Massa le comió la dama a Macri

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Mientras Macri proclama que no persigue alianzas, Massa se endulza imaginando que en menos de veinte días fijará un acuerdo con otro radical, José Cano (Tucumán), con características semejantes a las de Morales. Provincia más importante en número pero tal vez menos difundido su protagonista. Y después, cree, extenderá pactos en La Rioja, otras provincias como La Pampa y Tierra del Fuego, incorporando en el plan expansivo con radicales a figuras como Eduardo Costa, en Santa Cruz, esposo de Mariana Zuvic, la máxima embajadora de Elisa Carrió en ese lugar del mundo.



Se durmieron, sea por aspiraciones máximas de Ernesto Sanz en la constitución del binomio, desencuentros con Julio Cobos o el convencimiento repentino de Macri –avalado por su círculo íntimo, casi más intimo que el de Cristina– de que él es la única estrella del equipo, de que él solo puede ganar. Si hasta afirma que en Buenos Aires no necesita figuras, que gana con María Eugenia Vidal, como si él fuera Raúl Alfonsín y su delegada femenina, Alejandro Armendáriz. Como si se viviera en los 80 y los votos bonaerenses se contaran como en aquellos tiempos.



Así transcurrió la siesta y, entretanto, Massa les comió la dama de Jujuy, Morales, quien le otorga un adicional al candidato presidencial: lo releva de ciertas imputaciones sospechosas por su vinculación con Amado Boudou. Nadie ignora que el senador radical ha sido la cabeza de las denuncias sobre el vicepresidente. Votos, prestigio y blanqueo.


Para muchos peronistas, tampoco apreciados ahora por Macri (las encuestas y su círculo rojo se lo aconsejan), Massa puede ser víctima de una gran celada radical encabezada por Morales y extendida a otros correligionarios que aspiran a gobernaciones e intendencias. El teorema dice: Morales gana la gobernación apoyado por Massa cuatro meses antes de las presidenciales; después se acomoda a los nuevos vientos, se recluye en su provincia y se desentiende de la pugna nacional. Ni un mail de apoyo va a brindar. Esa maniobra presunta vale para Tucumán: allí también se adelantan los comicios. Hasta insinuó esa teoría en su última declaración el propio Sanz, justificando la movida de Morales como si él la hubiera ideado. Para evitar sorpresas, no obstante, igual Massa hará que un hombre de su sector acompañe en la gobernación a Morales, una matriz a repetir en otros distritos. Su paso por el peronismo debe brindarle alguna enseñanza del General: los hombres son buenos, si se los controla, son mejores.


En la pugna por lograr fidelidades en el interior, tanto Massa como Macri constituyeron equipos. Y también Daniel Scioli. En el caso del gobernador, su canciller por las provincias es su propio hermano Pepe, mientras que el ingeniero boquense le trasladó la responsabilidad del PRO a Emilio Monzó, y el tigrense le dedicó esa tarea a Juanjo Alvarez. Una diferencia preside los actos de cada uno: tanto Monzó como Pepe Scioli entusiasman o conquistan a sus interlocutores, pero no pueden cerrar por cuenta propia los pactos. Uno debe pedir permiso en el estrecho soviet de Macri (Caputo, Peña, Duran Barba), someterse a dilaciones e interrogantes, paralizarse en ocasiones; el otro consulta a su indeciso hermano que, a su vez, reclama una venia de la Rosada que nunca llega, sin conocer siquiera cual será su propio destino. Mientras, Alvarez dispone de una operatividad más amplia, quizás producto de urgencias o emergencias.