Marine Le Pen corre a Macron por izquierda con un discurso anticapitalista


La candidata ultraderechista se declara "enemiga de las finanzas" y arremete contra su rival, Emmanuel Macron.

El fundador del Frente Nacional pide el voto para su hija en un deslucido acto



A Marine Le Pen ya solo le falta enarbolar la bandera roja. La candidata de la ultraderecha se ha volcado hacia la izquierda en los últimos días de campaña. Se declara "enemiga de las finanzas" y "del dinero insensible", promete mejorar los derechos sociales de los trabajadores y sigue martilleando sobre su rival, Emmanuel Macron, al que califica de "negación de la democracia". El Frente Nacional ofreció ayer sus dos caras: la del viejo Jean-Marie Le Pen, decrépito y apegado al antisemitismo y la homofobia, y la de Marine Le Pen, transformada en reina del populismo.

Jean-Marie Le Pen quiso celebrar el rito anual que él mismo instituyó hace casi 30 años: ofrenda ante el monumento a Juana de Arco y arenga incendiaria. Esta vez, sin embargo, la arenga se quedó en casi nada. A las dificultades físicas de Le Pen, un hombre de 88 años con la voz titubeante, la vista mermada y una grave sordera, se sumó un fallo técnico en su micrófono. El sonido se apagó y la escasa audiencia, unas 300 personas no demasiado jóvenes, empezó a disgregarse con Le Pen todavía en el estrado. Fue una reunión triste, quizá sintomática del cambio que se ha registrado en el Frente Nacional. Marine Le Pen, que ya no habla nunca del Frente Nacional, logró que ningún dirigente arropara a su padre y evitó toda referencia al acto en el mitin que celebró horas después.

El padre pidió el voto para su hija, "una hija de Francia". Pero también hizo lo posible por mortificarla. Hace unos días comentó que el homenaje oficial al policía asesinado en los Campos Elíseos el día 20 había sido en realidad "un homenaje a la homosexualidad". Fue una patada a los esfuerzos de Marine Le Pen por sacudirse la imagen de machismo rancio que arrastra su partido. Ayer, Jean-Marie Le Pen bromeó con "las visitas de Emmanuel Macron a los cementerios, que pueden ser de mal augurio". Se refería a los homenajes de Macron a las víctimas del Holocausto y a Brahim Bouarram, el joven marroquí al que el 1 de mayo de 1995 unos matones de ultraderecha asesinaron, arrojándolo al Sena, durante una celebración del Frente Nacional.El viejo Le Pen hace lo posible por mantener viva la tradición antisemita y xenófoba del partido que fundó.

Paralelamente, Marine Le Pen hace todo lo que puede para disimular que es la presidenta (de baja hasta el final de la campaña) del Frente Nacional. Aunque su público alcance el punto de ebullición cuando habla de "cuotas para inmigrantes", "cierre de fronteras", "proteccionismo" y "tolerancia cero" contra el terrorismo y la delincuencia común, la candidata, consciente de que los suyos van a votarla de todas formas, tiende los brazos hacia el electorado de la derecha clásica y católica y hacia el electorado de la izquierda populista. El resultado es una contorsión casi grotesca, una mezcla de tradicionalismo católico y chavismo que, de momento, carece de efecto en los sondeos. Le Pen sigue muy atrás. Su gran esperanza consiste en que el domingo la abstención sea muy alta, y para ello prodiga los ataques a Macron. Si ella no gana votos, al menos que los pierda su rival.

"Hoy, el enemigo de los franceses sigue siendo el mundo de la finanza", dijo en su mitin, celebrado en Villepinte, en pleno corazón de la banlieue parisina, para demostrar que la antigua zona roja es ya también su territorio. "Esta vez", siguió, el mundo de la finanza "tiene un nombre, un rostro, un partido y un candidato, Emmanuel Macron". Se presentó a sí misma como "la candidata de los franceses que se levantan temprano", copiando una popular frase de Nicolas Sarkozy, y calificó a Macron de "falso yerno ideal", "negación de la democracia", "enemigo de los derechos de los trabajadores", "aliado de los islamistas" e "hijo de François Hollande".

Marine Le Pen pronosticó que Emmanuel Macron engrosaría, desde el domingo, la lista de "los presidentes por derecho divino, como Alain Juppé, al que consideraban imbatible, y François Fillon, que se sentía ya designado al día siguiente de las primarias" de la derecha. Según ella, Macron estaba condenado a desempeñar el papel de Hillary Clinton. En un sistema electoral como el estadounidense, con compromisarios estatales, quizá Marine Le Pen podría repetir el éxito de Donald Trump. Pero Clinton obtuvo muchos más votos en total, y, en Francia solo cuenta el total de votos. Pese a la eficacia de su campaña, a la rabia con que ataca a Macron y a su talento oratorio, Marine Le Pen sigue siendo odiada por la mayoría de los electores.

Abrió el mitin el gaullista antieuropeo Nicolas Dupont-Aignan, el nuevo aliado e hipotético primer ministro de Marine Le Pen. Dupont-Aignan encarna la ruptura del cerco que hasta ahora separaba al Frente Nacional del resto de las fuerzas políticas y permite a la candidata hablar, con evidente exageración, de "la gran alianza patriótica" formada en torno a su figura. El aliado de Le Pen, que no llegó al 5% de los votos en la primera vuelta, se permitió criticar a "los pequeños fascistas izquierdistas del pensamiento único", sin tener en cuenta que para una parte de su audiencia el término "fascista" no constituía un insulto, sino lo contrario.

Cuando se celebró el mitin no se habían registrado aún los incidentes que dejaron varios policías heridos, uno de ellos con quemaduras graves. La maquinaria propagandística de Le Pen en las redes sociales se encargó de capitalizar el suceso, describiendo una Francia en manos de incontrolados y al borde de la guerra civil. La violencia del grupúsculo anarquista que atacó a la policía durante la manifestación sindical podría jugar a favor de una candidata cuyo primer lema electoral fue "Poner Francia en orden", que cuenta con muchos votantes entre la policía y los gendarmes (uno de cada dos, según los sondeos) y que promete más cárceles, leyes más duras y "la eliminación de la chusma".