Otro disparate de Mariano Obarrio: La Nación y Clarín medios In the pendientes


En total, el matutino le dedica tres sábanas a la “polémica diplomática”. El “entredicho cobró relieve” a tres días del esperando retorno de Cristina Fernández al Tedeum que se realiza en la Catedral Metropolitana cada 25 de mayo, luego de nueve años de ausencia del matrimonio Kirchner. Esa frase le pertenece a Mariano Obarrio, que le da vida a la nota central de La Nación. A nivel editorial, el matutino se apropia del concepto “falsa carta”, sin comillas. En una columna de El Cronista, Analía Argento coincide con Obarrio.

Además, La Nación alimenta las sugestiones porque en la conferencia de prensa que brindaron los funcionarios nacionales quedó claro que no hubo contactos ni con Karcher, ni con el nuncio ni con nadie del Vaticano. Por si fuera poco admite que el tono del texto “no era el habitual” del Papa.

Mariano De Vedia señala que en la Iglesia hubo “sorpresa” y “silencio” por la “polémica”. Incluso se filtra la mirada de una “reservada fuente episcopal”: “Acá lo conocemos bien al Papa. Bergoglio debe estar muy caliente”.

El columnista Fernando Laborda admite que “nada borrará el papelón” que cometió ayer el Gobierno al publicar durante siete horas seguidas la “carta trucha” en el sitio de la Presidencia. Hay que ver si hay lugar para la rectificación, ahora que se sabe que la carta fue escrita finalmente por el Papa.

Más cuidados de otros pero con el dedo acusador
Clarín se cuida más que La Nación y el “trucha” lo pone entrecomillas. Su colega directamente no lo hace. Incluso, Ignacio Miri apunta que el de ayer fue un episodio “insólito y propio de las noveales” que se “enrareció” luego con las aclaraciones de Kucher. De todos modos, no encuentra demasiados elementos “llamativos” en el texto porque es parte del discurso que siempre pronuncia el Papa en público. Lo que sí señala es que desde la Iglesia pensaban anoche que “alguien había falseado las palabras del Papa”. Igualmente, la nota no es muy favorable para el Gobierno porque considera que hubo “papelón diplomático” por la difusión de una carta que no era auténtica.

Sergio Rubin plantea varios ítems. Primero, admite que “una carta del Papa no podría llevar el membrete de la Nunciatura, sino del Vaticano, salvo que la embajada papal transmitiera un mensaje del Pontífice”. Luego se pregunta quién es escribió la carta, que aparentemente “no era un improvisado”. Y finaliza subrayando “alguien le debe pedir una disculpa al Papa”.

En Página, Washington Uranga es aún más moderado que sus colegas porque asegura que hubo una carta “supuesta o real”. Esperaba que el nuncio develara hoy el misterio y daba alguna pista de lo que finalmente sucedió hoy: “En Buenos Aires, fuentes eclesiásticas ponían anoche en duda los alcances de la desmentida realizada por el sacerdote” –por Karcher-.

Finalmente, y en segmentos menores, Ámbito señala que la “patraña” pudo estar entre Roma y la Nunciatura. Interesante y equilibrado título de El Cronista: “El Gobierno difundió una carta del Papa que el Vaticano hizo desmentir”. Martín Piqué, de Tiempo, sostiene que ayer hubo un “incidente inédito” y que se inició “una serie de intrigas” en torno a la misiva.