Gastón Garriga y la vuelta de la novela política​




Se presentó “Pase al Vacío”, de Editorial Letra Viva


En su nueva novela, el escritor Gastón Garriga aborda la relación entre el fútbol y la política durante los años ochenta, en un pequeño pueblo del interior bonaerense. Ya en “Mataperros”, su trabajo anterior, publicado por la misma editorial, se veía el interés del autor por narrar las relaciones de poder y las jerarquías que, en sus propias palabras “moldean la vida cotidiana, la subjetividad y el destino de las personas”. El autor habló con MARCA POLíTICA de literatura y de política.

En tiempos de posmodernidad líquida, ¿vuelve la novela política?
No lo sé. Tal vez nunca se haya ido del todo. Creo que hay un público, en el que me incluyo, que las lee vorazmente y las va a seguir leyendo. Me refiero a autores como Jorge Asís, Carlos Fuentes o Héctor Aguilar Camín, algunas cosas de Fogwill. Todos ellos venden mucho, aunque el gusto por ese tipo de lectura viene con los años. También están los policiales que te pintan una escena más grande y describen la realidad sociopolítica. Petros Markaris y Leonardo Padura hacen eso, por ejemplo…

Existen muchos cruces posibles entre ambos géneros, considerando, por supuesto, al discurso político como género literario. Esa frontera puede resultar muy fértil en términos de producción.


¿Sobrevivirá al siglo XXI la novela, que es un género del siglo XIX? Hoy nadie lee un post de más de tres párrafos en Facebook...
Es verdad lo que decís, pero yo creo que sí, que se van a seguir escribiendo, publicando y vendiendo novelas, aunque reconozco que es una afirmación muy teñida de deseo. Probablemente yo tampoco abro un post largo en Facebook, pero porque es una plataforma que invita a ese tipo de consumo, que ni siquiera se puede llamar lectura. Y en simultáneo, leo muchas novelas. Vos me podés retrucar con que yo soy generación X y es verdad, pero mis hijos son millenials y leen novelas, porque en mi familia, como en muchas otras, ese tipo de consumo está garantizado y probablemente ese hábito se siga reproduciendo.

¿Qué te atrae particularmente de escribir sobre política, en este caso sumada al fútbol?
¿Por qué no? ¿como no escribir sobre política, si lo que ocurre en nuestra vida es, en mayor o menor medida, consecuencia de ella? Además, escribo sobre aquello que conozco, aquello que me rodea. Eso es lo primero que te dicen cuando entrás a un taller literario, “escribí sobre lo que conocés”, porque es difícil que tengas algo que decir sobre lo que no conocés. Yo no podría situar una novela en la estepa rusa ni en el palacio de Buckingham. Escribo sobre lo que me interpela y lo que me conmueve. En este caso, la bahía Samborombón y el peronismo.

Ni siquiera siento que escribir una historia y no otra sea una elección, en el sentido del libre albedrío. Creo que son más bien las historias las que toman a los escritores, se apoderan de nosotros y nos ponen a escribir de modo febril. Algo parecido decía Bob Marley sobre las canciones, que están en el aire y el músico las toma.


¿Por qué elegís la década del 80, si los hechos que narrás podrían ocurrir en la actualidad?
Los 80 fueron la década de mi infancia y el principio de mi adolescencia. De alguna manera esos conceptos que están en la novela -adolescencia, infancia, "Titanes en el ring", Renault Fuego, Naranjú, Palito de la selva- están entrelazados en mi cabeza. O sea que una respuesta resumida es “por vago”. Construir el universo simbólico de un preadolescente de hoy me requeriría un mayor laburo previo.

A la vez, me interesaba algo de esa democracia incipiente, de esa política artesanal, hecha cuerpo a cuerpo, de presencias y palabras, cuestionada por los vientos de esta época. En las dos cosas hay un innegable dejo nostálgico, aún cuando no haya mucho que añorar.

El personaje de Cacho, el intendente…
Sobre todo él, pero no sólo él. Hay en ese universo una dimensión artesanal de la vida que se fue perdiendo. Laucha es un artesano de la gambeta y el toque. Su madrastra es una artesana en la cocina. Tirria, el milico de la bonaerense, es guapo, va al frente, con los puños o con el arma reglamentaria, pero se juega el cuero. Y Cacho tiene presencia, carisma, oratoria, todo aquello que hasta hace poco resultaba indispensable para hacer política y hoy parece, subrayo parece, se puede maquillar con un buen community manager y unos sondeos de opinión.

¿No crees que sea así?
Tal vez sea así circunstancialmente, pero no va a durar para siempre. Pensado desde la política, no se llega a todos los electores con fotos de timbreos o montando situaciones “casuales”. También hay electores más sofisticados que requieren otro tipo de abordaje. Me gusta el concepto de olas que Álvaro García Llinera aplica a los procesos y modos de hacer política. Las olas llegan y se retiran. Hay que ver qué dejan.