Los ojos de Sergio Massa




Por Marcelo Mosenson *

A uno de mis films documentales lo intitulé, Nadie se parece tanto a si mismo como cuando intenta ser distinto. Allí tuve la oportunidad de grabar durante un año las clases de un grupo de principiantes del ya fallecido director teatral y maestro de actores, Carlos Gandolfo.

La personalidad de uno se pone en evidencia, de no ser un profesional talentoso de la actuación, ni bien intentamos mostrarnos diferentes a lo que habitualmente somos. Para una personalidad tímida e introvertida hacer de payaso lo pone aún más en evidencia que de no intentarlo.

Los políticos, son actores que a su vez deben actuar de si mismos, recreando una personalidad cuyo objetivo es vender su imagen y discurso a cambio de votos, de la manera más auténtica posible.

Cuando observo a Sergio Massa veo a un joven, inteligente y audaz hombre que se esmera por vendernos mesura y pragmatismo. Todos su gestos, entonaciones, pausas, modo de vestir y prolijo corte de pelo tienen como finalidad percibirle como a un ser de buen temple, dispuesto a superar los obstáculos más que a confrontarlos.

Barack Obama sería el mejor y más talentoso referente de esta clase de actor político. Una suerte de Marlon Brando de la política en donde su personaje mesurado que irradia templanza hace que cualquier cosa que diga uno se sienta atraído por verle y escucharle.

El arte de la autenticidad poco o nada tiene que ver con la mentira o la sinceridad. Brando, posiblemente uno de los mejores actores que hayan existido, nos hacía creer sus personajes como si fueran reales. Incluso mentía en el arte mismo de la actuación, creando momentos de suma tensión dramática, cuando debía tomarse el tiempo de buscar sus tarjetas escondidas a lo largo y ancho del decorado con parte de los diálogos que no había logrado memorizar.

La autenticidad no tiene que ver necesariamente con la honestidad y sinceridad.

Los ojos oscuros e inexpresivos de Sergio Massa, su mirada desconectada respecto del resto de su gestualidad expresan, a pesar suyo, su voluntad de esconder, de no ser leído en sus sentimientos, más allá de su ostensible sentido discurso.

Sus calculadas pausas cada vez que recibe una crítica o pregunta incómoda, ponen en evidencia su malestar. Como si hubiera aprendido o le hubieran enseñado que frente a una ofensa uno debe hacer lo imposible por no salir de su eje, confirmando aquello que el que se enoja pierde.

Por otra parte, en la era de la imagen, la tendencia de la cámara a exagerar cada movimiento, una de las características más importante de un actor político es la de expresar una sinceridad relajada.

Ronald Reagan, por ejemplo, desarmaba a sus oponentes mediante nunca mostrar cualquier conflicto interno respecto de la verdad que estuviera expresando.

Es habitual verlo a Sergio Massa subir las cejas y fruncir el ceño en señal de preocupación y empatía para quienes sufren, como un médico que sabe escuchar a su paciente antes de recetarle una receta.

Mientras que la ocurrencia de su asimétrica media sonrisa cada vez que lo atacan, pareciera ser todo lo que pueda permitirse frente a una fuerte agresión, como cuando por ejemplo, durante una nota televisiva lo confrontan con un audio en donde Cristina Kirchner lo defenestra, opta por sonreír en lugar de reaccionar a la agresión de su antigua jefa y aliada.

A su vez, su esfuerzo por mostrarse de manera joven y formal mediante el vestir una calculada ausencia de corbata, y camisa de traje, contrastan con su forma menos elegante de sentarse con las piernas algo demasiado abiertas, y su postura levemente encorvada hacia adelante.

Su tono de voz intenta comunicar sorpresa en lugar de indignación, y pedagogía en lugar de crítica, como un consultor de empresa que se esmera por ayudar a una compañía en crisis desde una mirada exterior y ajena a ella. La excepción es cuando se hablan de los logros que supo conseguir en el partido de Tigre bajo su gestión.

Finalmente, los saltos sobreadaptados de su lenguaje ponen de manifiesto que desea ser bien recibido y percibido por cada grupo social como alguien que habla su mismo idioma. Difícilmente se refiera a un trabajador como tal, sino a un laburante. De la misma manera que no habla de dinero sino del mango.

Al asumir una personalidad o varias diferentes de la suya, Massa intenta comunicarse mayoritariamente con la clase media trabajadora y media argentina.

Su persona inspira, voluntariamente o no, cierto miedo. Como si todo su ser pudiera explotar contra el otro de presentarse la oportunidad. Lo cual pueda ser funcional a su status de presidenciable. Como dice Arthur Miller, “un hombre que actúa de presidente debe detentar un cierto elemento de peligrosidad. Es esta misma peligrosidad la que a la vez les permite a los presidentes mostrarse como hombres capaces de perdonar.”

La autenticidad como la sinceridad no debe buscarse sólo en lo que se dice y se actúa. Como bien enseñaba Carlos Gandolfo, a la hora de subir a un escenario es importante no sólo pensar en lo que hace el personaje, sino a su vez, en lo que éste evita.

Ya lo decía Alfred Adler, psicoterapeuta austriaco, autor de la célebre obra, El Carácter Neurótico. Fíjate sólo de los hechos. La vida sucede en los hechos, no en las palabras.

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Marcelo Mosenson

Marcelo Mosenson estudió cine y fotografía en París. Becario Fulbright obtiene un Masters en comunicación y medios en The New School University, NYC.