La salida de cuarentena y un discurso de poder que aborde la incertidumbre, el miedo y la angustia


Por Rubén Weinsteiner


La salida de la cuarentena parece resultar más difícil que la entrada. Los efectos remanentes y el escenario posterior revelan un debilitamiento de la inversión, la demanda, la oferta, la innovación, el empleo, la salud física, mental y espiritual, las relaciones, la educación, el comercio, la logística y las cadenas de suministro.

La apertura fabril y comercial hace desaparecer los efectos de la pandemia porque la crisis provocada por el coronavirus determinó también una retracción en el consumo por los cambios de hábitos y por la incertidumbre, además de la caída de ingresos.

Por más que los gobiernos no impongan cuarentenas estrictas, la gente deja de movilizarse e ir al trabajo y consumir por una actitud de precaución.

La caída de la actividad no se debe sólo a la cuarentena. Economías industriales integradas de forma global, como Suecia, sufrieron la interrupción de insumos provenientes de otros países, así como el desplome del turismo.


La caída de la actividad se da por tres factores:


a)Caída de la demanda: la gente tiene menos plata y los que tienen no pueden comprar porque se achica la oferta, tanto en cantidades ofertadas como en la viabilidad operativa de los formatos de comercialización. Hay que hacer filas largas, y puede entrar poca gente a los locales, y aún en Suecia donde no hicieron cuarentena, en los bares se limita la cantidad de gente. Filas larguísimas para comprar café take away o en el súper, ahuyentan a los consumidores con plata.




b)Caída de la oferta: hay menos bienes y servicios ofertados porque la gente no trabaja o trabaja menos y hay problemas de logística.



c)Miedo: aunque abran todo la gente tiene miedo y no saldría a consumir, de hecho no sale. so es un problema de comunicación


La caída de la demanda requiere de la normalización del flujo de intercambio y empleo, como de la intervención estatal para garantizar mínimos. Y de la protocolización y ordenamiento de los formatos de comercialización de bienes y prestación de servicios.

La caída de la oferta se debe abordar con la liberación quirúrgica de sectores que garanticen la producción y logística.

El miedo es un problema de comunicación política.


Hay 4 niveles de análisis para analizar la pandemia y los efectos centrales que la misma le está imponiendo al nuevo escenario: el desempleo, la pérdida en materia de educación, cambios en los vínculos comerciales y en los patrones de comportamiento, y un consumo de servicios distinto, más cauteloso, con miedo.


1. la pandemia

2. la cuarentena

3. la información

4. las percepciones de la gente


Nadie tiene “experiencia” en esto. Algunos definen la inteligencia como la capacidad de enfrentar situaciones nuevas. Hace falta mucha inteligencia.

En estos tiempos de pandemia, el miedo se nos ha deslizado a todos bajo la piel. Miedo a enfermar, a perder a un ser querido, a morir solo o tener que dejar solo a alguien, a perder el trabajo, a la ruina financiera, al aislamiento social, a no poder pagar el alquiler, o la tarjeta, la escuela o la prepaga, las expensas o los créditos, a la soledad y no menos miedo a que las propias fuerzas no basten para superar la crisis.


La gente, tanto en la base de la pirámide, clase media baja e incluso clase media-media, está hoy atravesada por una profunda incertidumbre .La sensación es que se le vienen un montón de pagos y cero ingresos, además de no saber cuanto tiempo deberá seguir encerrado en lugares inviables para una gran cantidad de gente, sin horarios, sin ingresos, sin salidas. Esa incertidumbre ancla el miedo, y con el miedo no se puede lidiar con narrativas planas llenas de anuncios racionales.

No le podés decir a alguien: “vos no podés sentirte mal porque tenés todo”, o “vos no deberías tener miedo”, simplemente porque no funciona. Los sentimientos no se discuten, se resuelven desde la comunicación, desde el discurso de poder, construyendo nuevos anclajes que desalojen los anteriores.


Los tres sentimientos a abordar en forma urgente son: incertidumbre, miedo y angustia.

Sin resolver eso, no se podrá operar sobre la realidad y se puede perder el control de la misma. La narrativa que resuelva este problema, no puede apoyarse simplemente en afirmaciones o enumeraciones de lo hecho, la ponderación del esfuerzo realizado, o negaciones que sólo afirman lo contrario a lo que se quiere negar.

El discurso de poder debe desplegar poder de fuego emocional, para vencer emocionalmente a las personas aquejadas por la incertidumbre, la angustia y el miedo, que obturan toda posibilidad de intervención, instalando una visión, una esperanza y un cambio de polaridad y clima.

La empatía no es solo decir que sabés lo que le pasa al otro. Es hacer que el otro sienta que lo sabés, y que estás haciendo para resolver. La empatía es la base sobre la que se construye y ordena el discurso de poder, aquel que ordena las percepciones en función de una potencialidad de acción.



Rubén Weinsteiner