La caprilización tardía, el nuevo intento del PRO

Ernesto Laclau, sugería que un discurso se transforma en hegemónico cuando incorpora parte del discurso al que desplaza, resignificándolo. Daba Laclau un ejemplo, el de Julio Argentino Roca, emblema de la generación del 80 que "reorganizó" productivamente el país con eje en la Pampa húmeda y fuertes rasgos políticos unitarios, que advertía, en el esplendor de su poder " yo tengo mis ribetes federales".


Esta estrategia de resignificación del discurso y práctica del adversario político es hoy desplegada por las derechas regionales.

El origen explícito de esta estrategia de la derecha regional se observó en Venezuela tras la muerte de Chávez cuando Henrique Capriles Radonski mutó su discurso de oposición frontal al chavismo para reconvertirlo en retórica capaz de reconocer los méritos del gobierno de Chávez al tiempo que desautorizaba a Maduro, fundamentalmente por su incapacidad de gestión en general y en particular por su dudosa aptitud para mantener los que el nuevo Capriles consideraba logros de la gestión chavista en materia social.

Los resultados de esta mutación fueron exitosos y aunque no logró la victoria, dio sustento discursivo a la mejor elección ejecutiva de la oposición venezolana durante el chavismo cuando en abril de 2013, Maduro obtuvo el 50,66 % de los votos contra el 49,07 % de Capriles.


A partir de este momento, la caprilización del discurso de las derechas latinoamericanas fue una estrategia común en la región. Al respecto señala muy certeramente Mariano Fraschini, en el blog Artepolítica:

Esta estrategia de caprilización también fue replicada más tarde en Brasil con la candidata Marina Silva, en Uruguay con Lacalle Pou y en Ecuador con los gobernadores electos de Quito y Guayaquil que evitan inclusive antagonizar en forma directa con Rafael Correa, al que le adjudican una gestión con aspectos positivos. Este discurso, insisto, extendido a las realidades de los países de la región enfatiza el aspecto que va “por la positiva”, que se presenta como superador de los conflictos y promete mantener “lo bueno” de los modelos exitosos de inclusión y rectificar lo “malo” de los mismos.


Finalmente, luego del intento inconsecuente y fallido de Sergio Massa de transitar la “amplia avenida del medio”o  “mantener lo bueno y cambiar lo malo”, tras el ajustado triunfo en balotaje en las últimas elecciones de la CABA, es ahora nuestro entrepreneur porteño el que se sumó a la estrategia regiónal de la derecha, consistente en la caprilización del discurso, dando nacimiento al nuevo Makri.


Como vimos, ninguna originalidad hay en este malabar retórico. Se trata de una réplica tardía de la estrategia de las derechas regionales. Estrategia que políticamente reconoce en Capriles su musa inspiradora y conceptualmente tributa más a los análisis sobre construcción de hegemonía de Ernesto Laclau que a las boludeces que expresa Duran Barba y que sólo pueden maravillar a intelectuales como Macri o Michetti.

Sin embargo, frente a los sucesivos fracasos electorales, hay que advertir que la caprilización ya no es la única estrategia que despliega la derecha latinoamericana.