Resident: el meme de Donald Trump para burlarse de Joe Biden

 

El actual presidente compartió una imagen del candidato demócrata en un geriátrico, luego de que Biden cometiera varios errores durante su discurso diera la imagen de estar ido.
 

Donald Trump se burla de Biden en redes sociales, en medio de la campaña.
En plena campaña hacia las elecciones y tras curarse de coronavirus, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, publicó un meme para burlarse de los errores de Joe Biden durante un acto en Ohio.

Habitué de las ironías y las chicanas, Trump posteó en sus redes una foto de Biden sentado en un asilo de ancianos. Y en lugar de la leyenda "Biden for President" (Biden para Presidente), tachó la letra P y quedó "Biden for resident" (Biden para residente).

"El dormilón Joe Biden tuvo un día particularmente malo hoy. No recordaba el nombre de Mitt Romney, dijo de nuevo que se postulaba para el Senado de los Estados Unidos y olvidó en qué estado se encontraba", había escrito horas antes el mandatario para mofarse de su adversario.

De 77 años, Biden ya se había equivocado durante un discurso en febrero pasado, cuando había enfatizado que se postulaba para senador.



La respuesta del candidato demócrata no tardó en llegar. Biden, que lleva una ventaja de 17 puntos sobre Trump según un sondeo de Opinium-Guardian US, afirmó que para el presidente los ancianos son "sacrificables".

"No son prácticamente nadie, son sacrificables, así es cómo ve a los ancianos", dijo Biden en un centro para tercera edad en Pemproke Pines. Además, condenó la gestión de la pandemia por parte de Trump y sus intentos de abolir el "Obamacare".

El candidato demócrata tiene el 57% de apoyo en las encuestas, contra el 40% del presidente actual, de 74 años.

Días atrás, el mandatario se mostró en Pensilvania, en medio de centenares de seguidores que no llevaban barbijos ni mantenían distanciamiento. "Los médicos me dijeron que soy inmune al coronavirus. Podría bajar del escenario y besar a todos, cada hombre y cada mujer", señaló.

En su discurso, no se olvidó de Biden: "Estoy compitiendo contra el peor candidato de la historia. Joe Biden destruirá Estados Unidos, yo destruiré el virus".



Joe Biden encabezó un acto en Florida, donde le respondió a Trump.

Forzado a jugar a la defensiva para conservar votos en el Colegio Electoral, el presidente visita el miércoles Iowa, un estado que ganó por amplio margen en 2016, pero donde el demócrata está en ascenso.

La nutrida agenda de viajes esta semana, incluso un acto en las próximas horas en Des Moines, refleja que el tramo de tres semanas hacia la jornada electoral se le hace cuesta arriba al presidente. Pasó por Pensilvania y Florida, e irá a otro estado disputado que probablemente será crucial -Carolina del Norte-, además de Iowa y Georgia, que Trump creía tener en el bolsillo pero donde las encuestas recientes muestran el ascenso de Biden.

Los dos candidatos ajustaron sus campañas para motivar a los votantes que bien pudieran resultar decisivos en los comicios del mes próximo.

Los estados que Trump ganó en 2016 y ahora pueden complicar su reelección




Cuatro años en política es mucho y los cambios en el escenario electoral de los Estados Unidos es una prueba ilustrativa. Buena parte de la victoria de Donald Trump ante Hillary Clinton en 2016 estuvo relacionada con la habilidad del ahora presidente de torcer la voluntad de suficientes votantes demócratas en los estados de los grandes lagos: Michigan, Pennsylvania y Wisconsin.

Hoy, la situación no es tan clara para el republicano en estos estados. Según el promedio de encuestas de Real Clear Politics, su contendiente, Joe Biden, le lleva una ventaja en intención de voto de 7 puntos en Michigan, 7 puntos en Pennsylvania y 6,3 puntos en Wisconsin. Todos ellos superan el margen de error previsto por los estudios.

Pero estos tres territorios no son los únicos que Trump ganó en 2016 y hoy están en duda. En esa categoría se encuentran también Ohio, Florida y Georgia. El mandatario sacó ocho puntos de ventaja sobre Hillary Clinton en el primero, que aporta 18 electores. Pero hoy los estudios dan un empate virtual entre los candidatos.

Joe Biden tiene la intención de capitalizar la recuperación demócrata. Desde la semana pasada, cuando comenzó la votación anticipada en ese estado, su campaña duplicó la inversión en publicidad. Hoy tienen comprados espacios publicitarios en 56 de los 88 condados de Ohio. La campaña de Trump, en contraste, recortó su gasto en este sector del país.

Biden también comenzó su semana con un tour por varias de las regiones principales del estado, donde criticó la política económica del Presidente Trump y aseguró que su único plan económico es “bajarle los impuestos a los multimillonarios”. Además, el candidato buscó mostrarse como una persona cercana a los trabajadores en un estado donde buena parte de sus trabajadores son industriales.

“Como muchos de ustedes, yo también he pasado mucho tiempo frente a personajes como Donald Trump, que nos miran por arriba. Son personas que creen que son mejores que yo por tener más dinero. Personas que heredaron todo lo que tienen y así y todo lo despilfarraron”, dijo Biden al respecto.

No obstante, la campaña de Trump se muestra confiada en su capacidad de volver a alzarse con la victoria. “Estamos contentos de ver que Biden está desperdiciando su tiempo de campaña en un estado que no va a conseguir conquistar en tres semanas”, dijo a la prensa en una llamada Bill Stepien, director de la campaña del Presidente Trump. Por su parte, el vicepresidente Mike Pence tuvo un evento en Columbus ayer, en la que fue su tercera visita al estado en menos de un mes.

Georgia es otro de los estados que Trump conquistó en 2016 que hoy está en duda. Allí, al igual que en Ohio, las encuestas arrojan un empate técnico.

Florida, en tanto, fue un estado que Donald Trump ganó por un margen mínimo en 2016. Pero desde entonces, el estado por adopción del Presidente había sido considerado un bastión fuerte para su reelección. Florida aporta 29 electores, fundamentales para ambas campañas pero vitales para Trump. Todo indica que California, el estado más poblado, otorgará sus 55 votos electorales, será para Biden. De igual manera, Texas, el segundo mayor, dará sus 38 votos a Trump.

Le sigue Nueva York con 29 electores, que también irían para Biden. Por ende, Trump necesita los votos de Florida para equilibrar la balanza. Según el promedio de Real Clear Politics, Biden saca una ventaja en intención de voto en Florida de 3,7 por ciento, aún dentro del margen de error, pero mayor que lo que se veía semanas atrás.

Los datos oficiales del departamento de elecciones de Florida indican que hasta el momento, han votado a través de boletas por correo 850.000 demócratas, casi el doble que los 488.000 republicanos. También han depositado sus boletas 313.000 independientes. La ventaja es clara a favor de los demócratas, pero hay distintos alicientes a la hora de analizar el progreso de la votación.

En este estado aún no comenzó la votación anticipada en persona y, dada la cantidad de veces que el Presidente Trump criticó el sistema de voto por correo masivo, se espera que la mayor parte de los republicanos se acerquen en persona a las urnas a votar. Ese concepto se extrapola a nivel nacional, donde más de 10 millones de personas han votado hasta el momento cuando todavía faltan 3 semanas para el día de las elecciones.

Trump aventaja a Biden por 5 puntos en el estado clave de Texas




Donal Trump reapareció este sábado para encabezar un acto desde uno de los balcones de la Casa Blanca, luego que pasaran diez días desde que dio positivo de coronavirus. La irrupción del republicano se produce cuando recibe buenas noticias de Texas, uno de los estados claves para la elección del 3 de noviembre.

Trump lleva 5 puntos de ventaja a su rival demócrata Joe Biden, en el estado de la estrella solitaria. La estadística del voto en dicha entidad fronteriza ha sido compleja en los últimos meses.

De acuerdo con la reciente encuesta de la Universidad de Texas y The Texas Tribune, el actual presidente cuenta con un 50% de ventaja, mientras que el ex vicepresidente cuenta con 45%.

Los cálculos se distribuyen así: el equipo de Trump tiene el apoyo del "voto blanco" y hombres con 62% y 55% respectivamente, mientras que el staff de Biden es preferido por las mujeres con 51%, por los afroamericanos con 87% y los hispanos con 54%.

El sondeo se realizó durante un lapso que incluyó el primer debate presidencial y la hospitalización de Trump por Covid-19. Los resultados continúan arrojando números favorables para Trump. En febrero, cuando los ahora candidatos sólo contaban con una nominación, Trump estuvo por delante de Biden, en abril y junio se dio el mismo resultado. La ventaja nunca sobre pasa 5 puntos.

Para Daron Shaw, profesor de gobierno en la Universidad de Texas en Austin y codirector de la encuesta, "la constancia" de los resultados, muestran que se trata de un referéndum pues lo considera un indicador de las actitudes hacia Trump.

"Numéricamente, el problema de Trump son los demócratas. Si no puedes ganar ningún voto demócrata en Texas, no vas a ganar por los márgenes (de Greg) Abbott o (George W.) Bush. Convierte una carrera de 10 puntos en una carrera de 5 puntos", dijo el catedrático.

La encuesta refleja que el propio presidente es un tema decisivo para quienes apoyan a Biden. Mientras que el 55% dijo que votarán por Biden porque quieren que sea presidente, el 45% de los simpatizantes del demócrata dijeron que lo votaran porque no quieren a Trump en la presidencia. En tanto, el 81% de los partidarios de Trump, afirmaron que es su única opción, mientras que el 19% sólo votarán por Trump porque no quieren que Biden sea presidente.

La métrica arroja que para los texanos es de suma importancia la economías, después le sigue el voto presidencial y en tercer lugar se ubicó el nombramiento de un tema principal detrás de la elección. Otros temas que destacaron en su mayoría los republicanos, fue el socialismo y/o el comunismo, mientras que los demócratas se enfocaron en la salud.

En el caso del manejo de la economía por parte de Trump, su aprobación actual es del 52% cifra que no ha cambiado mucho desde febrero, cuando era del 50%, no obstante, ahora hay más votantes que lo desaprueban con un 42%. A inicio de año el porcentaje era de 36.

Las expectativas sobre Biden son similares a las de su contrincante. El 41% de los encuestados tiene una impresión favorable del demócrata, mientras que el 51% dijo tener una opinión desfavorable. En febrero, las calificaciones de Biden fueron 33% positivas y 53% negativas.

A menos de un mes para que se concreten las elecciones estadounidenses, el estudio reveló que el 91% de los encuestados no cambiaran de opinión antes de votar.

Ya es noviembre en Estados Unidos: millones de personas votan mientras grupos “trumpistas” buscan fraude




Desde Washington D.C- Hay dos cosas, entre varias otras, que no son ciertas en las elecciones presidenciales de Estados Unidos: que la votación es el 3 de noviembre y que ese día se sabrá si Donald Trump es reelegido o lo sucede Joe Biden. No son ciertas porque son ya más de cinco millones los estadounidenses que han depositado su voto cuando faltan más de tres semanas para la fecha de la elección, y no son ciertas, tampoco, porque son demasiadas las señales que apuntan a una noche electoral de denuncias y fractura, con el voto por correo como “culpable” de un presunto fraude.

“El voto por correo es un proceso seguro, lo tenemos desde la Guerra Civil. Sea voto por correo o presencial, los estadounidenses deben confiar en este proceso”, dijo esta semana David Levine en un encuentro virtual con periodistas. Levine es miembro de la Alianza para Asegurar la Democracia y un gran experto en procesos electorales. “El fraude es algo muy inusual en la historia de Estados Unidos”, añadió. “Hay que tener cuidado con lo que se dice, porque disminuye la confianza en el proceso electoral”.

El problema en Estados Unidos es que quien advierte permanentemente de la inminencia de un fraude es el presidente que busca la reelección, el hombre actualmente al mando en la Casa Blanca. Y Donald Trump jr., uno de sus hijos, viene reclutando voluntarios que se integren a un “Ejército para Trump” que impida “millones de votos fraudulentos” movilizados por el Partido Demócrata.

No hay ningún dato que sostenga esa afirmación, pero el tema está instalado, y el presidente pide a sus votantes que, tras haber votado por correo, se presenten el 3 de noviembre en los locales electorales y comprueben si es que él no tiene razón y pueden votar dos veces. Lo de 2020 -vaya novedad- es excepcional: el sistema está siendo cuestionado desde su propio corazón, desde aquellos en la posición de protegerlo y reforzarlo.

Según CNN, hasta el jueves habían votado “más de 5,4 millones” de personas, cincuenta veces más que a esta misma altura del proceso electoral en 2016. La pandemia de coronavirus, que golpeó Estados Unidos con enorme potencia, está impulsando el voto por correo, habilitado como sistema alternativo en la inmensa mayoría de los 50 Estados. Indiana, Louisiana, Mississippi, Tennessee y Texas son los Estados más reacios: piden una “explicación aceptable” de por qué la persona en cuestión no puede ir al local de votación.

Nueve Estados, entre ellos California, además del Distrito de Columbia, funcionan en el sentido opuesto: allí todos reciben sobres y papeletas para votar por correo. Michael McDonald, profesor de la Universidad de la Florida, dirige el “United States Election Project”, y pronostica una afluencia récord de votantes: 150 millones, lo que equivale al 65 por ciento de aquellos en condiciones de votar y es la cifra más alta desde 1908. El voto en Estados Unidos no es obligatorio, pero la tensa y polarizada situación política está movilizando a sectores que normalmente no participan.

Cuatro años atrás, Trump se llevó la presidencia pese a sumar tres millones de votos menos que Hillary Clinton. Obtuvo los votos necesarios en el Colegio Electoral y se olvidó de lo que había hecho en la campaña: una insistente denuncia del fraude a partir del voto por correo.

Este año no es diferente, pero sí mucho más intenso. El presidente viene advirtiendo de que muchas cosas pueden salir mal en la noche electoral. Y hay algo en lo que no deja de tener razón: los Estados tienen una amplia discrecionalidad para decidir sobre sus sistemas electorales. Bien lo saben los republicanos, que 20 años atrás contaron con la ayuda de la entonces secretaria de Estado de la Florida, Katharine Harris. Fue ella la que certificó el triunfo del republicano George Bush por apenas 537 votos sobre el demócrata Al Gore en el estado, lo que le daba las llaves de la Casa Blanca. La puerta, sin embargo, se la terminaría abriendo el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

El problema surgió por las llamadas “papeletas mariposa” que se usaban en el condado de Palm Beach. El votante debía perforar un espacio junto al nombre del candidato, pero terminaba votando a más de uno. Los votos fueron anulados y el escándalo, mayúsculo, se prolongó por semanas. Los sistemas de votación mejoraron en la Florida, ya no habrá “papeletas mariposa”.

La situación este año es diferente. A las insistentes denuncias preventivas de fraude por parte de Trump se suma el hecho de que el plazo para certificar votos y cerrar el recuento varía notablemente según el Estado en cuestión. Ante una elección ajustada en un Estado de peso decisivo en el Colegio Electoral, el lío puede ser importante y retrotraer a Estados Unidos al año 2000.

Y hay otro detalle: tan adelantada está la votación, que en algunos Estados existe el permiso legal para ir preparando los sobres recibidos de cara al recuento. Esto, para los más recalcitrantes, es la confirmación de que el fraude es posible.

Levine explica por qué no: “Hay estados que una vez que reciben los sobres pueden sacar los votos y organizarlos para tener listo el conteo mediante escaneo en la noche de las elecciones. Pennsylvania y Michigan son Estados en los que la ley habilita a pre procesar los votos. Por eso hay que prestar atención a de cuántos días disponen los Estados para tener certificados los resultados finales. No los de la noche de las elecciones, que pueden cambiar, sino los finales”.

¿Fraude? En diciembre de 2016 el “Washington Post” investigó y confirmó lo siguiente: una mujer en Iowa que logró votar dos veces, un hombre en Texas que hizo lo mismo, otra en Illinois que votó en lugar de su esposo muerto y una integrante de una mesa de votación en la Florida que modifica votos en la elección para la alcaldía. Cuatro casos hace cuatro años. Pero 2020, ya se sabe, es diferente.Cientos de seguidores respaldaron a Donald Trump frente a la Casa Blanca, ayer, durante su primer discurso desde que dio positivo de coronavirus (Reuters)El mandatario norteamericano retomó la campaña ayer desde el balcón de la Casa BlancaMiles de partidarios de Trump asisten a una caravana masiva llamada Caravana anticomunista en Miami, Florida, EE. UU., 10 de octubre de 2020. (EFE)

El voto de las mujeres, clave de la elección entre Trump y Biden




La decisión de las mujeres asoma como uno de los factores clave para las elecciones presidenciales en Estados Unidos, según una encuesta publicada este domingo, que arroja un empate entre las preferencias de los hombres y una sustancial diferencia a favor de Joe Biden frente a Donald Trump en el voto femenino.

El sondeo de ABC/Washington Post indicó que el candidato demócrata tiene una ventaja de 12 puntos frente al líder republicano, en línea con otras encuestas publicadas en los últimos días. En el análisis de los sectores que apoyan al ex vicepresidente, es notoria la diferencia entre los sexos. Biden y Trump tienen cada uno un 48% de respaldo entre los hombres, pero entre las mujeres el opositor tiene 59%, mientras que el mandatario solo alcanza un 36%, una distancia muy por encima del margen de error, de cuatro puntos.

La diferencia entre el voto femenino es la mayor registrada desde 1976, según la consultora Langer Research. En comparación, en 2016, Hillary Clinton obtuvo una ventaja de 13 puntos, y a ello hay que descontarle que entre los hombres perdió por unos 11 puntos, según los bocas de urna realizados en aquellos comicios.

Entre las posibles razones del ensanchamiento con respecto a 2016, podría pesar que las mujeres se han visto significativamente más afectadas laboralmente por la pandemia, particularmente en el sector de servicios. En muchas familias, los hombres mantuvieron sus puestos de trabajo mientras que las mujeres volvieron a los hogares a cuidar a los niños que no iban a las escuelas. En septiembre, la participación en la fuerza laboral de las mujeres de 20 años cayó al 56,8% contra el 69,9% de los hombres.

“Son ellas quienes reciben las facturas, quienes determinan el plan sanitario para la familia, saben lo que cuesta cuidar del hogar. El caos que es Donald Trump está sentado ahora mismo en su mesa de la cocina”, explica la encuestadora demócrata Celinda Lake.

Al respecto, el sondero de ABC/WP también consulta por quién es el candidato mejor considerado para manejar la economía, visto como el factor más determinante para decidir el voto. Allí, Trump apenas supera por un punto a Biden (48-47). En cambio, para el manejo de la pandemia, Biden es visto como el más apto por el 55%, frente al 38% que opina que Trump es el más adecuado.

Otra sustancial diferencia hallada en el sondeo se da entre los votantes blancos y su nivel de estudios. En ese sector, aquellos que tienen un título universitario, Biden tiene una ventaja de 31 puntos (63-32), mientras que en los votantes sin estudios superiores completos, el resultado es casi inverso, con 61% a favor de Trump y 35% a favor de Biden.

Al combinar los dos sectores mencionados (mujeres y sectores sin educación superior) se nota un cambio perjudicial para el presidente. Trump derrotó a Clinton por nada menos que 27 puntos porcentuales en 2016 en este grupo poblacional. En 2020, el margen es mucho menor. En algunos estados la diferencia de respaldo respecto a Biden se ha reducido al único dígito, mientras que en otros el candidato demócrata aventaja a su oponente.

“Es imposible una revolución de clase trabajadora como la que ocurrió en 2016 a menos que las mujeres formen parte de ella”, declara el encuestador demócrata Stanley Greenberg, consciente del impacto de la crisis en lugares como el condado de Van Buren, en Michigan donde el apoyo a Trump ha descendido significativamente tras cuatro años de respaldo al presidente, aunque todavía sigue considerado como un bastión del mandatario.

Si bien el demócrata ha consolidado una ventaja de dos dígitos en el voto popular, la diferencia todavía es menor en los estados claves del conteo del colegio electoral, como Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Florida, Carolina del Norte y Arizona. Biden tiene una pequeña ventaja sobre Trump en la mayoría de los estados clave. En algunos casos, la distancia aún está dentro del margen de error, por lo que los sondeos no pronostican un resultado definitivo.Un grupo de mujeres expresa su apoyo a Joe Biden mientras espera el arribo del candidato al aeropuerto de Erie, Pensilvania (Reuters)Una mujer usa una mascarilla de "Mujeres por Trump" en un evento de campaña en Orlando, Florida (Reuters)

Donald Trump: "Parece que soy inmune al Covid-19″




El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo el domingo que ya es “inmune” al covid-19, un día después de que su médico emitiera una breve carta en la que indicaba que el mandatario ya no corría el riesgo de transmitir el virus. La recuperación del mandatario le permitirá volver de lleno a la campaña electoral con un gran mitin el mismos lunes.

“Parece que soy inmune, tal vez durante mucho tiempo, tal vez poco tiempo, tal vez de por vida. Nadie lo sabe realmente, pero soy inmune”, dijo en una entrevista telefónica en Fox News.

Trump dijo que las pruebas diagnósticas mostraron que podría volver a la campaña sin riesgo para los demás. Su médico dijo el sábado que el presidente no presentaba riesgo de transmisión, pero no abordó el tema de si había dado negativo en el test del virus.

“Pasé la prueba más estricta, los estándares más exigentes, y estoy en gran forma”, dijo Trump.

“Tienes un presidente que es inmune... así que ahora tienes un presidente que no tiene que esconderse en un sótano como su oponente”, agregó, en un golpe al demócrata Joe Biden y su enfoque mucho más cauteloso de haciendo campaña en una pandemia.

Todavía no está claro hasta qué punto contraer Covid-19 confiere inmunidad contra futuras infecciones, y los primeros estudios sugieren unos meses, mientras que los más nuevos han indicado que podría durar más.

Si bien reconoce que, en general, una persona que se recupera de una infección viral está protegida contra una nueva infección, la Organización Mundial de la Salud advirtió en agosto que "para COVID-19, todavía no tenemos datos suficientes para confirmar si los anticuerpos protegen, qué niveles de anticuerpos se requieren o cuánto tiempo durará la protección ".

Durante su entrevista telefónica en Fox News, Trump sugirió que su rival en la Casa Blanca podría estar enfermo.

“Si miras a Joe, ayer estaba tosiendo horriblemente y agarrando su máscara, mientras tose”, dijo Trump. “Y no sé de qué se trataba todo eso, y no recibió mucha prensa”.

La campaña de Biden ha estado publicando pruebas diarias de coronavirus para su candidato desde que Trump dio positivo el 1 de octubre, lo que lo envió al hospital durante tres noches y descarriló su campaña.

Ha habido menos transparencia en torno al propio estado de salud de Trump, y su equipo médico se negó repetidamente a decir cuándo duró la prueba negativa para el virus. Eso ha alimentado las sospechas de que es posible que no se le haya realizado la prueba durante varios días antes de su diagnóstico.

Trump reunió a cientos de partidarios para un evento de regreso en la Casa Blanca el sábado, y está planeando mítines consecutivos esta semana para salvar su campaña en apuros tres semanas después de las elecciones del 3 de noviembre.

#VotoJoven; pautas de rebelión funcionalmente constantes e históricamente cambiantes




Por Rubén Weinsteiner

Ningún movimiento estudiantil o juvenil estructurado se alzó en la década de 1930 contra el nazismo en Alemania o contra el fascismo en Italia. Los jóvenes como colectivo, se podría decir que apoyaron o por lo menos acompañaron estos procesos. Los trabajadores alemanes e italianos apoyaban a los socialdemócratas, a los liberales o a los comunistas, y se mostraban fuertemente hostiles hacia los nazis y fascistas. Los jóvenes sin embargo nutrían las marchas y muestras de fuerza de estos movimientos. Incluso los jóvenes intelectuales no se opusieron enérgicamente como lo hicieron los trabajadores, a Hitler y a Mussolini.

Esta capitulación de los intelectuales jóvenes fue voluntaria y no existieron focos de resistencia significativos como los que se desplegaron entre los trabajadores.

Joseph Lash escribió en Oxford Student Advocate : “ Los jóvenes socialistas y comunistas de Alemania e Italia actuaron convencidos que era inútil tratar de organizar a los jóvenes- de origen burgués- para aliarse con los trabajadores. A lo sumo un puñado de espíritus esclarecidos e independientes podrían haberse interesado por el movimiento obrero. El movimiento estudiantil italiano de izquierda, no pasó de ser un exaltado círculo de estudios marxistas. Los fascistas en cambio, fueron más astutos y perceptivos de las privaciones, inseguridad y malestar de la población joven. Las soluciones propuestas apuntaban a la democracia y los mayores como los causantes de retardar las soluciones a los problemas de los jóvenes”

Los jóvenes bajo el primer franquismo

En España con el triunfo de Franco, el escenario fue muy diferente. Cuando la elite militar se enfrentó a los intelectuales, los jóvenes opusieron una feroz resistencia.

En 1926 surgió un movimiento estudiantil para combatir a la dictadura de Primo de Rivera. El líder estudiantil Sbert, fue deportado a Mallorca, y en 1930 los estudiantes apedrearon la casa del dictador. La Universidad de Madrid fue clausurada, y el 22 de diciembre, una huelga estudiantil, fue uno de los factores que determinaron la caída del dictador Primo de Rivera. Sbert volvió victorioso y lideró la lucha para modernizar los planes de estudio, lograr la libertad en el aula, y liberar de restricciones medievales los ámbitos frecuentados por los jóvenes. Estas luchas foguearon a los jóvenes en la calle, enfrentando a la guardia Civil, de hecho, cuando esta generación fue a la guerra civil en 1936, ya tenía varias batallas en su haber.

Los jóvenes españoles se enfrentaban a un orden parecido aunque no tan brutal como el que se constituía en Italia y en Alemania, sin embargo el comportamiento de los jóvenes en ambos casos, fue diametralmente opuesto.

El caso francés

Hasta la segunda guerra mundial el movimiento estudiantil francés era básicamente de derecha, nucleado alrededor de la Action Francaise. De tendencia monárquica, controlaban la Sorbona con los socialistas como oponentes minoritarios. En 1920, comenzaron a publicar la revista mensual L’ Etudiant Francais, fuente de inspiración de varias generaciones de intelectuales de la derecha francesa.

Las pautas de la rebelión juvenil francesa antes de la segunda guerra mundial, eran bastante heterodoxas. Se rebelaban contra padres republicanos desde una posición conservadora. La Gazettte de Lausanne lo definía: “Los jóvenes son realistas en 1933, así como sus padres republicanos bajo el segundo imperio”. Estos jóvenes eran hijos y nietos de jacobinos y comuneros. Si bien la ideología imperante en los jóvenes variaba de acuerdo con la norma de la revuelta generacional, la pauta de sus tácticas, la pauta de la política de la rebelión generacional, permanecía invariable.

Bernard de Vésins, líder de la Action decía: “Los jóvenes constituyen el elemento más eficaz para frenar a los profesores republicanos”.

Edouard Herriot, Primer Ministro francés, icono de la tradición jacobina y el más representativo de los estadistas liberales entre las dos guerras, era el blanco preferido y enemigo perfecto de los estudiantes franceses, mayoritariamente de derecha. Era la figura paterna de la Francia republicana que detestaban. En 1925 , lo abuchearon e insultaron masivamente en una entrega de premios en el Lycée Louis le Grand. En diciembre de 1932 los estudiantes de la mayoritaria Action Francaise juntaron 30.000 jóvenes y rodearon la Cámara pidiendo la renuncia de Herriot, 6000 policías contuvieron a los jóvenes, pero esa noche, el primer ministro Herriot tuvo que renunciar.

Pautas de rebelión

Una pauta es una regularidad efectiva de la acción social, es una creencia, una forma, una conducta, una manera de actuar que se da y repite en un contexto social.

La pauta de la rebelión en los jóvenes es funcionalmente constante pero históricamente cambiante.

Para analizar el posicionamiento de los jóvenes en determinada etapa histórica, hay que tener en cuenta la pauta de rebelión en función de las condiciones objetivas de poder y contra poder.

Los Nazis y los fascistas, más allá de las valoraciones acerca de las aberraciones propuestas y cometidas, supieron aumentar las tensiones del conflicto generacional, desautorizando a los mayores ante los jóvenes, cosa que el franquismo no hizo, sino todo lo contrario. El Franquismo puso en valor la autoridad paterna, instituciones como la familia, y tradiciones antiguas.

El nazismo y el fascismo plantearon un esquema tribal hacia los jóvenes La tribalidad alude a la identidad social del joven. Los adultos mayores pueden, si quieren estar solos, para los jóvenes es más difícil, un joven va a la escuela, a la universidad, a un club, hace deportes, se junta en la esquina, integra grupos, y en esos marcos organizacionales se define identitariamente el sistema de valores y preferencias del joven.

El franquismo estructuraba su esquema de valores de manera celular, con la familia como núcleo, la parroquia, el barrio y las ciudades como continentes. La tribu no era contemplada por la narrativa franquista.

La narrativa nazi-fascista apuntaba a que los mayores habían errado el camino, se habían equivocado, se habían rendido en el caso alemán, y habían aceptado en Versalles condiciones humillantes que condicionaban las posibilidades de desarrollo de los jóvenes, y había que cambiar el orden y los jóvenes debían encarar esa rebelión. La narrativa franquista sostenía que los problemas habían surgido porque los jóvenes habían abandonado el camino de sus mayores, la tradición y los valores, y había que retomar el camino de los padres y abuelos.

Los nazis y los fascistas le planteaban a los jóvenes una lucha contra un enemigo poderoso, con final abierto, algo que moviliza fuertemente a los jóvenes. El franquismo le proponía a los jóvenes ser como sus padres, no agitar el avispero, ya que lo que ellos hacían estaba mal.

Los jóvenes y el franquismo de posguerra

Treinta años después y todavía bajo Franco la insurgencia estudiantil viró de lo estrictamente ideológico a un sentido más corporativo.

La pauta de rebelión de los jóvenes españoles, no se constituía en una disputa por el sentido acerca de grandes problemas sociales, sino como reacción al autoritarismo vertical del establishment y los mayores.

Era obligatorio afiliarse al Sindicato Español Universitario (SEU) , que tenía 100.000 afiliados y estaba controlado por el gobierno, eligiendo este sus autoridades. Este autoritarismo y afiliación obligatoria, produjo un fuerte malestar entre los estudiantes, que consideraban que el sindicato debía ser autónomo. Como protesta contra el SEU, se formaron más de 20 grupos disidentes ilegales, concentrados principalmente en las Universidades de Madrid y Barcelona. Sus reclamos eran, ante todo “sindicatos estudiantiles libres” “supresión del SEU” y “solidaridad estudiantil”. Era un reclamo básicamente sectorial y no planteaban un debate ideológico directo acerca de la política o la economía nacional, no planteban cambio profundos en materia social, económica o constitucional.

La lucha contra el SEU, fue violenta, la consigna la reorganización democrática del sindicato estudiantil. La lucha fue cruenta en Madrid, Barcelona, Salamanca, Bilbao, Valencia, Sevilla, Oviedo, Valladolid y Zaragoza.

Estos alzamientos que se dieron en un contexto de fuerte crisis política, marcaron el sentido tribal de la lucha de los jóvenes, que ante todo pusieron los problemas de la tribu al tope de la agenda.

Nazismo y juventud

A partir de 1920, el Partido Nazi eligió a la juventud alemana como una audiencia especial para sus mensajes de propaganda. Estos mensajes resaltaban que el Partido era un movimiento de jóvenes: dinámico, fuerte, progresista y esperanzado. Millones de jóvenes alemanes fueron convencidos por el nazismo en las aulas y a través de actividades extracurriculares. En enero de 1933, la Juventud Hitleriana tenía solo 50 mil miembros, pero al finalizar el año esta cifra había aumentado a más de dos millones. Hacia 1936 la pertenencia a la Juventud Hitleriana había aumentado a 5,4 millones antes de convertirse en obligatoria en 1939. Posteriormente, las autoridades alemanas prohibieron o disolvieron las organizaciones juveniles rivales.

Jay Lovestone en “The youth movement in the Third Reich” señala que “ Con hábil demagogia, Goebbels repetía que los jóvenes graduados en las escuelas alemanas, no tenían la preparación adecuada para encarar su futuro… la juventud comenzó a creer que estaba pagando por la incapacidad de los mayores. Una y otra vez los nazis los exhortaban a liberarse de la carga que correspondía a la vieja generación. Esa era la puerta de entrada discursiva para los predicadores del nazismo…”Pocos meses antes de asumir el cargo de Canciller, Hitler proclamó, durante la celebración del Día del Deporte de la Juventud Nacionalsocialista: “Grancias a nuestro movimiento está surgiendo una nueva generación llena de coraje, e incapaz de rendirse”.

Pautas de rebelión en el proceso alemán

En Alemania la pauta de rebelión contra los liberales y socialdemócratas apoyada entre los militaristas y nacionalistas de diversas extracciones, estuvo muy presente a lo largo del siglo 19. En las décadas posteriores a 1848-escribe George Mosse en “The crisis of German Ideology : Intellectual origins of The Third Reich” ,1964- “Nuevas fuerzas, vital y políticamente triunfantes, suscitaron la adhesión de un nuevo estudiantado, desilusionado por la aptitud de los viejos liberales. La unificación de Alemania, y el control de su política interna y externa, habían sido logrados gracias a los esfuerzos de unos pocos hombres; y sólo el ejército, comandado por Bismarck, había sido capaz de cumplir la proeza” Por ello “ las generaciones de estudiantes que asistieron a las universidades en la década de 1880, dieron nueva vida al movimiento radical de derecha”.

Entre 1848 y 1914 los jóvenes y los estudiantes en particular, se sometieron de buen grado al orden bismarckiano, y conformaron una elite que primero ocupó los cargos políticos más relevantes y luego se distanció de la política, para liderar el establishment desde el ámbito corporativo. Fue ahí, donde los socialdemócratas recuperaron terreno político y ganaron la batalla cultural a favor de la democracia liberal, los derechos civiles y la economía de mercado. Loa jóvenes registraron que la pauta de rebelión era contra un orden forjado por la derecha, que ya se revelaba como incapaz para responder a sus demandas.

Finalizada la primera guerra mundial y la revolución rusa, los estudiantes y los jóvenes en general volvieron a la política, desempeñando un papel modesto en el movimiento comunista y masivo en nazismo. Los jóvenes alemanes se orientaron hacia los extremos del arco político, y con la violencia como eje central de su accionar.

En la década del 30, la mayoría de los estudiantes alemanes consideraba que el estado liberal socialdemócrata era “reaccionario” y había traicionado sus esperanzas.

La autonomía académica que los estudiantes le reclamaban al gobierno socialdemócrata, bajó del listado de reclamos ante los nazis, y los estudiantes aceptaron la regimentación y coordinación política de las universidades.

Los estudiantes nazis, tomaron las universidades, echaron profesores, organizaron quema de libros , y narraron estas acciones como una rebelión apoyada desde el poder, de carácter indispensable, ante los mayores que habían fracasado.

La Studentenschaft nazi se puso como objetivo eliminar de la universidades todo lo “no alemán” donde la idea era un corte abrupto con la construcción de sentido de sus padres y profesores, a favor de profesores que reinvindicaran el rol fundacional de los jóvenes, basado en un pasado mítico, que excedía, temporal, cultural y estructuralmente a sus padres y abuelos.

Relatos ocultos, tensión y antisemitismo estructural

El antisemitismo caló hondo en estos jóvenes alemanes, ya en 1890 una petición presentada al gobierno requiriendo la expulsión de los judíos del país, tuvo más aceptación entre los estudiantes que entre la población en general. La Asociación de Estudiantes Alemanes (Verein Deutscher Studenten – Kyffhauser Bund) , organizada en 1881, tenía como fines en su carta constitutiva; la lucha contra el materialismo, el liberalismo, el racionalismo y los judíos. Los estudiantes sostenían que consideraban “la cuestión judía” imparcial y objetivamente, ya que no existía en ellos “temor a la competencia judía”. En 1901, actuando bajo la presión de los estudiantes, el cuerpo de profesores de la Universidad de Heidelberg prohibió la formación de una asociación estudiantil judía.

Las organizaciones estudiantiles propiciaban el boicot y el uso de la violencia contra los estudiantes judíos.

Y aquí vemos otra vez una pauta de rebelión en función de un proceso histórico. Los judíos como colectivo habían conseguido legitimar su posicionamiento social en europa occidental. Luego de la resolución del affaire Dreyfuss en Francia, y durante los años 20 en Alemania, la burguesía y el establishment en general generó un consenso de “tolerancia” y legitimación hacia las comunidades judías que no se daba en Europa oriental. Este fenómeno coyuntural se apoyaba más en las necesidades financieras y políticas de los poderes fácticos que en un cambio cultural profundo. Esta movida fue percibida por los jóvenes alemanes, italianos y franceses como una rendición ante un grupo de poder, y por eso el antisemitismo operó como catalizador de la pauta de rebelión.

Para los jóvenes que contemporáneos del surgimiento del nazismo, este era “un desarrollo natural y lógico” de los lemas que sus padres habían pregonado desde su juventud. La derrota alemana de la primera guerra mundial le dio fuerza a los argumentos, acerca de la debilidad e ineficacia del establishment socialdemócrata contra el que esos jóvenes se estaban empezando a rebelar.

La crisis económica , el desempleo entre los jóvenes, la inflación y la recesión, hacía que los jóvenes más limitados y con menos formación y capacidad sufrieran más la competencia del mercado laboral. Esos jóvenes vieron en el nazismo una expresión funcionalmente racional de representatividad.

La tensión entre pautas propias y normas ajenas en los segmentos jóvenes, sobredetermina la necesidad de la mutación. El joven pone en emergencia conductas “asociales”, que violan normas, y que muchos viven y practican subterráneamente, por ejemplo los relatos ocultos de la sociedad alemana.

Los relatos culturales, tanto públicos abiertos y difundidos, como los ocultos, privados y subterráneos, conforman las hegemonías dentro de los diferentes segmentos poblacionales. Los relatos ocultos son una parte muy importante en las matrices de construcción de los sistemas de preferencias y determinación del voto.

Son relatos privados, que no se verbalizan en el espacio público, se remiten exclusivamente a los círculos de confianza, de “los nuestros”, a las charlas en familia o con amigos cercanos. Doy un ejemplo de estos relatos ocultos: Muchos argentinos sintieron alivio apenas producido el golpe militar de 1976, algunos y no pocos de ellos siguen sintiendo hasta el presente apoyo y simpatía por ese gobierno militar, sin que les importe los crímenes cometidos por este. Sin embargo la difusión, resignificación y elaboración colectiva, impide hoy una reivindicación abierta de la dictadura en los medios, en la Universidad, en una reunión con gente desconocida, en el espacio público. Por eso la memoria se transforma para este grupo en un hecho privado que retorna a las vías de la oralidad propias de la intimidad.

Muchos de estos relatos ocultos contienen un desprecio por la otredad, por otro grupo o sector social, y si bien no se expresan en público, sobreviven subterráneamente, en lo familiar, entre amigos, allí donde hay redes de confianza, como dadores de sentido, de lo que Bordieu llama: la distinción.

Entre los mayores, funcionaba en Alemania un sistema de relatos ocultos que cultivaban el antisemitismo. Los jóvenes crecieron con estos relatos, que gozaban de la legitimidad del hogar pero asumiendo su carácter de oculto, “de eso en público no se habla”.

Los nazis, en este caso, le dieron una plataforma de legitimidad a este tipo de relatos, que tensó su relación con el establishment y los mayores, pero que exponía la contradicción que esos mayores no podían resolver.

El caso de los jóvenes comunistas alemanes

En el otro extremo del arco, el de los jóvenes comunistas, podemos observar la efímera revolución, que implantó soviets en Baviera en 1919, en lo que se llamó “el Abril rojo de Munich”. Los jóvenes articularon con el movimiento obrero y contra los mayores. Uno de sus líderes, Ernst Toler, alumno de Max Weber, escribía: “Nuestros padres nos han traicionado, y los jóvenes que conocieron la guerra y su dureza, comenzarán la tarea de limpieza”. La pauta de rebelión también era contra los socialdemócratas y liberales, y también contra la democracia liberal, pero el eje lo constituía prevenir y no propiciar futuras guerras, como lo hacían desde la derecha. “La juventud de todos los países debe unírsenos en nuestra lucha contra aquellos a quienes acusamos de ser los causantes de la guerra: ¡nuestros padres!” .

El “Abril rojo de Munich” duró muy poco, Toller fue a la cárcel, y los jóvenes alemanes mayoritariamente expresaron su rebelión hacia sus “mayores fracasados” desde el nazismo.

La posguerra, los jóvenes alemanes y la política

Porqué no surgió ningún movimiento estudiantil y o juvenil en Alemania después de la caída del nazismo? Podríamos pensar que se daba un escenario de desautorización de los mayores clásico para el surgimiento de un movimiento joven. Sin embargo los jóvenes como colectivo apoyaron el nazismo, el objeto de desautorización eran los jóvenes mismos. Los intelectuales veían y narraban a los jóvenes como un grupo de interés real importante en la base de sustentación del nazismo.

Los adultos mayores, conservadores, liberales, socialdemócratas o socialistas, participaron en menor grado que los jóvenes ahora ex nazis en las culpas colectivas del pueblo alemán, porqué además habían sido desplazados por el nazismo. Por eso recién en 1965 aparecen los primeros movimientos juveniles y estudiantiles, claramente anti nazis, involucrados en política.

Pautas de rebelión constantes y coyunturalmente cambiantes

Desde los funcional, pensamos la juventud como la define Roberto Brito Lemus, que plantea que la juventud, comienza cuando se desarrolla la capacidad de reproducir la especie humana, y termina cuando se desarrolla la capacidad de reproducir el orden social. Se es joven mientras se cuestiona, contesta y demanda cambios y se evita reproducir el orden social tal cual está planteado. Cuando se evita “transar”.

La pauta de la rebelión en los jóvenes es funcionalmente constante, es decir, los jóvenes buscan cambiar y sustituir, ya que deben “matar al padre” como estrategia de inserción, proyección y supervivencia, por eso la rebelión y la protesta se mantienen constantes, como la identificación con los factores mas disruptivos de la sociedad, buscando luchas contra enemigos poderosos, con final abierto.

Esa pauta de rebelión es históricamente cambiante, y depende que lo está instituido como conservador, preservador del orden constituido y bloqueador de cambios, sustituciones, y del ingreso de los jóvenes a instancias de potencialidad de acción.

La pauta de rebelión se constituye en función de lo que obtura el recambio, con la impronta de la nueva generación

Rubén Weinsteiner

Almost half of Americans have stopped talking politics with someone


In total, 45% of the nation’s adults say they have stopped talking about political and election news with someone as a result of something they said, either in person or online. A slim majority of American adults (54%) say they have not cut off political conversation with someone because of something they said. The findings are based on a survey of 12,043 U.S. adults who are members of the Center’s American Trends Panel conducted from Oct. 29 to Nov. 11, 2019.

In examining which types of people are more or less likely to stop talking to someone about political news, four characteristics stand out: party and ideology, race and ethnicity, the medium relied on most for political news, and engagement with political news.

Six-in-ten liberal Democrats (60%) say they have stopped talking politics with someone because of something they said. That number is substantially larger than the segment next likeliest to drop the subject with someone – conservative Republicans, at 45%.

In another area of difference, half of white Americans have stopped talking politics with someone, compared with roughly one-third of black and Hispanic adults. And those who say they rely most on local TV for their political and election news are far less likely to have stopped talking with someone about politics than any other group, such as those who mostly get this news through news websites or cable TV.

The data also indicates that the level of engagement with political news ties closely to avoiding discussions about political news with someone. The more closely people follow election news, the more likely they are to say they have stopped talking with someone about politics – including 58% of those who say they follow political and election news “very closely.”
Democrats, particularly liberal ones, are more likely to stop talking politics with someone

Examined by party, Democrats and independents who lean Democratic are more likely to have stopped conversing with someone about politics because of something they said than Republicans and independents who lean Republican: 50% vs. 41%, respectively.

But an even more striking contrast emerges from ideological groups within each party. A high-water mark of 60% of liberal Democrats say they have stopped talking politics with someone, compared with 41% of Democrats who are moderate or conservative.

On the Republican side, only 36% of moderate and liberal members of the party say they have stopped talking to someone. Conservative Republicans also lag well behind the liberal Democrats, with 45% saying they have dropped someone from their conversations about political news.

These findings are in line with earlier research the Center conducted in 2014. That report found that those identified as “consistent liberals” were more likely than “consistent conservatives” to see political opinions on Facebook that were not in line with their own views. But they were also more likely than consistent conservatives, by a margin of 44% to 31%, to block or defriend someone because they disagreed with something that person posted about politics.
U.S. adults more engaged with political news are more likely to disengage with someone

How closely one follows news about politics and the election also comes into play. The closer people follow political and election news, the more likely they are to say they have stopped talking to someone about it. Indeed, 58% of those who say they follow political news “very closely” have stopped discussing politics with another person. In addition, 48% of those who follow this news “somewhat closely” have also decided to cut the conversation with someone.

At each declining level of engagement, the share drops by about 10 percentage points. It falls to 38% for those following political news not too closely and to 27% for adults who follow political news not at all closely.

And while the ideological ends of each party – liberal Democrats and conservative Republicans (both including leaners) – are more likely to follow political and election news closely, differences by level of news interest still hold even when accounting for self-reported party and ideology.
White Americans are more likely to cut off political conversation

Race and ethnicity are also associated with the decision to stop talking to someone about political news. A full 50% of white adults say they have made that decision, which is considerably higher than the percentage of black (37%) and Hispanic (34%) adults who say they have stopped talking to someone about political news.

The differences in this behavior aren’t nearly as prominent when it comes to gender, where 47% of women say they have stopped talking with someone, compared with 43% of men. And age isn’t a particularly decisive factor either, although those in the oldest cohort (those ages 65 and older) are more likely to have dropped the subject with someone than members of the youngest cohort (those ages 18 to 29) – by a 49% to 41% margin.
Those who prefer local TV news stand apart from others in political discussion habits

Another way that respondents’ political conversation habits were examined was by looking at their preferred, or “most common,” pathways for receiving political and election news. Those platforms include print, radio, local TV, national TV, cable TV, news websites or apps, and social media.

Americans who mostly rely on local TV are, by a solid margin, the least likely to say they have stopped talking about political news with someone – at 34%. Between 44% and 51% of all other groups say they have stopped talking with someone.

Even though those who most commonly get political news from local TV are one of the groups least engaged with political and election news overall, this pattern still holds when accounting for their levels of engagement compared to other groups.

All in all then, those who are at the ideological poles of the parties and those who are most engaged with political news tend to have a greater inclination to cut certain people out of their political discussions because of something they’ve said, while the less engaged to begin with are less driven to restrict these conversations.

Trusting the News Media in the Trump Era



President Trump answers questions from reporters outside the White House in November 2018. (Win McNamee/Getty Images)

It is no secret that, in an information environment characterized by deep tensions between President Donald Trump and national news organizations, Americans are divided in their trust of the news media. A new Pew Research Center exploration of more than 50 different surveys conducted by the Center – combined with an analysis of well over 100 questions measuring possible factors that could drive trust in the news media – confirms that in the Trump era nothing comes close to matching the impact of political party identification. On item after item, Republicans consistently express far greater skepticism of the news media and their motives than Democrats, according to this analysis that focuses on trust in the news media during 2018 and 2019.

Even more telling, the analysis reveals that divides emerge within party – particularly the Republican Party – based on how strongly people approve of Trump’s performance as president. Trump has publicly and repeatedly criticized both news organizations and the journalists who work for them, criticisms that, according to this study, resonate with his most fervent supporters.

The link between the public’s approval of Trump and views of the news media is clear in evaluations of journalists’ ethics. About three-in-ten Republicans and Republican-leaning independents (31%) say journalists have very low ethical standards, roughly six times the 5% of Democrats and Democratic leaners who say this. Trump’s strongest approvers, though, express even greater suspicion: 40% of Republicans who strongly approve of Trump’s job performance say journalists’ ethics are that low. That is true of far fewer Republicans who only somewhat approve of Trump or disapprove of him: 17% and 12%, respectively.1

Overall, this relationship between support for Trump and depressed trust in the news media persists over a range of attitudes. And, taken together, Republicans who are most approving of Trump and Democrats who are least approving of him stand far apart from each other.

The extent to which a person is engaged with national politics and the news surrounding it also plays into their evaluation of the news media. Highly engaged partisans are even more polarized in their views than the two parties overall. For example, there is a 46 percentage point gap between all Democrats and Republicans (including those who lean to each party) in whether they have a great deal or fair amount of confidence that journalists will act in the best interests of the public. This jumps to a 75-point gap between the highly politically aware who associate with the two parties (91% of highly politically aware Democrats vs. 16% of highly aware Republicans).

No other factors in this study come close to these partisan dynamics in their relationship to Americans’ views. There are a few that show some connection, however. One of these factors is trust in others more generally, or interpersonal trust: Americans who express greater trust in others tend to give the news media higher marks than those who are less trusting. Additionally, there are some interesting differences across demographic groups, such as those based on age, race and ethnicity, religion, and education. For example, black Americans often exhibit greater support of news organizations and journalists than Hispanic or white Americans. And older Americans are more loyal to their preferred news sources than younger Americans. Other concepts such as life cycle milestones and life satisfaction measures show limited, inconsistent or no relationship with evaluations of the news media.

The overall goal of this study was to integrate a wide range of concepts to develop a comprehensive understanding of the factors that link to the public’s trust in the news media today. Researchers pulled together years of Pew Research Center surveys conducted on the American Trends Panel and examined responses from the panel members across these surveys. Using advanced statistical weighting and multivariate analyses, attitudes toward the news media – including direct measures of trust as well as closely related measures – were set alongside a wide range of other measures to examine what connects to trust in the news media.

Highly engaged partisans have starkly different views of the news media

The public’s level of engagement – both politically and with the news – adds another dimension to partisans’ evaluations of the news media. Divides within the parties once again emerge, and partisans who are highly engaged are the most polarized in a range of views of the news media.

In general, Republicans and Republican leaners who are highly engaged with politics or with the news tend to be more negative toward the news media than less engaged Republicans, and highly engaged Democrats and Democratic leaners are typically more supportive of the news media than their less engaged counterparts. Taken together, stark divides emerge between the highly engaged Republicans and Democrats – divides that are often more pronounced than among partisans overall.5 (For more information on the two measures of engagement – political awareness and news engagement – see the box below.)

For example, Americans’ level of confidence that journalists will act in the best interests of the public clearly shows how partisan divides are even starker among the highly engaged. In this case, the two parties begin with quite different levels of confidence – 30% of Republicans versus 76% of Democrats overall have a great deal or fair amount of confidence. But then looking within party, highly politically aware Republicans are 30 percentage points less likely than less aware Republicans to say this (16% vs. 46%). And highly aware Democrats are 29 points more likely than their less aware counterparts to express this level of confidence (91% vs. 62%).

Across parties, though, the divide between highly engaged Republicans and Democrats is far larger. The 46 percentage point gap between Republicans and Democrats overall increases to 75 points. A similar pattern emerges when looking at news engagement: There is a 66 percentage point difference between Republicans and Democrats who are highly engaged with news (23% vs. 89%, respectively).

The highly and less engaged in each party are similarly divided in their views of journalists’ ethics. Highly politically aware Republicans are 14 percentage points more likely than those who are less engaged to think that journalists have low or very low ethics (87% vs. 73%) – a gap that is 33 points when considering only those who say very low (49% vs. 16%). And among Democrats, there is a 36-point difference between the highly and less politically aware who say journalists have low or very low ethics (17% vs. 53%).

As with confidence, there is again a substantial divide between highly engaged partisans. The 44-point gap between Republicans and Democrats overall in their view of whether journalists have low or very low ethical standards grows to 70 points between the highly politically aware Republicans and Democrats. And again, a similar pattern emerges among Republicans and Democrats who are highly engaged with news.

On the other measures of trust analyzed in this study, there are also large divides between highly engaged Republicans and Democrats on their trust in the information from national news organizations, views of the media’s watchdog role, and perceived fairness in coverage.6 These stark divides between highly engaged Republicans and Democrats are in line with previous studies that show large divides in political attitudes between the most engaged partisans.

How we measure engagement
Partisans have similar levels of loyalty to their sources of news

While there are profound political divides in Americans’ views of the news media and journalists generally, partisanship is less connected to the public’s sense of loyalty to their own individually preferred sources of information – that is, those sources they tend to rely on most. Instead of stark divides, the most fervent partisans – Trump’s strongest approvers and detractors as well as those who are highly engaged with politics or with the news – are much more on par in their sense of loyalty and tend to be more loyal than their less fervent counterparts.

Republicans and Republican leaners who strongly approve of how Trump is handling his job as president feel more loyal to their news sources than those who somewhat approve or disapprove (41%, vs. 26% and 31% respectively). Likewise, strongly disapproving Democrats and Democratic leaners also feel more loyal than somewhat disapproving Democrats (44% vs. 35%). Taken together, the most approving Republicans and the least approving Democrats are about on par in their loyalty to their own news sources.

The highly engaged in each party – whether with politics or with the news – feel more loyal to their news sources than their less engaged counterparts. For instance, about half of the highly politically aware (49%), say they are loyal to their sources of news, 18 percentage points higher than the less aware (31%) – a pattern that is evident within both parties. Highly politically aware Republicans are 15 points more likely than less aware Republicans to feel loyal to their news sources, and highly aware Democrats are 20 points more likely than less aware Democrats. Again, the same pattern exists with the other measure of engagement – engagement with the news.

Factors beyond party affiliation also connect with trust in the news media

Other factors beyond partisan dynamics are linked with Americans’ assessments of the news media – though perhaps not as dramatically. Two additional areas stand out in this analysis: trust of others overall and demographic characteristics.
Americans who are more trusting of others overall extend that trust to the news media

High trusters – those with high levels of trust in others overall – are more likely than low trusters – those with lower levels of trust in others – to trust the information they get from national news organizations, think that journalists are ethical, have confidence in journalists to serve the public good, and feel loyal to their own sources of news. (For more information on the measures of personal trust, see the box below.)

For example, high trusters are 16 percentage points more likely to have a great deal or fair amount of confidence in journalists to act in the best interests of the public (63% vs. 47%, respectively). Similarly, high trusters are 14 points more likely than low trusters to say that journalists have very high or high ethical standards (51% vs. 37%). These findings are in line with previous Pew Research Center studies showing that high trusting individuals tend to be more supportive and confident in a range of institutions.

How we measure personal trust

Americans’ level of personal trust has less connection with their view of the news media’s watchdog role or their likelihood to say news organizations are fair in their coverage of political and social issues, however.
Demographics and trust in the news media

The survey data used in this analysis highlights several interesting differences by race and ethnicity, age, educational attainment, urban-rural residency and religion. Below is a summary of some of the demographic findings. For more details, see the Appendix.
Black Americans generally have higher support for and trust in the news media than Hispanic Americans and especially white Americans. For example, 57% of blacks say journalists have high or very high ethical standards compared with 49% of Hispanics and 41% of whites. Also, 41% of black adults say news organizations are fair to all sides when covering political and social issues, 10 points higher than Hispanics (31%) and 19 points higher than whites (22%).
Older Americans tend to feel more connected to their preferred news sources than younger Americans. About half of those ages 65 and older (49%) feel loyal to their news sources, compared with about a quarter of 18- to 29-year-olds (27%), a difference of 22 percentage points. Those ages 30 to 49 and 50 to 64 fall somewhere in between (36% and 44%, respectively).
U.S. adults with higher levels of education express greater trust in information from national news organizations than those with less education. For instance, those with a college degree or higher are somewhat more likely than those with a high school degree or less and those with some college to say they have a lot or some trust in the information they get from national news organizations. And they are about twice as likely to say they have a lot of trust (33% of those with at least a college degree, vs. 17% of those with some college and 15% of those with a high school degree or less).
Rural residents tend to be more skeptical of news organizations and journalists than urban residents, with suburban residents typically falling somewhere in between. For example, about half of those who live in rural areas (48%) have a great deal or fair amount of confidence that journalists will act in the best interests of the public, 15 percentage points lower than those who live in urban areas (63%). Those in suburban areas are in the middle (55%).
White evangelical Protestants tend to be less supportive of the news media than Protestants overall, Catholics and religiously unaffiliated Americans. For example, about a quarter of white evangelicals (26%) say journalists have high or very high ethical standards, between 13 and 26 percentage points lower than Protestants overall, Catholics and the unaffiliated.
Factors with limited association with trust in the news media

The overall goal of this study was to integrate a wide range of concepts to develop a comprehensive understanding of what factors connect to the public’s trust in the news media today. The analysis shows how partisanship – including party identification, approval of Trump and engagement with politics and the news – are strongly linked with Americans’ evaluations of the news media. Other factors such as trust in others and demographic characteristics are also connected, but not as dramatically.

Additional measures analyzed, however, had a more limited, inconsistent or no connection to the public’s trust in the news media. These include:
Life cycle milestones, such as having children, owning a house and moving away from the community where you grew up.
Life satisfaction, such as being happy with how things are going, having enough income to live comfortably now and having enough income to live the life you want in the future.
Preferred pathways to get news, that is, whether they prefer the TV, radio, print newspapers, social media, or websites and apps for news.
Some additional demographic variables such as sex.

Voters anxiously approach an unusual election – and its potentially uncertain aftermath


Voters cast ballots early at the registration and elections office in Columbia, South Carolina, on Oct. 6, 2020.

With about a month until Election Day and early voting already underway, many Americans are approaching the presidential election with a sense of uncertainty that goes beyond their traditional concerns over whether their candidate will come out on top. These worries predate President Donald Trump’s recent comments suggesting that, because of the potential for problems with voting by mail, the election will be so flawed that he may not relinquish his office.


And this uncertainty existed before the disclosure that Trump had contracted COVID-19, as have other White House staff.

It is difficult to recall an election in which the public has had such a wide array of concerns about the election process and its outcome.

In a survey conducted in late summer, three-quarters of Americans said it is likely that Russia or other foreign governments will attempt to influence the presidential election. Earlier this year, two-thirds (67%) said it was very or somewhat likely that the coronavirus outbreak would significantly disrupt Americans’ ability to vote in November.

Interest in the election is as high as it has been in two decades, a separate summer 2020 survey found. For instance, 75% of voters say they have thought quite a lot about the election – higher than for most other elections dating back to 1992. Yet voters increasingly view the formerly routine act of casting a ballot as a something of a challenge. In August, just half of registered voters expected it would be easy to vote in the November presidential election, down 35 percentage points since before the midterm elections of 2018.

In an era of growing partisan polarization, Americans widely agree on their priorities for the conduct of fair and secure elections. In 2018, nine-in-ten (90%) said it was very important that elections are free from tampering. Sizable majorities also said it was very important that no eligible voters are denied the opportunity to vote (83%); that voters are knowledgeable about candidates and issues (78%); that there is high turnout in presidential elections (70%); and that no ineligible voters are permitted to vote (67%).

Yet Republicans and Democrats had stark differences in evaluations of how the nation was doing in achieving these goals. They even had widely divergent perceptions about whether there is, in fact, high turnout in U.S. presidential elections: 73% of Republicans and Republican-leaning independents viewed voter turnout as high, compared with only about half of Democrats and Democratic leaners (52%).

Since the coronavirus outbreak began in March, Democrats have been far more likely than Republicans to express worries about voting during a pandemic and the integrity of the election itself.

In April, relatively few Americans – just 14% – said they were very confident the presidential election would be conducted fairly and accurately, though another 45% were somewhat confident.


Fewer than half of Democrats (46%) were even somewhat confident in an accurate and fair election, compared with 75% of Republicans. And Democrats were deeply concerned over whether all citizens would be able to vote: Just 43% of Democrats said they were very or somewhat confident all citizens who want to vote would be able to do so, while about twice as many Republicans (87%) were confident all citizens would be able to vote if they wanted to.

If voting during a pandemic – and the prospect of foreign governments interfering in the election – have raised concerns among the public, this election also is overshadowed by persistent uncertainty about what comes after voters have rendered their verdict on Nov. 3.

Trump has already sought to cast serious doubt on the validity of mail ballots – the grounds for his refusal to commit to a peaceful transfer of power. State courts have become a battleground for lawsuits around voting rules, and a number of media organizations are warning of the possibility that the winner of the election may not be known until days or even weeks after Election Day.

Of course, such a delay would not be unprecedented. In the 2000 election between George W. Bush and Al Gore, the results were not known for more than a month after the election, when the Supreme Court weighed in to halt a recount sought by Gore, thus handing Florida’s 25 electoral votes – and the election – to Bush.


That was a different era, one in which there was far less partisan acrimony and voters saw less importance in the outcome of the election than they do today. Twenty years ago, just half of voters said it really mattered; as of August, 83% express this view.

It is impossible to predict with certainty how the 2020 election will turn out. Similarly, there is no way to know how the public may react to the possibility of a disputed election that leads to a long period in which the results are not known or any of a number of other possible electoral outcomes.

However, some recent national surveys have found that majorities of Americans have at least resigned themselves to the possibility that they will not know the election winner on the evening of Nov. 3. And that sentiment, unlike so many others relating to politics in this polarized era, is shared equally across party lines.

Discurso de poder, marcos cognitivos y problematización e intervención



Leer, interpretar e intervenir sobre las demandas, es construir el discurso.

Rubén Weinsteiner

Las demandas como articuladoras de variables blandas definen segmentos a los cuales interpelar como marcas políticas.

El proceso de intervención consiste en: 1) lectura e interpretación de las demandas 2) caracterización y problematización discursiva 3) descripción de personajes y responsabilidades 4) planteo de solución.


La problematización e identificación de los personajes resulta esencial porque muchas personas pueden atribuir fenómenos a causas diversas. Una persona que pierde el empleo puede pensar que algo anda mal en el país, puede pensar que el no estuvo a la altura o que su jefe era malo y se la agarró con el.

Por otra parte una cosa es necesitar algo y otra es ser consciente de esa necesidad. O desear algo y no ponerlo en el nivel de emergencia, es decir obturar el deseo detrás de justificaciones o narrativas limitantes. Ya sea propias-históricas de falta de merecimiento o aptitud, o externas de la cultura dominante o el clima de época.


Las demandas no se constituyen en un proceso automático y natural, sino que se definen por la subjetividad enmarcada en los mecanismos primarios de referencia, que nos permiten construirnos una idea clara e inmediata de cómo leer la realidad a través de nuestro encuadre cognitivo (cognitive framing).
No hay un marco, hay una acción de encuadrar, de enmarcar la realidad.

Para intervenir sobre la subjetividad de los sujetos de elección hace falta conectar con su estructura de marcos cognitivos. Si nuestro discurso no esta alineado con los marcos de nuestro público, este lo rechazará o directamente no lo comprenderá, no lo sentirá, no le hará consonancia.


Es por eso que la lectura de las demandas y la construcción de la narrativa de la marca política sobre esas demandas puede y debe intervenir sobre ese encuadre cognitivo.

Esto es; alguien puede pensar que viajar mal en el transporte público es normal, que “es así”. Que los subtes son incómodos. La mirada crítica permitiría pensar que quizás los subtes son incómodos, porque no vienen con la frecuencia que deberían, y no vienen con la frecuencia que deberían porque no hay suficientes vagones, y que no hay suficientes vagones porque no se producen en el país y no hay recursos para importarlos, porque los recursos se gastan en otras cosas, y que si se gastaran en mejorar el transporte público todos podríamos viajar “como seres humanos” en el subte.


Alguien podría pensar que es normal que si uno tiene ganas de orinar, estando afuera, es normal tener que aguantarse porque es así, o hay que entrar a un bar, pedir un café e ir al baño. El pensamiento crítico podría llevarlos a pensar que todas las personas tienen la necesidad de orinar y que debería haber baños accesibles y próximos para que la gente orine.

Lo mismo con el acceso a los alimentos a precios posibles (comer hay que comer), a la salud, a la indumentaria, con las condiciones laborales, etc.


El disenso formal activo permite poner en crisis los marcos de encuadre cognitivo, problematizar la realidad, plantear, desde el discurso un nuevo formato problematizador que posibilite la conceptualización y la lectura de que no estamos condenados a esto, sino que esto pasa porque hay cosas que no se hacen o cosas que se hacen mal.
Por eso muchas de las demandas y deseos se encuentran en estado de latencia, obturadas por discurso del mainstream, limitante, justificador y obturador de los deseos lantentes.
El discurso de poder, debe organizar las percepciones en función de la potencialidad de acción de la marca política, para modificar aquello que parece inmutable y sin solución.
El camino crítico es leer las demandas, apropiarse de los marcos cognitivos de nuestro público, problematizar para proponer, convocar y esperanzar. Intervenir y comprometer desde el discurso al sujeto de elección con una perspectiva de un futuro distinto, mejor y alineado con las demandas latentes de los segmentos objetivo.

Rubén Weinsteiner

Trump estrena narrativa del “héroe invencible”

El presidente dio por terminada su enfermedad de coronavirus y busca ahora sacarle rédito político.


Valiente guerrero. Trump, en la Casa Blanca en un coreografiado regreso.

 

Rubén Weinsteiner


La escena estuvo cuidadosamente planificada: Donald Trump descendió del helicóptero en el jardín sur de la Casa Blanca con su rostro tapado con el barbijo con el que había salido del hospital minutos antes. Caminó unos cuantos metros por el césped hasta llegar a la mansión, subió una escalera sin problemas hasta el primer piso y luego se frenó en el balcón, decorado con cuatro banderas estadounidenses de fondo. Allí miró a los fotógrafos y, en un gesto teatral y a la vez desafiante, se quitó el tapabocas y lo guardó en el bolsillo. Permaneció con rostro adusto por casi un minuto mirando hacia el horizonte, hizo la venia y se metió adentro de la casa.

Es imposible no comunicar, enviamos señales y significados todo el tiempo, que se traducen en sentimientos, ideas y narrativa en la cabeza de las personas. Ya sea que diseñemos esa narrativa de manera estratégica, o que se articule por default, caótica, aleatoria y espontáneamente.

Cuando hablamos de la personalidad de la marca política, hablamos del “quien”, cuando hablamos de la narrativa, hablamos del “qué”.


Parecía el fin del show. Pero no. Pocos minutos después, el presidente tuiteó desde su cuenta un video con el resumen de ese momento, como una película que enmarcaba el regreso del héroe a casa, al ritmo de música épica. Nada debía connotar enfermedad o vulnerabilidad.

Trump dio por terminada su enfermedad y busca ahora sacarle rédito político. Así comienza el tramo final de esta inédita campaña electoral para los comicios del 3 de noviembre atravesada por la pandemia.

Los componentes estructurales de la Narrativa política son cuatro

1) Mensaje: La narrativa política debe bajar un mensaje, en lo posible solo uno, que ancle emocionalmente en las personas. El mensaje debe ser claro, con referencias empíricas y reales de la vida cotidiana y establecer un posicionamiento, es decir, ocupar un lugar en el imaginario de los segmentos objetivos. Debe ser una cuestión del debate público, que este en la agenda y que preocupe a diferentes segmentos, por distintos motivos. En el caso del voto joven el mensaje debe plantearse desde el clivaje autenticidad-impostura, los otros son la impostura “los gatos”, por eso el mensaje debe ser conceptualmente lineal y directo, oraciones cortas donde cada palabra luche por su supervivencia.

Para que el mensaje sea eficaz debe:

a) estar alineado con la promesa de la marca


b) encarnar valores que se van a comunicar activamente

c) tener en cuenta la competencia de marcas políticas que se da, que posiciones están disponibles y que posiciones en situaciones de debilidad

d) microsegmentar los públicos objetivo de nuestro mensaje

e) enunciar la personalidad de la marca emisora

f) contar con un equipaje de palabras potente

g) revelar visualidad, simbología y ritualidad, colores y formas alineados homogénea y estratégicamente con el diseño de la marca política



2) Conflicto: Los conflictos son los que generan interés en la narrativa, sin malos no hay buenos, sin amenazas no hay salvadores, sin comilonas no hay hepatalgina, sin manchas no hay Ariel, sin problemas no hay soluciones para ofrecer. El conflicto plantea la pregunta: ¿cómo se resuelve esto? Esta pregunta genera incertidumbre, tensión, ansiedad, emoción, instalando un clima de interés, que hace que nos comprometamos afectivamente con la historia.

El conflicto narrativo muestra a un protagonista que lucha contra otros personajes, contra sus propios principios o sentimientos, o bien contra su destino o una fatalidad. En definitiva, el conflicto es un suceso que enfrenta al personaje principal con fuerzas antagónicas durante una trama, cuya resolución tiene un desenlace.

Una narrativa sin conflicto nunca puede ser dramática. Es una descripción. La intensidad del conflicto es producto de la naturaleza del motivo y del carácter del personaje. Cada intención tiene obstáculos que superar para lograr el objetivo. El conflicto es el resultado de la intención y la dificultad.

Existen tres tipos de dificultades esenciales en el conflicto:

a) El obstáculo: Es circunstancial, como un río que se debe cruzar, la falta de dinero o la imposibilidad de entender otro idioma. La desventaja de este obstáculo es ser de tendencia estática, no poder soportar cambios repentinos (el río no va a desaparecer ni podemos aprender un idioma nuevo de golpe).

b) La complicación: Es accidental: un avión que debe aterrizar por el mal tiempo, un mensajero que se fractura una pierna. Su desventaja es que, al ser accidental, genera frustración, ya que no la planea ni la desea nadie, el personaje no la puede evitar ni prever, no es una prueba del poder del héroe.

c) La contraintención: es la intención de la contrafigura de evitar el cumplimiento de la intención del héroe. Es la dificultad más efectiva dramáticamente hablando, ya que es la más dinámica y la que da más posibilidades de ampliar la historia y de darle giros nuevos. 

3) Personajes: en toda narrativa intervienen personajes que juegan roles, le dan vida a la historia, credibilidad, textura, color, posibilidad de vivencia e identificación. La fortaleza de los personajes potencia la intensidad y el involucramiento emocional.

Los cuentos infantiles y los mitos clásicos, tienen formatos de personajes esquematizados que además de ofrecer un carácter universal a tales personajes, los hace cercanos y comprensibles. Y esto es así, porque estos personajes representan lo que Carl Gustav Jung denominó ARQUETIPOS. Jung estableció una división de la psiquis humana en tres partes: el consciente, el inconsciente y el inconsciente colectivo.

En esta última es en donde aparecen los arquetipos.

Algunos de los arquetipos que aparecen en las obras narrativas, y muy fuertemente en los cuentos clásicos son:

a) El viejo sabio: Son hombres, adultos y dotados de autoridad que se presentan como guía del héroe.

b) El padre: puede ser un viejo sabio, una metáfora de la historia, la tradición o el reason why del protagonista. También puede encarnar la debilidad que plantea un problema puesto en el padre, alter ego viejo del protagonista.

c) La madre: el amor incondicional, el compromiso sin límites, la propia historia, la posibilidad de retorno a las fuentes. Puede ser la construcción arquetípica en cuya figura, se fusionan las costumbres morales y sociales de una época.

d) El héroe: el protagonista central, entraña la épica, encarna la misión, y sobre él esta puesto el foco. Según la acepción griega, el héroe era un hombre divinizado que llega para restaurar el orden quebrantado por la fuerzas del mal. Los héroes también tienen marcas —las marcas del héroe—, que los ayudan a superar los obstáculos sin hacerlos totalmente invulnerables. Pueden ser físicas, como en el caso de Aquiles o psicológicas: la fértil imaginación de Ulises y la piedad religiosa en Eneas. 

e) El guerrero: acompaña al héroe, lo complementa y suplementa según el caso. Encarna aquellas virtudes o aptitudes que el protagonista no puede revelar porque entrarían en contradicción con su esencia, identidad o misión. El guerrero puede no ser tan cumplidor de la ley como el héroe, o tan prolijo o no tan sabio. El guerrero va al combate para defender el orden y la justicia, en consecuencia, sus actos tienen un sentido de liberación política y social.

f) La princesa: la figura femenina joven, promesa y desafío, es la pareja femenina o masculina, es la que da sentido a la estructura primaria familiar o de clan, por la que el héroe da sus batallas.

g) El demonio: el mal absoluto y poderoso, que explica también la acción del héroe, pero no la define como si lo hace la sombra

h) La sombra: es el arquetipo que personifica los rasgos personales que el héroe niega de si mismo. Si el héroe es generoso, por lo tanto no egoísta, ese rasgo egoísta, que indudablemente tiene en algún lugar el héroe, lo deposita en la sombra. De esa manera se va construyendo un negativo fotográfico del héroe, una imagen que almacena todas aquellas cosas que no nos gustan y que rechazamos. En un primer estadio, esta sombra puede aparecer como un ser monstruoso que nos acecha para hacernos daño (los dragones, gigantes, bestias marinas etc. de los cuentos) pero, una vez que nos percatamos de su existencia y la vamos aceptando se convierte en algo más cercano a un ser humano, y cada vez se va pareciendo más a nosotros mismos, a quienes somos en realidad. En la literatura, el antagonista arquetípico del héroe, no es el demonio sino la sombra. El demonio explica la presencia del héroe, pero no tiene la incidencia en la acción que tiene la sombra.

En la Guerra de las Galaxias, el héroe es Luke Skywalker, que conoce a un viejo sabio, Obi Wan Kenobi. El arquetipo del Guerrero, lo encarna Han Solo y su nave, el Halcón Milenario. La sombra: Darth Vader, que tiene un gran poder y una gran maldad, es el “negativo” de Luke. Al final del enfrentamiento, descubrimos que Luke y Vader son padre e hijo. Al final, el arquetipo de la sombra, se hace bueno y complementa definitivamente a Luke, que se ha convertido en el gran héroe salvador del universo.

La sombra es el malo perfecto, porque su atractivo reside en que complementa al héroe. Luke y Vader, Sherlock Holmes y Moriarty, Jekyll y Hide, Yago y Otelo, incluso Batman enfrentándose a un guason desordenado y caótico, representante de todo aquello que Batman no puede ser.

4)Trama: toda narrativa articula una sucesión de eventos que se insertan en tres componentes

a) Introducción: donde se da a conocer el ambiente en el que la historia se desarrolla, se detallan las características de los personajes, del lugar, tiempo y el comienzo de la historia.

b) Desarrollo: Es donde tiene lugar el punto culminante, la acción transformadora de la historia. Es el momento donde la tensión narrativa llega a su punto más alto. La tensión finalmente explota, supliendo la carencia indicada en el marco escénico y transformando la situación problemática que motivó la trama.

c) Desenlace: es la sección final donde se alivia la tensión narrativa, y se le da sentido a las consecuencias de la acción transformadora, y se describe la situación final de los personajes de la historia. Casi siempre implica una inversión de la carencia inicial.

Si bien Trump minimizó desde el comienzo el poder del coronavirus, ahora presenta una narrativa renovada que refuerza con las imágenes que él valora tanto: el presidente es un valiente guerrero que venció el coronavirus y con esa entereza deben luchar los ciudadanos contra el mal. Sin temor ante la enfermedad.


Lo dijo con todas las letras: “No tengan miedo del coronavirus”, según reclamó a los estadounidenses.

Es difícil predecir el impacto que tendrá la enfermedad presidencial en la campaña, que ingresa en su etapa decisiva.

El presidente necesita retomar los actos de campaña porque sus arengas en los mitines electrizan a sus seguidores. El trumpismo es él. Por más que su vice Mike Pence lo reemplace en sus giras por el interior, está muy lejos de magnetismo de su jefe.
Segundo debate, presente

Pero Trump también necesita la televisión, su arma favorita. Aprovechó que todo el mundo estaría mirando su salida del hospital y montó una película. También, incluso antes de que le dieran el alta, su jefe de comunicaciones ya confirmó que se presentará en el segundo debate el 15 en Miami, tal como está previsto. A pesar de que el presidente tomó y aún toma tres drogas que usualmente se brindan a los pacientes en grave estado, busca mostrar que nada ha sucedido. Que todo continúa como antes.

Cuando recién llegó al hospital, Trump tuvo un par de gestos de empatía que podrían haber sido bienvenidos entre los votantes de los suburbios y las mujeres – dos sectores que le son esquivos-- porque agradeció los saludos bipartidistas que le habían mandado y dijo que “no lo iba a olvidar”. A veces mostrar vulnerabilidad, el lado más humano, suma votosporque te muestra real, unplugged, imperfecto.


Si embargo, lo último que quiere el presidente es mostrase débil. El suele colocar nombres despectivos a sus rivales asociados con la falta de energía. Entonces el tono viró luego rápidamente hacia otro lugar más belicoso, donde se siente mucho más cómodo.
El héroe invencible

Es muy posible que ese discurso de héroe invencible agrade y revitalice a sus bases electorales en el interior del país, que desdeñan “el virus chino” –como lo calificó el presidente-- y consideran el barbijo como una intromisión de la libertad individual.

La pregunta es como funcionará esa estrategia en el electorado independiente, tan necesario para ganar la Casa Blanca. Parte de este sector fue conquistado por la idea de cambio que ofrecía el magnate en 2016, pero ahora hay una gran incógnita sobre quién se inclinará. Es un grupo que se ha mostrado cauteloso con el coronavirus.



Una imagen difundida por la Casa Blanca muestra a Trump durante una llamada con su jefe de gabinete. Foto: AFP

Habrá provocado admiración en la decena de seguidores que lo esperaban, quizás también elogien en la America profunda ese gesto de romper las reglas tan habitual del presidente.

Trump, que siempre quiso minimizar la enfermedad, abrir enseguida la economía y que la gente se olvidara de ella, coloca ahora al coronavirus en el centro de la escena. El relato del héroe invencible es una jugada fuerte a la que apuesta su equipo de campaña.


Rubén Weinsteiner