Google frente a Microsoft y Apple: a la conquista de las escuelas


Ambas luchan por recuperar el nicho educativo


Steve Jobs le vendió una computadora al Rey emérito, Juan Carlos I. Es una de las anécdotas preferidas de Silicon Valley, lo que te suelen contestar cuando dices de dónde eres o cuando se quiere remarcar la capacidad persuasiva del creador de Apple. Los que cuentan la anécdota saben poco más de la monarquía, pero sí lo que significó la visión de Jobs para la informática doméstica. Él hizo que la industria pensara en las personas y en el uso cotidiano que darían a esas máquinas. Él supo encontrar utilidad a su potencia. Le puso ratón, un sistema de ventanas que después clonó Windows e hizo que crear fuese cuestión de arrastrar, soltar, teclear y hacer unos cuantos clics...

Nadie como Steve Jobs era capaz de explicar todo lo que se podía hacer con uno de sus ordenadores. Desde guardar las recetas de cocina a llevar la contabilidad de casa o imprimir los deberes. Esto último ha sido uno de los grandes graneros de Apple, la escuela.

En los peores tiempos de Apple hubo dos nichos que se mantuvieron fieles a la manzana: el mundo educativo y los diseñadores. Resulta lógico. Una de sus señas de identidad era y es el cuidado por el detalle, la facilidad para presentar algo bien y, sobre todo, la sencillez de uso. Ningún aparato de Apple viene con manual. Consideran que es tan simple que no hace falta explicarlo.

El Rey computerizado Steve Jobs presenta Next


Walter Isaacson, el biógrafo de Steve Jobs, lo detalla en su libro de 2011. En octubre del año 1987, los Reyes fueron invitados a la mansión de los Getty. Ross Perot ya había vendido EDS y acababa de apostar por NeXT, la segunda aventura de Jobs tras su salida de Apple. Invirtió 20 millones de dólares a cambio del 16% de la empresa. Perot los presentó y surgió, en sus propias palabras, una conversación eléctrica que terminó con un papel firmado por el monarca para que uno de sus aparatos llegase a La Zarzuela. El visionario acaba de volver a hacerlo.

Entrar en la escuela es, para cualquier marca, para cualquier sistema operativo, una conquista rentable. Fideliza a usuarios, adapta a una forma de pensar y permite vender complementos como pocas líneas de negocio.

El martes, Microsoft desveló una nueva versión de Windows 10, pensada para usar en el ámbito educativo. La intención de los de Seattle es competir con los Chromebooks, la joya inesperada de Google que, de manera sigilosa, ha entrado de los colegios más modestos de Estados Unidos y en gran parte del sistema educativo en Asia.

El Chromebook apareció en 2011 como una máquina de bajo coste, apenas poco más de 200 dólares en su versión más modesta, con un solo programa, el navegador Chrome. Así es como Google entendía el ordenador de los nuevos tiempos. El móvil o la tableta eran más sofisticados, con su cámara, su GPS, sus programas dedicados a diferentes tareas. El ordenador no era más que un teclado, apenas una ampliación de memoria de almacenamiento y la pantalla (táctil solo en su gama alta). La clave estaba en eso, en que todo comenzaba y terminaba en Google: búsquedas, correo con Gmail y creación de documentos con Google Docs sin tener que pagar más. La jugada maestra se completaba con la creación del perfil. Cada máquina tiene asociada una cuenta de Google, una cuenta que al estar hecha en el entorno educativo ofrece espacio de almacenamiento adicional, es gratis y, lo más importante, no cuestiona que quien está accediendo por primera vez al universo del buscador con un patrón de comportamiento que se seguirá de manera fiel durante el resto de la vida activa de la cuenta es menor de edad.

Según Futuresource Consulting, en 2016, el 58% de los ordenadores de los centros de educación primaria y secundaria de Estados Unidos usan el sistema operativo Chrome. En 2013, Apple presumía de que el 50% de los portátiles o tabletas en ese mismo segmento llevaban una manzana. El ordenador más barato de este línea cuesta 149 dólares. Es casi la mitad que el más modesto de los iPads, la tableta de Apple, que promociona como el mejor compañero para los estudiantes por 299 dólares.
El último Surface de Microsoft para volver a la escuela.


Mientras que Microsoft y Apple ofrecían sus modelos de una gama anterior con precio rebajado a las escuelas, Google trajo un soplo de aire fresco. Era un concepto nuevo, en el que no hacía falta instalar software adicional ni complejos sistemas de permisos. Todo estaba al alcance del maestro y solo hacía falta conexión a internet.

El Chromebook, a su vez, le ha servido a Google para hacer amigos. No solo se benefician ellos, con la explotación publicitaria de los perfiles, sino los que fabrican sus aparatos. Como Samsung o Acer.

Microsoft acaba de mover ficha con un modelo de Surface, cuyo precio comienza en 189 dólares, en el que han metido un caballo de Troya para ganarse la confianza de los chavales, Minecraft, un juego de construcción que promueve la creatividad, una auténtica adicción.

Google no parece preocupado por el mercado interior, donde domina. Piensa ya en replicar esta estrategia más allá de sus fronteras, donde un 23% del mercado móvil y portátil combinado, sumando Android y Chrome, representa el 23% del total, según Futuresource.

No les hace falta cerrar grandes acuerdos con distribuidores ni con centros escolares, comunidades o políticos. Les bastan los números, por el precio y la escasa obsolescencia del producto, y lo que tanto ha servido a Apple para ser quien es, facilidad de uso: solo un navegador. Ni más ni menos.