Está en marcha un cambio de paradigma en la Fed

Es un error asumir que Powell saldrá al rescate si caen los precios de las acciones, aún sabiendo que Trump hizo del valor del mercado un barómetro de su éxito




Los economistas habitualmente no se preocupan por los chocolates Hershey. Pero a principios de mes, el gigante de los chocolates reveló que en el cuarto trimestre sus márgenes cayeron 1,8% porque una inesperada falta de camioneros elevó los costos del flete en EE.UU. Eso no perjudicó a los amantes del chocolate; el precio de los famosos Kisses no cambió.



Pero el cuello de botella recalca un tema sobre los pinzamientos de márgenes que los inversores no deben ignorar. La semana pasada, los mercados de acciones se agitaron con la noticia de que el salario por hora en EE.UU. subió 2,9%anual en enero, el nivel más alto desde 2009. Esta semana, los datos de inflación dieron otra sorpresa: el índice de precios al consumidor fue de 2,1% anual en enero, mayor a los pronósticos.

Los factores estacionales representaron parte de eso. Pero sorprende que el alza de precios haya sido bastante generalizada, y recuerde el mensaje de una serie de empresas desde Clorox hasta Colgate y Weyerhaeuser sobre la aparición de presiones sobre los precios.

La pregunta es si los inversores deberían preocuparse. No, en relación a la "economía real"; esas cifras son bajas teniendo en cuenta los estándares de la historia económica. Y si hubiera habido un 2% hace un par de años, los funcionarios de la Fed quizás se habrían sentido aliviados. Tras la crisis financiera de 2008, el principal cuco fue la deflación, y no la inflación.



También parece poco probable que esas cifras de inflación solas vayan a cambiar la política de la Fed. En diciembre, los presidentes de la Fed dijeron que esperaban elevar las tasas tres veces este año. El hecho de que los rendimientos de los bonos hayan subido por encima de 2,9% esta semana es coherente con esta visión. La pregunta es si la Fed apuntala los mercados de acciones. En los últimos años, se suponía que si los precios de las acciones estaban por derrumbarse, la Fed trataría de ablandar la política para contener el descenso y evitar que caiga la confianza. Por supuesto, ninguno de los últimos presidentes Janet Yellen, Ben Bernanke o Alan Greenspan lo admitió, dado que se supone que el banco central tiene metas para el IPC y el desempleo, y no para los precios de acciones.

Pero en términos prácticos, la Fed a menudo interfirió o, más precisamente, se cruzó de brazos y no subió las tasas cuando los mercados estaban débiles. El shock de China hace tres años es un caso.

En estos días, con un presidente nuevo, Jay Powell, nadie sabe exactamente hacia dónde se dirigirá la política. Pero Powell no parece ser una paloma natural: anteriormente dijo que le preocupa que la política monetaria blanda forme burbujas en el área de renta fija y el año pasado recalcaba que "no es tarea de la Fed" evitar que la gente pierda dinero". Sus colegas tampoco se comportan como palomas. Esta semana Bill Dudley, presidente de la Fed de NY, desestimó las caídas en las bolsas describiéndolas como "papas chicas".

También es importante notar que el personal de la poderosa Fed que estaría asumiendo mayor poder dado que Powell no es economista está decidido a mantener a la institución inmune a la presión política. Cada vez que Donald Trump tuitea sobre el mercado de valores, esa determinación crece.

Eso significa que será difícil para la Fed cruzarse de brazos si la inflación sigue subiendo. Antes la Fed podría haber tolerado la idea de que pensaba influir, dado que las presiones sobre los precios eran débiles. Ahora esa influencia se debilita o se ha ajustado en un nivel menor.

Quizás eso no importe. Después de todo los precios de las acciones se estabilizaron y Wall Street sostiene que los salvajes movimientos de la semana pasada fueron shocks temporarios causados por productos vinculados con la volatilidad. Sería un error asumir que Powell saldrá al rescate si caen los precios de las acciones. Incluso (o especialmente) en una era en que Trump hizo de los valores de los papeles un barómetro de su éxito.