Marcuse, #VotoJoven y #MarcasPolíticas que acumulan promoviendo el disenso formal activo





Rubén Weinsteiner


"El hecho de que la mayoría de la población acepte

–y sea obligada a aceptar- esta sociedad,

no la hace menos irracional ni menos reprobable"

Herbert Marcuse



“Seamos realistas pidamos lo imposible” fue el slogan de Herbert Marcuse que hicieron suyos los jóvenes del mayo francés.



Estos jóvenes que se lanzaban a la calle no lo hacían ya tanto por mejorar su propia situación objetiva, no eran pobres, tenían un novel de vida de medio para arriba, sino que el foco estaba en introducir cambios profundos en la organización general de la sociedad y la política. Se trataba además en gran medida, como observaría Raymond Aron, de "hijos de papá tocados por la gracia", de estudiantes inquietos de las clases medias en ascenso que no se daban por satisfechos con el "represivo" orden de sus padres. Frente al crecimiento puramente cuantitativo y el despilfarro de la "sociedad opulenta" (Galbraith) reclamaron una nueva e imprescindible valoración de los elementos cualitativos que estaban siendo negados por un sistema únicamente atento al beneficio y la "productividad". El enemigo a enfrentar era la autoridad, una autoridad a la que había que oponerse casi por principio para liberar lo obturado; aquello que ansiamos pero que se nos impide imaginar como realizable (Marcuse). De ahí que su slogan de seamos realistas, pidamos lo imposible acabara siendo literalmente cierto.



Jürgen Habermas calificó a Herbert Marcuse como “el filósofo de la rebelión juvenil”



La rebelión, la contestación, la demanda de cambios, la búsqueda de la autenticidad, y la lucha contra poderes grandes con final abierto, son ejes constructivos claves de la adhesión de los segmentos jóvenes.

Marcuse modeló esa rebelión de la que hablaba Habermas, sobre un formato de contestación positiva, imponiendo el cambio como condición homeostática indispensable, dentro del sistema y con sus reglas, aspirando a sustituirlas y legitimando demandas que el sistema no reconocía.



Roberto Brito Lemus plantea que la juventud, comienza cuando se desarrolla la capacidad de reproducir la especie humana, y termina cuando se desarrolla la capacidad de reproducir el orden social.



Se es joven mientras se cuestiona, contesta y demanda cambios y se evita reproducir el orden social tal cual está planteado. Cuando se evita “transar”, cuando se quieren transponer límites, cuando se quiere forzar la realidad y enfrentar poderes constituidos y poderosos que frenan los cambios.



Marcuse planteaba la demanda como anclaje de la realidad, esa misma demandas que articulan segmentos, que se convierten en consignas y el “para qué” del compromiso político,



Marcuse plantea un diagnóstico donde la sociedad que nos sitúa en cierta opulencia, o por lo menos en la satisfacción a través de la adquisición de bienes y servicios cada vez más sofisticados, celulares, Smart tv, notebooks, autos, ipods etc, nos obtura y anula la necesidad biológica natural de los jóvenes de demandar el cambio, un cambio significativo y profundo, no un slogan vacío.



Marcuse no llama a la violencia, por el contrario señala quela violencia ya existe y se manifiesta mediante todos los ritos represivos de la sociedad que insiste en perpetuarse y reproducir los formatos sociales existentes y arrastra a los jóvenes en su caída.



Marcuse se detiene ahí e invita a los jóvenes con un desafío a la imaginación para que encarnen el cambio y la transmutación del sistema que limita y ahoga a los jóvenes.



Marcuse les habla a los jóvenes, no les dice que todo es posible, pero les dice que tienen que demandar el cambio y actuar, que nadie lo va a hacer por ellos. Marcuse les habla de proponer alternativas y si esas alternativas no existen hay que crearlas.



Marcuse le propone a los jóvenes desarrollar potencialidades ocultas, resistir la mutilación de parte del sistema, tomar la vida como un fin en si mismo, estimular el cambio cualitativo, alentar el crecimiento de un nuevo tipo de hombre, dinamizar la dimensión profunda de los jóvenes, iluminar, educar, desenvolver una conciencia revolucionaria.



Marcuse le dice a los jóvenes que la sociedad sacia los estómagos (en algunos casos no) pero aniquila los espíritus y bloquea la dinámica de cambio que la entropía impone.

Marcuse invita a la negación positiva, a la contestación social frente a lo establecido. Habla de un rechazo germinador.

Este cambio según Marcuse requiere de una preparación y fundamentalmente de una convicción, de no querer ser parte de lo que genera tanta exclusión. Pero invita a hacerlo dentro del sistema.



Marcuse advierte que el sistema se defenderá, y tildará a cualquiera que encarne ese cambio con valoraciones negativas y descalificadoras, pero los líderes y los jóvenes en general deben estar preparados para presentar una narrativa convincente que desactive estas acciones.



La pregunta aquí es, ¿como se hace para movilizar emocionalmente a los jóvenes, si no se comparte los mismo códigos, si los jóvenes procuran hablar sobre realidades, demandas, problemas, o propuestas normativas nuevas, disruptivas, “revolucionarias” y que pertenecen a escenarios fronterizos del marco político, social y económico vigente?



¿Donde ponerse en el discurso?



En los limites. Hay que forzar la realidad. Todo discurso significativo que pretenda interpelar al voto joven, tiene sentido solo si transita los límites, es crítico y se apoya en el cambio como paradigma. Si se refiere a conflictos, utopías, incumplimiento de las normas, forzado de la realidad y convocatorias a luchas contra poderes enormes con final abierto.





El enfrentamiento para lograr los cambios, contra poderes hasta el momento “intocables” e “invulnerables”, le otorga vitalidad y dinamismo al vínculo, entre una marca política y los jóvenes. Ese final abierto, esa asimetría desfavorable, indignan, emocionan, convocan y le dan sentido a la bronca originaria y movilizadora, y la alegría de la acción y compromiso colectivos.



Disenso formal activo



Los sujetos de elección jóvenes, más que leer o escuchar a las marcas políticas, las viven, las sienten y se conectan con ellas dentro de un esquema de conexión permanente en su sistema de relaciones, a través de la Web social, y fundamentalmente a través de una conexión emocional potente que convoque al disenso formal activo, a asumir una mirada crítica, a querer cambiar las cosas, al reconocimiento tribal y a dar batallas contra enemigos poderosos y con final abierto.



El discurso en el voto joven, debe quebrar el punto de vista, construido por los procesos de standarización, limites y estereotipia de los mensajes de los medios, estructurados siempre con mecanismos repetitivos, que en realidad se constituyen como un control destinado a evitar la irrupción de mensajes nuevos y disruptivos.



La transposición de limites y la expresión de lo asistemático es lo significativo, en el voto joven. Lo que no tensiona o fuerza la realidad, en el marco epistémico joven, debería ser utilizado solo como tecnicismo, para rodear el corpus del mensaje, y estrictamente, para resaltar los aspectos no sistémicos del discurso.
Rubén Weinsteiner

Rubén Weinsteiner