El cord-cutting como tendencia


Enrique Dans

El cord-cutting, personas que dejan de pagar su suscripción a la televisión por cable para empezar a consumir contenidos a través de la red, está convirtiéndose en un tema serio en los Estados Unidos.

El año pasado, un millón de suscriptores de este tipo de servicios se dieron de baja en los mismos, y en lo que llevamos de este año la cifra ya alcanza los cuatrocientos mil. Entre 2008 y 2011, se calcula que más de dos millones y medio de hogares se dieron de baja. Aunque pueda haber cierta discusión con respecto a las cifras, algunos hablan ya del cord-cutting como “the new file-sharing“, una tendencia imparable que la industria interpreta como un problema de precios, mientras los usuarios buscan otras cuestiones que la industria no les sabe proporcionar.

No hablamos de un problema de sustitución por descargas a través de medios alternativos como bit-torrent (aunque lógicamente sea una opción que también existe), sino más bien de servicios ofrecidos por compañías que como Netflix, Hulu, Apple o Google, complementados con sitios como las propias páginas web de las cadenas de televisión o YouTube. Existe incluso un caso polémico con denuncias cruzadas en ambos sentidos, Aereo, que también está despertando cierto nivel de atención.

El problema del cord-cutting no son las cifras, sino lo que subyace detrás de ellas. En los años que viví en los Estados Unidos, la suscripción a canales premium de televisión era un indicador del estatus socioeconómico: si alguien intentaba averiguar como era tu situación económica, era normal que te preguntase si habías visto un contenido en tal o cual canal. Con el tiempo, sin embargo, la suscripción a servicios de televisión por cable se está convirtiendo en sinónimo de “soy tecnológicamente iletrado y no sé acceder a contenidos de otra manera”. Quienes están optando por el cord-cutting ya no son personas que necesitan ahorrar dinero en una situación de crisis económica o los que no consumen televisión, sino los consumidores sofisticados, los que buscan otra manera de acceder y consumir contenidos que les gustan.

Es una tendencia que ya hemos visto antes: los libros electrónicos no comenzaron su adopción entre clientes que querían ahorrarse el dinero que costaban los libros en papel, sino entre quienes consumíamos más libros. Si ves una adopción tecnológica que toma cuerpo de naturaleza precisamente entre tus consumidores más ávidos y más rentables, ten cuidado, y sobre todo, no malinterpretes los síntomas. En mi casa, con una persona que escribe sobre contenidos televisivos, el canal que claramente se consume más proviene del ordenador que vive al lado del televisor. Y cuando hace unos días me llamó alguien de Telefonica para venderme Imagenio (¡cinco llamadas a mi móvil desde el 1004 a lo largo de la mañana hasta que finalmente contesté, creo que es algo que debería ser denunciable como acoso!!), no tuve la más mínima duda al decir claramente que no me interesaba: simplemente, no es un servicio que nos llame la atención en absoluto. Los contenidos a los que queremos acceder están simplemente en otro sitio.La dirección que sigue el tema es clara: incremento progresivo de la oferta en la red. El cord-cutter ya no se siente como un paria que se lo pierde todo, sino que tiende a tener acceso a cada vez más alternativas, muchas de ellas vinculadas a modelos comercialmente viables. Es, simplemente, una cuestión de tiempo que, como comentábamos hace unos días, empecemos a ver el modelo tradicional de la televisión como una cosa del pasado. Si no se produce por decreto, acabará teniendo lugar de manera natural. Mientras algunos siguen obsesionados con controlar la televisión de toda la vida como cuando había un solo canal, todo indica que las tendencias de consumo van a terminar apuntando en otro sentido.