Umberto Eco: "El mundo está en guerra y el estado islámico es el nuevo nazismo"

Guerra sin declarar


El escritor y semiólogo italiano Umberto Eco considera que el mundo se encuentra en guerra y que la organización radical Estado Islámico es el nuevo nazismo.



En una charla con el diario Il Corriere della Sera, publicada este jueves tras el sangriento atentado en París contra la revista satírica Charlie Hebdo en el que murieron 12 personas, Eco, de 83 años, confiesa que se siente como cuando era niño y su país estaba siendo bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial.

"Han cambiado las modalidades de la guerra; hay una guerra en curso y nosotros estamos metidos hasta el cuello, como cuando yo era niño y vivía mis días bajo los bombardeos que podían arribar de un momento a otro sin que yo lo supiera", reconoció.

Para uno de los intelectuales más destacados de Italia y autor de varios ensayos sobre el islam, el método que emplea la organización yihadista, con una estructura militar y administrativa en los territorios sirios e iraquíes bajo su control, es "apocalíptico".

"Lo que sí se puede decir hoy en día es que el grupo Estado Islámico es una nueva forma de nazismo, con sus métodos de exterminio y su voluntad apocalíptica de apoderarse del mundo", comentó. La organización extremista, que lanzó en setiembre una llamada a los musulmanes a matar a civiles y militares de los países miembros de la coalición internacional, "se quiere apoderar del mundo", recalcó.

El autor de la premiada novela El nombre de la rosa recordó que las grandes guerras fueron desencadenadas por religiones monoteístas. "Han sido las religiones del libro las que han provocado las guerras para imponer la idea contenida en sus textos", explicó.

"¿Ha visto alguna vez que animistas hayan intentado conquistar el mundo con las armas?", se interroga al explicar las razones por las que se han desatado guerras en el curso de la historia de la humanidad.

Durante la charla, Eco reconoció que todos los grandes cambios "aterrorizan", pero considera que sería igualmente terrible la perspectiva de que un gran centro comercial sustituya a una catedral, una visión que podría realizarse.