecho hincapié en las dificultades de organizar un partido y desplegar una campaña electoral apenas un mes, las razones de su débil desempeño no parecen ser esas. La Unidad Popular cuenta con dirigentes de larga trayectoria, de alto perfil (Zoe Konstantopoulou) y contó con apoyos significativos (Yianis Varoufakis). Apuntamos a otros motivos. Por un lado, su eje de campaña (la salida de la eurozona, la vuelta a la dracma) fue planteado en términos puramente económicos y esquemáticos (la antinomia euro/dracma, colonialismo/soberanía nacional, neoliberalismo/izquierda) sin un trabajo de persuasión política que tomase en cuenta los factores históricos, simbólicos y culturales por los cuales la sociedad griega está dispuesta a grandes sacrificios con tal de preservar la moneda europea. Como complemento de este economismo hay una mirada metafísica o moralizante –que no es ciertamente monopolio de la izquierda griega- por lo que el legado del gobierno de enero-agosto debe juzgarse sobre la base de lo que es justo y deseable sin dimensionar los límites que impuso la relación de fuerzas al interior de la Unión Europea y de la propia Grecia. En política se elige entre opciones que no son necesariamente las que preferiríamos.

En su haber, la izquierda gobernante señala haber instalado en la agenda europea, en pocos meses, la reestructuración de la deuda, la internacionalización del problema griego y los cambios en la fisonomía de la UE.
La línea estratégica de Syriza de la “Otra Europa” (una democrática, ecológica y social) se ha consolidado tras la separación de la oposición interna. Esta Europa no se logrará sin una lucha común de los pueblos europeos, más allá de las fronteras nacionales, superando los límites del Estado-nación. En tanto se reconoce que la “Europa real” está hegemonizada por el neoliberalismo se acepta que el costo de la permanencia (en la Unión Europea, en la eurozona) es implementar políticas injustas socialmente y destructivas económicamente. Al mismo tiempo, se considera que llevar a la práctica estas medidas no implica perder la orientación de izquierda por lo que se debe, donde sea posible, transferir la carga del ajuste a los sectores que se han beneficiado en el pasado de la evasión fiscal, la corrupción y beneficios extraordinarios y generar contra medidas que resguarden a los sectores populares y medios. Estos fueron los ejes de la campaña de Syriza, junto a la lucha contra el viejo sistema político.

El 45% del electorado apoyó a partidos que hunden sus raíces en la tradición comunista (Syriza, KKE, UP, otros) lo que nos dice algo sobre la radicalización social y política del país en el período 2010-2015.
En su haber, la izquierda gobernante señala haber instalado en la agenda europea, en pocos meses, la reestructuración de la deuda, la internacionalización del problema griego y los cambios en la fisonomía de la UE. En la escala nacional apunta a la reapertura de la TV pública, las medidas para mitigar la crisis humanitaria, la preparación para la recepción de los refugiados, el acceso a la ciudadanía griega para los inmigrantes de larga data, planes de facilitación de pagos de deudas y una mejora de los mecanismos de control de la evasión de impuestos.
En todo caso, el 45% del electorado apoyó a partidos que hunden sus raíces en la tradición comunista (Syriza, KKE, UP, otros) lo que nos dice algo sobre la radicalización social y política del país en el período 2010-2015. La gestión neoliberal de la crisis por parte de un gobierno de izquierda: en el borde de esta antinomia deberá gobernar Tsipras, al menos por ahora.



*Sociólogo y polítólogo (UBA). Mg. en Relaciones Internacionales (Universidad de Boloña). Especializado en Grecia. martinlafforgue@yahoo.com.ar