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Justin Trudeau, el político que siempre sigue adelante

Justin Trudeau, ha consolidado nacional e internacionalmente su "marca", que contrasta con la de la mayoría de los líderes políticos occidentales.

Es joven, atlético, practicó deportes de muy joven, le gusta bailar en público, es un apasionado de aspectos científicos como la física cuántica, es la gran imagen de referencia para los jóvenes de su país, posee un discurso feminista consolidado y… cada vez que abre la boca en público, genera un efecto viral, un efecto contagio en aquellos que lo siguen.

Trudeau se convirtió en el Primer Ministro de su país en noviembre del 2015 y así confirmó la primera dinastía familiar en el máximo cargo político del país norteamericano. Su padre Pierre había ocupado el mismo puesto entre 1968 y 1979 y una segunda gestión entre 1980 y 1984.


Mientras tanto, su abuelo, Charles-Emile Trudeau fue uno de los empresarios más poderosos de Canadá a principios del Siglo XX.
Justin Trudeau pareció cargar en el ADN su carisma, el desparpajo y la extroversión con la que brilló a lo largo de toda su campaña política. Así como su padre rompió todos los tableros en 1977, cuando fue retratado haciendo una pirueta a espaldas de la Reina Isabel, el joven integrante de un núcleo de tres hermanos llegó a realizar peleas de boxeo o incluso hacer un sexie striptease, ambos para eventos de caridad.




"En muchos aspectos, Canadá ya no es el país en el que crecí, pero cuando oigo hablar a Justin Trudeau, me recuerda de nuevo a mi Canadá. Atrevida, clara como una campana y progresista", escribió en la revista el productor ejecutivo del conocido programa de televisión "Saturday Night Live", el canadiense Lorne Michaels.


Aunque esta explicación no parece suficiente para entender por qué Trudeau es una de las personas más influyentes del mundo, más allá de ser el primer ministro de una de las principales economías del mundo, la periodista canadiense Susan Delacourt parece tener una mejor explicación de la fama nacional e internacional del político.

"El primer ministro Trudeau está pasando mucho tiempo este mes puliendo su marca en casa y en el escenario internacional", escribió la conocida periodista hace un mes en el periódico "The Toronto Star".

"Es muy evidente que este nuevo Gobierno de Trudeau está muy atento a las políticas de marca e imagen y está buscando de forma activa cobertura de alto nivel", añadió Delacourt.

Desde que ganó las elecciones, poniendo fin a casi una década de gobierno del conservador Stephen Harper, el político liberal ha ocupado la portada de revistas como "Vogue" ("El nuevo joven rostro de la política canadiense") y "QC" ("Ese nuevo tío galán y líder canadiense").

Trudeau no sólo está presente en las portadas de reconocidas revistas o en programas de televisión como el prestigioso "60 minutes" de la cadena estadounidense CBS.

Como una estrella cualquiera de Hollywood, Trudeau se acerca a la gente cuando está en eventos públicos y es famoso por no decir "no" a cualquier petición de selfie.

A la pregunta de por qué Trudeau es tan popular en todo el mundo, un internauta escribió en la popular web Quora que "porque es joven, atractivo, refleja los valores de la generación más joven e implementó unas cuantas medidas para satisfacer a las masas".

A diferencia de la mayoría de los políticos occidentales, al mandatario no le importa quitarse la chaqueta y la corbata, y a veces incluso la camisa, y mostrar sus tatuajes.

Durante su visita esta semana a Nueva York, Trudeau tuvo tiempo para acercarse al histórico gimnasio Gleason de Brooklyn, donde han entrenado boxeadores como Muhamed Ali o Mike Tyson, cambiar el traje por unos pantalones cortos y una camiseta y calzarse unos guantes para subirse al cuadrilátero e intercambiar movimientos con varios jóvenes.

Todo bajo la atenta mirada de decenas de cámaras.

Aunque en Canadá los partidos de la oposición ridiculizan las múltiples apariciones de Trudeau en los medios de comunicación y su proclividad a los selfis, para otros la popularidad del primer ministro y su accesibilidad responde a una estrategia más profunda.

El periodista Evan Solomon considera que Trudeau "ha empezado una gran operación para volver a crear la marca de Canadá en el escenario internacional como un país abierto, progresista, con más de lo que el mundo puede apreciar en la actualidad".

Y aunque algunos puedan cuestionar sus métodos, Solomon abraza ese estilo porque, "como diría cualquier embajador en Estados Unidos, captar atención para los asuntos canadienses en Estados Unidos es más difícil que vender hockey sobre hielo en Hawai".


Justin Trudeau nació para ganar. A sus 45 años, el hijo del legendario primer ministro Pierre Trudeau ha hecho de la perfección una catapulta. Querido por las masas, dueño de una mente privilegiada, enérgico, culto y seductor, el jefe del Gobierno canadiense irradia una luz visible desde cualquier punto del planeta.


Trudeau parece flotar en un nirvana de transparencia y civilidad. Un algodonoso universo donde la perspectiva progresista se cumple a rajatabla. Defiende el matrimonio homosexual, es genuinamente feminista, ama la diversidad lingüística, apoya la legalización de la marihuana, acepta por miles a los refugiados sirios…

Su perfección resulta a veces agotadora y posiblemente oculte puntos de quiebra. Pero si existen, nadie ha dado con ellos. Después de dos años de gobierno, Trudeau sigue siendo el espejo de una forma limpia de hacer política. Un hombre respetado, que ha tenido una intensa vida que él mismo ha contado al mundo en un libro que ahora se publica en España bajo el título de Todo aquello que nos une (editorial Deusto). Son 266 páginas —escritas antes de su victoria de 2015— en las que nos acerca tanto al trastorno bipolar de su madre como al divorcio de sus padres, a su trabajo de portero de discoteca e incluso al vibrante flechazo y boda con la presentadora de televisión Sophie Grégoire. Momentos fundamentales de su existencia. Detonaciones que aún reverberan en él y que describe con la llaneza propia de alguien acostumbrado a rendir cuentas.


"Trudeau tiene una tendencia a realizar comentarios genuinos en cada aparición pública, como lo hizo con lo de la computación cuántica. Eso no es esperable de la mayoría de los políticos y les da la oportunidad a los ciudadanos de sentirse atraídos por alguien que apela a reacciones y frases genuinas en un mundo donde se acostumbra a las intervenciones protocolares", detalló Cameron Ahmad, el vocero del gabinete gubernamental canadiense.

Nacido en 1971, cuando su padre era primer ministro por el Partido Liberal, Justin creció en el 24 de Sussex Drive, en Ottawa. En la residencia oficial, una mansión de piedra gris, vio desfilar a lo largo de 13 años casi ininterrumpidos a los grandes del planeta. Ronald Reagan declamándole un poema vaquero, Lady Di correteando por la puerta de atrás. Margaret Thatcher, Helmut ­Schmidt, Olof Palme… Desde los albores, el poder y sus personajes formaron parte de su osamenta educativa, aunque ninguno tanto como su padre, la figura que todo lo ata. “El ancla de mi infancia”, dice el autor.




Hijo del primer ministro Pierre Trudeu, trató de niño a Olof Palme, Lady Di, Ronald Reagan

Francófono, católico y liberal, Pierre Trudeau dio a sus tres hijos una educación privilegiada. Eran su pasión. Para atenderlos, celebraba los almuerzos ministeriales en casa. Los domingos se los llevaba a la montaña para que reverenciaran la inmensidad de Canadá. Quería que fueran los mejores. “Se esperaba de nosotros que supiéramos historia, teología católica y la base de la filosofía tan bien como sabíamos hacer un giro en paralelo sobre los esquís“.

Las exigencias paternas tuvieron su contrapeso en la madre. Margaret Joan Sinclair, 30 años menor que su marido, vivía en otro mundo. Desinhi­bida, adelantada a su tiempo y mucho más liberal que el padre, para ella la residencia oficial no era un espacio de perfeccionamiento, sino “la joya de la corona del sistema penitenciario canadiense”. El choque no tardó en llegar.

“Recuerdo los malos momentos como una sucesión de instantáneas dolorosas; yo entrando en la biblioteca y encontrarme a mi madre llorando; oírla hablar de marcharse mientras mi padre permanecía de pie frente a ella, rígido y pálido. Yo descubriendo que mi madre ya no se refería al 24 Sussex como su casa. Yo leyendo titulares de periódicos sobre la separación de mis padres”.

La ruptura en 1977 supuso un estallido nacional y doméstico. El padre se volvió más circunspecto; obtuvo la custodia, se centró en sus tres hijos. La madre inició una huida hacia adelante que la lanzó a las revistas del corazón, los brazos de grandes estrellas y las fiestas báquicas del Studio 54. Todo ocurrió en su infancia, pero ningún reproche sale por boca de Trudeau. Ni siquiera cuando le hicieron mobbing en la escuela con fotografías de su madre publicadas en una revista para adultos.



Su madre convivía en otro mundo y consideraba la residencia oficial de Otawa una prisión

Es una constante. En la descripción de su vida no hay rencor hacia nadie. Como mucho, distancia. Se ríe de sí mismo, del adolescente con acné severo, encorvado e inseguro. O de su trabajo de juventud como portero de la discoteca Rogue Wolf. “De todos los tíos que trabajaban en la puerta del Rogue Wolf, yo era el más pequeño (…), pero solía ser el primero a quien se llamaba para resolver los marrones. Lo hacían porque solía conseguir buenos resultados. Descubrí que el secreto es ser diplomático, no dejarse intimidar. Mi sensatez era mi mayor activo”.

Las anécdotas perlan la autobiografía. Y Trudeau, licenciado en Literatura Inglesa y Pedagogía, constantemente busca elevarlas. Puede ser un viaje iniciático a África o un cruce de miradas con un anciano en Daca (Bangladés). Para el primer ministro toda acción tiene un sentido. Es una lección política. Sea un fracaso o una victoria.



Trabajó como portero de discoteca en su juventud y allí aprendió la importancia de la diplomacia

En 1995 Canadá se acercó al abismo. Por solo 54.288 papeletas se escapó de la ruptura en el referéndum por la independencia de Quebec. “Cuánto hubiera cambiado nuestro país si solo 27.145 votantes a favor del no hubieran decidido apoyar a los separatistas. Es probable que no existiera Canadá. ¿Y qué mensaje habríamos ofrecido al mundo? Si incluso un país tan respetuoso con las diversidades hubiera fracasado a la hora de reconciliar sus diferencias, ¿qué esperanza habría tenido el resto del mundo de entenderse? Es una cuestión que me impulsa a seguir adelante”. Seguir adelante. Esa es la consigna de Trudeau. Quintaesencia del progresismo, lector contumaz, orador brillante y convencido de sí mismo.