El libro Fuerza propia. La Cámpora por dentro, de
Sandra Russo, que la editorial Debate distribuye esta semana, incluye
dos largas conversaciones con el hijo de dos presidentes. En los
siguientes extractos aparecen su concepción de la política, los
objetivos de la organización y su visión sobre los principales temas de
la actualidad nacional.
El 27
de octubre de 2010 murió su padre. Y lo que ellos ya estaban
construyendo desde hacía años se hizo voluminoso. No se generó de la
nada, sino con lo que ya se había hecho en los seis años anteriores.
Pero en la mirada pública, los jóvenes salieron de debajo de la
alfombra.
–Entonces se multiplicaron, se mezclaron todos los relatos sobre La
Cámpora. Si íbamos por los contratos, si éramos los hijos del poder.
Aunque no lo admitan ni hoy, tuvieron que reconocer que había muchos
pibes y ellos no los veían. Yo me acuerdo de una nota que salió entre el
acto del Luna Park y la muerte de Néstor, que hablaba de “mística
prefabricada”. Esa es la visión de ellos. El simulacro. Ellos no creen y
suponen que entonces nadie cree. Un mes después se muere Néstor y
salieron a decir que lo armó Fuerza Bruta. No lo pueden explicar. Se van
por la tangente. Estaba en el aire. Yo lo había olido en el Luna Park,
ese magma. Sobre la salud de Néstor, yo percibía. Pero el tipo lo tenía
decidido, iba a seguir. Eso lo hablé hace poco con la hija de Hugo
Chávez. Ella estaba enojada por el desgaste que producía la campaña en
la salud de Hugo. Pero qué podés hacer. Lo podés sentar, le podés decir
lo que vos pensás, lo que vos preferís. Pero es su vida, son sus
decisiones. Antes del acto del Luna Park, cuando recién salía de la
internación, yo le decía: “no vayas, no vayas”. “No –me decía–, quiere
hablar tu vieja pero voy a hablar yo, porque los pibes me quieren
escuchar.” Logramos que no hablara. Vos ves las imágenes y le ves la
emoción en la cara, en los ojos. Trato de no ver el video, no lo
resisto. El vio la semilla. Y después la riega el 27. Y la nuestra es la
responsabilidad del chico del violín, el de la película. El que dice
“este violín me lo dio el Presidente”. Esos pibes tienen la posibilidad
de vivir de acuerdo con lo que creen, de animarse a creer, de animarse a
desilusionarse. Porque esto es así. Te desilusionás muchas veces pero
volvés a creer. Hay riesgos. Los Alberto Fernández en política son una
constante. No deja de doler, pero uno tiene que seguir. Cuando Néstor
muere en Calafate, yo no lo quería traer. Yo quería que se quedara en
Gallegos. No quería verlo rodeado de gran parte de la dirigencia
política, los que lo habían difamado, le habían mentido, lo habían
traicionado... Porque traicionarlo, y con De Narváez... Pero cuando vi a
la gente, dije: “Bueno, esto es otra cosa”.
Los compañeros
Ahora La Cámpora forma parte de Unidos y Organizados, que “nos
supera, es más grande que nosotros, pero para llegar a eso tuvimos que
pasar por todo lo anterior”. En perspectiva, desde sus orígenes, La
Cámpora lo que ha hecho es aglutinar. Primero, a los militantes de los
’90 que no tenían pertenencia o que se resistían a una conducción.
Después, a las nuevas generaciones, que ahora son las que la nutren
mayoritariamente. Esos chicos y chicas –ejemplifica Máximo– “nacieron
con Telefónica. De Entel ni se enteraron”. Sin embargo, esas
generaciones ya llegan embanderadas con la idea de un país, y con la
conciencia de que a ese país sólo se puede llegar a través de un salto
colectivo.
Los más chicos, mientras tanto, empiezan a trabajar en los barrios,
que son el epicentro de todo. El trabajo territorial ahora lo hacen
también los cuadros universitarios. Sobre ellos, sobre el semillero,
sobre las mil flores, Máximo dice:
–Nosotros no bajamos a los barrios como una cuadrilla de limpieza ni
a repartir nada. Cuando la gente se involucra y cuida las cosas, se
quiere más, vive mejor, se puede organizar. No hay organización posible
si no hay autoestima. No sabemos qué expresión electoral tendremos, pero
estará bien lo que resulte. Nuestro trabajo es a largo plazo. Nosotros
abrimos. Hoy parece que el peronismo es lo que abarca todo, pero hay que
ver qué piensan los pibes, si se sienten tan representados de esa
manera como para decir que son peronistas y ya está. Lo que se escucha
es Cristina. Los veo muy de ir con lo propio. Están muy decididos. Y eso
es lo que no ve ni siquiera gente que nos ha venido acompañando. Ven a
los pibes y se enervan. Nos dicen soberbios. ¿Por qué soberbios? ¿Uno
defiende su posición y es un soberbio, y se tiene que bancar que vengan y
te insulten y te digan que todo anda para la mierda y, de esa manera,
callado, uno estaría demostrando que es democrático? ¿Y qué sería lo
democrático? ¿Que el que sacó el 16 por ciento le diga lo que tiene que
hacer al que sacó el 54? Que digan lo que quieran, nosotros seguimos. La
Cámpora no es ni dogmática ni pragmática en exceso. Esa permeabilidad
nos permite seguir ampliando bases. Hay políticas fuertes, como la de
derechos humanos, o el desendeudamiento, que son esenciales,
constitutivas, como la conducción de Cristina. Sabemos que hay sectores
con los que no es posible ningún acuerdo porque si no te cagan a la
entrada te cagan a la salida. Después, hay mucho que es discutible,
conversable. Pero que se pongan entre ellos mismos de acuerdo. Porque si
un día la asignación universal se va por la canaleta del juego y de la
droga, y al día siguiente otra persona de la misma foto es capaz de
decirte que el problema es que hay que aumentar la asignación, no hay
discusión posible. Lo que reclamamos es un poco de consistencia.
Nosotros a los pibes no les vamos a decir que no se puede. Los pibes ya
se despertaron. Esa porción de la Argentina, después de 2015, va a
seguir exigiendo.
La fuerza propia de este proyecto
–Más allá de las organizaciones juveniles, de todas las
organizaciones, no sólo la nuestra, yo creo que toda la juventud
entiende que la cosa va por otro lado, y el cambio se va a terminar
dando. Esto tiene que cambiar, pero no es medible en períodos
electorales. Diez años no es nada. Hace diez años llegamos y era
desolación. Yo entiendo que muchas veces se diga de mí: “El, porque está
en otra situación”. Y es verdad. Pero, en líneas generales, la
situación de toda la sociedad mejoró en estos diez años. Algunas de esas
mejoras trajeron aparejado otro tipo de problemas, y no lo vamos a
negar. Las mejoras en el poder adquisitivo de la gente, por ejemplo,
traen otros problemas que crea el ritmo de consumo de la sociedad. Las
mejoras en términos laborales traen aparejados ahora otros problemas,
los salariales. Yo creo que de todos modos esas reivindicaciones
salariales no pueden ser las únicas de los gremios, porque por caso
están las reivindicaciones por las condiciones de trabajo. Y también
falta la conciencia de que cada gremio es parte de un todo. No es que no
entienda la lógica corporativa, ¿eh? La entiendo, pero la última vez
que la política se corporativizó fue en 2001, cuando toda la política se
cubría a sí misma. Y estalló todo. La política dejó a la sociedad de
lado y se quiso salvar sola. No pudo ser. La discusión que tenemos por
delante es inmensa, por eso creo que hasta la Iglesia está cambiando, o
queriendo cambiar. Los medios se centraron últimamente en el ataque a la
juventud en general, y a algunas organizaciones juveniles en
particular. Dicen que todo se hace por contratos, por cargos. Ese
cliché. Y mientras tanto no se ocuparon de los pibitos que son usados
para vender drogas, para delinquir o asesinar. Se olvidaron de un montón
de cosas. El eje de ataque de algunos medios fue la juventud que hace
política. (...) Estamos dispuestos a discutir todo lo que sea, lo que
haga falta. Pero que nos ataquen cerrilmente mientras obvian otras cosas
muy graves que pasan alrededor del tema de los jóvenes, por acción u
omisión... En este país hay muchos jóvenes trabajando seriamente por
otra cosa. Hay que alentar esas acciones. Si uno pretende que la
sociedad cambie desde el desánimo, no cambia más. Por eso siembran
desánimo.
Las elecciones de mediano término y las de 2015
–Lo que pasó estaba dentro de nuestras expectativas. Las elecciones
de mediano término... Las únicas que ganamos fueron las de 2005, cuando
Cristina fue candidata por la provincia de Buenos Aires. Las otras las
perdimos. Creo que el principal derrotado en las elecciones del año
pasado fue el odio. Habría que ver la Capital Federal en ese sentido,
ahí todo tiene otra composición, pero lo que pasa ahí no es lo único que
pasa. En líneas generales en todo el país lo que fue furiosamente
antikirchnerista no cuajó. Uno ve cómo termina De Narváez, que se paró
ahí, en el “Ella o vos”, que le había ganado a Néstor Kirchner, que
tenía la fórmula de la Coca-Cola, y lo ves terminar boqueando con
Plaini, con Moyano, y que fue del treinta y pico que creía que tenía al
cinco por ciento. La política es muy dinámica. Lo que sí es claro es que
hay proyectos que electoralmente se vienen sosteniendo. Esos proyectos
pueden tener a veces más o menos votos, pero es eso lo que finalmente se
plantea a través de las ofertas electorales, los proyectos. En octubre
el derrotado fue el odio, salvo en el caso de Carrió, que representa a
los sectores más recalcitrantes y conservadores de la Ciudad de Buenos
Aires, donde se concentra la mayor parte del odio y el poder mediático.
Como perdió el odio, esos sectores hoy apoyan a Massa, que es confuso.
La propuesta de Massa es ésa, la confusión, un tipo que estuvo dentro
del proyecto, que fue fronterizo, que en 2011 acompañó a Cristina muy
contento. En cómo le fue en las elecciones pesó la asociación que hizo
mucha gente entre su figura y las políticas de inclusión jubilatorias
que llevó adelante este gobierno. Massa fue un administrador de los
recursos que se obtuvieron gracias a consensos que costó mucho lograr, y
no fue él el que los logró. Empezó su campaña diciendo que había que
preservar lo que estaba bien y cambiar lo que estaba mal, de modo que
los beneficiarios de la asignación, por ejemplo, no se sintieron
amenazados. Aprovechó. Percibió que no había cabida para algo rabioso
contra el Gobierno. Los poderes de siempre buscaron que los representara
alguien más tamizado que los candidatos puramente odiadores, y Massa se
deja usar en ese sentido. Pero va a tener que cuidarse, porque cuando
te usan esos sectores, si no respondés fielmente a lo que te piden, de
la misma manera que te impulsan te desechan. Massa hace ruido
rápidamente primero, porque se rodea de economistas que sabemos lo que
plantearon y plantearán, y aparte es obvio que muy pronto se le exige
una postura de mayor enfrentamiento. De repente van todos con la
Constitución en la mano –era muy gracioso ver a gente como Cariglino con
la Constitución en la mano– porque querían firmar ante escribano que se
iban a oponer a la reelección de Cristina. Era patético, porque ellos
arrancan la campaña con un tema que no salió de nosotros, Cristina jamás
planteó su reelección. Confunden las cosas. Cuando nosotros hablamos de
llevar adelante un proyecto político en el tiempo, ellos
permanentemente lo confunden con los tiempos institucionales. No
hablábamos de eso. Nunca hablamos de eso. Cristina conduce un proyecto
político y ha generado prole, lo cual a esos poderes de siempre les crea
un problema. O sea: que haya generado prole le da la posibilidad de una
continuidad en el tiempo, y es eso lo que nunca había pasado y a lo que
se oponen férreamente. Eso le da una identidad que va más allá de su
persona como candidata. Matrimonio igualitario, recuperación de
Aerolíneas, de YPF, son todas cuestiones que cruzan transversalmente a
la sociedad. Esa identidad que logramos no a través de palabras sino de
hechos y gestión es lo que atacan brutalmente cuando atacan a La Cámpora
o a las otras organizaciones políticas que acompañan este proyecto.
Ellos tienen la necesidad, para llevar adelante las políticas económicas
que les interesan, de que este proyecto político termine mal. Si uno
repasa la historia argentina, a esos intereses siempre la violencia les
sirvió para confundir y terminar imponiéndose. La violencia es una
herramienta útil para ellos. ¿A quién terminó beneficiando una y otra
vez la violencia social o política? A los sectores más concentrados de
la economía. Sin excepciones.
Los cambios y las reformas que hagan falta
Máximo observa qué pasa en algunos países vecinos. En Chile, por
ejemplo, donde Michelle Bachelet fue nuevamente electa después de los
cuatro años frustrantes de la derecha de Piñera, o en Uruguay, donde
Tabaré Vázquez vuelve a asomar como posible presidente.
–En Chile la Constitución dice que nadie puede tener más que un solo
mandato, pero parece que la gente quiere otra cosa. La reforma
constitucional es una discusión pendiente que habrá que dar, no ahora,
porque van a decir que es oportunista. Pero eso no quiere decir que en
algún momento no haya que darla. El tema de la posibilidad de la
reelección no pasa por una cuestión constitucional, sino por lo que la
gente quiera. Si te vota o no te vota. ¿Qué era lo que decía Clarín en
su momento? Pasan los gobiernos y Clarín queda. Claro. El sistema está
organizado para que esos poderes, sea Clarín o cualquier otra
corporación –porque a esta altura Clarín es un símbolo que lo excede–,
puedan desarrollar sus intereses sabiendo que a lo sumo tienen que
resistir uno o dos mandatos. Ellos quedan. Cuando Néstor habla de Clarín
nunca habla sólo de Clarín, sino del ariete de los sectores
concentrados. El ariete que con el tiempo, además de haber sido el
vocero y, gracias a eso, se transformó el socio de esos intereses.
Primero fue vocero, pero después le dieron Papel Prensa, después vino el
cable, con nuestros errores. Después el campo, pero de esos sectores ya
tampoco eran voceros sino socios... Los gobiernos pasan y son ellos los
que están agarrados del poder.
La operación y la oposición
Antes habíamos hablado de la decisión y de la vocación de su padre,
que no pudo parar el motor encendido de la política. Esta vez le
pregunto cómo afrontó la operación en el cráneo a la que fue sometida su
madre a principios de octubre pasado, después de una caída doméstica en
Olivos.
–Uno la ve que atraviesa situaciones y después sale con fuerza, pero
claro, está presente lo que pasó con Néstor. Cuando apenas asumió el
segundo mandato hubo que atravesar el tema de la tiroides. Y después
esta otra operación. Uno no es insensible ni a lo que tiene que pasar
ella ni a la virulencia con la que la atacan. Uno quisiera, uno está
tentado muchas veces de salir a decir o a hacer cosas para defenderla,
pero las responsabilidades son las responsabilidades, y además la que
manda en cualquier situación, incluso en ésta, es ella. Pero creo que la
sociedad también tiene un techo para eso. Incluso los que no están de
acuerdo, incluso los que la critican: hay un límite. Y saben, perciben
que Cristina es el último dique de contención que hay hoy en la política
argentina contra los intereses que hicieron de la Argentina un país
invivible y que tuvo su corolario final en 2001. Creo que hoy no hay
ningún otro dirigente político que exprese esa contención, porque para
ganar espacio han transado con esos intereses. La sociedad puede estar
más o menos enojada con no-sotros, pero percibe a los otros candidatos,
al menos hoy, como meros alfiles de esos poderes. Y eso nunca mejorará
la vida del pueblo.
¿Y cómo visualiza o avizora Máximo Kirchner el vínculo con sectores
opositores? O todavía más: ¿cómo concibe el rol de un opositor?
–Yo no voy a hacer lo que nos hacen a nosotros. Y quizás en algún
punto eso sea un problema para no-sotros en el futuro. Pero creemos
firmemente que uno tiene que construir siempre, desde el oficialismo y
desde la oposición. (...) Nosotros no queremos ser como ellos. De
ninguna manera queremos falsear la lectura de la realidad para
perjudicar a un adversario. Necesitan hacer que, más allá de los
problemas genuinos que tenemos –que no los negamos, como no negamos las
contradicciones–, necesitan desesperadamente su fracaso, convirtiendo
ese fracaso en el de todos. Y de esa manera nunca van a nacer opciones
superadoras. Esto es lo preocupante de este país, hoy. Que quieren que
Cristina termine mal, y no tienen nada mejor para ofrecer. No-sotros
creemos que si perdemos porque aparece algo que nos supera y nos mejora
en términos de un proyecto que incluya y que beneficie a la enorme
mayoría de los argentinos, bancamos, está bien. Pero no es eso lo que
pasa. (...) Acá hay que trabajar y trabajar con todos los que sea
posible. Lo que más bronca me dio el año pasado es que nosotros, en la
tragedia de La Plata, en las inundaciones, nos pusimos a trabajar sin
pausa, sin dormir, sin respiro, y en el medio de tantas necesidades nos
encontramos con que el gran tema, el gran debate, fue pechera sí o
pechera no, en esa discusión entre el compañero Andrés Larroque y el
periodista Juan Miceli. (...) Yo me alegraría si pasa un desastre en mi
barrio y aparecen pecheras radicales o troscas o lo que fuera, incluso
Melconian con veinte pibes de amarillo, dispuestos a dar una mano.
Creemos en eso cuando lo hacemos nosotros y cuando lo hacen los demás
también. Que convenzan trabajando, no desde la tele. Que convenzan en el
territorio, con capacidad de gestión. Porque para poner en marcha un
operativo de organización tan grande como el que hubo en La Plata tiene
que haber capacidad de gestión. Si no avanzamos así, ¿qué nos queda?
¿Volver a venderse por televisión? Y ojo, porque muchos de los políticos
que hoy critican desde la televisión no te pisan un solo barrio, y si
están hoy en la televisión es porque hubo diez años en los que pudieron
volver a salir a flote después de que en 2001 todos fueron arrasados. Si
hoy reaparecen personajes que se dedicaron a ajustar y durante un largo
tiempo tuvieron que mantenerse en la sombra es porque hubo un tipo que
entre 2003 y 2007 se dedicó a laburarse todo, y porque Cristina desde
2007 se entregó en cuerpo y alma a cumplir con sus responsabilidades
para construir un país más justo que el que teníamos el 25 de mayo de
2003, cuando nadie daba nada ni por Néstor ni por el país.