El campo es el primer ganador

Por Marcelo Zlotogwiazda






Por Marcelo Zlotogwiazda

En septiembre de 2011 el entonces diputado Alfonso Prat-Gay invitó al país al economista Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores, presidente del comité para la modificación de la currícula de enseñanza de la economía en Gran Bretaña, asesor del Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico, y autor de una monumental biografía sobre John Maynard Keynes. En las dos entrevistas periodísticas que concedió –al diario Perfil y al programa Palabras Más Palabras Menos– pronosticó “nuevas caídas en el precio de las materias primas en los próximos dos o tres años”. Fundamentó su vaticinio en que Europa y Estados Unidos estaban estancados y en que China iba a tener que desacelerar su crecimiento. Y afirmó que la Argentina no iba a estar exenta de las consecuencias.

Skidelsky tuvo razón, y esa razón configura uno de los principales aspectos de la realidad económica que encontrará Prat-Gay, su anfitrión hace cuatro años, cuando el 10 de diciembre inicie su gestión como ministro de Hacienda y Finanzas.

Cuatro años atrás, la tonelada de poroto de soja cotizaba en el mercado internacional alrededor de 500 dólares y la tonelada de aceite de soja en torno a los 1.200 dólares. No eran los valores de mediados de 2008, cuando la soja superó largamente los 600 dólares y alcanzó los 1.500 dólares, pero seguían siendo precios extraordinarios. Tras la brusca caída que se inició a partir de 2012, actualmente cotizan a 320 y 630 dólares, respectivamente. Son los precios del principal complejo exportador del país, que representa cerca de un tercio del ingreso de divisas que tiene la Argentina por vía comercial.

La situación es similar si se toma en cuenta lo que ha venido sucediendo con el conjunto de las materias primas. Según los cálculos del Banco Central, el índice de precios es ahora 136,4 (base diciembre 1995: 100), muy inferior al máximo de 234 que alcanzó a mediados de 2012.

La perspectiva no pareciera mejorar para el año próximo, de acuerdo al informe que publicó el lunes pasado la consultora Economía & Regiones: “El precio de la soja arrastra tres años consecutivos de caída y todo hace proyectar que en 2016 habría un cuarto y adicional año de baja de precios ya que se espera que la Reserva Federal de Estados Unidos suba su tasa de referencia, el dólar se fortalezca y caigan más las cotizaciones en el escenario mundial. De hecho, se espera una baja de 9,4 por ciento en el precio promedio anual”.

A los precios en declive se agregan el atraso cambiario y el hecho de que las retenciones se mantienen en el mismo 35 por ciento que cuando la soja valía el doble. Pese a todo eso, en cada uno de los últimos tres años hubo crecimiento en la cosecha, que ya supera los 60 millones de toneladas. Es un indicio de que la rentabilidad debe haberse mantenido en terreno positivo, aunque seguramente muy inferior a los años de precios gordos.

Sin embargo, tanto Mauricio Macri como sus dos principales competidores en la elección presidencial se comprometieron a rebajar de manera gradual las retenciones a la soja, como parte de un paquete que, en los tres casos, incluyó la promesa de eliminar el impuesto a los otros granos y a las exportaciones de las economías regionales.

La certeza de una menor carga tributaria, sumada a la devaluación asegurada en forma anticipada por parte del macrismo (y prevista en caso de que ganara Daniel Scioli), tuvo como lógica consecuencia que los productores y exportadores retuvieran parte de lo cosechado, a la espera de una mejora en las condiciones y, al mismo tiempo, como manera de presionar para que ello ocurra a sabiendas de la necesidad del gobierno entrante de abultar las reservas del Banco Central.

El título del citado informe de la consultora fundada por Rogelio Frigerio (nieto) –próximo ministro del Interior– es bien ilustrativo de lo anterior: “Silobolsas, a la espera de nuevas medidas”. Las estimaciones acerca del valor de la soja retenida oscila los 4.500 millones de dólares que calcula el nombrado ministro del área, el diputado radical y dirigente de la poderosa CRA Ricardo Buryaile, y los 6.000 millones según la AFIP (a los que agrega otros 5.300 millones en stock de trigo y maíz).

Las medidas esperadas por los dueños de los silobolsas van a significar una fenomenal transferencia de ingresos a favor del sector agropecuario, tal como se desprende del siguiente ejercicio. Tomando en cuenta que el complejo sojero exporta unos 20.000 millones de dólares anuales, la rebaja de 5 puntos porcentuales cada año que prometió Macri en las retenciones, combinado con un supuesto aumento del tipo de cambio hasta los 14 pesos, arroja un ingreso adicional de 70.000 millones de pesos respecto de lo que hubieran recibido con la actual alícuota del 35 por ciento y un dólar llegando a los 10 pesos. Esa diferencia equivale a una mejora del 55 por ciento. Por supuesto que esos 70.000 millones de dólares de más a lo largo de un año no van a tener el poder de compra que tienen hoy, por la sencilla razón de que semejante devaluación va a provocar inflación.

Si el ejercicio asume un dólar a 13 pesos en lugar de 14, la mejora sería de 56.000 millones de pesos, equivalentes al 44 por ciento.

A lo anterior hay que sumarle todo el plus que la devaluación y la eliminación de las retenciones implican para el resto de los granos y de las exportaciones regionales.

Parte de esa fenomenal transferencia al complejo sojero y, en general, al conjunto de las exportaciones que están alcanzadas con retenciones que desaparecen, tiene un origen claro: el fisco. Cinco puntos de rebaja a la soja significan una merma en la recaudación equivalente a los 1.000 millones de dólares anuales.

El resto va a depender de cuánto de la mejora en el valor neto que van a recibir los exportadores se traslada a los precios domésticos de cada una de esas cadenas productivas. Por ejemplo: ¿cuánto va a aumentar la harina como consecuencia de que el productor de trigo querrá que el precio al que vende en el mercado local refleje el incremento en el valor que recibe cuando se exporta?
La incógnita es la cuantía de los aumentos. Porque sobre que habrá aumentos no hay ninguna duda: comenzaron antes de que la devaluación se concrete. Es la crónica de una devaluación anunciada. La más anunciada de la historia reciente.