“Internet es estalinismo sin Stalin”


Boris Groys en la UNSAM.




La manera de relacionarse hoy con el arte, gracias a la aparición de Twitter, Facebook, YouTube, parecería ser ya no la de consumirlo sino la de producirlo. Boris Groys (Berlín, 1947) aborda este nuevo paradigma que surge de la influencia de internet y propone líneas de investigación para estudiar hasta dónde llegan los efectos del cambio. Sus “opiniones contundentes” pueden leerse en Volverse público, libro imprescindible recientemente editado por Caja Negra, pero también en otros ensayos como Obra de total arte Stalin (Pretextos, 2008).

 Groys visitó Buenos Aires con una apretada agenda de actividades que lo llevó a dar charlas y conferencias en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en la Universidad Torcuato Di Tella y en la Universidad Nacional de San Martín. Justamente allí participó en un diálogo con Claudio Ingerflom y Agustín Cosovschi sobre “Las relaciones entre el arte y la política. Poder personal vs. poder institucional”. De este encuentro extraemos algunas aquí de sus frases.



El problema del espectador es realmente central en nuestras discusiones. Avant garde and kitsch es un texto muy influyente en el que Greenberg se enfoca no en el arte sino en una esfera de espectadores. No sé si conocen la historia de los espectadores, intelectuales, artistas, del siglo XIX que viajaban por el mundo y pasaban horas en un museo contemplando una imagen hasta que se desmayaban o quedaban famélicos por estar un tiempo eterno frente a una pintura. No podían desviar la mirada de ella; estaban inmersos en ella. Al final de ese artículo y luego en textos posteriores, Greenberg hace referencia a que este tipo de espectador, sensible digamos, tiende a desaparecer, y esa desaparición provoca el surgimiento del arte serio. Quizá al concebir el arte, ya no como la habilidad de un espectador educado para dedicar tiempo libre a apreciar una obra de arte, sino enfocándonos en el arte, podremos ponerlo en un contexto de trabajo. Greenberg habla de la posibilidad de que en un hecho artístico no haya espectadores: que todos estén involucrados en el trabajo. Por eso yo hablé del proyecto estalinista o soviético como una obra de arte total: todos los participantes y colaboradores están dentro de él; no hay participantes por fuera del proyecto artístico. Todos son parte del proyecto. Hoy diría que este proyecto es internet. El único espectador que podríamos decir que tiene internet es Dios, pero, si estamos de acuerdo con Nietzsche en que Dios ha muerto, entonces podemos estar de acuerdo que no hay espectadores. Simultáneamente todos participamos de internet, todos contribuimos todo el tiempo, todos agregamos fotos, videos, somos participantes de las redes sociales y así es como internet crece cada vez más. Todos somos parte de internet, nadie es espectador pasivo, nadie está afuera. Lenin dijo que el socialismo era una tela sin fábrica; yo diría que internet es estalinismo sin Stalin. Todos trabajan y practican lo que es el diseño de sí, pero estos proyectos de diseño no encajan y no se anticipan a encajar en un proyecto general. Como dijo Marshall McLuhan: a través de un movimiento vanguardista, el artista reemplazó la torre de marfil por la torre de control. Estamos viviendo en una sociedad donde esta torre de control es imaginada. Nos mostramos a alguien pero no sabemos exactamente a quién nos estamos mostrando. Queremos una confirmación sobre quién es este sujeto, pero este sujeto está ausente.

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No hay figura posible de espectador en internet. Cómo poder saber si un artista es bueno o malo, de acuerdo a tu propio gusto. En el museo uno puede comparar las distintas obras, pero es una operación imposible de hacer en el entorno de internet, uno no puede comparar todas las obras disponibles en este medio. Como tal, internet es muy fragmentada. Uno puede ser parte de entornos pequeños, de grupos pequeños. En esos grupos hay un intercambio artístico e intelectual, pero si uno es parte de ese grupo no puede decir que ese grupo es mejor que el otro. Con lo cual no hay un panorama general, no hay un criterio general de selección.

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Es interesante cómo internet funciona en nuestra cultura, en nuestra sociedad, como un espejo. Nuestra relación con internet es narcisista. Esto se debe a que cada vez que nos dirigimos a internet, internet nos responde y podemos escuchar nuestra propia voz en esa respuesta. Haciendo una analogía típica: cuando uno va a una librería, por lo general mira las mesas de libros y quizá haya alguno que por alguna razón particular nos llame la atención y decidamos tomarlo, hojearlo, leer algunas páginas; en cambio a través de Amazon, uno pide un libro particular. Cómo sé qué libro quiero: es internet quien me ayuda en mi propia búsqueda para ver cuáles son los libros que me interesan. Es una reflexión sobre mi propia existencia moderna. Los medios y las redes sociales son cada vez más personalizados. Si me interesa un tema determinado, voy a recibir noticias y novedades con respecto a este tema y quizá no reciba otro tipo de noticias. Cada vez más la gente lee libros y el diario a través de internet; tengo amigos que se informan de lo que está pasando o lo que puede ser interesante para su propio medio a través de las redes sociales. Se meten en Facebook y ven la novedad o la noticia del día, pero para su propio entorno.

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¿Qué le pregunto a Google? Le pregunto por una palabra determinada y Google me devuelve los contextos en los que aparece. Esto me recuerda a una mente medieval, donde los libros reflejaban los intereses de las personas sabias: sus intereses por plantas o peces. Los libros como tales no son interesantes sino en relación al contexto, lo relevante es la relación que existe entre opiniones. En este contexto el otro desaparece, se disuelve como reacción a la palabra original. ¿Cómo es posible volver al otro? No tengo respuesta. Sólo puedo describir la imposibilidad que brinda el dispositivo por internet, que permite un intercambio de seres individuales pero de un modo muy extraño. Objetifica una autorreflexión, un narcisismo que, a medida que acumula toda esa información, permite que el sistema siga creciendo. La computadora con internet es una máquina muy extraña.

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Es interesante ver el aspecto económico de internet, que es bastante atípico. Simultáneamente es un espacio público pero está privatizado. ¿Cómo se generan recursos o ganancias? Obviamente la respuesta no está en la producción de contenidos; lo que se hace es totalmente irrelevante para el funcionamiento económico de internet. ¿Dónde se genera valor? A través de mi persona como sujeto de consumo. No como sujeto que produce. Es una diferencia bastante importante respecto de la industria clásica de trabajo en el siglo XIX. Esta industria me tiene a mí como sujeto de consumo. La economía de internet es la monetización de la hermenéutica: cómo internet puede leer lo que es mi interés, mis deseos, mis modos de consumo. Si, por ejemplo, me invitan a Buenos Aires y yo mando un texto, ese texto es irrelevante para internet, pero simultáneamente va a ofrecerme publicidades con respecto a restaurants u hoteles en los que me puedo alojar en la ciudad. Es bastante claro cómo soy leído por internet y cómo se generan los recursos en internet. Es una anticipación como comportamiento como consumidor.

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Si como arte uno entiende la producción de objetos de arte, entonces esta producción no está relacionada con la política sino con la economía, con el mercado. Pero si como arte uno entiende un mensaje o una manifestación en un espacio público, esto sí tiene una influencia política porque el arte como manifestación en un espacio público comparte el espacio de la política. Y además la política en sí, como un fenómeno público, depende del arte porque cada político y cada partido político intentan generar o crear una imagen de sí para presentarla al público. Cómo es el diseño de sí de un político, de la política, qué imágenes utilizar, cuáles son las creencias en términos del gusto de las masas, cómo hacer que este mensaje encaje: eso va a depender del contexto del arte en general, cuáles son las imágenes que circulan en ese contexto, qué imagen generar para que entre en este flujo. El estado de la política es un conjunto de obligaciones que tiene que ver con una autoestetización.