Una elección que no eligió nada, pero definió todo.

 

Dujovne acosado por fuertes ataques de pánico, y sin poder salir de su casa, renunció al ministerio de economía, cediéndole su lugar a Hernán Lacunza, con fuerte disgusto de Vidal incluido, que cual Jesús Rodríguez viene a apagar la luz. Una Elisa Carrió desatada, a Jaime Durán Barba huyendo, Alfredo Cornejo aliado del Gobierno y gobernador de Mendoza discutiendo al aire con un periodista e intentando despegarse de Juntos por el Cambio, Maria Eugenia Vidal recibiendo un reto de Carrió en público y tratándola de cobarde porque decidió intentar remontar sola la elección en Buenos Aires, y preguntándose porqué no desdobló la maldita PASO.
Los 15,57 puntos que le sacó la fórmula Fernández--Fernández al dúo Macri--Pichetto en el escrutinio del domingo, serían hoy, como mínimo, 19 puntos. Pero si se realiza un reparto de los que aún están indecisos, la diferencia a favor del binomio del Frente de Todos treparía a 20,4 puntos, con FF llegando a más del 53 por ciento de los votos.

Los intendentes de Cambiemos ya comenzaron a desplegar la estrategia del delivery de boletas, es decir, de repartir boletas con de los FF con Kicillof y Massa, pero en la parte de intentedentes, la de ellos. Esto le quitaría muchos votos al macrismo de cara a octubre.

Durán Barba se fue, luego de fuertes peleas con varios amarillos, su última idea fue el "Plan Brexit", como si los argentinos pudieran tener la oportunidad que no tuvieron los británicos cuando en una consulta votaron livianamente por el Brexit y luego se arrepintieron, mas sin poder deshacer lo aprobado. Esa estrategia sigue dando vueltas en el oficialismo, pero en la práctica mantener el discurso duro solo agravaba la crisis financiera con consecuencias imprevisibles.

En la Casa Rosada alientan a sus seguidores diciendo que todavía se puede dar vuelta la elección, pero en verdad enfrentan un cuadro todavía más adverso que el que se reflejó en la demoledora victoria de la oposición del domingo, por cuanto los números exhiben que --al menos hasta ahora-- la diferencia se agrandó. La tendencia no sólo se refleja en la intención de voto sino también en la imagen positiva de Alberto Fernández y alguna baja en la evaluación de Macri, aunque el núcleo duro del Presidente parece estable.

Cómo era esperable, las cosas evolucionaron en forma desfavorable para el oficialismo. En primer lugar, por el impacto de los resultados del domingo. Pero también empeoró el cuadro de situación el caos económico, la sensación de desgobierno y los desafortunados discursos del presidente, sus ministros y los dirigentes de Juntos por el Cambio. En la propia elección, la clave estuvo en la economía. El votante consideró necesario cambiar la orientación económica. La cosa no daba para más. Y es lógico: ya vimos en encuestas anteriores a la elección, que los principales temores de los argentinos eran la inflación, los ingresos que no alcanzaban para llegar a fin de mes y la amenaza de perder el empleo. Esto no cambió en esta semana y sigue presente de cara a las generales de octubre. Por eso, todo tiende por ahora a desmejorar para el actual oficialismo.

Para muchos oficialistas, más allá del discurso que esgrimen respecto de que la batalla no está perdida, l(un delirio) llegar al 10 de diciembre pasó a ser la única prioridad. Entrar en la historia como el primer gobierno no peronista en terminar el mandato en 90 años es el módico consuelo al que se aferran. En estas circunstancias, no es poco.


No está claro si el Presidente ya cayó en la cuenta de que su tiempo se agotó, que no hay octubre ni noviembre para él, como no se cansan de repetir calificadoras de riesgo, bancos de inversión, publicaciones especializadas en Buenos Aires, Nueva York y Londres. Esto se aplica también al Hada Buena, que en Buenos Aires cosechó 300.000 votos más que Macrì, pero perdió por mayor diferencia porcentual ante Axel Kicillof: 18 puntos, contra 16 que Alberto Fernández le sacó al Presidente de salida. ¿Quién se acuerda de los debates del verano sobre desdoblar o no la elección provincial? La probabilidad de que Vidal revierta el resultado en octubre es tan irrisoria como la de Macrì. Por eso el Presidente no tiene reparos en canibalizar su gobierno, como proveedor de piezas de repuesto para el propio.

Las PASO suelen marcar una tendencia y cuando hay un ganador tan holgado, lo más probable es que la diferencia se extienda. Es lo que sucedió con CFK en 2011: en las primarias logró 47 puntos y en octubre creció hasta el recordado 54%. Tomar nota de esos porcentajes: si se replican no será mera coincidencia.

En esas circunstancias contribuye el relajamiento en la fiscalización que suele darse ante resultados cantados.



El fin de semana del 9 al 11 de agosto Macrì vivió horas de gloria, convencido de la paridad de los resultados que arrojarían las urnas y en el peor de los casos una mínima desventaja fácil de remontar en octubre y eventualmente noviembre, al estilo de lo que sucedió hace cuatro años. El vocero de esa epifanía, en la que se revelaba la victoria luego de un año de tinieblas, fue Peña Braun, no desmentido por Jaime Durán Barba, que apostaba a esa carta con la fuerza del deseo.

Peña Braun difundió desde la Casa de Gobierno una encuesta encargada por el banco brasileño de inversión BTG Pactual, cuyo presidente está detenido desde 2015 por la operación Lava Jato. Las conclusiones de esa encuesta redactada en inglés eran que Alberto y Cristina se impondrían en las PASO por 1,5% pero que perderían en la general por 2,5%.

Una semana antes, el gobierno había divulgado otra encuesta del mismo banco aún más favorable, lo cual provocó también el 26 de julio un alza significativa de bonos y acciones. Quienes sabían lo que sucedería compraron bien temprano y vendieron luego de la subida.




Sin embargo, un informe reservado del Citibank dice que “el viernes 9 se supo de un informe confidencial de Isonomía al Jefe de Ministros en la que se hablaba del triunfo de Cambiemos por 1 punto. Este informe es el que compró el mercado y generó la histeria compradora. El lunes post PASO el derrumbe no fue otra cosa que la histeria vendedora tomando pérdida de los mercados”.

Esta identidad entre Isonomía y Lynxs es bien conocida en el mercado, pero los comunes mortales deben seguir un rodeo para llegar a esa conclusión, porque tanto el gobierno como la encuestadora lo ocultan, con clara conciencia del terreno pantanoso en el que operan.


El enojo de María Eugenia Vidal y su gente con el gobierno nacional es grande, aunque nunca lo vayan a confirmar en público. "Nosotros les avisamos que había que desdoblar", se descargó en la semana un integrante del equipo de la gobernadora, que siempre sostuvo que estaban atrás en las encuestas. Ellos saben que la provincia está perdida.

Gerardo Morales, que se alineó fuertemente con el gobierno nacional en la adversidad, reconoce que si no hubiera desdoblado perdía la provincia. Sorprendentemente ese fantasma comienza a agitarse también en la Ciudad, último distrito que le quedaría al PRO. De ilusionarse con ganar en primera vuelta, hoy está el temor cierto a que la ola opositora también se lo lleve puesto. Rodríguez Larreta ganó por 15 puntos (46,48 a 31,93), pero en 2015 había hecho una mejor elección (47,98 a 22,48 de Lousteau), y casi pierde el balotaje (51,64 a 48,36).


Una voz en el teléfono

Cuando Macrì envió un mensaje de texto, Alberto le respondió al terminar su clase en la Facultad. Hablaron por teléfono. Macrì le pidió que lo ayudara a frenar la carrera del dólar y Alberto accedió. Él a su vez le sugirió que hablara con el Fondo Monetario.

—Eso mejor que lo hagas vos— replicó Macrì.

—A mí me van a consultar y les daré mi opinión, pero hasta diciembre vos sos el Presidente, y como han incumplido todo el programa tenés que hablar con ellos.

—No incumplimos nada el programa.

—¿Qué me estás diciendo? No cumplieron la meta de inflación, no cumplieron la meta cambiaria, cierran el año con 1,7% de déficit fiscal.

—Hemos hecho todo lo que nos comprometimos.

—Hay dos posibilidades. Decile a Dujovne que no te mienta más, o sentate a leer el acuerdo y después me decís qué cumplieron.

—Me alegro de que podamos hablar, valoro tu gesto— dijo el Presidente que se va.

—Y estaré disponible en forma directa cada vez que lo consideres necesario.

—Con tu compañera era difícil hablar.

A la segunda vez que Macrì se refirió a Cristina, Alberto lo interrumpió:

—Te llamé porque querías pedirme un favor, no para escucharte cuestionamientos a Cristina.

El diálogo siguió con el pedido de ayuda para frenar el descontrol cambiario. Alberto accedió pero quiso puntualizar las causas de lo que sucedía.

—El lunes dijiste que esto pasaba porque los mercados estaban asustados por nosotros y culpaste a quienes nos votaron. Ustedes son los responsables de lo que sucedió. De tanto insistir en que somos Venezuela, parece que los mercados les creyeron.

—Pero yo no dije nada de eso.

—En estos tres días no dijiste, pero llevás seis meses haciendo campaña con eso.

—Sí, pero Cristina es amiga de Chávez.

—¿Qué tiene que ver Chávez, que murió hace seis años?

—Ella le pidió plata prestada.

Ya muy molesto, Fernández cortó este diálogo absurdo con un Presidente alienado de la realidad:

—Pero, ¿qué estás diciendo? Cristina nunca le pidió nada a Chávez. Fuimos Néstor y yo, y una sola vez, cuando se nos cerraron todas las fuentes de financiamiento.

—Bueno, es lo mismo…

-No sabés lo que decís. Te puedo ayudar a calmar el dólar. Para hablar de esto no tengo tiempo.

Macrì le propuso que se tomaran una foto juntos en público. Alberto se negó. Le dijo que ni al propio Macrì le convendría. Acordaron los puntos de la información que daría Macrì , quien tomó nota y cumplió.

La declaración de Fernández efectivamente hizo bajar la fiebre cambiaria. Los $ 60 que mencionó Fernández no eran una cifra deseada ni fantasiosa, sino el nivel anterior más la devaluación sucedida. A despedirse y ya en un tono más sereno, Macrì preguntó si Alberto quería pedirle algo.

—Que le hagas caso al presidente del Banco Central y cuides las reservas. Que actúes como Presidente y no como candidato, que los corras a Peña y Dujovne, porque aparte de que han perdido toda credibilidad, tienen en pie de guerra a tu propio gabinete.

—Esto último no es fácil. ¿Quién querría hacerse cargo en este momento?