“Italia es un laboratorio, tuvimos a Trump 25 años antes”





El escritor Alessandro Baricco analiza la política italiana y los cambios culturales en un país que se encamina a unas elecciones inciertas el próximo domingo



La escuela Holden, un impresionante centro educativo instalado en una vieja fábrica de bombas turinesa, enseña a construir relatos —storytelling, reza en la entrada— enfocados al periodismo, teatro, política. Algo en lo que su fundador, Alessandro Baricco (Turín, 1958) autor clásico de literatura moderna como Sedao Novecento, seguramente el escritor italiano vivo más influyente, es un maestro. En parte por eso, un Matteo Renzi que acababa de asaltar los cielos buscó su cercanía y se dejó aconsejar por él. Hasta que todo su relato reformista se derrumbó el 4 de diciembre de 2016 con una historia de tintes shakespearianos y se abrió de nuevo la caja de los truenos en Italia. Al final de la tarde, cuando los alumnos todavía ensayan o se reúnen en algunas aulas, Baricco recibe a EL PAÍS para charlar durante una hora sobre la situación política de un país que hoy no tiene muy claro hacia dónde va.


P. ¿Cómo se ha llegado a este clima de descomposición?


R. Aquí la estabilidad política nunca ha existido. Cuando era joven se podía cambiar el gobierno tres veces al año. La anomalía política es que Italia es la vanguardia, un laboratorio. Tuvimos a Trump 25 años antes que EE UU. Elaboramos muy rápidamente, somos muy apasionados de la política y, además, llevamos a cabo esas locuras.


P. ¿Cómo cuáles?


R. Movimiento 5 Estrellas es algo que el mundo debería estudiar. Es el único partido que ha conectado la política con la revolución digital. Y eso pasará en todos lados, aunque no con este modelo... El renzismo también fue una cosa extraña: en el crepúsculo de toda la izquierda europea llega un tipo de menos de 40 años y saca el 40% de los votos. Pero esa exuberancia de invención e intuición hace de este país un lugar difícil para la política.


P. ¿A Renzi se le atragantó Italia?


R. Él es un gran talento de la política. No digo que sea Messi, ni Neymar… Pero el juego es tan difícil aquí que lo han triturado. Y eso visto desde el exterior, crea una imagen de confusión de lo que es este país. Pero es confuso como todos los laboratorios, no creo que haya que demonizar nuestra vitalidad.


P. Usted estuvo muy cerca de él en su auge. Fue un ciclón electoral y hoy nadie quiere aparecer a su lado. ¿Qué ha sucedido?


R. Es una historia muy interesante, incluso literariamente: un poco shakespeariana. Tiene que ver con matar al padre, es emotivo y ancestral. Pero también influye que no tuviera ni 40 años. Él posee una velocidad para interpretar los problemas meteóricos, y eso no existía entonces. Su caída fue también exageradamente rápida porque acortó los tiempos para todo. Pero si hubiera sido un verdadero democristiano, el renzismo hubiera durado 10 años.


P. ¿Qué significó para Italia su derrota?


R. Era una gran oportunidad. Un grupo de jóvenes bastante preparados que escalaron el poder de forma alternativa, contra el aparato del partido. Y solo querían una cosa: reformar el país.


P. ¿Por qué no lo logró?


R. Lo que pagó más fue ese individualismo, la incapacidad de construir verdaderas redes de inteligencia, de capacidad política… Pero también no haber sido capaz de reconstruir el PD. Minusvaloró el problema y cuando fue al referéndum se encontró contra un buen trozo de su partido en contra. La pregunta era: ¿quieres que este país cambie o no? Y había todo un país que iba de D’Alema a Salvini, del constitucionalista, al que odia la política que no quería. Y ahí perdimos una oportunidad. Pero después de aquello quizá se tendría que haber ido.


P. Era demasiado joven.


R. Renzi siempre ha sido demasiado joven para todo.




R. Siempre molestó que fuera demasiado bueno… cuando hacía debates no le bastaba con vencer, tenía que aplastar. Y ahí empezabas a odiarlo, el primero de la clase, arrogante… nunca ha tenido contención, no forma parte de su carácter. Pero todos los líderes son odiados. Odian a también Beppe Grillo, a Salvini, a Di Maio. Pero el de Renzi es un fenómeno al que no conseguimos encontrar una razón. Hay más gente que odia a Berlusconi, pero a la derecha le ha dado igual que todos nosotros le odiásemos. En cambio, nosotros nos interrogamos sobre por qué se odia a Renzi. Pero, a menos que seas Mandela, le pasa a todo el mundo.P.¿Por qué despierta tanta animadversión?


P. ¿Qué político tiene en Italia el storytelling más potente?


R. Nadie. Una cosa importante sobre Italia es que en este momento no hay ni un solo storytelling atrayente. El de Salvini y Berlusconi es viejo. El PD lo ha perdido y no tiene nada. El de la izquierda de Liberi y Uguali es directamente antiguo...


P. ¿Y el Movimiento Cinco Estrellas?


R. Son los únicos con un relato vencedor y nuevo, pero no saben explicarlo. No poseen una identidad fuerte, uno nunca sabe a quién tiene delante. Son huidizos. Gestionan mal un relato que podría ser ganador. Lo han hecho en alguna ciudad, pero difícilmente en todo un país.


P. Un relato a prueba de bombas. No pesan los errores.


R. Está apoyado sobre un resentimiento a la clase política que viene de lejos y se ha alimentado cada día durante mucho tiempo. No bastan resultados ambiguos como los de Raggi para dañarlo.


P. Todos estos políticos son hijos del berlusconismo. Pero cuando ha llegado su momento, el dinosaurio todavía continuaba allí.




P. Él fue quien inventó a Trump 25 años antes de Trump. ¿Es un visionario?


R. Jajaja. Sí, y cada día tiene más pelo. Su retorno es una consecuencia matemática de la decadencia de Renzi. Fue el único que le metió en una habitación y le obligó a negociar con sus condiciones. Pero es el movimiento de las ondas, si la izquierda retrocede, avanza la derecha.


R. Ha sido un gran innovador. Pero lamentablemente, nadie que gobierna para defender sus propios intereses puede impartir lecciones útiles para la política. Y esa es su principal motivación. Pero técnicamente estaba muy avanzado.


P. ¿Ha olvidado Italia quién es realmente?


R. Los electores tienen una memoria selectiva. Pero vaya, también me cuesta entender como hay quien todavía vota a D’Alema.


P. Ustedes aquí enseñan a estructurar el relato político. Pero ¿quién escribe los dicursos en los partidos?


R. Nadie, no existe esta profesión en Italia. Aquí si quieres ser líder aquí tienes que tener un cierto talento propio para eso. Quizá el que lo escribe menos es Di Maio, porque tiene menos talento que los otros.


P. Dicen que usted se lo escribió a Renzi el día que perdió el referéndum.


R. No, no… No es verdad, Renzi no hubiera dejado que le escribieran un discurso. Otra cosa es que sea una composición de frases que ha cogido de todos lados.


P. Pues algunos lo necesitarían.


R. El nivel es bajo porque la historia es mala. Y cuando la historia es mala, el libro también lo es. Ahora mismo es como si el país estuviera encogiéndose para coger impulso y dar el próximo salto. Es un periodo de transición, las elecciones no traerán nada nuevo. Hace falta tiempo para digerir la acelerada caída de Renzi. Y no sé hacia dónde vamos.


P. No parece que hacia Europa.


R. Ha llegado a un punto muy alto el año pasado. Falta subir el listón y poner objetivos más fascinantes. Habría que tener nuevos instrumentos, proponer una refundación de la escuela europea. Algo que pueda construir nuestra generación. Sin grandes empresas, como la moneda única en el pasado, la película será muy aburrida.


P. En cambio, parece que vamos en la dirección opuesta con el auge de los nacionalismos.


R. El nacionalismo es algo viejo que ha provocado muchos desastres, pero acabamos ahí cuando estamos cansados o se percibe algún peligro. Si obligas a la gente a vivir en un campo abierto, sin fronteras ni muros, el terreno de juego será ideal para los listos, pero complicado para los que están en dificultades. La arrogancia de imponerlo porque es más visionario o moderno es peligrosa. La gente tiene problemas reales y quiere paredes donde apoyarse. Antes estaba la familia, la Iglesia –que ya casi no está-, y luego la nación. Si tienes miedo, retrocedes y te apoyas en el primer muro que encuentras. Y actualmente ese muro es el nacionalismo. La responsabilidad es de quien quiere el campo abierto, pero no es capaz de dar los instrumentos a la gente para vivir en él.


P. Todos los discursos políticos estos días suenan algo populistas.


R. Hay que estar atentos, porque ese concepto define muchas cosas. No debería demonizarse una simplificación de la praxis política en la identidad de un líder. Es solo una tendencia de nuestra civilización en presentar los problemas de forma más sencilla.


P. ¿Cómo por ejemplo?


R. Este iPhone [señala el aparato que está grabando la entrevista]. Puede hacer una cantidad de funciones impresionantes y ha trabajado como una bestia para simplificarlo en esta pantalla de inicio. Si un político es bueno y reconduce la complejidad de la izquierda italiana en su figura, es como la esta pantalla o la primera página de Google. Grillo, Berlusconi o Renzi son eso, pero no son populismo. Porque la alternativa es llamarnos con la corneta.


P. ¿Y entonces?


R. Yo lo reservaría para aquellos líderes donde el nivel de reflexión es bajísimo y el de mentiras es altísimo. Y el vínculo con el electorado es puramente emocional. Pero si llamo populista a Renzi, habré descargado la pistola y la palabra no querrá decir nada. ¿Qué palabra usarías para Putin entonces? Las palabras son importantes, son el arma con la que combatimos a nuestros adversarios.