Paul Auster: “Con 14 años me di cuenta de que nada era seguro, que todo puede cambiar en un instante”




Cuando Paul Auster hace acto de presencia ante los medios que le esperan en la Fundación Telefónica uno percibe instantáneamente que no es un ser de este mundo. Ataviado con ropa oscura, a juego con un aura austera — en el mejor sentido de la palabra —, se siente la extrañeza del autor por las nuevas tecnologías y las formas del mundo actual.

Tras siete años de mutismo literario, el escritor norteamericano presenta su nueva novela, ‘4,3, 2,1’, una obra extensa — 960 páginas — que narra las posibles vidas de Archie Ferguson. Auster desarrolla la obra partiendo de una cuestión vital, ¿Y si hubieras actuado de otra forma en un momento crucial de tu vida? 4, 3, 2,1 es una suerte de mosaico de aquellos que podríamos haber sido, una obra compleja que nos ha fascinado por completo y que pronto reseñaremos en la revista.

“Cuando escribí la última frase del libro recuerdo que me tumbé en el suelo. Me encontraba físicamente exhausto. Han sido más de tres años de trabajo ininterrumpido”, recuerda Auster a propósito de su proyecto literario más ambicioso, que lo ha mantenido encerrado en su casa los últimos años. Una vez terminada la obra, el autor reconoce que “ya no le pertenece más” y que pasa “a formar parte de los lectores”.

“Normalmente olvido el trayecto que he recorrido, para poder centrarme en la siguiente idea. Seguramente no vaya a escribir 1000 páginas en mis próximos proyectos, pero voy a seguir escribiendo”, subraya el autor, adelantando que ya ha comenzado su próxima obra.

Auster huye de las etiquetas que otros quieren adherirle. Reconoce que no se siente un autor postmoderno, ni creador ni conocedor de la fórmula secreta de ‘la gran novela americana’ y que además no dedica tiempo a pensar galardones ni reconocimientos. Se percibe en él una desnudez vital poco común.

En 4, 3, 2,1 el autor norteamericano trata de “acercar lo inesperado”, explicar en la medida de lo posible “cómo funciona el mundo y la forma en que las cosas suceden”. “Solo soy un narrador de historias”, dicta como sacudiéndose cualquier añadido posible.

Y aunque la novela no es autobiográfica — el protagonista comparte con Auster época y lugar de nacimiento — si hay un hecho de su vida que se ve reflejado en la obra. Cuando el escritor tenía 14 años un amigo fue alcanzado por un rayo en un campamento de verano. Él se encontraba allí, a su lado, y trató de reanimar su cuerpo sin vida.

“Este hecho ha marcado toda mi existencia, en aquel momento me di cuenta de que nada era seguro y que todo podía cambiar en un instante”, explica Auster a la prensa.

Pero hay otro instante que marcó la vida de Auster, el día que conoció a Siri Hustvedt, su mujer desde hace más de 30 años. “Decidí acudir a un evento literario, en el que ella se encontraba, y casualmente ella se encontraba con un conocido. Así la pude conocer, si no la hubiese conocido mi universo se habría transformado por completo”, reconoce.

Auster ve con claridad la importancia de los eventos cruciales de nuestra vida y la capacidad que tienen de transformar nuestros futuros. En 4, 3, 2,1 el autor es la deidad que conoce las posibles vidas del protagonista, todas distintas, ninguna carente de problemas asociados y decisiones que se adhieren a la personalidad.

Pero no solo es una novela magna sobre la levedad de nuestra propia existencia, también es — al igual que otras obras de Auster — un retrato de la inmigración en Estados Unidos.

“En Estados Unidos todos somos inmigrantes excepto los indios nativos, somos una nación inventada. Estados Unidos, en esencia, es inclusivo. Todos caben y se convierten en parte de América”, reflexiona Auster. Pero también reconoce que “existen momentos trágicos” como “la masacre de los indígenas y la esclavitud” un “veneno” en el sistema que no han sabido resolver aún.

Tampoco elude hablar de la situación que vive su país, reconociendo que se siente “enfadado y frustrado” sobre todo con “millones de votantes de Donald Trump”, un presidente al que “no recomendaría ningún libro” porque duda que haya abierto alguno en su vida.

Auster es un conocedor de su tiempo aunque no comparta sus formas, un taumaturgo de la palabra experto en lo inesperado. Raro para este mundo, sí, con su máquina de escribir y desconocedor de las redes sociales, pero de obligada lectura, especialmente, para aquellos que nos encontramos inmersos en la vorágine de nuestros días. Porque leer a Paul Auster siempre es volver a la esencia que nos falta.