Serenidad en la crisis

Por Julio Burdman

Nada peor, en una crisis, que la pérdida de la calma por parte de los tomadores de decisión. Si algo garantizó al final de Fernando De la Rúa, del que hoy se conmemoran doce años, fue la entrada en pánico. Aquella crisis poco y nada tuvo que ver con la realidad de nuestros días. Ello no quita, no obstante, que lo que actualmente se vive en Argentina también sea una crisis: rebeliones policiales, saqueos con muertos, cortes de luz, todo eso crea un clima social de profunda inquietud.

El gobierno nacional, tras haber sido tomado por sorpresa por los autoacuartelados en Córdoba -porque fue el propio gobierno provincial el que no anticipó la crisis, ni la informó previamente a las autoridades nacionales-, y por el contagio federal de la rebelión policial, está desplegando anticuerpos a la conflictividad en todos los puntos complejos, con apoyo de gendarmes, prefectos y policías federales. Y no es lo único que está haciendo. La consigna es administrar diciembre, que el verano distiende.

A todo lo anterior, se le agrega una cuestión espinosa: en el último mes del año, coincidiendo con la renuncia de Guillermo Moreno, algunos precios se salieron de control. Sobre todo, en los bienes de la canasta básica alimentaria que más duelen en el bolsillo popular. Tal vez, la salida de la vilipendiada encarnación del modelo regulador no tuvo en cuenta esto.

Ahora, el principal desafío del gobierno es estabilizar la inflación. Si pretende reconducir las expectativas inflacionarias, lo primero es despegar los aumentos policiales de las negociaciones salariales de 2014. La segmentación del sindicalismo puede operar negativamente; es menester liderar el proceso de los próximos meses.