La aprobación todavía es alta, apoyada en la novedad y las ganas de que las cosas vayan bien. Pero las medidas económicas, la inflación, los decretazos y la orientación liberal ya hicieron mella y son “una bomba de tiempo”. El “ceofascismo” y la desilusión de los que no son macristas.
Por Raúl Kollmann
La mayoría de los encuestadores y consultores en campañas electorales afirma que el gobierno de Mauricio Macri llega a los dos meses de gestión con una aprobación un poco más abajo o un poco más arriba del 60 por ciento. Este número no debería impresionar, porque es un porcentaje similar al que muestran como índice de aprobación figuras como Daniel Scioli y Sergio Massa. Y Cristina Fernández de Kirchner se fue de la Casa Rosada con un nivel de imagen positiva muy similar. Para más, los consultores ya advierten que las medidas económicas, el aumento de tarifas, el deterioro del salario real y los despidos deterioran los dos factores de expectativa que tiene una parte de la población: que es un gobierno nuevo, lo que siempre da esperanzas, y que en la campaña prometió un cambio, algo que sedujo a un núcleo duro antikirchnerista y a un sector independiente. Algunos de los consultores sostienen que las medidas económicas y la seguidilla de Decretos de Necesidad y Urgencia amenazan con deteriorar el respaldo que hoy tiene Mauricio Macri en la franja que no es macrista y no es kirchnerista. Se calcula que esa franja abarca a un 20 por ciento de la población. Uno de los consultores de mayor experiencia, Manuel Mora y Araujo, evaluó que el Gobierno sigue contando con respaldo, pero que “inflación, tarifas, desempleo son una bomba de tiempo”.
Lo nuevo
Ignacio Ramírez, director de Ibarómetro, señala que “el gobierno de Mauricio Macri transitó estos primeros dos meses dotado de buenos niveles de aprobación, fundamentalmente basados sobre dos factores. El primero, las expectativas que envuelven todo comienzo. El segundo factor es el despliegue de una gestualidad, de un estilo y de una hoja de ruta distinta a la que estaba vigente antes del 10 de diciembre y que satisface –momentáneamente– las pulsiones de cambio que tenía un sector de la sociedad; especialmente aquellas áreas de la opinión pública más críticas con el gobierno anterior. De cualquier manera, el gobierno nacional enfrenta una serie de desafíos para estabilizar este nucleo de apoyos y convertir simpatías circunstanciales en adhesiones. La simpatía automática hacia algo nuevo tiene rendimiento decreciente con fecha de vencimiento. Asimismo el nuevo gobierno aún no ha construido un vínculo emocional con sus simpatizantes, de manera que resulta un interrogante saber si un vínculo más bien transaccional –“si vos me das, yo te quiero”– podrá sostenerse en la medida en que la economía no tenga un buen desempeño”.
Proporciones
“Para expresarlo en términos sociológicos –dice Roberto Bacman, titular del Centro de Estudios de Opinión Pública– existen actualmente tres segmentos bien diferenciados en nuestra sociedad. Por un lado, los que aprueban abiertamente la gestión que encabeza el presidente Macri y se constituyen en el núcleo duro del macrismo. En la vereda opuesta, sus detractores, fundamentalmente anclados en el núcleo duro kirchnerista, aunque también hay que agregarle el peronismo (especialmente del interior) donde han empezado a dibujarse nuevos liderazgos potenciales. Y, por último, un segmento que es la intersección entre ambos: los pragmáticos independientes, aquellos que no poseen identificación ideológica. Allá por 2011 votaron por CFK, pero en 2015 fueron los que terminaron de inclinar la balanza en favor de Cambiemos. Lo cierto es que al día de hoy un 45,2 por ciento de la población argentina se define como oficialista; un 38,7 por ciento se considera abiertamente opositor y un 16,1 por ciento se autoproclama como ni oficialista, ni opositor. En este contexto es lógico que la gestión de Macri oscile alrededor del 59 por ciento de aprobación en el último trabajo de campo de CEOP, realizado cuando cumplía su primer mes al frente del Ejecutivo nacional. Y este valor es lógico ya que cuenta con el apoyo de sus incondicionales del núcleo duro y parte de los pragmáticos independientes, que hasta ese momento le seguían dando crédito. El principal objetivo de Macri y su equipo de gestión es instalar en el imaginario colectivo la sensación de fin de ciclo”.
El empleo
“En rigor, creo que Macri y su administración enfrentan un dilema –analiza Eduardo Fidanza, de Poliarquía–: cómo racionalizar la economía, conservando el empleo y el salario. Hasta hace pocos días, según sondeos confiables, el Presidente y su gobierno poseían amplio apoyo popular. Eso está acompañado por expectativas favorables sobre la situación del país en el corto y mediano plazo. Habrá que esperar los próximos dos meses para evaluar el impacto de las medidas más difíciles, como el aumento de las tarifas de los servicios públicos. El Gobierno sabe que dispone de este año, no electoral, para hacer las correcciones que considere necesarias. Levantó el cepo sin mayores consecuencias y ahora aumentó las tarifas. Mi impresión es que la cuestión clave es el empleo. Si la pérdida de trabajos es un hecho aislado, la chance de superar la prueba es mayor, aunque se pierdan unos puntos en el valor del salario. De lo contrario, el conflicto social será difícil de controlar. Ahora, el Presidente dispone de una imagen suficientemente buena como para encarar reformas, pagar un costo y seguir siendo una figura relativamente popular. Sin ir más allá, eso le sucedió a Cristina.”
Aprobaciones
Analía Del Franco, titular de Analogías, no se deslumbra ni tampoco subvalora la imagen positiva de Macri. “Hasta el 15 de enero su evaluación positiva llegaba a un 66 por ciento. A la par los otros candidatos, Daniel Scioli y Sergio Massa, presentaban la misma performance y hasta levemente mayor, que el propio Presidente. La ex presidenta Cristina Kirchner dejó el cargo con 58 por ciento de nivel de aprobación. Este mapa de posicionamientos demuestra la tensión en la opinión pública cristalizada en los apoyos a dirigentes oficialistas y opositores. Casi que puede hablarse de ausencia de favoritos y esto constituye un obstáculo para articular fidelidades, y un especial riesgo para el gobierno nacional –quien más las necesita– en este momento de despegue de su gestión.
Hasta mediados de enero, un 60 por ciento de los consultados era optimista frente al futuro económico del país, lo que implica un voto de confianza al nuevo gobierno, pero este peso desciende a 48 por ciento cuando se trata de evaluar el éxito de las medidas económicas, con un crecimiento de los que rechazan esas medidas y dudan respecto al beneficio que las mismas podrían acarrear a la sociedad”.
Desfiladero
“Los primeros meses del gobierno de Macri –explica Ricardo Rouvier, de Rouvier y Asociados– muestran que la administración camina por un desfiladero entre la presión de las propias corporaciones que apostaron a su candidatura y la realidad. En el camino hay una tensión o amenaza de tensión, entre su adecuación de prosapia liberal y la prepotencia de la realidad. Cuando decimos realidad aludimos a la plataforma previa sobre la cual ha caminado y dejado sus huellas doce años de un gobierno que puso sus ejes en la equidad social, la autonomía, y una visión progresista de la cultura. El gobierno actual no está haciendo un tratamiento de shock, como recomienda una parte del círculo rojo, porque hay alertas sobre una ciudadanía dispuesta a no resignarse, y por eso se eligió el gradualismo. No obstante, sus primeras medidas señalaron una gran transferencia de ingresos a favor de los exportadores y grandes productores. La inflación permite la recuperación de la tasa de ganancia, en detrimento de los ingresos de los trabajadores y jubilados. Veremos cómo transita por este camino angosto. Macri, luego de la legitimidad de origen, tiene que construir legitimidad de gestión, para lo cual la relación entre las medidas que se van tomando y el efecto en la sociedad es crítico.”
Explosiones
“El gobierno de Macri despierta una alta aprobación en la opinión pública –señala Manuel Mora y Araujo, de Ipsos-Mora y Araujo–. Es una corriente de expectativas más que de entusiasmo. Pero es una buena malla de protección, que lo ayuda a transitar en un camino pleno de obstáculos. Ahora bien, algunos de los temas candentes son bombas de tiempo: inflación, desempleo, tarifas. La protesta militante la veo menos problemática para el gobierno, porque sus dirigentes y sus métodos han perdido credibilidad ante la sociedad, pero aun así son bombas de tiempo.”
¿Necesario?
Según Bacman, Macri basa todavía buena parte de su discurso en el razonamiento “lo que ocurre es culpa de la gestión anterior”. A esto se agrega que “todo es más grave de lo que se suponía” y se emplaza así el concepto de emergencia. “A esta altura varias preguntas se imponen –plantea Bacman–: ¿Justifica esto el aumento desmedido de los precios durante los meses de diciembre y enero? ¿El tarifazo en las facturas de electricidad? ¿La baja calidad institucional de las medidas tomadas en base a DNU, como el nombramiento de dos ministros de la Corte Suprema? ¿La emergencia en materia de seguridad? ¿La represión de la protesta social? ¿La detención de Milagro Sala? ¿La decisión de volver a endeudar al país y regresar a las auditorías del FMI? ¿Reemplazar la mística y el carisma de la gestión política por el perfil del sujeto neoliberal, ejecutivo de empresas, emprendedor y entregado al máximo al rendimiento y la competencia? Es evidente que el único justificativo radica en la necesidad del gobierno de apostar fuerte a políticas de shock para los primeros cien días de gestión.”
“El cambio, tan publicitado en los tiempos de campaña, empieza a exponer sus verdaderos contenidos: una orientación económica diametralmente opuesta y en la batalla por la gobernabilidad mostrar un gobierno fuerte, autoritario, dispuesto a imponer sus principios. En esta Argentina fuertemente dividida, la aprobación de gestión del gobierno nacional se sustenta en el núcleo duro macrista. Sin embargo, pensando a futuro, las opiniones del segmento de los independientes serán sustanciales para el devenir del actual gobierno nacional. Hasta el momento todo parece indicar que a pesar de ciertas dudas que desvelan hasta a los propios macristas (preocupación por la creciente escalada inflacionaria, reaparición del fantasma de la desocupación, medidas tomadas por el gobierno que son interpretadas como autoritarias), la luna de miel con la actual gestión aún no ha terminado. Al menos a la luz de las encuestas es posible afirmar que cuentan con cierto resto; pero no quedan dudas que se vienen tiempos difíciles y un modelo de gestión con tantos componentes autoritarios puede comenzar a dejar al descubierto su flanco más débil.”
Autoritarismo
Artemio López, titular de la consultora Equis, habla de ceofascismo, combinando la designación en altos puestos del gobierno de ejecutivos del máximo nivel con autoritarismo. “Los veo desplegando rápido y con furia un severo ajuste neoliberal ortodoxo, cuyo objetivo central es incrementar la tasa de ganancia media empresaria, a través de la baja salarial, abrir la economía y reanudar el ciclo de endeudamiento externo. La novedad consiste en que el ajuste ya no lo lleva adelante el Partido Militar como en los años setenta, ni representantes de partidos históricos como la UCR o el PJ como ocurrió en el último cuarto del siglo pasado. Lo implementa una nueva coalición conservadora bajo el liderazgo de Macri, retazos de partidos históricos como acompañantes y la gestión de gobierno en manos de CEO de empresas, el ceofascismo como lo caracterizan algunos líderes opositores.”
Futuro
Para Ignacio Ramírez, “las percepciones económicas se han deteriorado sin, aún, lesionar significativamente la imagen del gobierno nacional, pero es probable que en un futuro cercano, un creciente malestar económico empiece a impactar sobre la evaluación del gobierno. En esta misma dirección, el argumento de la herencia (atribución discursiva de responsabilidades de cualquier aspecto negativo de la realidad a la administración anterior) irá perdiendo utilidad en la opinión pública. De aquí en adelante es probable que las críticas sobre eventuales deficientes institucionales tengan débil impacto, pero un deterioro en la evolución del empleo, el consumo y la actividad económica sin dudas serán factores que gravitarán sensiblemente en el próximo escenario político, menos cómodo para el oficialismo”.
“Yo veo al gobierno de Mauricio Macri atrapado en la disonancia cognitiva –explica Carlos De Angelis, titular del Centro de Opinión Pública y Estudios Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA)–. Por un lado se propuso como el hombre del consenso, la unidad de los argentinos y del desarrollo racional, durante la campaña, y, por el otro, aparece como el hombre que viene a deskirchnerizar a la Argentina restaurando un orden mítico perdido. El conjunto de medidas tomadas y por tomar es visto por parte de la ciudadanía como necesarias para enderezar y poner el marcha el barco. Sin embargo, el impacto futuro será la baja en promedio de los salarios en dólares. La pregunta que sobrevendrá es si se sostendrán los apoyos de los sectores medios (principales soportes electorales) cuando identifiquen el descenso de su capacidad de consumo.”
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