Una agenda para resolver el conflicto entre Estados Unidos y China


 Teniendo en cuenta las acusaciones que van y vienen entre Estados Unidos y China antes de la muy esperada reunión a celebrarse el 1 de diciembre entre el presidente Donald Trump y el presidente Xi Jinping, dentro del marco de la próxima reunión del G-20 en Buenos Aires, la resolución del conflicto ha cobrado gran urgencia. Las alternativas plantean graves riesgos para ambos países: una guerra comercial en perenne escalada, una guerra fría, o incluso una guerra caliente. Estos riesgos pueden evitarse, pero sólo si ambos líderes están dispuestos a comprometerse de manera fundamentada.

No hay ninguna duda sobre que durante mucho tiempo se ha estado montando un conflicto serio. Contrariamente a la narrativa de Estados Unidos, el problema no es el enorme déficit comercial bilateral entre las dos economías más grandes del mundo. Dicho déficit es, en gran parte, una consecuencia de los desequilibrios macroeconómicos que afligen a ambas partes: China ahorra demasiado y Estados Unidos ahorra muy poco. Estas disparidades de ahorro dan lugar a desequilibrios comerciales multilaterales queno pueden resolverse mediante esfuerzos bilaterales.

Estados Unidos registró déficits comerciales en mercancías con 102 países en el año 2017, mientras que China tuvo excedentes comerciales con 169 países en el año 2016. Si se realizan ajustes para disminuir una parte del desequilibrio multilateral en un país deficitario o uno ahorrador en cuanto a excedentes, lo ajustado simplemente se asigna a otros de los socios comerciales de dicho país. En el caso de Estados Unidos, esto daría lugar a mayor costo de importaciones – el equivalente funcional de un aumento de impuestos a los consumidores. En el de China, significaría una mayor penetración de sus exportaciones dentro de otros mercados.

La obsesión con el juego de culpabilizarse por los desequilibrios comerciales bilaterales pasa por alto la posibilidad de que esta sea una lucha clásica dentro de una relación de codependencia. Sí, es cierto que China ha dependido durante mucho tiempo de Estados Unidos, como el país que se constituye en su la principal fuente de demanda externa para la economía china liderada por las exportaciones. Pero, también es cierto que Estados Unidos necesita de las importaciones de bajo costo provenientes de China para que sus consumidores con ingresos limitados puedan hacer que sus ingresos les alcancen para subsistir; Estados Unidos también depende de China para ayudar a financiar los déficits presupuestarios crónicos de su gobierno, ya que China es el principal comprador extranjero de bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Y, China – en su calidad del tercer mercado de exportación más grande y de mayor crecimiento para Estados Unidos – se ha convertido en una fuente cada vez más importante de demanda para las empresas estadounidenses.

El marco de la codependencia es importante debido a que subraya la necesidad de un acuerdo y compromiso conjuntos. Al igual que en las relaciones interpersonales, la codependencia económica puede ser desestabilizadora y, en última instancia, destructiva. Cuando uno de los socios cambia de rumbo, el otro, sintiéndose despreciado, arremete en respuesta.

China, en este caso, es el agente de cambio – ya que China está desplazando su modelo de crecimiento desde la manufactura a los servicios, desde las exportaciones al consumo interno y desde la tecnología importada a la innovación nativa. Paralelamente, China también está pasando del ahorro excedentario a la absorción de ahorros, dejando menos ahorros libres para prestar a su socio deficitario, Estados Unidos.

Sintiendo incomodidad consigo mismo, Estados Unidos se juzga amenazado por un socio que está cambiando las reglas de esta relación. Si bien Trump ha actuado en respuesta a esas amenazas de manera mucho más agresiva que sus predecesores, es inconfundible el sentimiento bipartidista en Estados Unidos que en la actualidad se alinea en contra de China.

Según una encuesta de Axios de septiembre de 2018, el 80% de los republicanos – cuyo partido político desde tiempo atrás es el que más apoya el libre comercio – es de la opinión de que el aumento en los aranceles sería bueno para Estados Unidos. Los principales republicanos, como el vicepresidente Mike Pence y el ex secretario del Tesoro Henry Paulson, han advertido sobre una nueva guerra fría con China, mientras que los principales demócratas han llegado a la conclusión de que China ha invalidado su papel como un actor mundial responsable.

En un momento de amenazas y contra amenazas perennemente crecientes, el imperativo de arribar a un acuerdo negociado no puede ser subestimado. La próxima reunión entre Trump y Xi brinda la oportunidad de replantear el conflicto como un desafío estratégico para las dos principales economías del mundo. Existen cuatro posibles vías que se deben considerar:

Acceso a los mercados: Después de diez años de tortuosas negociaciones, está muy cerca el momento de un avance importante con respecto a un tratado de inversión bilateral entre Estados Unidos y China (TBI). Ambas partes tendrían que ofrecer concesiones. Un TBI levantaría los límites máximos a la propiedad relacionados a la inversión extranjera directa de las corporaciones multinacionales en ambos países, eliminando la polémica estructura empresarial de la sociedad de riesgo compartido (joint-venture) en China que Estados Unidos continúa tildando de manera insistente – e incorrecta, en mi opinión – como un mecanismo para la transferencia forzosa de tecnología. Un TBI también permitiría una expansión de la propiedad china de activos domiciliados en Estados Unidos – lo que representa un desafío para el impulso anti-China de la reciente legislación que amplía los poderes de supervisión del Comité de Inversiones Extranjeras en Estados Unidos.

Ahorro: Ambos países deben comprometerse a realizar ajustes macroeconómicos responsables. Estados Unidos necesita ahorrar más, revirtiendo la imprudente trayectoria que destruye el presupuesto, misma que se vio reforzada por los imprevistos y sobredimensionados recortes de impuestos del año pasado. Volver a edificar el ahorro, en lugar de los aranceles, es la estrategia más efectiva para reducir los déficits comerciales con China o con cualquier otro socio comercial. Al mismo tiempo, China necesita ahorrar menos, poniendo a trabajar su vasto conjunto de capitales para financiar la red de seguridad social del país, que a su vez es esencial para un reequilibrio económico impulsado por el consumidor.

Seguridad cibernética: El ámbito digital es el campo de batalla de la Era de la Información, y el acuerdode septiembre de 2015 entre el presidente Barack Obama y Xi claramente no fue lo suficientemente lejos como para calmar las tensiones persistentes sobre espionaje, piratería y disturbios vía Internet. Los dos países deben tomar la iniciativa para forjar un acuerdo cibernético mundial, completo con métricas combinadas con respecto a incursiones cibernéticas, objetivos de reducción de ataques, y un mecanismo sólido de resolución de controversias.

Diálogo: Es fantástico que los dos presidentes se reúnan nuevamente después de sus conversaciones amigables e íntimas previas en Pekín y Mar-a-Lago. Esas reuniones llegaron después de compromisos más formales, como el Diálogo Estratégico y Económico. Pero, todos estos esfuerzos han sido eventos episódicos que son de largo alcance en cuanto a su brillo y de corto alcance en cuanto a su sustancia. Sería más productivo tener una secretaría permanente que se involucre a tiempo completo en esfuerzos de colaboración relativos a temas clave de política (incluyendo entre ellos el intercambio de datos, la investigación conjunta y la consulta público-privada).

A la luz de los recientes acontecimientos contenciosos entre Estados Unidos y China, es difícil ser optimista sobre que un avance significativo está al alcance de la mano. Una agenda sustancial debe usarse como una lista de verificación que se contraste con cualquier acuerdo que Trump y Xi puedan alcanzar. El mundo entero observa con atención.