A 90 días de las elecciones, Alemania sigue sin formar gobierno




Hace 90 días los alemanes emitieron su voto. La gran coalición de conservadores y socialdemócratas resultaba muy golpeada obteniendo ambos los peores resultados de su historia. Las urnas le quitaban apoyo a los partidos mayoritarios y la relación de fuerzas cambiaba, especialmente a raíz de la irrupción de la nueva ultraderecha alemana.

En este contexto comenzó una negociación que parece no tener fin. La primera opción fue un tripartito entre conservadores, liberales y verdes, la famosa coalición Jamaica. Esta constelación que para muchos era solo una cuestión de tiempo fracasó rotundamente y obligó a todos los actores políticos a reposicionarse. Incluso a la socialdemocracia que había anunciado su intención de liderar la oposición.

Todo ha cambiado en estos 90 días excepto una cosa: Alemania sigue sin nuevo gobierno.


No habrá tripartito en Alemania. Al menos por ahora. El jefe del partido liberal (FDP) Christian Lindner anunció que se levantaban de la mesa de negociación luego de cinco semanas de deliberaciones entre los verdes, los conservadores (CDU y CSU) de la canciller Angela Merkel y naturalmente los liberales.

Se cayó la Jamaika-Koalition y solo quedan tres alternativas: 1- que los socialdemócratas decidan revisar su decisión de ir a la oposición y se sienten a negociar una nueva gran coalición; 2- que Merkel decida gobernar en minoría, algo inédito en la historia de la República Federal Alemana; o 3- que el presidente Steinmeier disuelva el parlamento y llame a nuevos comicios para marzo o abril del año próximo.

La pregunta que actualmente se hacen todos es: ¿Qué fue lo que pasó?

Este interrogante va más allá del mero interés de conocer las causas de un suceso político como este. En efecto, medios de comunicación, analistas, políticos y hasta las encuestas daban por segura la formación de este gobierno. Y de pronto, como viene pasando en otros temas políticos de relevancia, el análisis falla y se da lo supuestamente inexplicable. Brexit, Trump, AfD son ejemplos.

En este blog nos quisimos tomar el tiempo para intentar brindar una mirada más fría que evite la euforia de querer explicar un fenómeno a minutos de sucedido. Y como nuestro objetivo no es la inmediatez, nos damos el lujo de esperar.

Las tres causas principales

Es un consenso generalizado entre los periodistas que el culpable de este fracaso es el partido liberal. Está claro que fue el FDP el que abandonó la mesa de negociación. Y también es cierto que es el único de los cuatro participantes en manifestar la inexistencia de puntos de acuerdo, mientras que el resto asegura haber estado a milímetros de lograr un entendimiento. Sin embargo, sería reduccionista creer que esta es la única razón de la caída de las negociaciones y es prácticamente imposible comprobar si el acuerdo estaba más o menos cerca de ser una realidad. Es por ello que es preciso analizar el contexto para entender lo sucedido. Vayamos a la primera causa: la falta de interés real de los liberales.



“Mejor no gobernar que hacerlo mal.” Imagen del FDP tras la caída de las negociaciones. Fuente: Facebook FDP.

Si observamos el escenario preelectoral y los objetivos de campaña del FDP, nadie podía pensar que los liberales estaban seriamente interesados en gobernar. Al menos no ahora. La derrota de 2013 había pegado muy fuerte y la casi milagrosa recuperación de septiembre pasado los obligaba a ser cuidadosos con lo obtenido. La idea inicial era un trabajo de oposición frente a una nueva gran coalición que permitiese solidificar el perfil renovado de un partido todavía en recuperación.

En este sentido, la obligación de participar en el próximo gobierno tras la decisión de los socialdemócratas lo llevó a Lindner a sentarse a una mesa de la que nunca quiso ser parte.

La segunda causa, y posiblemente la más obvia pese a que hoy los medios de comunicación la ignoran olímpicamente, es la distancia ideológica entre los partidos intervinientes. Más allá de la capacidad de lograr compromisos y puntos de acuerdo, el hecho de tener objetivos diametralmente opuestos para temas de peso es un elemento imposible de soslayar.

Los verdes aceptaron la idea de un límite máximo de refugiados por año que proponían los conservadores bávaros (CSU). Y lo hicieron pese a que una de sus demandas principales en la campaña era impedir la implementación de ese límite. Esa concesión, tan dolorosa para los verdes, no podía repetirse para cada tema. Por ejemplo, para la discusión sobre la posibilidad de que los refugiados en Alemania tengan derecho a traer a sus familias, que todavía están en su país de origen. Este punto seguía siendo discutido fuertemente hasta incluso el domingo.

El tercer punto a tener en cuenta para entender este fracaso fueron los problemas partidarios internos de los conservadores producto del desastre electoral de septiembre. Y aquí hay que dividir la cuestión entre la CSU, preocupada por su desempeño electoral y por la campaña regional en Baviera del año próximo, y la CDU, cada vez más afectada por la disociación entre la figura de la canciller Merkel y la percepción social sobre la propia CDU. Pongamos el foco en la primera de ellas. Resultados de las elecciones federales 2017 en la región de Bayern. En 2013 la CSU había obtenido 49,3%. Fuente: wahl.tagesschau.de

La caída de más de 10 puntos porcentuales que sufrió la CSU en septiembre generó un terremoto interno que avivó los conflictos preexistentes. La exigencia de una renovación tomaba fuerza y los resultados de la negociación de una coalición Jamaica podrían haber traído calma. Es por ello que la CSU empleaba durante las últimas semanas un discurso tan poco conciliador: era imperioso recordarle a la tropa que podían seguir confiando en sus dirigentes. Esto planteaba posicionamientos mucho más difíciles de conciliar. Tanto verdes como liberales veían entonces cómo la CSU en lugar de fomentar el compromiso y los puntos de acuerdo, polemizaba y aprovechaba las negociaciones para apaciguar conflictos internos y regionales.

La credibilidad de la política en juego

El nuevo escenario presenta desafíos enormes para todos los partidos. Por un lado, los socialdemócratas, presionados por el presidente Steinmeier (casualmente ex miembro del SPD), reiteraron su intención de pasar a la oposición y apoyan la idea de nuevas elecciones. Sin embargo, ya comienzan a aparecer voces que se muestran en desacuerdo con la línea Martin Schulz. ¿Habrá marcha atrás y se reeditará la gran coalición?

Por otra parte, los verdes deberán ser lo suficientemente inteligentes para explicarle a su electorado que todas las promesas electorales que fueron “negociadas” en las últimas semanas vuelven a tener el calificativo de “innegociables”. ¿Caerá la credibilidad del partido verde?

Por último, los ultraderechistas de AfD tendrán la oportunidad de desligarse de algunos problemas internos, como la coexistencia en el parlamento de la ex líder de su partido, Frauke Petry.

La estabilidad política alemana pareciera ser cosa del pasado. En especial si tenemos en cuenta que todo indica que no habrá grandes variaciones en los resultados electorales en caso de repetirse la elección. Muy probablemente los candidatos serán los mismos, los discursos no cambiarán demasiado y la cantidad de escaños por partido político terminará siendo la misma. En resumen la pregunta será la misma: ¿Groko o Jamaika?. Mientras tanto nosotros nos hacemos otra: ¿Cuál será el disruptor que impida la repetición de la historia?