Discurso de poder: prepararse para ser mal interpretado o como lidiar con chicanas



Rubén Weinsteiner


Rubén WeinsteinerEn el discurso de poder tenemos que dar por hecho que vamos a ser mal interpretados, que nuestros dichos van a ser usados para beneficio de nuestros rivales con todo el potencial de sobredeterminación que nuestro discurso habilite. Como esos humoristas de bajo nivel que toman cualquier palabra para aplicarle un doble sentido con connotación sexual por ejemplo, nuestros adversarios en un debate utilizarán cualquier ventana de oportunidad para trasladar significantes de nuestro discurso hacia posiciones desventajosas para nosotros.

Ni explicar ni negar

Si tenés que explicar mucho no funciona y si tenés que negar menos.La funcionalidad de la negación en el discurso de poder, es inversa en términos de sus objetivos a la intención del emisor. Nadie que sea honesto debería decir “no robé ”, sería como para alguien que no tiene ninguna cicatriz en la cara, decir “yo no tengo ninguna cicatriz en la cara”. Si uno no tiene el deseo de tener algo ni nada con Claudia, difícilmente habilite los senderos neurológicos que le hagan decir algo relacionado con “tener algo con Claudia”, aún para negarlo, y eso las audiencias lo decodifican rápido, aunque no lo puedan poner en palabras y en emergencia, y fundamentarlo. El primer problema que presenta la negación de algo dicho consiste en rebatir con una respuesta racional una instalación emocional que han “comprado” algunas personas, chicana mediante. Una vez que la emocionalidad generada se instala, corre por canales separados con la racionalidad. El segundo problema consiste en la previsibilidad y obviedad, ya que lo que se espera siempre es la negación, con lo cual la predisposición del oyente es defensiva.

Estar preparado para la interpretación negativaNuestro discurso de poder debe contemplar esta búsqueda de nuestros rivales de la oportunidad para sobredeterminar significantes y por eso no debe dejar lugar para estas acciones. El lenguaje de precisión debe acotar el margen determinativo de nuestro verbatim. Frases cortas, alineadas con la estrategia en términos de la construcción de sentido e independientes de las preguntas e interrupciones de nuestros oponentes o moderadores ( en la medida de los posible esto últimos). Es decir aplicar el “vos pregúntame lo que vos quieras y yo te respondo lo que yo quiero”, para no darle el poder al otro para conducir, interrogar, calificar y hasta examinar.

Y que se hace si ?Que pasa cuando nos desviamos de esta estrategia y nuestro discurso contiene frases que requieren explicaciones largas o que su sobredeterminación habilita la utilización y la chicana? En ese caso lo que se impone es una explicación y si hay que explicar mucho no funciona. Pero hay que explicar porque ya lo dijimos y no podemos hacer “undo” para borrarlo. En ese caso tenemos que construir rápido una explicación de una frase con impacto, con la menor cantidad de palabras, donde cada palabra tiene que luchar por su supervivencia. Esa frase tendrá dos objetivos; a) dar una explicación sólida pero no terminante b) imponerle al moderador “imparcial” la necesidad de repreguntar. Ante la repregunta, debe venir una segunda frase también corta, que aclare pero deje espacio para que el moderador vuelva a preguntar. Esto es clave porque no somos nosotros los que intentamos “aclarar” forzadamente, sino que obligamos al moderador a requerir de nosotros aclaraciones, que se las damos a cuenta gotas y haciéndonos rogar, construeyendo la necesidad en la audiencia, representada por el moderador, de obtener un corpus amplificado de la aclaración.

Conclusiones y buenos negociosTerminada la batalla, se impone estudiar errores y aciertos para sacar conclusiones. Todo fase discursiva “mal interpretada” por la otredad, ergo por audiencias que esa otredad representa y por audiencia no comprometidas lábiles, debe ser analizada bajo la lógica de costo-beneficio.

Cual es el beneficio de decir algo? Cual es el costo?Puede que decir algo tenga ver con sentir la necesidad de plantear un peligro o de denunciar un hecho o de advertir sobre alguna alternativa que no está siendo tomada en cuenta. Ok, ese el beneficio. Pero también tenemos que medir el costo, y una vez medido costo-beneficio, debemos evaluar si fue un buen negocio haberlo dicho. El emisor del discurso de poder deber ser un buen hombre de negocios. Cuando se comete error, rápido tomar medidas y minimizar daños, pero en lo posible evaluar el negocio antes.

Rubén Weinsteiner