La economía de Trump crece fuerte al ritmo de "compre americano" y "contrate americano"

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La economía de EE.UU. crece y no se recalienta


Los empleos en EE.UU. aumentaron 313.000 en febrero, el mayor incremento desde julio de 2016, y superaron en más de 100.000 puestos de trabajo las estimaciones más optimistas del mercado. Esto ocurrió con una tasa de desocupación de 4,1%, la más baja desde la década del 60, salvo el breve interregno 2000/2001 (boom de la burbuja Dot.Com).

El nivel récord de creación de empleo en marzo no modificó la tasa de desocupación porque más de 60% de los nuevos puestos de trabajo fueron ocupados por hombres adultos (25/54 años de edad) ajenos a la fuerza laboral, que resolvieron reintegrarse a ella por la fuerte demanda y los mejores salarios reales.

La participación laboral en EE.UU. entre 2010 y 2017 (62,4% de la población económicamente activa) ha sido la menor de los últimos 20 años, lo que significa que más de 8 millones de adultos en condiciones de trabajar han permanecido voluntariamente ajenos a la fuerza de trabajo en ese periodo.

La tasa de participación laboral aumentó de 62,7% a 63% en marzo de 2018, lo que equivale a afirmar que se incorporaron a la fuerza de trabajo 806.000 operarios. En los últimos 2 meses comenzaron a elevarse los salarios reales estadounidenses (+2,8% anual en enero/ +2,6% en febrero); y todo esto sucede con una tasa de inflación menor que 2% anual, inferior al nivel de referencia establecido por la Reserva Federal para enfrentar el riesgo deflacionario.

Puede concluirse que no hay ningún síntoma de que se haya agotado la capacidad productiva norteamericana, usualmente denominada “sobrecalentamiento”; y esto ha ocurrido cuando ha vuelto a crecer el nivel de productividad de todos los factores (PTF), que ascendió a +1,5% anual en enero, lo que implica que ha quedado definitivamente atrás la etapa abismal en que la PTF fue inferior a 0,5% por año (2010/2016), la más baja de la historia de EE.UU.

El recorte de impuestos de Trump implica una disminución de 14 puntos porcentuales (p.p.) en la tasa marginal de ganancia de las corporaciones estadounidenses. Equivale a una reducción de 8 p.p. en el costo del capital y a una mejora en el retorno empresario de 20%/30%.

También el recorte disminuye 2.75 p.p. el impuesto marginal a los ingresos de los trabajadores estadounidenses, que implica un alza de US$4.000 por año en los salarios efectivos que llevan a sus hogares. El nuevo sistema impositivo ha desatado un auge extraordinario de los incentivos económicos a la inversión y a la fuerza de trabajo.

El resultado ha sido un aumento nítido de la capacidad potencial, que podría alcanzar a 2 o 3 puntos porcentuales del PBI en los próximos 2/3 años. Lo que sucede es un fenómeno por el lado de la oferta, no de la demanda; y por eso aumenta la productividad de todos los factores y se incrementan los salarios reales, sin inflación.

La Reserva Federal de Dallas advierte que el recorte de impuestos aumentará 1,3% el PBI en 2020, y que la mayor parte del alza ocurrirá en 2018. Este recorte impositivo (la tasa de ganancia pasa de 35% a 21%) es el más drástico de la historia norteamericana desde el gobierno de Ronald Reagan, con el agregado de que las mejorías en las ganancias de individuos y corporaciones tienen un carácter permanente, estatutario, de una vez para siempre.

El nuevo sistema tiene un carácter territorial, que sujeta exclusivamente a las empresas norteamericanas a la obligación de tributar en los ingresos que obtengan dentro de sus fronteras. Más del 60% de las compañías estadounidenses son transnacionales, y representan 44% del total de las firmas que integran el sistema integrado transnacional de producción, núcleo estructural del capitalismo del siglo XXI.

Esto significa que ha terminado la doble imposición sobre las empresas norteamericanas en EE.UU. y en el exterior. Esta es la razón fundamental que hace que las firmas estadounidenses tengan afuera más de US$3,4 billones, y de los que este año repatriarían (según la UNCTAD) US$2,4 billones.

La bajísima tasa de inversión en EE.UU. (12,9% del PBI entre 2010 y 2016) era la consecuencia de este fenómeno de la doble imposición y del hecho de imponer a sus empresas el impuesto a las ganancias más elevado del capitalismo avanzado.

Esto sumergió a EE.UU. en un estancamiento depresivo entre 2010 y 2016 (el PBI aumentó 2,1% anual en ese periodo), al tiempo que frenó el pleno despliegue de la nueva revolución industrial a pesar del liderazgo científico y tecnológico de Silicon Valley.

La Reserva Federal de Dallas estima que las firmas norteamericanas disminuirán en 29% el pago de impuestos en los próximos 10 años, y que 7,8% de este recorte tendrá lugar en 2018.

Por eso el recorte de impuestos de Donald Trump tiene una importancia mundial, y modifica, a través del boom de inversiones que recibe EE.UU., la direccionalidad del flujo de capitales a escala global.

Un cambio crucial ha ocurrido en el capitalismo norteamericano.