El Gobierno acepta el veto de Trump y da de baja las centrales nucleares de China y Rusia

Así, las relaciones no superarían lo estrictamente comercial como pretende Washington.


Washington comunicó su oposición al proyecto nuclear y el Gobierno decidió dar de baja las centrales de China y Rusia para evitar una escalada mayor, que ya se reflejó en el desplante de Trump en el escenario del G20.

El anuncio de la construcción de Atucha III era prácticamente un hecho unos días atrás, pero al llegar la comitiva estadounidense, pasó factura de su estratégico apoyo que permitió el nuevo acuerdo con el FMI, cancelando los planes relacionados.

"Estados Unidos no quiere que firmemos nada al respecto", reconoció a LPO un importante miembro del gabinete, mientras Macri y Xi Jinping estaban reunidos en la Quinta Presidencial de Olivos.

Al igual que en el caso de Rusia, el Canciller Jorge Faurie justificó la suspensión de la central asiática por motivos presupuestarios: "Como todos los argentinos conocemos, en este momento tenemos dificultades económicas y financieras y eso nos obliga a asegurar niveles de déficit que son los pautados por los compromisos ante el FMI".

Pero en este caso, por lo menos se tuvo la delicadeza de dejárselo en claro previamente a la delegación china para que no se haga ninguna mención al respecto y evitar como sucedió con Putin, que se lance a hacer un anuncio para después contradecirlo.

Sin embargo, la argumentación presupuestaria carece de fundamentos. Tanto los chinos como los rusos ofrecían un accesible plan de financiamiento que recién se comenzaría a pagar cuando las plantas estuviesen operativas y permitan un ahorro de importaciones o un incremento de los saldos exportables energéticos.

El verdadero motivo pasa por un lapidario informe que el Departamento de Estado le hizo llegar a Dujovne y a Faurie, que detalla la bronca por los negocios mencionados y asegura que están repletos de irregularidades y sobreprecios.

De hecho, más allá del especial énfasis en estas obras, Washington no ve con buenos ojos ningún proyecto de infraestructura que sea financiado por Beijing o Moscú. Es por eso que las múltiples propuestas que Putin ofreció en la bilateral del sábado no tuvieron respuesta, a lo que Xi Jinping optó por enunciar un discurso lleno de generalidades para no caer en papelones.

De acuerdo a lo acordado, apenas se mencionó el "interés" de inversiones chinas en materia energética, ferroviaria y vial, donde los proyectos más destacados consisten en la construcción de una planta licuofactora para exportar GNL (gas natural licuado), la renovación del ferrocarril San Martín de cargas y el PPP del corredor de la ruta 5.

Como contrapartida, Trump gestionó una línea de créditos que por el momento llega a los 800 millones de dólares, para invertir en infraestructura. Mediante la agencia gubernamental OPIC, se financiarán parques eólicos y solares, el gasoducto Neuquén-Rosario y el PPP de la ruta 7, a cambio de permitir el ingreso de constructoras norteamericanas.

En medio de la difícil misión de mediar en la disputa hegemónica de estos dos gigantes, el Gobierno aceptó el veto y circunscribió a ambas bilaterales a una negociación por incrementar los intercambios comerciales. El hecho de que se haya atrevido a contradecir a Trump al afirmar que China no constituye una amenaza debe ser leído en esos términos.

"La iniciativa de la ruta de la seda es un objetivo de China. El objetivo de Argentina es vender", fueron las clarificadoras palabras de Faurie para explicar porque nuestro país no salía como firmante de este ambicioso proyecto chino a escala global que ahora busca expandir por América Latina.