La banalidad de un tuit


A partir de un tuit, que finalmente resultó falso, Ernesto Calvo y Natalia Aruguete concluyen que la información falsa se propaga porque hay usuarios sensibilizados para interpretar el mundo desde sus propias comunidades, cerradas y polarizadas.



Por Ernesto Calvo * y Natalia Aruguete **


En un artículo reciente, el New York Times reconstruye el origen de un tuit, con información en principio verosímil pero demostrablemente falsa, publicado por un votante independiente de la ciudad de Austin, Texas, en los días inmediatamente posteriores al triunfo de Donald Trump. Eric Tucker, muestra el artículo, publicó una fotografía en la cual se veía una fila de autobuses estacionados en las proximidades de una marcha anti-trump: “Quienes protestan contra Trump no son tan ‘orgánicos’ como parecen. Aquí están los autobuses en los que vinieron #fakeprotest, #trump2016, #austin”. Ese primer tuit fue recuperado por el ultra conservador Breitbart News y comentado por Trump, quien con sus quince millones de seguidores en Twitter le dio una masiva repercusión. En un contexto de alta polarización en el cual las protestas contra Trump fueron objeto de debate político, el tuit de Eric Tucker se viralizó con más de 16 mil reacciones en Twitter y 350 mil en Facebook. El universo de usuarios conservadores validó su prejuicio de que las movilizaciones contra Trump fueron organizadas por los demócratas, con el objetivo declarado de atacar al presidente electo.

El New York Times documentó que los autobuses habían sido utilizados para transportar participantes de un congreso de la empresa Tableau Software, que había congregado a más de 13 mil personas en un hotel próximo al acto de Trump. Verificada la información el Sr. Tucker retractó inmediatamente el tuit y presentó la corrección apropiada. Dicha corrección recibió tan solo 20 retuits y 5 “me gusta”, números marginales respecto del primer tuit.

Lo notable es que el Sr. Eric Tucker no tuvo la intención de manipular la información, simplemente “conectó-los-puntos” –como se dice en Estados Unidos–, y asumió que los autobuses fotografiados no podrían estar allí por otro motivo que no fuera el de transportar militantes anti-Trump. El ejemplo es elocuente porque refleja la polarización social, la jerarquía mediática y la concentración de la información que convergen para generar mensajes falsos y amplificarlos por las redes sociales.

¿Cuándo debe una noticia ser declarada falsa? Como en el clásico de Hanna Arendt, la verdad es sacrificada en múltiples etapas de una forma banal. El tuit del Sr. Tucker fue escrito de modo afectivo para comunicar a sus amigos la indignación de un “fraude” político, que puede ser observado debido a un previo estado de polarización que induce indignación contra los demócratas. El dato falso es propagado para ganar capital político por parte de medios conservadores que pueden excusar su acción en los altos costos de verificar información de baja calidad que es producida por personas particulares. En este marco, la información falsa domina a usuarios conservadores que siguen a unas pocas autoridades de la red.

La información falsa se propaga porque hay usuarios que se encuentran sensibilizados para interpretar el mundo desde sus propias comunidades, cerradas y polarizadas. Se propagan porque existen operadores políticos que selectivamente distribuyen información “verosímil” que ayuda a sus objetivos políticos. Domina las redes porque las comunidades de Twitter, Facebook e Instagram están separadas políticamente y dominadas por unos pocos usuarios cuyos mensajes son replicados masivamente.

La “verdad” en las redes sociales no está jaqueada simplemente, o primariamente, por la manipulación maquiavélica de sus líderes políticos sino por mecanismos impersonales, estructurales, difíciles de regular. A fin de cuentas, las redes sociales no buscan producir enunciados verdaderos sino actos performativos que nos identifican como comunidad. Es una charla de café que incluye datos recogidos eclécticamente, teorías conspirativas, chicanas juveniles. Y por si fuera poco, las redes no tienen editores en jefe ni fuentes verificadas, porque su objetivo no es producir verdades sino comunidades.

La información falsa no se propaga debido a que busca tergiversar o desinformar. La post-verdad surge y se expande orgánicamente. El tuit con los ómnibus estacionados es creado, acogido y viralizado por ser consistente con el imaginario cultural y el espíritu de la época. ¿Cuán probable es revertir un contenido falso que se ha viralizado en estas redes sociales? Poco probable. La mentira se propaga como un acto performativo y no puede ser declarada falsa. El mensaje social no circuló por ser verdadero sino porque nos une afectivamente. Luego de todo lo que nos hizo vivir, a quien le importa si es falsa.

* Profesor Universidad de Maryland. Autor de Anatomía política de Twitter en Argentina.

** Investigadora del Conicet, profesora UNQ. Autora de El poder de la agenda. Política, medios y público.