Investigador argentino radicado en Francia desde hace 20 años, este analista del discurso político argentino sostiene que distinguir entre amigos y enemigos no es algo exclusivo del kirchnerismo, sino "la división fundamental de la política", un recurso que, afirma, también Alfonsín y Menem utilizaron en su momento
Qué política no dividió a los argentinos?", se interroga Dardo Scavino, al tiempo que bucea en la historia del siglo XX y confirma que tanto el peronismo y el radicalismo como los sucesivos golpes de Estado que interrumpieron en la continuidad democrática construyeron, a su modo, una épica y una fábula política, y elaboraron una narración que definió un "nosotros y ellos".
Sea de izquierda o de derecha, moderada o extremista, toda narración política establece siempre una distinción entre amigos y enemigos, entre defensores del statu quo y promotores del cambio, y entre el poder y el pueblo, aunque -claro está- con significados, sentidos y direcciones distintas, explica este investigador argentino y docente en literatura radicado en Francia desde hace veinte años.
De esto precisamente da cuenta su último libro, Rebeldes y confabulados. Narraciones de la política argentina (Eterna Cadencia), en el que desmenuza la gramática de los discursos políticos del siglo XX en la Argentina...
-¿A qué se refiere cuando habla de "relato"?
-Cuando yo hablo de relato, hablo básicamente de estructura. Cuando analizo la gramática de las narraciones políticas, sucede lo que sucede con la lengua: las frases dicen cosas diferentes y los contenidos varían, pero todas tienen sujeto y predicado; objeto directo e indirecto. Y eso es la estructura. Al mismo tiempo, esto me permite ocupar un lugar como lector y analista de la política, que no es el lugar del juez. Yo no quería juzgar la política.
¿Por qué no?
-Porque muchas veces, tanto los politólogos como los historiadores ocupan un lugar un poco tribunalicio y la propia historia argentina se lee como un gran tribunal histórico en el que se juzga a los distintos protagonistas a ver quiénes son los buenos y los malos, los justos y los injustos, los civilizados y los bárbaros. Todo ese tipo de debates en donde la historia se confunde con un tribunal histórico es una herencia: es la secularización de esa historia providencial judeocristiana que piensa la historia en términos de un juicio final, en el que se dirime la diferencia entre justos e injustos.
- Entonces, ¿cómo describiría el lugar en el que se ubica?
-En la lectura de la historia trato de ocupar un lugar comparable al del psicoanalista. ¿Qué hace el psicoanalista? Escucha el discurso del paciente y a partir de ese discurso intenta reconstruir lo que Lacan llama "el mito individual del neurótico", que es, en definitiva, el fantasma fundamental del individuo. Es el cuentito que arma el paciente, que es constitutivo y que aparece como una especie de compulsión a la repetición y, como bien dice [Sigmund] Freud, ese relato en general no son cosas que ocurrieron efectivamente, sino que es un fantasma elaborado por el sujeto, que va a repetirse a lo largo de su historia personal. O sea, cuál es el "cuentito" que ese sujeto se está contando sobre sí mismo. Por eso no creo que relato y discurso sean cosas opuestas. Yo analizo cuál es el relato que una comunidad política se cuenta acerca de sí misma y acerca del país. Cada política cuenta con una historia y eso es un relato. La política no puede escapar a eso.
- ¿Qué análisis hace del relato kirchnerista? ¿Qué continuidades y rupturas advierte entre el discurso peronista clásico y el kirchnerista? ¿Cómo opera y cuáles son las marcas de época?
-Analicé muchos discursos de Néstor y de Cristina, sobre todo los discursos de asunción presidencial, y hay algunas similitudes y continuidades en relación con el peronismo clásico. Por ejemplo, el enemigo es más o menos el mismo, la prensa. Eso ya estaba en el discurso de campaña que Perón produce en Santa Fe en 1946, cuando habla de "la prensa venal". Y el otro enemigo es el poder económico concentrado. En ese aspecto hay una continuidad porque guarda una dimensión antiimperialista del discurso peronista clásico. En lo que sí cambia es en que en el peronismo la columna vertebral del movimiento eran los trabajadores y el sindicalismo, mientras que en el discurso del kirchnerismo los trabajadores prácticamente desaparecen. En los discursos de Néstor y Cristina aparecen mencionados, pero en el discurso de Néstor de 2003 se integra a los trabajadores en un grupo de vulnerables, que son los jubilados y los niños.
- ¿Y quién ocupa ese lugar vacante?
-Bueno, cuando me pregunto cuál es el grupo que viene a sustituir a los trabajadores o descamisados, esa parte de la sociedad que representa a la totalidad, lo que aparece es la referencia a "nuestra generación". "Nuestra generación" aparece como ese grupo que representa a la totalidad. "Nuestra generación que luchó por nuestros ideales" es una referencia constante. Esa evocación al setentismo es muy importante. El gobierno actual se plantea como una continuación de ese movimiento y momento histórico que fue interrumpido por el golpe de Estado y más tarde por el gobierno de [Carlos] Menem.
- ¿Hay un uso de eso para construir épica y epopeya, y para recrear una mística?
-Todos los discursos políticos hacen esta operación. Los que dicen que el kirchnerismo hace eso hacen lo mismo, pero lo que sucede es que los protagonistas de esa epopeya son otros. En la época de Menem también había una épica, pero el héroe de la epopeya era el "empresario" y el enemigo era "el empleado público".
- O sea que cada discurso político, del signo que fuere, construye su propio altar de héroes y villanos, de santos y enemigos.
-Sí, porque la política no puede sustraerse a eso. Amigos y enemigos es la división fundamental de la política. Carl Schmitt decía que el discurso de la ciencia se divide entre lo verdadero y lo falso; el discurso de lo moral, entre el bien y el mal; el discurso de lo estético, entre lo bello y lo feo; y el discurso de la política, entre amigos y enemigos. Todo discurso es político desde el momento en que un discurso dice "nosotros y ellos".
- Entonces ¿no coincide con quienes afirman que la división entre amigos y enemigos es una operación más extrema en el kirchnerismo?
-No creo en absoluto que esa operación sea más radical en el kirchnerismo. Esta crítica al kirchnerismo porque establece una división entre los argentinos y una diferencia entre "nosotros y ellos", entre "fieles y traidores", ésa es una crítica oportunista porque cualquier relato político hace eso. Cuando Alfonsín habla de democracia o dictadura, está haciendo la misma división: nosotros y ellos. Que uno pueda estar más o menos de acuerdo con un discurso u otro, eso es otra cosa. Cada uno considera a dónde se va a situar, y va a definir quiénes son sus amigos y quiénes sus enemigos. Pero acusar a una política de dividir entre amigos y enemigos es acusar a la política de ser política. Además, agrego, esa división entre amigos y enemigos tiene que ver con que los enemigos siempre son el statu quo y los amigos, los que se rebelan contra el statu quo. Toda política se propone como una rebelión contra el statu quo y contra el poder, incluso todos los golpes de Estado en la Argentina -la Revolución Libertadora, la Revolución Argentina, el Proceso de Reorganización Nacional- plantearon que algo estaba mal en este país y había que cambiarlo. Por supuesto que uno no está de acuerdo con lo que hicieron, pero todos se plantearon cambiar el orden establecido. Todas las políticas dividieron a los argentinos. ¿Qué política no dividió a los argentinos? No hay política sin división lo que sucede es que hay divisiones que a uno le resultan más simpáticas que otras...
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