Berlin ya no es una ciudad barata, sigue siendo "sexy", y la pregunta es si será verde: si pasará del Rotes Rathaus al Grünes Rathaus.

Ramona Pop

 

«Berlin ist arm, aber sexy”, la mítica frase del no menos mítico Klaus Wowereit, alcalde de Berlín entre 2001 y 2014, no representa más la realidad de la capital alemana. Por primera vez en la historia, el PIB per cápita de Berlín se sitúa por encima de la media del país. Se percibe en la calle. La ciudad explota.

Como cuentan en este artículo del periódico Die Welt, Berlín era la única gran metrópoli de un país industrializado cuyo economía retrasaba el crecimiento a nivel nacional. Pero las cosas han cambiado. Los datos de 2019 indican que el PBI per cápita berlinés es de 42.000 euros, mientras que el de toda Alemania es 41.400. Berlín no llega a los 66.879 euros de la rica región de Hamburgo, pero se puede decir que, en los últimos años, está tirando para arriba  la economía del país.

Ningún Estado federado alemán ha crecido como Berlín tras la crisis financiera. Entre 2009 y 2019, el mercado de bienes y servicios de la capital aumentó en un 54%. Este crecimiento está evidentemente ligado al de la población, que en ese periodo ha aumentado en 400.000 personas. El 80% de los recién llegados son extranjeros. Es obvio que el boom berlinés no se entendería sin la contribución de trabajadores de otros países. Tampoco sin las necesidades de vivienda que tienen estas personas.

Y aquí vuelve Wowereit a la historia. Allá por 2013 comenzó una campaña animando a los berlineses a comprar su propia vivienda, en lugar de mantener la tradición de alquilar. Una ciudad en permanente construcción, como la berlinesa, no necesitaba muchas más razones para el boom inmobiliario, pero el entonces alcalde legitimó ese cambio de modelo, que ha contribuido al crecimiento económico y del empleo en la ciudad, pero también a la pérdida de parte de su identidad y a la expulsión de muchos inquilinos de sus barrios. La imparable gentrificación berlinesa, que deja heridos a su paso.

Al boom de la construcción se suma la transformación de Berlín en capital de las Startups, que en los últimos años han recibido una lluvia de financiación por parte de los sectores privado y público, así como el auge del turismo, con el récord de 14 millones de turistas en 2019. No por nada, el sector servicios representa el 86% de la economía berlinesa.

En octubre de 2021 habrá elecciones en Berlín y sabemos, al menos, dos cosas: que el actual alcalde, Müller (SPD), no se presentará a la reelección y que Ramona Pop (Grüne), Senadora de Economía, Energía y Empresas, podría ligar su imagen a la del crecimiento económico de la ciudad. De hecho, a la información del Die Welt que da contexto a este post, llegué a través de un tuit de la líder de Los Verdes: «Ningún estado federado ha logrado, desde la crisis financiera, un crecimiento económico como Berlín. Se lo debemos al espíritu innovador y la creatividad de los berlineses. Berlín es fuerte en los sectores del futuro.»

Un mensaje que podría pertenecer al líder de la CDU o del FDP, pero que nos hemos acostumbrado a escuchar en boca de una dirigente ecologista. Pop conoce bien su ciudad y sabe que Los Verdes deben ampliar sus públicos, para tener opciones de ganar las próximas elecciones y ser la primera alcaldesa del Berlín reunificado. Si logra combinar su perfil económico con los valores clásicos de su partido (ecologismo, justicia social, políticas de familia, integración de emigrantes), tiene muchísimas opciones de convertir al Rotes Rathaus en el Grünes Rathaus.

La última encuesta (INSA, 15.07) dibuja un escenario con la CDU (actualmente en la oposición) como primera fuerza, Los Verdes y Die Linke pisándole los talones y el SPD cayendo a la cuarta plaza, después de ser primero en 2016. El resultado será muy ajustado y cualquier error se pagará caro. La campaña electoral será decisiva y es ahí donde Los Verdes muestran siempre más debilidades. Si Ramona Pop logra vincularse al crecimiento de la ciudad, atribuirse políticamente parte de ese éxito colectivo, estará más cerca de hacer historia.

Rubén Weinsteiner