El poder desgasta


El poder ha desgastado física y mentalmente a los políticos. No pueden negar el estrés y los duros momentos que tienen que haber pasado, más que nada porque han envejecido a la velocidad de la luz.
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Su proclamación como presidente marcó un antes y un después en los Estados Unidos al convertirse en el primer negro en mandar en el país. Llegó en 2009 con una imagen muy juvenil, con solo 47 años, pero las canas han hecho mella en su moreno pelo. Dicen que pueden salir por el estrés y parece que gobernar EEUU podría ser el causante de ellas.

Las ojeras tampoco se pueden pasar por alto en Obama, ya que durante su primer año de mandato eran inexistentes. Eso sí, ni una sola arruga. Por lo menos, algo es algo.


Eduardo Rodríguez Veltzé, ex presidente de Bolivia: "En el túnel se apaga la luz y uno recibe palos de todas partes”
El presidente del Gobierno nunca ha sido un símbolo de juventud, sino de experiencia. Aun así, los años no pasan en balde y Rajoy también ha quedado muy tocado de estos años al frente del país. La barba lleva años siendo blanca, pero no lo era del todo, hasta ahora. Las arrugas también han aparecido en el rostro del político popular, aunque solo hayan sido cuatro años de mandato. Las ojeras también son muy visibles, y eso que no se ha puesto demasiadas veces frente a los periodistas para responder sus preguntas, que eso genera estrés.



Ser presidente tiene el mismo impacto que el tabaquismo, el alcoholismo, la obesidad y el estrés: acorta la vida




Escribió Ernest Hemingway: “El poder afecta de una manera cierta y definida a todos los que lo ejercen”. Lo sufrió en carne propia Eduardo Rodríguez Veltzé, presidente de Bolivia entre junio de 2005 y enero de 2006. Era el presidente de la Corte Suprema, cargo en el cual se desempeñaba desde marzo de 2004. “No estaba en mis planes ser presidente de la República”, confesó en el Palacio Quemado (sede del Gobierno). Cayó Gonzalo Sánchez de Lozada y, tras ejercer la presidencia entre octubre de 2003 y junio de 2005 el vicepresidente Carlos Mesa, Rodríguez Veltzé, tercero en la línea de sucesión, no tenía alternativa.


Woodrow Wilson 
En el último tramo de su breve gestión, Rodríguez Veltzé esperaba, ansioso, que asumiera el presidente electo, Evo Morales. “Esto es como si hubieses entrado en un túnel del cual no puedes salir y estás viendo la luz al final –me dijo–. Yo la veo marcada en el calendario, el 22 de enero de 2006.

La canciller lleva gobernando Alemania más de una década, desde 2005, así que está claro que los años y el estrés han tenido que hacer mella en ella. A sus 61 años tiene una salud de hierro, aunque se le han empezado a notar las arrugas y las bolsas en la cara. Sin duda, lo más llamativo es que la sonrisa se le ha borrado de un plumazo con todas las crisis que ha tenido que soportar a lo largo de todos estos años.


Hay que tener vocación de riesgo, de vértigo, para ser presidente, porque no es sólo un túnel, a veces oscuro, a veces con sorpresas, sino, también, una montaña en la que uno está subiendo y bajando con grandes dificultades. Esta actividad demanda un ritmo muy intenso. En el túnel se apaga la luz y uno recibe palos de todas partes”.

 
Nunca olvidaré aquella entrevista con Rodríguez Veltzé, así como los lamentos de Antonis Samarás, primer ministro de Grecia desde el 20 de junio de 2012 hasta el 26 de enero de 2015: “¿Crees que alguien puede ser feliz siendo el primer ministro de Grecia? –preguntaba en voz baja, colocando los codos sobre las rodillas­–. Este es el trabajo más duro del mundo. Es sólo dolor”. Dolor traducido en canas, ojeras, arrugas y otros signos de envejecimiento prematuro. Les pasó a Tony Blair, George W. Bush, Barack Obama, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y varios más. Zafó Silvio Berlusconi gracias a las cirugías estéticas.

El desgaste es irreversible. Los presidentes norteamericanos envejecen dos años por cada uno que están en la Casa Blanca, según el doctor Michael Roizen, creador de Real Age Calculator, test que permite conocer la edad real del cuerpo en función de los hábitos.

Ser presidente reduce 2,7 años la expectativa de vida, sentencia un estudio realizado por científicos de las universidades de Harvard y de Massachusetts, y del National Bureau of Economic Research.
 

El rostro de juventud y regeneración que supuso Zapatero para el PSOE fue clave para ganar las elecciones generales de 2004, un momento complicado tras los atentados terroristas del 11 de marzo. Llegó a la presidencia en abril de ese mismo año y la dejó en diciembre de 2011, casi ocho años muy duros que hicieron mella en él, sobre todo durante su segunda legislatura, en al que llegó la crisis económica y el acentuado desempleo.

Canas, arrugas, bolsas de ojeras más grandes que las de la compra y una pérdida de peso absolutamente increíble. El antes y el después del talante.
Se trata de la investigación más exhaustiva de la historia. Analizaron las elecciones que se celebraron en 17 países entre 1722 y 2015. Compararon a 279 jefes de Estado elegidos con 261 adversarios derrotados.
 
 Llegó a la presidencia de España en el año 82 y vivió un periodo de cambios y novedades, con la entrada del país en la OTAN y en la Unión Europea, que estuvo salpicado por el terrorismo de ETA y el escándalo de los GAL. Desde luego, no se puede negar que todo eso le hizo mella en un desgaste físico importante, haciendo que envejeciera antes de tiempo. Las canas aparecieron por sorpresa, el pelazo que le caracterizaba se le empezó a caer y ya nada quedó de esa imagen fresca de aires nuevos en el PSOE.

Los jefes de Estado vivieron 2,7 años menos y experimentaron un riesgo de muerte prematura un 23 por ciento más alto que los candidatos derrotados, según el profuso trabajo, publicado por la revista British Medical Journal.

“Cuando empecé hace meses en Springfield todo el mundo me llamaba hombre joven, pero ya no lo hacen –bromeaba Obama durante su campaña por la reelección, en 2012­­–. El pelo se me está poniendo gris”.
 
No han pasado ni seis años desde que el primer ministro británico consiguiera el cargo, pero lo cierto es que ya se le va notando el paso del tiempo y el desgaste de tantas horas de trabajo. Con unas patas de gallo que antes eran inexistentes y mucho menos pelo del que tenía durante la campaña electoral de 2010, a Cameron no le van a sentar bien los años que aún le quedan al mando del gigante Reino Unido.

Lo mismo pudo haber sentido el primer ministro británico Blair, investido a los 44 años de edad. Diez años después ya no se veía igual. O Bush, encanecido después de ocho años de gobierno.

Diferente parece ser el caso de los legisladores. Tras analizar a 5.000 miembros de las dos cámaras del Parlamento británico entre 1945 y 2011, investigadores de la Universidad de Exeter concluyeron que sus señorías tenían una mortalidad un 28 por ciento inferior a la población en general entre los comunes y hasta un 37 por ciento menor entre los lores. Eso sugiere, afirma el estudio, que las cámaras son cada vez menos representativas de la población a la que representan. Supuestamente.

 
 El  presidente ruso se mantiene muy en forma, los años no pasan en balde y tanto frío no le sienta nada bien a su envejecimiento. Nada queda de la juvenil imagen de la campaña, las bolsas han aumentado y el pelo ha comenzado a disminuir.