Las peleas por la caja entre Dietrich, y testaferros de otros ministros, traban todas las definiciones.
La obra pública sigue frenada y ya es motivo de enojo entre los referentes de la construcción, que adjudican la parálisis a la falta de coordinación entre las distintas dependencias encargadas de ejecutar planes de infraestructura. Pragmáticos, para terminar con ese problema reclaman la urgente creación del Ministerio de Obras Públicas.
Evalúan que la estrategia de dividir las cajas no está funcionando, pero el esquema responde a una de las máximas de la administración de Macri: evitar subjefes poderosos, como fueran Julio de Vido y José López en la era Kirchner.
Pero para los constructores más experimentados este método paralizó los proyectos y así se lo hicieron saber al coordinador de Gabinete, Mario Quintana, uno de los funcionarios más escuchados por Macri con la tarea de vincular las distintas áreas del Gobierno. Quintana se inclina por apoyar la idea, pero sabe que el Presidente por ahora la resiste.
En obras públicas no parece nada sencillo. El secretario del área es Daniel Chain, histórico aempleado de Macri de las épocas de Socma y bajo la órbita del Ministerio del Interior, con la lógica de darle a Rogelio Frigerio una carta de negociación con gobernadores e intendentes.
Pero Chain juega solo y, lo que es peor, rara vez resuelve. Inmerso en una interna interminable con el secretario de Vivienda, Domingo Amaya y sus subsecretarios de Vivienda, Iván Kerr y la de Habitat, Marina Klemensiewicz, la gestión está muy trabada. Kerr responde a Larreta, Amaya al peronismo y Klemenciewicz a su marido, el vocero presidencial Iván Pavlovsky y al propio Macri.
"Se matan todos contra todos y no sale nada", explicó a LPO un empresario del sector.
Los constructores están furiosos con Chain porque paralizó la obra pública el primer semestre, pese a que según la información que tienen, el detenido ex secretario de Obras Públicas, José López, dejó entre 300 y 500 millones de dólares en la caja, que según parece desaparecieron y no con destino a sus famosos bolsos.
Tanta es la desazón de los empresarios que prefieren descargarse con Frigerio o con algún funcionario de menor rango. Por eso empezaron a dejar trascender que acaso llegó el momento de recrear el Ministerio de Obras Públicas.
En Transporte las cosas no están mejores, sobre todo porque el ministro Guillermo Dietrich parece seguir de campaña: Cada vez que se encuentra con empresarios de la construcción dedica la primer media hora a criticar la corrupción -de ellos- con el kirchnerismo.
Temeroso, uno de sus funcionarios sorprendió cuando le pidieron redeterminar los costos de una obra, un trámite habitual en un contexto de alta inflación. “Eso es un curro”, respondió el funcionario, abriendo un conflicto que sigue hasta hoy. El Gobierno quiere acordar obras por una "tarifa plana" que no se ajuste.
Los funcionarios de Dietrich se niegan a redeterminar los precios de los contratos, algo habitual en un contexto de alta inflación. El gobierno quiere que las obras se acuerden por un monto fijo. Es uno de los puntos álgidos del conflicto.
Dietrich es uno de los bendecidos en el presupuesto de 2017, con 90 mil millones de pesos, casi el doble que el de Obras Públicas (50 mil millones), pero los empresarios de la construcción se quejan que los mega anuncios de Transporte -publicados prolijamente por algunos diarios en sus tapas-, nuca pasan del plano periodístico. "Tiene miedo de firmar", explican los empresarios.
Lo respetan más al ministro de Energía, Juan José Aranguren, que si bien acumula una de los mayores subejecuciones de presupuesto, luego de un primer semestre de parálisis total, empezó a disparar licitaciones. "Cada represa de Aranguren equivale a todo un presupuesto de obras públicas", reconocen los empresarios.
Los empresarios protestan porque además de pisar fondos el Gobierno tampoco termina de agilizar el financiamiento externo. Rusia congeló la asistencia a la represa Chihuido, en Neuquén, porque Macri le pidió dos veces al presiente Vladimir Putin, bajar la tasa.
Putin se indignó porque Macri en su último reclamo fue por una tasa menor a 5.5%, muy por debajo de las conseguidas por Luis Caputo cuando toma deuda externa para financiar gastos corrientes. "Yo ya acepté una baja del 6,5% al 5,5%, si quiere negociar otro baja, tendrá que esperar que lo llame mi ministro de Finanzas", lo cortó el presidente ruso a Macri, la última vez que se vieron. El ministro, como era previsible, todavía no llamó.
En la delegación argentina no tuvieron mejor idea que disfrazar el cruce, apelando a una supuesta broma fuera de lugar sobre el resultado del próximo Mundial de Fútbol que se celebrará en Rusia.