LA INDIVIDUALIDAD SILENCIOSA

 

Esteban De Gori @edegori

En las redes, en el espacio público y en el universo de conversaciones cotidianas aparecen discursos que buscan erosionar viejos consensos lingüísticos. Desde las reglas civilizatorias del buen progresista, el moralismo político, hasta otros consensos sociales que construían una frontera entre aquello que se podía esgrimir y decir en público. Emergen discursos “desbocados” que ponen en juego las creencias que se han establecido pacientemente contra la desaparición de personas por parte del Estado, sobre el juzgamiento de los genocidas o sobre las legalidades que garantizan procesos jurídicos del mismo Estado de Derecho.

Estos lenguajes hablan de una subjetividad que no detesta el universo político, sino que va por él. Que se quiere hacer sentir. Es esa “individualidad silenciosa”, la que creció como deseo y contrariedad a la vera del camino kirchnerista y que un día saltó a la palestra. De la desconfianza pasó a la acción. La crisis del 2008 movilizó las pasiones políticas. Allí no se abrió una grieta sino una puerta. Esa individualidad silenciosa que caminó por el desierto cultural y por el espacio privado se instaló en las reglas discursivas y culturales que organizaban lo público y la política argentina de las últimas tres décadas. Fue detonando -al modo del trabajo minero- bajo tierra.


"Es esa 'individualidad silenciosa', la que creció como deseo y contrariedad a la vera del camino kirchnerista y que un día saltó a la palestra"



Cierto moralismo del kirchnerismo, su hiperideologicismo que alambicaba conversaciones y otras reflexiones -que de alguna manera, modificaban formas mismas de estar en la discusión- se fueron deteriorando y con ello, algunas propuestas universales y reparatorias de ese gobierno. La individualidad silenciosa fue por todo. Se parapetó frente las intervenciones y regulaciones estatales. Se lanzaron a lo público resistiendo a lo público mismo, a algunas políticas que parecían detener la promesa de ascenso que el mismo kirchnerismo había ofrecido a la sociedad. El cepo al dólar, la inflación, la situación de las estadísticas públicas ofrecieron la posibilidad y plataforma de acción para que esta individualidad se lance a hacer escuchar su voz, cuestión que comenzó a lesionar el orden kirchnerista y lo que éste representaba.


El macrismo “rescató” a esa individualidad, fue a su búsqueda, no era eso que indicamos como el “hombre común”, sino una individualidad hecha de autorreflexión, de autocentramiento en un mundo cruel e incierto. Le dio una “libra” de venganza privada para exponer en público. El macrismo empoderó esa individualidad, le otorgó entidad política. Dejaron de putear en los comentarios de las noticias de los grandes medios y expandieron esa palabra en varias instituciones y ámbitos. Parte de esa individualidad accedió al Estado. Hoy está representada en aquellos espacios de “resistencia” cultural al kirchnerismo (ministerios, secretarias, etc.).


"Se lanzaron a lo público resistiendo a lo público mismo, a algunas políticas que parecían detener la promesa de ascenso que el mismo kirchnerismo había ofrecido a la sociedad"


El kirchnerismo construyó en su camino -utilizando la explicación maquiaveliana- dos grandes deseos. Uno, organizado por una identidad fuerte y ordenadora. Con un GPS en el mundo discursivo y social. Y otro deseo que se elaboró a la vera del camino, de manera subterránea, que se vio crecer y que observó -a partir de la crisis del 2008- como el “pan de la boca” lo podía perder por la misma acción del gobierno. Este es el partido del deseo de ascenso permanente, donde sus afiliados culturales quieren estar solos pero enganchados a algo, fundamentalmente a algo que les otorgue placer y seguridad.

La cultura global y sus representaciones del mundo tienen sus vasos comunicantes con este último deseo. Lo cual, lo hace vertiginoso, variante y sometido a la necesidad de ampliar todo el tiempo consumos, expectativas y derechos. Ese “escenario del deseo” está, además, atravesado por la desigualdad (o la reivindicación de la misma) y la creencia en prácticas distantes de las instituciones tradicionales, lo cual lo hace más movedizo y escurridizo.


"el partido del deseo de ascenso permanente, donde sus afiliados culturales quieren estar solos pero enganchados a algo, fundamentalmente a algo que les otorgue placer y seguridad"


El timbreo fue el primer ejercicio de recuperación y actualización de ese deseo, de esa individualidad silenciosa. El macrismo “desdramatizó” el pedido de mano dura, de mayor seguridad y le restó sustancia a la doctrina de los derechos humanos. El tipo que rumiaba todo eso en espacios semi-públicos, o que se sentía observado por el argot kirchnerista, ha comprendió que algo se ha aflojado. El macrismo le otorgó un derecho exprés de decir cualquier cosa con bajo costo sancionatorio. Esa individualidad silenciosa adhiere al partido de Macri. Mientras el kirchnerismo te aplicaba una suerte de moralidad cívica e histórica en momentos de turbulencias generado por la crisis del 2008, el macrismo comprendió que había un deseo erosivo a rescatar y potenciar, una individualidad silenciosa. Le otorgó épica anti-modelo kirchnerista a una incorrección política que se articulaba con imaginarios contrarios a cierto bienestarismo, a las regulaciones, al universalismo de las políticas públicas y a ciertas regulaciones.

El macrismo parecía un partido invisible, vacío y un día “llenó” de representación a esta individualidad. No se vio venir, porque se creía que representaba a la “gente” y no a una manera en que se construyó cierta individualidad durante el kirchnerismo. Esa individualidad silenciosa está en ascenso y parece que tendrá un lugar central en las elecciones de octubre.

"Mientras el kirchnerismo te aplicaba una suerte de moralidad cívica e histórica en momentos de turbulencias generado por la crisis del 2008, el macrismo comprendió que había un deseo erosivo a rescatar y potenciar, una individualidad silenciosa"