Shimon Peres, máximo artífice de la defensa israelí, y máximo promotor de la paz





Shimon Peres, uno de los últimos pilares sobrevivientes de la generación de fundadores de Israel, que hizo más que ningún otro por construir el impresionante poderío militar de su país, y luego trabajó igual de arduamente para establecer la paz duradera con los vecinos árabes de Israel, murió este miércoles (hora de Israel) en la zona de hospitales de Tel Aviv. Tenía 93 años.

Dos personas con conocimiento directo que no quisieron hacer declaraciones públicas sino hasta que la familia hiciera el anuncio confirmaron su deceso.

Peres falleció justo dos semanas después de haber sufrido un infarto. Los doctores lo mantuvieron inconsciente y entubado desde entonces con la esperanza de dar un tiempo a su cerebro para sanar. Sin embargo, empeoró mientras la nación que alguna vez dirigió observaba cómo daba su última batalla y los líderes de todo el mundo enviaban sus buenos deseos para su recuperación.

Como primer ministro (en dos ocasiones), ministro de Defensa, Relaciones Exteriores, Finanzas y Transporte y, hasta 2014, presidente, Peres nunca se alejó de la escena pública en las siete décadas de la existencia de Israel.

Condujo la creación de la industria militar israelí, negoció tratados armamentistas clave con Francia y Alemania, y fue el principal motor del desarrollo de las armas nucleares israelitas. Sin embargo, fue constante en su búsqueda de un acuerdo con el mundo árabe, una búsqueda en la que en los últimos años se fue quedando solo conforme la sociedad israelí perdía el interés, en especial después de que las turbulencias de la Primavera Árabe en 2011 resultaran en tumultos fronterizos.

Elegido por el parlamento para desempeñar el cargo de presidente durante siete años, Peres tuvo relaciones complicadas con el gobierno de mano dura del primer ministro Benjamín Netanyahu, quien ganó las elecciones en 2009. Aunque en gran medida su cargo era honorario, la presidencia le dio a Peres una posición con atención y acceso públicos, desde la cual trató de ejercer su influencia.

Aunque durante años tuvo una reputación de ser vanidoso y de realizar negociaciones en secreto, Peres vivió sus últimos años de servicio público como una figura muy querida, que promovía el alcance cultural y la destreza para la alta tecnología de su país, un pionero fundador que ejemplificaba la visión de futuro.

Sin que le faltara nunca una palabra adecuada en su hebreo con acento polaco, inglés o francés, Peres dijo con respecto a su transformación: “Durante 60 años, fui la figura más polémica del país, y de pronto ya soy el hombre más popular en estas tierras. La verdad, no sé cuándo he estado más contento, si entonces o ahora”.


Como parte de sus esfuerzos para ayudar a Israel a ser aceptado en una región hostil, el mayor logro de Peres se dio en 1993 cuando elaboró un plan junto con la Organización para la Liberación Palestina para su autogobierno en Gaza y parte de Cisjordania, ambos ocupados por Israel.

Después de meses de negociaciones secretas con representantes de la OLP, llevadas a cabo con la ayuda de diplomáticos e intelectuales noruegos, Peres convenció a su rival político de toda la vida, Isaac Rabin, entonces primer ministro, para que aceptara el plan, conocido más tarde como los Acuerdos de Oslo.

Peres, que se desempeñaba como ministro de Relaciones Exteriores, firmó los acuerdos el 13 de septiembre de 1993, en una ceremonia en el jardín sur de la Casa Blanca mientras Rabin y su viejo enemigo Yasser Arafat, el líder de la OLP, lo observaban y, a instancias del presidente Bill Clinton, se daban la mano.

Fue un gesto histórico sin precedentes. Hasta entonces, Israel se había negado a negociar directamente con la OLP. Peres rompió con ese tabú y ese estancamiento.

“Lo que hacemos hoy es más que firmar un acuerdo; es una revolución”, dijo en la ceremonia. “Ayer era un sueño; hoy es un compromiso”.

“Somos sinceros”, le prometió a los palestinos. “Lo decimos en serio. No buscamos moldear sus vidas ni determinar su destino. Cambiemos todas las balas por votos, las armas por palas”.

Más tarde ese mismo día, en una entrevista para la televisión, Peres se declaró cien por ciento seguro de que había llegado la paz. Con los cambios en el mundo (el fin de la Guerra Fría, el colapso de la Unión Soviética y, con este, el fin de su apoyo militar, financiero y diplomático a la OLP, así como la disminución del flujo de fondos de los países árabes, que se habían enojado por el apoyo de Arafat a Irak en la reciente guerra del Pérsico) había llegado el momento de que los palestinos buscaran la paz también.

“Si tienes niños”, dijo, “no puedes alimentarlos por siempre con banderas en el desayuno y cartuchos en la comida. Necesitas algo con más sustancia. A menos que eduques a tus niños y gastes menos dinero en conflictos, a menos que desarrolles la ciencia, la tecnología y la industria, no tienes un futuro”.

En 1994, Peres, Rabin y Arafat recibieron el Premio Nobel de la Paz.

Sin embargo, la era de buenas intenciones no fue duradera. Se hizo pedazos en el año 2000 después de una visita del líder de la oposición Ariel Sharon a la plaza sagrada de Jerusalén, conocida por los judíos como el Monte del Templo y por los musulmanes como el Noble Santuario. Al día siguiente, la policía israelí disparó a los manifestantes que lanzaban piedras, con lo que comenzó una nueva ola de violencia que se conoció como la Segunda Intifada.

No terminó sino hasta que murió Arafat, en 2004, lo que trajo un nuevo liderazgo palestino y un nuevo esfuerzo por coexistir conducido por Sharon, un antiguo extremista que fue elegido primer ministro y retiró a colonos y soldados israelíes de Gaza y pequeñas zonas de Cisjordania.

Peres ya había tratado antes de obtener un acuerdo de paz, en 1987, en ese entonces entre Israel y Jordania. Era el ministro de Relaciones Exteriores en un gobierno de coalición con Isaac Shamir cuando propuso celebrar una conferencia internacional de paz en el Medio Oriente. Sin embargo, Shamir y su facción en el Likud echaron por tierra el plan.


Peres había buscado definir el futuro de Gaza y Cisjordania, que Israel había ocupado desde la guerra árabe-israelí de 1967. Como primer paso, propuso que Jordania e Israel podían o bien dividir la tierra o bien compartir el gobierno, pero que Israel no debería controlar esa área por siempre.

Peres, a la izquierda, con Isaac Shamir en 1988 en Jerusalén Credit Anat Givon/Associated Press
Una coalición y la calma

Peres se convirtió en primer ministro a la cabeza de una inusual coalición entre los dos principales partidos de Israel, su Partido del Trabajo, y el Likud, el partido dirigido por Isaac Shamir, que se desempeñó como primer ministro sustituto y ministro de Relaciones Exteriores. En cumplimiento del acuerdo de la coalición, los dos hombres cambiaron de cargo después de 25 meses.

Peres brindó una época de tranquilidad al ambiente social que se había tensado a causa de la animosidad entre judíos europeos y de Medio Oriente, así como entre judíos religiosos y seculares.

Presidió el retiro de las fuerzas israelíes de Líbano después de una invasión que generó una polémica sin precedentes, y se convirtió en el primer ministro israelí en dar los difíciles pasos requeridos para lidiar con los problemas económicos y la perniciosa inflación del país.

Durante su gobierno, Israel transportó por aire a cerca de 7000 judíos etíopes que habían caminado hasta campos de refugiados en Sudán escapando de la hambruna, el antisemitismo, el reclutamiento forzado de los niños y otras amenazas que hacían que su vida corriera riesgos en Etiopía. Peres llamó a esa operación clandestina de rescate un acto “maravilloso y audaz de autorredención”.

Durante el gobierno de Peres, Israel transportó por aire a unos 7000 judíos desde Etiopía, en lo que Peres llamó un acto “maravilloso y audaz de autorredención”. Credit Sven Nackstrand /Agence France-Presse – Getty Images

Tomando el control de lo que se esperaba fuera un gobierno de estancamiento nacional, Peres dejó el cargo con una imagen de estatista digno y seguro de sí mismo.

Sin embargo, mientras fue primer ministro comenzó a crecer la tensión en las relaciones entre Estados Unidos e Israel a partir de un gran escándalo de espionaje que involucraba a un estadounidense, Jonathan Jay Pollard, y la divulgación en 1986 de tratos de armas con Irán.

Un hombre delgado y de baja estatura, de complexión atlética (su cabello negro se tornó gris y luego blanco en sus últimos años), Peres siempre exudó vitalidad, a pesar de sus horarios de hasta 18 horas al día. Cuando en su cumpleaños 88 recibió un saludo judío tradicional: “Que vivas 120 años”, respondió sin dudar: “No seas tacaño”.

Peres estuvo casado con la fallecida Sonia Gelman, quien rechazaba tanto los reflectores que se negó a mudarse a la casa presidencial cuando él asumió su último cargo público. Gelman murió en enero de 2011. Tuvieron tres hijos: una mujer, Zvia, y dos varones, Jonathan y Nehemya. Ellos, los ocho nietos y tres bisnietos de Peres le sobreviven.

Peres era un orador eficaz, que se mostraba cómodo en frente de grandes audiencias así como de las cámaras de televisión. Procuraba a los miembros de su partido, recordando sus nombres y asistiendo a sus bodas o bar mitzvah, y alimentaba su relación con el servicio de inteligencia.

También escribía poesía y le gustaba citar a los griegos clásicos, a Flaubert y a Churchill. Publicó una decena de libros, incluyendo The New Middle East, en 1993, y Battling for Peace, un libro de memorias, en 1995. Su último libro fue una cariñosa biografía política de su mentor, el primer ministro fundador del país, Ben-Gurión.

Había un retrato de David Ben-Gurión en la pared de la oficina del Peres en Tel Aviv. Se le conocía como uno de los “chicos de Ben-Gurión”. Credit Associated Press
Un viaje desde Polonia

Shimon Persky nació el 16 de agosto de 1923, en el pequeño pueblo de Vishniewa, en Polonia, en una familia de comerciantes. Sus padres, Isaac y Sara Persky, lo llevaron a Palestina cuando tenía 11 años; ahí estudió en Tel Aviv y luego ingresó a la escuela de agricultura.

En 1941, ayudó a fundar al kibutz Alumot, en la parte este de la Baja Galilea, donde trabajó como caporal y fue electo secretario del kibutz. Pronto se hizo miembro activo del Mapai, que se convirtió en el Partido del Trabajo de Israel y, a los 18 años, fue nombrado coordinador del movimiento juvenil de la Histadrut, la Federación General del Trabajo.

Ascendió rápidamente, al adquirir experiencia en la intrincada vida política de Israel. En 1944, Ben-Gurión, entonces dirigente de la Agencia Judía por Palestina, envió a Peres con un pequeño grupo de reconocimiento a Eilat, en el mar Rojo, para explorar el desierto del Sinaí y elaborar mapas que se convirtieron en importantes activos estratégicos durante la guerra de independencia de 1948.

Fue en esa misión que un amigo vio un nido de águilas, peres en hebreo. “Persky”, le dijo, “¿por qué no cambias tu apellido a Peres?”. Aceptó la sugerencia aunque, en realidad, el ave que vieron era más un buitre que un águila.

Cuando Israel se hizo independiente, en 1948, Peres fue nombrado jefe del servicio naval. En dos años, fue enviado a Estados Unidos a dirigir una misión de abastecimiento defensivo en Nueva York. Tenía 27 años y no hablaba inglés, pero en tres meses, después de clases particulares intensivas, ya tenía fluidez en ese idioma. Asistió a cursos en New School for Social Research y en la Universidad de Nueva York, y más adelante en la Facultad de Administración Pública de Harvard.

En 1951, Ben-Gurión, entonces primer ministro y ministro de Defensa, designó a Peres director general del Ministerio de Defensa, donde usó su educación en Harvard para reorganizarlo. Peres se hizo conocido como uno de los Chicos de Ben-Gurión (protegidos del Viejo), un grupo en el que estaban también Teddy Kollek y Moshe Dayan.

Es posible que esos años hayan sido la génesis de la rivalidad de toda la vida entre Peres y Rabin, quien entonces era jefe de operaciones, el segundo cargo más alto en el ejército israelí, y quien se quejó de lo que llamaba la excesiva autoridad de Peres.

En el Ministerio de Defensa, Peres estaba a cargo de una parte sustancial del presupuesto total de la nación, y desempeñó un papel central en el desarrollo de una joven industrial nacional, en particular en aeronáutica y electrónica.

Puso énfasis en la producción interna de armas, pero cuando Egipto recibió equipo militar avanzado proveniente de la Unión Soviética y Checoslovaquia, Peres comenzó a buscar nuevas fuentes de abastecimiento. Finalmente, dirigió su mirada a Francia.

Las negociaciones de armas sentaron las bases de una alianza franco-israelí que condujo a Israel a la toma del Sinaí durante la guerra árabe-israelí de 1967. Zeev Schiff, el editor militar durante muchos años del periódico Haaretz, dijo: “No hay duda de que Peres fue uno de los artífices de Suez”.

Ben-Gurión sentía que la guerra preventiva era mala para Israel en términos de la opinión pública y se mostró renuente hasta el último momento. Peres la veía como una oportunidad de ganar una mejor posición entre las superpotencias, una relación especial basada en el “proyecto conjunto de entrar juntos en guerra”.

De esa asociación vino la ayuda de Francia para construir un reactor nuclear en Dimona, que proporcionó a Israel la capacidad de construir armas nucleares.

“Llegué a un punto en que todos en Francia me tenían confianza, y en verdad mi límite era el cielo”, dijo Peres muchos años después.
Luchas de poder

En 1957, se condecoró a Peres con la Legión de Honor de Francia, una de las muchas distinciones internacionales que recibió. En 2012, Barack Obama le entregó la Medalla Presidencial de la Libertad.

Este homenaje estadounidense reflejó en parte el cambio de Israel en su alianza con Estados Unidos en lugar de con Europa de las décadas previas. Bajo el gobierno de Ben-Gurión, y de su sucesor, Levi Eshkol, Peres negoció con el ministro de Defensa de Alemania occidental, Franz Josef Strauss, para conseguir armas, además de que siguió obteniéndolas de Francia también. Sin embargo, poco a poco fue dependiendo más de Estados Unidos. Viajó con frecuencia a Washington y se entrevistó con los presidentes John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson.

En la turbulencia política que precedió la guerra de Medio Oriente de 1967, Peres trató de negociar el regreso al poder de Ben-Gurión, quien se había retirado. En el curso de las negociaciones, le propuso una coalición a Menachem Begin, el dirigente del partido de derecha, Herut, a pesar de la creencia de Ben-Gurión de que si Begin alguna vez llegaba al poder llevaría a Israel al “precipicio de la destrucción”.

Shabtai Teveth, un profesor de historia de la Universidad de Tel Aviv y biógrafo de Ben-Gurión, dijo en una entrevista: “Creo que Peres pasará a la historia del sionismo e Israel como el hombre que legitimó a Begin y el Herut”.

Diez años después, en 1977, cuando Peres desafió a Rabin, la división en el Partido del Trabajo allanó el camino para la elección de Begin como primer ministro.

Cuando los líderes más importantes de Israel cayeron en el descrédito debido a la falta de preparación del país para la guerra del Yom Kippur en 1973, Peres hizo campaña para llegar al poder. Para impedírselo, el ministro de Finanzas Pinchas Sapir reclutó a Rabin, quien había sido embajador en Estados Unidos y no era responsables de los fracasos de la guerra. Rabin nombró a Peres ministro de defensa, una decisión de la que más tarde se arrepintió. En sus memorias, Rabin lo llama inescrupuloso y no confiable. Escribió que él no podía creer ni una sola palabra que Peres pronunciara.

Peres, en 1976, entonces ministro de Defensa, habló con los paracaidistas israelíes después de que terminó la operación Entebbe. La incursión rescató a 91 pasajeros y 12 miembros de la tripulación de un vuelo desde Tel Aviv a París que había sido secuestrado.
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Su rivalidad de décadas atrás estalló de nuevo en 1976, cuando un avión de Air France que viajaba de Tel Aviv a París fue secuestrado en Atenas y llevado a Entebbe, Uganda. Los secuestradores tenían como rehenes a cerca de 100 israelíes. Peres acusó al primer ministro Rabin de debilidad por resistirse a recurrir a una solución militar. Una incursión de comandos israelíes el 3 de julio de 1976 rescató a 91 pasajeros y 12 miembros de la tripulación.

Al año siguiente, Peres buscó de nuevo la nominación como candidato de su partido para primer ministro, pero volvió a perder contra Rabin. Cuando este último fue forzado a retirarse del cargo debido a revelaciones de que él y su esposa habían violando la ley de Israel al mantener una cuenta bancaria en Washington, Peres dirigía el partido, pero perdió en las elecciones generales contra Begin.

Finalmente, Peres se convirtió en primer ministro en 1984, cuando llevó a su Partido del Trabajo a una coalición con el Likud.

Regresó al cargo de ministro de Relaciones Exteriores en julio de 1992 durante el gobierno de Rabin y pronto estaba trabajando en el acuerdo que se firmó el siguiente año. En 1996, Peres, que asumió el cargo de primer ministro después del asesinato de Rabin, convocó a una elección inmediata, seguro de que obtendría la victoria.

Sin embargo, una serie de ataques terroristas en Tel Aviv y Jerusalén, además de la decisión de Peres de montar una ofensiva en contra del Hezbolá en el sur de Líbano (durante la cual una gran cantidad de refugiados libaneses en una base de las Naciones Unidas en Qana fueron asesinados por una descarga de la artillería israelí) dio lugar a sentimientos negativos en Israel y a la sorpresiva victoria de Netanyahu, del Likud.

Ehud Barak sustituyó a Peres como dirigente del Partido del Trabajo y lo mantuvo en un cargo menor en el gobierno, electo en 1999.

Peres pasó ese periodo construyendo en parte el Peres Center for Peace, pero regresó de nuevo a la política cuando Sharon fue elegido primer ministro en 2001, venciendo a Barak.

Peres llevó al Partido del Trabajo dentro del gobierno dirigido por Sharon a una campaña por la unidad nacional. Más tarde, en 2005, dejó el Partido del Trabajo y se unió a un nuevo partido de centro, el Kadima, creado por Sharon.

Peres, que a menudo recurrió a alusiones históricas, se concebía a sí mismo como un filósofo más que como un político. Cuando se le preguntó sobre los Acuerdos de Oslo de 1993, respondió: “No había alternativa. Debíamos hacerlo. Una vez en la que se le preguntó a un filósofo de la antigua Grecia cuál era la diferencia entre la guerra y la paz. ‘En la guerra’, dijo, ‘los viejos entierran a los jóvenes. En la paz, los jóvenes entierran a los viejos’. Sentí que si podía hacer del mundo un mejor lugar para los jóvenes, sería lo más importante que podríamos hacer”.