La Semana Trágica: Cuando la UCR perdió a los trabajadores

Hipólito Yrigoyen alcanzó la Presidencia en 2 oportunidades: en 1916 y en 1928. Su gobierno es recordado porque fue el resultado del triunfo con el sufragio universal (aunque sólo masculino), secreto y obligatorio, terminando con el oprobio del 'voto cantado'. También porque él promulgó leyes como la jubilación de empleados de empresas privadas, la jornada laboral de 8 horas, el descanso dominical, y el contrato colectivo de trabajo. En el capítulo oscuro de su gestión aparecen las intervenciones federales a las provincias y el choque con los sindicatos, que incluye la horrible "Semana Trágica".

Enero de 1919, Semana Trágica: Una barricada.



La “Semana Trágica” fue un estallido social, con eje en Ciudad de Buenos Aires, que se extendió del 07/01/1919 al 14/01/1919, con un saldo de 700 muertos y más de 4.000 heridos. También incluyó el 1er. linchamiento étnico de toda América Latina, y también fue la oportunidad que perdió la Unión Cívica Radical se apropiarse de las concesiones que reclamaban los sindicatos de trabajadores, y que inclusive consiguieron.

El comienzo del siglo 20 no fue fácil, con la Guerra de los 1.000 Días (1899-1903), la Revolución Mexicana (1910-1917), las Guerras de los Balcanes (1912-1913), la 1ra. Guerra Mundial (1914-1918), la Revolución Bolchevique (1917-1921), el Genocidio de armenios a manos de los turcos (1915-1923) y la Revolución de Noviembre, en Alemania (1919).

La Argentina no estaba aislada de lo que ocurría, probablemente se encontrara más relacionada en aquellos días sin globalización. Y los cambios mundiales impactaban en forma directa, en especial en el comercio marítimo, que era más gravitante que hoy día.

La 1ra. Guerra Mundial paralizó las inversiones extranjeras, y las dificultades tanto para exportar como para importar afectaron el salario de los trabajadores porque en la economía no pesaban ni el sector industrial ni el de servicios. Los ingresos promedio cayeron 38,2%, y en muchos casos provocaron despidos masivos.

Los conflictos entre empleados y empleadores ya venían desde hacía tiempo, pero ante las novedades, crecieron en forma significativa.

En 1917 hubo 136.000 trabajadores en huelga, en 1918 fueron 138.000, y en 1919 la cifra se disparó hasta los 300.000. La tensión era enorme y todo parecía a punto de salirse de control en cualquier momento.

El 03/12/1918 comenzó una huelga en los talleres metalúrgicos Pedro Vasena e Hijos, en Pompeya.

Pedro Vasena había llegado en 1865, con 13 años, procedente de Lecco (Como, Lombardía, Italia) y, comenzando como herrero, evolucionó hasta convertirse en un precursor de la metalurgia argentina, especializándose en la fundición de columnas de hierro (el Mercado de Abasto porteño, la techumbre del mercado de frutos de Bahía Blanca, etc.). Pedro Vasena e Hijos fue luego Compañía Argentina de Hierros y Aceros Pedro Vasena e Hijos, y más tarde Tamet (Talleres Metalúrgicos San Martín). Él murió en 1916.

En aquel 1919, los obreros buscaban mejorar su salario, jornada de 8 o 9 horas y salubridad laboral.

La semana trágica de 1919


Los Vasena ya habían vendido pero seguían gerenciando la empresa. Los obreros ocuparon las instalaciones, y la acusación fue de lenguaje bien conservador: "Insolencia obrera”.

De inmediato una cantidad apreciable de policías y bomeros llegaron hasta los talleres Vasena para castigar a los huelguistas, pero pronto todo escapó de control. Ocurrió el 07/01/1919 a las 15:30. El presidente Hipólito Yrigoyen había dado la orden de reprimir a los contestatarios que se encontraban bloqueando el ingreso de materia prima a la fábrica.

Un grupo de rompehuelgas fue auxiliado por policías, bomberos y hasta el ejército. Entre los rompehuelgas destacaban los de la aristocrática Liga Patriótica Argentina (exOrden Social y exGuardia Blanca, luego exComisión Pro Defensores del Orden), grupo integrado por ultraconservadores - nacionalistas - católicos que incluía a organizaciones paramilitares que actuaban como grupos de choque, hostigando a residentes extranjeros, organizaciones sindicales y trabajadores en huelga. Junto a la Liga Republicana, fueron las 2 principales organizaciones nacionalistas en la Argentina.

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Imagen de la Semana Trágica, enero de 1919.

José Ingenieros (vinculado al Partido Socialista, aunque en 1897 había escrito en el periódico anarquista La Montaña), alertó desde la revista Vida Nuestra, Nº 7, de enero de 1919, sobre las bandas reclutadas también entre “los estudiantes y ex alumnos de los colegios jesuíticos, que son manejados por algunos sacerdotes que hacen política clerical militante al servicio de las clases conservadoras”.

Pero los radicales también apoyaron la represión: “No se trata de un movimiento obrero. Mienten quienes lo afirmar. Mienten quienes pretenden asumir audazmente la representación de los trabajadores de Buenos Aires (….). Y, aun los trabajadores que aparecen complicados en los actos tumultuosos de ayer, han resultado instrumento de los agitadores (…). Se trata de una tentativa absurda provocada y dirigida por elementos anarquistas ajenos a toda disciplina social y extraños también a las verdaderas organizaciones de trabajadores, una minoría contra cuyos excesos basta oponer la firmeza de las gentes partidarias del orden” (12/01/1919, diario La Época, por entonces vocero de Yrigoyen).

Paramilitares

La Liga Patriótica se “cubrió de gloria”, según el diario La Prensa, en ataques a centros y reuniones obreras: el asalto a un local de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) cerca de Plaza Once (2 muertos), ataque a una pacifica demostración en Gualeguaychú (Entre Ríos), con varios muertos y heridos; asesinato en Rosario de la obrera anarquista Luisa Lallana; asesinato en el puerto de Buenos Aires de Ángeles Améndola.

En el Centro Naval, el 10/01/1919, los por entonces contraalmirantes Manuel Domecq García (1er. presidente de la Liga) y Eduardo O'Connor repartieron armas automáticas a los rompehuelgas.

Entre los integrantes más conocidos de la Liga se encontraban Joaquín S. Anchorena, Dardo Rocha, el general Luis Dellepiane, Estanislao Zeballos, Luis Agote, Francisco P. Moreno, monseñor Miguel De Andrea, Ángel Gallardo, Jorge Mitre, Carlos Tornquist, Miguel Martínez de Hoz, Julio A. Roca (hijo), Leopoldo Melo, Manuel María de Iriondo, Felix Bunge, el general Eduardo Munilla, Carlos M. Noel, Vicente Gallo, Ezequiel Pedro Paz, José A. Cortejarena, Celedonio Pereda, Saturnino Unzué, Antonio Lanusse, Pastor S. Obligado y Oscar Barroso.

Ellos afirmaban que "la civilización nacional engendró la Liga Patriótica Argentina, que nació para reunir a todos los hombres sanos y enérgicos con el fin de colaborar con la autoridad para mantener el orden y vigorizar los sentimientos esenciales del alma nacional, que por lo eterno funda la patria".

La organización fue apoyada financieramente por la "Asociación Nacional del Trabajo", entidad patronal presidida por Joaquín S. Anchorena, y fue complementada por otro grupo, de apariencia casi terrorista, llamado “Comité Pro Argentinidad”.

Gente de la Liga Patriótica, enero de 1919.

Aquel 07/01/1919, 6 chatas que salían de los depósitos fueron seguidas por gran número de huelguistas, acompañados de sus mujeres e hijos, reclamando a los carreros que abandonaron su papel de rompehuelgas.

Julio Godio, en "La Semana Trágica de Enero de 1919" escribió:

“La caravana pasó frente a la escuela situada en la esquina de Alcorta y Pepirí, donde desde algunos días antes habían quedado acantonados veinte bomberos armados y diez ‘cosacos’ de la guardia de seguridad. Se inició entonces un violento tiroteo, de origen incierto –ya que huelguistas y uniformados se achacaron mutuamente la agresión–, que duró más de una hora. La llegada de tropas de refuerzo que establecieron una línea de tiradores de seis cuadras y patrullaron intensamente toda la zona, puso fin al incidente. Un obrero apareció muerto a sablazos en medio de la calle y otros cuatro fueron víctimas de los disparos –algunos en el interior de su propia casa–; entre veinte y cuarenta heridos escaparon con vida y no hubo detenciones. Las fuerzas armadas no registraron más que un herido leve”.

El 08/01/1919, el diario anarquista La Protesta, comunicó las novedades, y agregó:

“Sin falta, trabajadores, vengad este crimen. Dinamita hace falta ahora más que nunca. Esto no puede quedar en silencio. ¡No! Y mil veces ¡No! El pueblo no se ha de dejar matar como mansa bestia. Incendiad, destruid sin miramientos obreros; ¡Vengaos, hermanos! El crimen de las fuerzas policiales embriagadas por el gobierno y por Vasena clama el estallido revolucionario. Espantemos las gallinas, camaradas, y manos a la obra…”.

Semana Trágica

La batalla

Alfredo Vasena “se dignó a reunirse con los delegados gremiales en el Departamento de Policía y les ofreció la reducción de la jornada laboral a 9 horas, un 12% de aumento de jornales y admisión de cuantos quisieran trabajar. Como la reunión se hizo larga, se decidió continuarla al día siguiente en la propia fábrica. Los obreros llegaron puntualmente a las 10:00, pero don Vasena se negó a reunirse argumentando que entre los delegados había activistas que no pertenecían a su plantel”.

Los obreros eligieron otra delegación que presentó el pliego de condiciones de los huelguistas. Vasena prometió contestar al día siguiente y, a pedido de los obreros, ordenó que dejaran de circular las chatas de transportes. Pero ya era imposible detener la tragedia.

Un relato del diario La Prensa permite conocer cómo comenzó la jornada del 09/01/1919: “Todas las organizaciones obreras manifestaron su protesta. La Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos fue más lejos, proclamando la huelga general, y lo mismo hicieron al otro día la FORA (Vº Congreso) y muchas federaciones de oficio. Los piquetes que recorrieron las calles en la mañana del 9 terminaron por imponerla a toda la ciudad. Los comercios y las fábricas cerraron sus puertas, el tráfico fue suspendido totalmente, y en medio de la curiosidad y la sorpresa del vecindario recorrieron las calles, enarbolando banderas rojas y negras, las comisiones de huelguistas”.

Según las crónicas periodísticas, “las delegaciones gremiales y una enorme multitud, en la que abundaban las mujeres y los niños, se iba reuniendo alrededor de los locales donde eran veladas las víctimas (...). Hacia la una de la tarde, el enorme cortejo –estimado por fuentes obreras en 200.000 personas– se puso lentamente en movimiento tras los ataúdes, conducidos a pulso y cubiertos por banderas rojas. Una vanguardia de 150 hombres, formaban la ‘autodefensa obrera’, iban armados con revólveres y carabinas. (...)".

La marcha pasó frente a los talleres Vasena y hubo disparos de ambos lados. La tensión fue en aumento durante el largo trayecto hacia la Chacarita: incidentes, tiros, alarmas y corridas. Los grupos más exaltados saquearon armerías, otros prendieron fuego a los tranvías abandonados.

Hubo otro tiroteo en Corrientes y Yatay: dicen que los disparos provenían del colegio anexo a la Iglesia Católica ubicada en esa cuadra. La muchedumbre prendía fuego l colegio y parte de la capilla. También rompieron los objetos de uso religioso que encontraron a su paso. Los sacerdotes, parapetados, abrieron fuego contra los vándalos, hasta que llegó una dotación de bomberos, quienes también hicieron cerradas descargas sobre la multitud, dispersándola. Más muertos. Más furia. Más destrozos.

A las 17:00 fue el arribo al Cementerio de la Chacarita. Mientras hablaba el dirigente Luis Bernard, surgieron de atrás de los muros del cementerio miembros de la policía y del ejército que comenzaron a disparar sobre la multitud: una emboscada. Fueron muchos los muertos y los heridos. Los sobrevivientes fueron empujados a sablazos y culatazos hacia la salida del cementerio.

Según los diarios, hubo 12 muertos y casi 200 heridos. No era cierto. Hubo muchos muertos.

También frente a los talleres Vasena ocurrió un combate que duró todo el día. Los trabajadores sitiaron las instalaciones e intentaron derribar los portones de la fábrica pero como no pudieron lograrlo, comenzaron a prenderles fuego.



Semana Trágica, enero de 1919.

Adentro estaba el director-gerente, Alfredo Vasena, miembros del directorio y una delegación de la Asociación Nacional del Trabajo, encabezada por el presidente de la Bolsa de Comercio.

Hacia las 15:00 llegó el recién designado jefe de policía y militante de la UCR, Elpidio González, quien intentó calmar a los huelguistas, que reaccionaron incendiando el vehículo en que viajaba. Llegaron más de 100 bomberos armados, reforzados por policías y un piquete de soldados de infantería con una ametralladora. Ocurrió una batalla campal hasta la noche.


Yrigoyen dispuso el acuartelamiento de todas las fuerzas de seguridad y el Ejército. Los obreros quedaron con el control de la calle.

La huelga se había extendido a Rosario, Santa Fe, Mar del Plata, Bahía Blanca y el noroeste de la provincia de Buenos Aires. Ciudad de Buenos Aires estaba aislada del resto del país por el paro ferroviario y de la Asociación Obrera Marítima.

Yrigoyen citó a Vasena (Leopoldo Melo era abogado de la empresa y dirigente de la UCR) y le reclamó aceptar los reclamos sindicales.

La FORA del IX Congreso (Federación Obrera Regional Argentina) aceptó las concesiones patronales. Pero la FORA V interpretó que había comenzado la revolución y mantuvo la huelga.

El general Luis J. Dellepiane, comandante de la división con asiento en Campo de Mayo, ocupó la ciudad, y anunció a los periodistas su objetivo: “emplazar la artillería en la plaza del Congreso y atronar con los cañones toda la ciudad’”. Según el cronista del diario La Nación también prometió: “Hacer un escarmiento que se recordará durante 50 años”.

El 11/01/1919, Yrigoyen llegó a un acuerdo con la FORA IX para liberar a los presos que sumaban más de 2.000, un aumento salarial de entre 20% y 40%, según las categorías, una jornada laboral de 9 horas y la reincorporación de todos los huelguistas despedidos.

Entonces, las autoridades de la FORA y del Partido Socialista resolvieron la vuelta al trabajo.

El general Dellepiane, recibió el martes 14/01/1919, por separado, a las conducciones de ambas FORA y aceptó sus condiciones para volver al trabajo que incluían “la supresión de la ostentación de fuerza por las autoridades” y el “respeto del derecho de reunión”.

Pero la Liga Patriótica decidió saquear la sede del diario La Protesta.

La rebelión duró 1 semana, del 7 al 14 de enero de 1919.

¿Cuántas murieron? El escritor Diego Abad de Santillán afirma 1.500 muertos y 5.999 heridos.

Pero, en general, se afirma que fueron 700 muertos.

Sí hubo 55.000 prontuariados, con la accesoria, para muchos, de una quincena de confinamiento en la isla Martín García.

En su libro "La Semana Trágica", el comisario A. Romariz (quien en aquellos días era oficial de la seccional 34ta. de La Boca), afirmó que los cadáveres eran rápidamente incinerados por indicación del general Dellepiane, y él lo comprobó en la Morgue, cuando acudió a reclamar el cuerpo de un suboficial. “Entretenga a la viuda hasta que se olvide”, le dijo el funcionario que lo atendió.

Los judíos

El 'establishment' argentino ya tenía suficiente con los radicales gobernando vía Yrigoyen... no podía digerir más reformas. Además, aquel 'establishment' era tan bruto como el actual 'establishment', y confundía judíos con rusos (en el argot popular "rusito" quedó como judío).

El antisemitismo estaba muy arraigado en la clase alta argentina. En 1890 el diario La Nación publicó una novela antisemita ("La bolsa de Julián Martel"); en enero de 1888, Domingo Faustino Sarmiento publicó varios artículos antijudíos en El Nacional; el diario La Prensa manifestó su oposición a que los judíos formaran comunas agrarias en Entre Ríos y Santa Fe; el 15/05/1910, la Sociedad Sportiva Argentina, conducida por el barón Antonio de Demarchi, asaltó las sedes del Avangard -periódico del Bund, agrupación obrera socialista judía-, y la “Biblioteca Rusa”, para quemar sus libros en Plaza Congreso.


En 1919, en Rusia ya gobernaban los bolcheviques. Entre 1906 y 1912 la inmigración judía desde Rusia y otros países de Europa Oriental hacia la Argentina había aumentado hasta 13.000 inmigrantes por año.

Gran parte de aquella inmigración eran trabajadores manuales urbanos, muchos sastres, cuentapropistas, carpinteros y albañiles. El origen de los inmigrante fue rápidamente relacionado con las novedades sociales que ocurrían en Europa, el sindicalismo y los movimientos obreros.

En aquellos días fue detenido un joven periodista judío, Pedro Wald, que trabajaba en el diario Di Presse y también era carpintero. Lo acusaron de que iba a convertirse en el presidente del Soviet argentino, y lo torturaron en la Comisaría 7ma. (Lavalle, entre Paso y Pueyrredón).

10 años después, en "Koshmar" (Pesadilla, en ídish), relató: “Salvajes eran las manifestaciones de los ‘niños bien’ de la Liga Patriótica, que marchaban pidiendo la muerte de los maximalistas, los judíos y demás extranjeros. Refinados, sádicos, torturaban y programaban orgías. Un judío fue detenido y luego de los primeros golpes comenzó a brotar un chorro de sangre de su boca. Acto seguido le ordenaron cantar el Himno Nacional y, como no lo sabía porque recién había llegado al país, lo liquidaron en el acto. No seleccionaban: pegaban y mataban a todos los barbudos que parecían judíos y encontraban a mano. Así pescaron un transeúnte: ‘Gritá que sos un maximalista’. ‘No lo soy’, suplicó. Un minuto después yacía tendido en el suelo en el charco de su propia sangre”.


Esquina del centro porteño en enero de 1919, la Semana Trágica.

Herman Schiller, cofundador del periódico Nueva Presencia, contó que José Mendelsohn, joven periodista, testimonió en Di Idishe Tzaitung (10/01/1919):

“Pamplinas son todos los pogroms europeos al lado de lo que hicieron con ancianos judíos en la calle, en las comisarías 7ª y 9ª y en el Departamento de Policía. Jinetes arrastraban a viejos judíos desnudos por las calles de Buenos Aires. Les tiraban de las barbas, de sus grises y encanecidas barbas, y cuando ya no podían correr al ritmo de los caballos, su piel se desgarraba raspando contra los adoquines, mientras los sables y los látigos de los hombres de a caballo caían y golpeaban intermitentemente sobre sus cuerpos (…). Pegaban y pegaban espaciosamente y torturaban metódicamente para que no desfallecieran las últimas fuerzas, para que no se prolongaran sin fin los sufrimientos. Cincuenta hombres, ante el cansancio de azotar, se alternaban para cada prisionero, en tanto que la ejecución proseguía desde la mañana hasta pasado el mediodía, desde el atardecer hasta la noche y desde la noche hasta que despuntaba el día. Con fósforos quemaban las rodillas de los arrestados, mientras atravesaban con alfileres sus heridas abiertas y sus carnes emblandecidas (…). En la comisaría 7ª, los soldados, vigilantes y jueces encerraban en los baños a los presos (en su mayoría judíos) para orinarles en la boca. Los torturadores gritaban: viva la patria, mueran los maximalistas y todos los extranjeros”.

Pero los judíos se dividieron: La Congregación Israelita (sector religioso conservador de origen alemán), tomó distancias de los judíos socialistas y judíos anarquistas.

Abundaron las persecuciones en los barrios de Once y Villa Crespo, contra los "rusos" o sea los judíos.

Al grito de "mueran los judíos" fueron asesinados más de 100 judíos y judías, otros cientos fueron heridos y violadas, así como bienes y libros quemados.

Epílogo

El 19/01/1919, ya concluida la huelga y enterrados los cadáveres, la Liga Patriótica Argentina se constituyó oficialmente, bajo el lema "Patria y Orden". Prometió luchar "Contra los indiferentes, los anormales, los envidiosos y haraganes; contra los inmorales, los agitadores sin oficio y los energúmenos sin ideas. Contra toda esa runfla sin Dios, Patria, ni Ley, la Liga Patriótica Argentina levanta su lábaro de Patria y Orden... No pertenecen a la Liga los cobardes y los tristes".

La Liga Patriótica continuó reuniéndose regularmente con más de 9.800 miembros. Poco más de 1 año más tarde, en noviembre de 1920, comenzó la huelga general de peones rurales en la provincia de Santa Cruz, que derivó en la "Patagonia Rebelde", con 1.500 trabajadores asesinados y 1.000 detenidos.