Las ‘fake news’ ensucian la campaña electoral en Uruguay

Los partidos tradicionales acusan al millonario Juan Sartori, un recién llegado a la política que crece en los sondeos como precandidato de la derecha
El precandidato a presidente de Uruguay, Juan Sartori, saluda durante un mitin de campaña en marzo pasado.


Todas las modalidades posibles de la utilización de noticias falsas y otros métodos de campaña sucia confluyen de manera inesperada en las elecciones primarias de los partidos de Uruguay, previstas para finales de junio y paso previo de las presidenciales de octubre. Así, la "interna" de uno de los países más estables y apacibles de Latinoamérica se está convirtiendo en un lodazal, especialmente dentro del muy tradicional Partido Nacional (PN), formación de derechas que ha visto la irrupción de un candidato sorpresa, Juan Sartori, yerno del multimillonario ruso Dimitri Rybolovlev.
 
Los dirigentes del Partido Nacional acudieron el pasado jueves a la justicia para denunciar la utilización de noticias falsas en varias redes sociales contra varios precandidatos presidenciales. Probablemente sea un gesto puramente formal. En casos similares denunciados anteriormente, jueces y fiscales reconocieron la impotencia de sus jurisdicciones. Google, Facebook o Twitter no responden a sus demandas de información o tardan meses en aportar algún dato. El país rioplatense, de 3,4 millones de habitantes, experimenta un vacío legal: las grandes empresas que controlan las redes sociales reaccionan cuando se trata de casos relacionados con el terrorismo o la criminalidad, pero no en este tipo de amenazas a la democracia.

Oficialmente, los dirigentes del PN no acusan al empresario Juan Sartori ante la justicia, pero en la última semana lo señalaron como el autor de decenas de mensajes, llamadas y noticias falsas que denigran a sus dos competidores: Luis Lacalle Pou (favorito de la contienda) y Jorge Larrañaga. Sartori reconoció que el venezolano Juan José Rendón, especialista en "propaganda negra", forma parte de su amplio equipo de asesores, pero asegura que lo utiliza para defenderse de ese tipo de campañas.

Mientras tanto la imagen juvenil y la sonrisa de Sartori, que no reside en Uruguay desde los 12 años, pero tuvo importantes inversiones en el sector agrícola, está omnipresente con llamadas telefónicas robóticas, entrega de panfletos y anuncios en las webs y medios de comunicación. Los sondeos muestran su fulgurante crecimiento electoral, superando ya a Larrañaga (uno de los políticos más conocidos del país) con tan solo unos meses de campaña y sin haber tenido vinculación con la política o el Partido Nacional.

El analista político Daniel Chasquetti, profesor de la Universidad de la República, asegura que Uruguay nunca ha vivido una precampaña como esta y da por seguro que las noticias falsas que se están produciendo vienen de Sartori ya que "todos los otros candidatos son de sobra conocidos y nunca actuaron así".

Por todo el país circulan llamadas telefónicas con encuestas falsas que plantean preguntas con forma de acusación contra alguno de los candidatos, aparecen medios en línea con informaciones explosivas que tienen seguidores falsos, surgen cuentas desde supuestas redes sociales de algún partido que imitan la voz de un candidato. También hay mensajes de WhatsApp maliciosos, cuentas de Twitter y de Facebook sospechosas y por supuesto, noticias fabricadas.

Los uruguayos asisten asombrados a semejante despliegue de recursos, algo que Chasquetti pone en contexto con cifras: "La ley electoral prevé donaciones privadas (que muchas veces no se conocen) y un financiamiento público que, para todos los partidos, en cuatro elecciones (internas, dos vueltas presidenciales y municipales) llega a los 38 millones de dólares. Hay poca información sobre los gastos de Sartori, pero sabemos que tan solo en el pasado mes de marzo, cuando todavía no había empezado oficialmente la campaña, invirtió 10 millones de dólares en anuncios de televisión".
Una financiación sin límites

Sartori no parece tener límites a la hora de gastar en su campaña, mientras se presenta como un empresario de éxito capaz de cambiar el país. Su principal promesa es la de más trabajo y sus propuestas concretas son vagas o demasiado concretas, como la entrega de tarjetas a jubilados con las que, en caso de salir presidente, podrán obtener medicinas gratuitas.

Efectivamente, el precandidato es un inversor relativamente conocido, pero su éxito es cada vez más cuestionado. Se sabe que el consorcio que montó y del que fue expulsado está lleno de deudas y una investigación del semanario Búsqueda ha revelado acusaciones de fraude de algunos de sus socios. Sin embargo, Sartori nunca ha sido demandado judicialmente.

Formado en Suiza, Juan Sartori se ajusta más al perfil de financista que al de empresario. De hecho, es analista financiero de la prestigiosa CFA Society, organización estadounidense que ofrece una certificación profesional a cambio de un duro proceso de exámenes. La élite mundial de las finanzas forma parte de la CFA Society, considerada el standard dorado de la industria. Nadie tiene claro a cuánto asciende la fortuna del candidato, pero sí se sabe que en 2015 se casó con Ekaterina, hija del magnate ruso Dimitri Ribolovlev, cuya riqueza se ha cifrado en 10.000 millones de dólares, el 20% del PIB de Uruguay.


Un complot de la izquierda, injerencia rusa, un experimento...

El profesor de Ciencia Política Daniel Chasquetti está tan sorprendido como el resto de los uruguayos y no alcanza a formular una teoría clara que explique la súbita voluntad presidencial de Sartori. Se sabe que allegados al candidato lo inscribieron discretamente en el Partido Nacional y que, según los estatutos, no se le pudo negar la participación en las primarias.

"Esto es un gigantesco experimento", señala Chasquetti, más alarmado que fascinado. "Lo cierto es que antes de la llegada de Sartori el conjunto del bloque conservador parecía en condiciones de arrebatarle el poder al Frente Amplio (coalición de izquierdas que gobierna el país) y que ahora la situación es mucho más incierta", señala el experto.

Muchos militantes y algunos dirigentes del Partido Nacional aseguran que el candidato es un caballo de Troya de la izquierda y hasta acusan al expresidente José Pepe Mujica de haber preparado su entrada en escena. El rumor es tan insistente que el propio Mujica ha tenido que desmentirlo.

Por su parte, Dimitri Rybolovlev asegura que no está financiando la campaña de su yerno, algo difícil de verificar. El oligarca ruso es un personaje misterioso, protagonista de un sonado escándalo en Mónaco ligado al trafico de arte, con intereses en el principado, Chipre o Suiza. Se hizo rico con una empresa de fertilizantes pero tuvo que vender la mayor parte después de que, durante su gestión, se produjera una catástrofe ecológica en la región donde estaban las minas de la firma. Rybolovlev también ha sido vinculado a la campaña de Donald Trump y, según el periodista francés Renaud Revel, autor de un libro sobre su persona, "es uno de los personajes más poderosos del planeta", capaz incluso de hacer temblar las relaciones internacionales o las finanzas mundiales.