La consolidación de la #marcapolítica PRO y la expiración de la #marcapoítica UCR





Por Rubén Weinsteiner

La estrepitosa derrota de Losteau, la apuesta radical en CABA y la ausencia de radicales en provincia, hablan de la insignificancia y caducidad radical. Macri ya no los necesita, lo que le de es demasiado. La UCR ha dejado de existir como dispositivo de poder, su lugar se remitirá a el de  un museo.


Hasta 2015 la UCR era el único partido que por despliegue territorial, podía construir una candidatura presidencial fuera del peronismo.


Antes de la reforma del 94, en el sistema de Colegio Electoral que preservaba algún rasgo de federalismo, Catamarca asignaba electores para el Colegio, hoy con el sistema de distrito único Catamarca es en peso electoral, la décima parte de la Matanza y la séptima de Lomas de Zamora. Para que haría un gobierno obra en Catamarca, si la puede hacer en Lomas, salvo para conseguir algún voto en el Senado, último resabio del federalismo.



Para ganar a nivel nacional, hay que pujar por los 38 de cada 100 votos nacionales que se construyen en la provincia de Buenos Aires, los 10 de cada 100 en Córdoba, 9 de cada 100 en Santa Fé, 8,7 en Caba, 4 en Mendoza, 2,3 en Corrientes y así.

Vocación de poder

La UCR de Balbín no tenía vocación de poder. Balbín no quería ser presidente. Los radicales estaban muy cómodos con ese 25%, que los convertía en fiscales de la nación, les daba margen de maniobra político, cargos, intendencias, gobernaciones, y para algunos, negocios.


Alfonsín tuvo vocación de poder, fue presidente, quizás contrariando la visión organizacional de su partido, subido a la etapa histórica que le tocó transitar.





En 2015 la UCR con de Ernesto Sanz, pareció volver a las fuentes de la zona de confort. Sanz nunca tuvo ninguna posibilidad de ser presidente, en un partido que era el único que por afuera del peronismo podía construir una candidatura presidencial.



Pero como los radicales se acostumbraron a consumir poder pero no a producir poder. Sanz leyó el mapa y se dio cuenta que sus votantes lo votarían a Macri, con lo cuál se apuro a vender el auto que aún se veía entero pero que estaba fundido.



Y a ese acuerdo llegó con liderazgos administrativos eficientes como los de Morales y Sanz, cuya su capacidad de ordenamiento administrativo es inversamente proporcional a su carisma y tracción de votos. Sanz pierde hasta en sus pagos de San Rafael y Morales ganó ajustadamente llevando las boletas de Macri, Massa y Stolbizer a presidente.



Sanz definió el acuerdo de Gualeguaychú, como un acuerdo “pre-político”, es decir un acuerdo que tenía como fin ganarle al peronismo, pero que reconocía diferencias de fondo con el macrismo. Morales, paradójicamente se oponía abiertamente al acuerdo con Macri.





La promesa de la marca política

La marca política es un dispositivo disparador de significados a la mente de los votantes, que se articulan en una promesa de marca que les da sentido.



La promesa de la marca política, es lo que ésta comunica que hará por sus votantes. O, dicho de otro modo, lo que sus votantes perciben que pueden esperar de ella.

Esa promesa debe ser relevante para los votantes y diferente a las de los competidores. Esa diferencia, debe ser visible y notable para los diferentes segmentos, interpelados por la marca política.



La promesa de la marca política Macri, planteaba evitar la continuidad del kirchnerismo en el poder.

La Promesa de la marca politica Macri, es la garantía de que el kirchnerismo no sea gobierno.

El rechazo al kirchnerismo y el miedo a la vuelta de Cristina es clave en la actual adhesión al PRO.

Cuál es el voto macrista puro? Sin duda el de las PASO. Ante todas las opciones ese 24 % que optó por Macri es un voto duro, con una lealtad intensa.


A ese voto duro de las PASO, debemos sumarle los casi 10 puntos que se incorporaron en la primera vuelta, heredados de Sanz y Carrió. Ese 34% es la base que se sostiene sólida apoyando sin fisuras al macrismo. Pero de los casi 9 puntos que obtuvieron Sanz y Carrió, los de Sanz pasaron a las arcas del macrismo, no así los de Carrió.



En todo caso la promesa de la marca política Macri de ser el garante del no retorno del kirchnerismo, es la motivación más importante para los votantes de Cambiemos. El macrismo lo sabe, y cada vez que los problemas se agravan recurre a esa promesa. Pero el garante de esa promesa es Macri y no Sanz, no por ideología sino por competitividad electoral. La marca política Macri fue creciendo en la misma medida que se extinguía la UCR como marca política, y la dependencia del despliegue territorial del radicalismo, esa capilaridad, sin la cual, Macri, se hubiera bajado como en 2003, 2007 o 2011, se va diluyendo.


La expiración radical

Hoy Macri se apropió de ese voto radical blando, es decir Macri no los necesita, porque los votantes radicales lo van a votar igual, a el y a sus candidatos. Nadie que haya votado a Cambiemos, va a votar a Sanz o a Morales, pudiendo votar a Macri o a Vidal.

El apuro de Sanz por arreglar con Macri, se explica en el hecho que la UCR perdió su reason why electoral, uno de sus principales activos.

Para algunos segmentos del voto radical que hoy relegó a manos del PRO, si uno nacía en Córdoba como Aguad, o en Formosa como Buryaile, o como Costa en Santa Cruz, no es que se hacía radical por ser este “el partido de los desposeídos” como plantea su carta orgánica, o por el carácter nacional de Yrigoyen, o el progresismo de Alfonsín. Se hacía radical por que era la manera más eficiente de ser antiperonista.



Para los sectores medios que rechazan al peronismo, por izquierda, por derecha o por arriba, el radicalismo perdió su razón de ser. Hoy esas personas votan a Macri. La capilaridad territorial está mutando y lo que era del radicalismo se va pintando de amarillo.

El radicalismo tiene dirigentes de 60, los de 40 se hicieron k o macristas, los de 20 ya son macristas.

Los votantes que hasta 2015 se definieron como radicales de 60, 40 y 20 ya son macristas, salvo algunos dirigentes aislados en el territorio que numéricamente no pueden pujar por ninguna concesión por parte del macrismo.

Y es que el macrismo cada vez los necesita menos. Lo que se vio en el armado del gabinete, hoy está mucho más definido.

El radicalismo para Macri se va transformando en ese abuelo al que visitamos los domingos y nos cuenta historias del pasado, pero que no comparte nuestro día a día y menos nuestros negocios, en todo caso le podemos tirar algo para que termine sus días dignamente y comprometernos a pagar su funeral.



Rubén Weinsteiner