Dicen que cuando sus coroneles le preguntaban a Napoléon de qué lado estaría Dios en la próxima batalla, el pequeño gran emperador les respondía seco e irónico: “Del lado que triunfe”.
Deseos incumplidos. Durante la campaña, los estrategas del macrismo y algunos analistas políticos intentaron convertir las hipótesis sobre el futuro en hechos científicos e irrefutables.
Por ejemplo, se dio por cierto que confrontar con Cristina conduciría a la reelección de Macri. La alta imagen negativa de ella le imponía un techo que la haría perder en un ballottage porque la mayoría de los argentinos no toleraría un regreso al pasado y a la corrupción peronista. No había necesidad entonces de una tercera alternativa electoral que le sacara votos al kirchnerismo como en 2015, ya que, además, eso implicaba el riesgo de que esa tercera vía terminara ganando.
Como Sebreli, una parte del voto macrista cree que lo que viene será una nueva variante de fascismo y corrupción...
Con el mismo énfasis luego se aseguró que Alberto Fernández era un mal candidato porque cargaba con la misma mala imagen de su jefa más el déficit de no ser tan conocido, de ser considerado un títere o, por el contrario, alguien poco confiable para el votante cristinista por haber traicionado a Cristina.
El principal problema de un análisis no es errarlo, sino confundir la necesidad de que algo ocurra con el deseo de que ocurra como uno quisiera. Y después confundir ese deseo con la realidad.
La convicción -¿wishful
thinking?- de que Macri sería reelecto llevó a muchos lobistas a
relajarse y descuidar sus amistades del otro lado de la grieta. Desde
las PASO, arrepentidos, procuran tender puentes con el gobierno entrante
y pagan lo que sea por un dato. Aunque sea falso. A río revuelto, como
siempre, la ganancia es de los consultores: en los últimos días la
industria del humo hizo circular entre empresarios y financistas al
menos media docena de PDFs con los posibles gabinetes de Fernández y el
currículum de cada uno de sus integrantes.
La realidad es que
sigue sin definirse el cargo que ocupará cada uno y que los vetos
internos en la coalición ganadora no son los publicados hasta ahora.
Nielsen, a quien varios operadores de la City señalaron como vetado por
Cristina Kirchner, se reunió al menos cuatro veces con ella en el
Instituto Patria desde que empezó la campaña para conversar sobre la
deuda. La última, después del 27 de octubre. Sobre Redrado, en cambio,
sí pesa una pena inconmutable por haber oficiado como perito de parte
contra la vicepresidenta electa en la causa dólar futuro, la menos
sólida de las que se siguen en su contra.
Un hombre con despacho
en el Patria lo resumió así: "No hubo vetos para el gabinete porque
Alberto jamás le propondría a Cristina gente que pueda ser vetada. No es
boludo". Según él, los nombres de Redrado, Florencio Randazzo y Diego
Bossio -el trángulo de la tirria kirchnerista- nunca estuvieron sobre la
mesa. "Pasa que muchos compañeros se hacen los pícaros, prometen cargos
y después vuelven diciendo perdoname pero te vetó la doctora". ¿A quién
se referirá?
Al igual que el peronismo, el antiperonismo también se construye de relatos simples, que pueden ser fácilmente entendidos y repetidos.
Así como unos piensan que Perón y Evita son los salvadores del pueblo trabajador y Néstor y Cristina sus mejores herederos, los otros traducen esos nombres como adoradores del fascismo, la violencia, el populismo y la corrupción.
Ambos imaginarios están basados en hechos reales (de lo contario no perdurarían), pero están agigantados por la necesidad atávica de afianzar las propias creencias, los prejuicios históricos, los sesgos culturales, los intereses económicos de cada sector y el miedo frente a lo que no se conoce bien o a lo que el otro representa.
Grieta sobre grieta. El imaginario antiperonista de hoy no es muy distinto del que se escuchaba y leía en los años 50: el enriquecimiento de sus líderes (todavía se busca la supuesta fortuna que Perón acaparó durante su paso por el poder), la demagogia discursiva, las manifestaciones pagas u obligadas, las persecuciones políticas, la violencia real y simbólica. Es un imaginario sustentado en infinidad de ejemplos comprobables y que son la base de un odio que abarca a los líderes controvertidos del peronismo, pero se extiende a los que defienden el imaginario opuesto (también basado en ejemplos concretos), a las millones de personas que entienden que un gobierno de ese signo sigue siendo la mejor opción para el país.
Algunos sociólogos asocian al antiperonismo con el temor inconsciente de los sectores medios al avance de los más humildes, o al desprecio de las clases altas hacia los nuevos ricos del sindicalismo y la política. O como la respuesta de las franjas más ilustradas frente al “antirrepublicanismo” de ciertos grupos.
Pero ese antiperonismo generó como espejo invertido posiciones antirrepublicanas, similares o más graves: apoyos a golpes de Estado, a la proscripción del peronismo, a los bombardeos a la población civil. O un odio irracional hacia sus líderes de la misma magnitud que el que muchos peronistas sienten hacia los líderes “gorilas”.
Es la grieta que unos y otros vienen cavando desde hace décadas y que los dirigentes profundizan imaginando que así será más fácil liderar, controlar y conseguir los votos de cada grupo.
Enigma Alberto. Lo de Fernández es un misterio a revelar, salvo para aquellos expertos que, de un lado y otro de la grieta, están seguros de que con él volverá la alegría y la prosperidad del pueblo o que será el responsable de convertir al país en otra Venezuela.
La próxima administración de Alberto
Fernández comenzará seguramente su gobierno aplicando un programa
económico de políticas fiscal y monetaria expansivas. Por el lado
fiscal, no hay dudas que el programa del próximo gobierno implicará más
Estado, más gasto, más subsidios, y mayor incentivación del consumo y la
demanda agregada.
En este marco, hay certeza que la presión
tributaria aumentará, ya que se necesitarán más recursos fiscales para
evitar que el déficit fiscal se desborde.
Por el lado de
la política monetaria, en un contexto de caída de la demanda de dinero y
creciente repudio por el peso que acelera la inflación, a la próxima
administración no le temblará el pulso a la hora de expandir la oferta monetaria.
En
tanto, los trascendidos de una inyección de dinero en el bolsillo de
los asalariados entusiasmó a una parte de los empresarios frente la
posibilidad de una reactivación en el alicaído consumo interno.
En
apenas cuatro años, el macrismo, provocó un desorden mayúsculo de las
cuentas públicas. En realidad, lo hizo en los dos primeros años de
gobierno y en los dos siguientes trató de administrarlo, sin éxito
puesto que
terminó en default
. El megacrédito del FMI fue clave para poder extender el plazo hasta
el fin del mandato. ¿Cómo se califica en el mercado la deuda que un país
no puede pagar de acuerdo al contrato de emisión?
Cada vez más lejos de la euforia de los comicios de octubre, los economistas que rodean al presidente electo, Alberto Fernández, están preocupados por el estrecho desfiladero fiscal por el que deberá transitar el nuevo Gobierno en sus primeros meses de gestión.
Dólares para gastos en pesos. Se empezó a emitir en forma vertiginosa
deuda en dólares para atender gastos corrientes en pesos
. No había ninguna necesidad de hacerlo de ese modo. Peor decisión para
la administración de pasivos públicos no existe en el manual de deuda
soberana. En una economía como la argentina, con restricción externa por
la limitada disponibilidad de divisas, los dólares obtenidos de emisión
de deuda deben ser orientados, en caso de ejecutar una adecuada
política económica, hacia inversiones que generen posteriormente más
dólares para atender ese pasivo. Los dólares deben venir a cerrar la
brecha externa; no la fiscal. El absurdo en términos teóricos y
prácticos fue que los economistas del gobierno y sus voceros defendieran
como buena práctica tomar deuda en dólares para cubrir el déficit
fiscal. Fue un disparate con consecuencias terribles en materia de
estabilidad financiera y económica.
Más deuda en dólares. Se
aumentó más en términos relativos la deuda nominada en moneda
extranjera. Como se sabe, la economía argentina padece de una escasez
aguda de divisas. Por lo tanto, incrementar las necesidades de dólares
para pagar deuda acentúa los riesgos de inestabilidad. El macrismo no
dejó pilar por debilitar de la estructura de la deuda, al incrementar la
dolarización del stock total. Era del 67 por ciento a fines de 2017
para subirla a casi el 80 por ciento en la actualidad. Esto significa
que una devaluación impacta muy fuerte en las cuentas del Tesoro, al
requerir un mayor esfuerzo fiscal (más pesos para conseguir dólares)
para hacer frente a los vencimientos de intereses y capital.
Deuda provincial. Para acercar más dólares a la economía macrista, se alentó
el endeudamiento en moneda extranjera de las provincias
. Si era irresponsable la política de endeudamiento en dólares del
gobierno nacional, la de las provincias adquiere una dimensión extrema
puesto que no tienen fuentes propias para acumular dólares para repagar.
En 2016 y 2017, quince provincias, lideradas por la de Buenos Aires con
la gobernadora María Eugenia Vidal, fueron motivadas por el gobierno
nacional y se lanzaron a una carrera vertiginosa de endeudamiento
externo. Emitieron bonos por 12.200 millones de dólares en el mercado de
capitales internacional. El descontrol cambiario del macrismo alteró
los presupuestos de las provincias endeudadas en dólares. La carga de
intereses a pagar más que se ha duplicado medida en pesos, con ingresos
que no subieron en esa proporción debido al impacto negativo de la
recesión en la recaudación y en la decisión deliberada del gobierno
nacional de trasladar a las cuentas provinciales parte del ajuste
acordado con el FMI.
Lebac y Leliq. Se armaron dos
inmensas bombas de deuda en pesos de cortísimo plazo del Banco Central:
Lebac y Leliq. Las primeras Letras fueron utilizadas por Federico
Sturzenegger, el primer titular del BCRA de Macri, para facilitar una
inmensa bicicleta financiera, en la cual participaron en forma muy
activa grandes fondos especulativos internacionales.
El stock de Lebac
superó el billón de pesos, equivalente en su pico máximo a unos 64 mil
millones de dólares. La corrida cambiaria de abril de 2018 empezó a
licuar esos pasivos. La orden de largada para huir fue del JP Morgan:
liquidó sus Lebac y compró inmediatamente con esos pesos 800 millones de
dólares al Banco Central, a una paridad (20,50 pesos) regalada por
Sturzenegger, antes de la fuerte devaluación. En la gestión de Guido
Sandleris en el Banco Central, las
Leliq reemplazaron a las Lebac
, limitando la bicicleta a los bancos del sistema local. Estas
emisiones de deuda tuvieron un costo inmenso en términos financieros por
el pago de intereses: en Lebac se desembolsaron el equivalente a 26 mil
millones de dólares, y en Leliq acumulan casi 700.000 millones de
pesos, desde octubre del año pasado. Estos montos han sido una
transferencia obscena de recursos públicos hacia el sistema financiero
local e internacional.
Festival de Letras. El frenesí endeudador
tuvo otro capítulo en la emisión de papeles de deuda de cortísimo plazo
del Tesoro Nacional. A las letras del Banco Central (Lebac y Leliq) se
les sumaron las Letes, Lecap y Lecer por un total equivalente a 32.500
millones de dólares. Con el mercado internacional clausurado, para
cubrir vencimientos de deuda y para atender el desequilibrio del fisco,
el Tesoro empezó a colocar Letras, en pesos y en dólares. Esa deuda
inmensa que se fue acumulando, con vencimientos posteriores a las
elecciones PASO y anteriores al 10 de diciembre de este año, no pudo ser
cumplida de acuerdo a las condiciones de emisión. Fue "reperfilada", el
eufemismo macrista para ocultar que defaulteó la deuda que había
emitido.
FMI. El 4 de enero de 2018 fue la última emisión de
bonos públicos en el mercado internacional por 9000 millones de dólares.
Fue el aporte final de Wall Street a la causa macrista. Los principales
fondos de inversión y bancos fueron inundados de papeles de deuda
argentina. En marzo de ese año, el entonces ministro de Finanzas Luis
Caputo viajó a Nueva York junto a sus colaboradores más estrechos para
reunirse con bancos y administradores de grandes fondos de inversión.
Pasó la gorra y lo que consiguió fue que le cerraran la puerta de más
financiamiento. La economía macrista se quedó así sin el pulmotor de la
deuda. Para eludir el default inminente, Macri corrió desesperado a
abrazarse al Fondo Monetario Internacional. El organismo, dominado por
Estados Unidos, le entregó el préstamo más abultado de su historia a un
solo país. Lo hizo por los intereses geopolíticos de la potencia
mundial. El monto inicial del stand by fue de 50 mil millones de
dólares, acuerdo rubricado el 20 de junio. El programa se derrumbó a los
dos meses, para pactar un segundo, elevando el crédito a 57 mil
millones de dólares. El gobierno de Macri regresó al FMI a la economía
argentina, presencia que implica un inmenso condicionamiento, al limitar
aún más los estrechos márgenes de autonomía de la política
económica.Default. Como se mencionó, la cesación de pagos de la economía
macrista fue en marzo de 2018, cuando Wall Street cerró el grifo de
dólares. No fue declarada oficialmente porque el rescate del FMI
extendió la agonía a un costo fabuloso. Pero hasta ni eso alcanzó.
El default de Macri
es inédito porque se concretó con deuda emitida por el mismo gobierno.
En el repaso de las cesaciones de pagos de Argentina no se encuentra un
caso así. Las anteriores fueron de deudas heredadas de otras
administraciones. Este default también es insólito porque involucró
deuda emitida en pesos. O sea, el gobierno de Macri decidió no pagar
deuda en la moneda que el país emite. Después de recibir una economía
desendeudada, la entregará en default. O sea, Macri endeudó y defaulteó
en menos de cuatro años. Es una marca notable para un ciclo
político-económico tan breve.
El
mercado comenzará la última semana de noviembre a la expectativa de
señales y mayores definiciones por parte del presidente electo, Alberto
Fernández, quien hasta ahora prefirió no dar a conocer cuál será su plan
económico ni los nombres de quienes lo acompañarán como ministros.
Equipo económico, deuda, salarios y tipo de cambio son algunos de los
factores que los inversores consideran clave para el corto plazo y que
miran de cerca a la hora de tomar decisiones.
En medio de la
vigencia del cepo, la plaza cambiaria mantiene una actividad
"planchada", aunque en el último tramo de la semana pasada se dio un
leve repunte de la demanda privada, la cual hasta hasta ese entonces
había sido prácticamente nula.