El verano en que Corbyn fue “antisemita” y May una “racista”

Políticos y medios británicos airean los fantasmas del pasado de conservadores y laboristas

Nada mejor para escapar del laberinto cada vez más inextricable del Brexit que resucitar fantasmas políticos del pasado y, en un tono sospechosamente cínico y oportunista, avivar fuegos apagados tiempo atrás. Tanto la primera ministra británica, Theresa May, como el líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, se revuelven estos días por quitarse de encima pecados ideológicos del siglo XX que siguen pesando con embarazo en pleno siglo XXI.


Theresa May, a su llegada a Abuja (Nigeria), este miércoles.

El primero en sufrir los ataques de la prensa y de sus correligionarios más críticos fue Corbyn. Rescatados oportunamente de las hemerotecas, sus comentarios contrarios a la política del Estado de Israel respecto a la población palestina y una foto cuando menos desafortunada han provocado una ola de acusaciones de antisemitismo contra el líder laborista contra las que responde cada vez de modo más airado y confundido.

Túnez. 2014. Corbyn deposita una corona de flores en la tumba de los que, según él, eran víctimas de bombardeos indiscriminados sobre la población palestina. Algunos de los homenajeados eran miembros del comando que asesinó a 11 atletas del equipo olímpico israelí en las olimpiadas de Munich de 1970.

Londres. 2013. Corbyn participa en una conferencia organizada por el Centro para el Retorno de los Palestinos. Para criticar las posiciones de los lobbies proisraelíes se refiere a ellos como "sionistas", y asegura que "ni tienen conocimiento de la historia ni, habiendo vivido probablemente toda su vida aquí, entienden el sentido de la ironía inglesa". Desde que han resucitado las imágenes de ese vídeo, Corbyn ha intentado explicar que usó el término "sionista", que hoy arrastra una carga peyorativa, en su significado político más literal, es decir, por el modo en que se denominaba a los defensores de la construcción de un Estado propio para los judíos. De poco han servido sus explicaciones. Tres de los periódicos judíos más influyentes en Reino Unido publicaron una portada conjunta en la que aseguraban que un Gobierno de Corbyn "supondría una amenaza existencial para la vida judía".

El encendido debate sobre el supuesto antisemitismo de Corbyn ha agitado las aguas internas del Partido Laborista. Los seguidores más fervientes del veterano político de izquierdas han salido en su defensa y acusan a la prensa conservadora de sacar sus palabras de contexto. Aquellos que aceptaron a regañadientes el liderazgo de Corbyn y su vuelta a un discurso más a la izquierda han aprovechado el revuelo para volver a cuestionar su liderazgo. El exministro de Economía, exlíder laborista y protagonista fundamental, junto a Tony Blair, del viaje al centro del laborismo británico, Gordon Brown, ha exigido a Corbyn que rectifique sus palabras y cambie su actitud. “Tenemos un problema en Reino Unido. No solo con la islamofobia o con el racismo contra la comunidad negra. El Partido Laborista tiene un problema de antisemitismo y debe hacerle frente", ha dicho Brown.

May redescubre a Mandela
 
Si Theresa May, enzarzada en su propia batalla interna a cuenta del Brexit, confiaba en que Corbyn era un problema menos mientras el líder socialista se enredaba en sus pecados del pasado, le ha tocado probar a ella también la misma medicina. En medio de su gira africana para promover nuevos lazos comerciales con el mundo para cuando Reino Unido salga definitivamente de la Unión Europea, la primera ministra británica decidió que era una fantástica idea hacerse la foto de rigor en la celda que Nelson Mandela ocupó durante años en la prisión sudafricana de Robben Island.

Dotada de una ingenuidad para la política que no deja de asombrar a los suyos, May se dejó entrevistar ante la infame institución penitenciaria por Michael Crick, periodista veterano de Channel 4 y famoso por el modo casi inquisitorial en que entrevista a la clase política. "¿Qué hizo usted en especial por ayudar a la liberación de Nelson Mandela?", insistía Crick ante la cada vez mayor irritación de May, quien se limitaba a responder generalidades sobre la gran tarea llevada a cabo por Mandela para reconciliar a la sociedad surafricana tras décadas de apartheid. El periodista no dejaba de recordar a May que en los años 70 y 80, en los que la premier británica ya participaba activamente en política, el Partido Conservador de Margaret Thatcher definía la ANC de Mandela como una "organización terrorista" y respaldaba al Gobierno racista de Sudáfrica. May no quiso en ningún momento de la entrevista desmarcarse de la línea defendida entonces por Thatcher. El Partido Laborista ha decidido saborear la revancha recordando el activismo histórico de su líder Corbyn contra las políticas de Sudáfrica.

Y así ha concluido un extraño verano en Reino Unido. Laboristas y conservadores saben que en los próximos meses deberán hacer frente a la crisis política más grave de las últimas décadas, provocada por el referéndum que respaldó la salida de la Unión Europea, y que esa crisis puede llevarse por delante el liderazgo de ambas formaciones. Pero hasta que llegue la implosión, nada mejor que mantener caldeado el debate político con fantasmas del pasado que siempre están listos para resucitar cuando resulte más conveniente.