Neoliberalismo después del neoliberalismo

En su trabajo, el sociólogo Gabriel Vommaro, el politólogo Sergio Morresi y el periodista Alejandro Bellotti explican el surgimiento del PRO y detallan su mecánica interna. Aquí analizan sus potencialidades y sus límites.

Por Werner Pertot

“El PRO es el neoliberalismo después del neoliberalismo”, plantea el sociólogo Gabriel Vommaro, que junto con el politólogo Sergio Morresi y el periodista Alejandro Bellotti publicaron el libro Mundo PRO. Anatomía de un partido fabricado para ganar, donde relatan el surgimiento del PRO, su consolidación e intentan explicar su mecánica interna. Tras un trabajo de tres años que incluye entrevistas y una encuesta a gran parte de los dirigentes del PRO (ver recuadro), los autores analizan las potencialidades y los límites del macrismo.
–Ustedes caracterizan al PRO como “un partido pro mercado en tiempos de estatismo. ¿Por qué?

Sergio Morresi: –El PRO es un partido de derecha, pero diferente a otros partidos de derecha. Los que lo conforman dicen que no son contrarios al Estado en el mismo sentido que lo eran el menemismo o la UCeDé en los noventa. Ellos plantean que el Estado tiene un rol que cumplir. Una liberal en el sentido más clásico. Y, al mismo tiempo, creen que el mercado es el mejor asignador de recursos que es posible imaginar. ¿Cómo es compatible más Estado y más mercado? Tienen una visión similar a la economía social de mercado, que es la idea que mantenía Alsogaray al menos doctrinariamente y que ellos han readaptado, como hizo el P P de España. Los documentos internos del PRO dicen que son de centro y reformistas. No piensan un Estado completamente ausente, que se de-sentienda de todo. Pero al mismo tiempo quieren más mercado.

Gabriel Vommaro: –El PRO es el neoliberalismo después del neoliberalismo. Ha aprendido la lección que dejaron los años 90 respecto de lo que no se debe hacer a la hora de aplicar reformas pro mercado. Para ellos, uno de los principales roles del Estado es crear oportunidades de negocios.

Alejandro Bellotti: –Hay una palabra vital de Macri, que es “gestión”. Está instalada contra la idea de “gobierno”. Por eso se reúne con empresarios exitosos, que piensan la Ciudad en una manera administrativa. Los problemas no se problematizan, sino que se resuelven.
–Describen en el libro cómo tanto el peronismo como el radicalismo le aportan cuadros al PRO en sus orígenes. ¿Cómo contribuyó la crisis del 2001 a esto?

G. V.: –El PRO es una propuesta de salida de la crisis de 2001 diferente a la que propuso el kirchnerismo. Es otro de los grandes relatos, que quiso interpretar la crisis e intervenir. El PRO propone la idea de que hay que meterse en política ante el fracaso de los políticos, pero sin ser antipolítico. Implica movilizar las virtudes propias del mundo privado, que debería contribuir a moralizar y eficientizar a una política que estaba en crisis.

S. M.: –Ese mundo privado son las ONG, los think tank, las fundaciones, las organizaciones de voluntariado, las redes sociales. El mundo no político-partidario.

A. B.: –En la conformación originaria hay una heterogeneidad, gente que viene de distintas ramas a conformar un nuevo espacio, cuando los experimentos políticos suelen tener tinte más homogéneo.

G. V.: –Por otra parte, el PRO fue favorecido en ese 2002 que encontró personal político disponible por la crisis de los dos grandes partidos. Y hay en la ciudad de Buenos Aires un electorado no peronista muy disconforme con mucho peso. Es un electorado interpelable por una nueva fuerza. Estos dos elementos son centrales para entender cómo el PRO en muy poco tiempo construye una fuerza que sale primera en la primera vuelta de 2003.
–A eso se suman los de las fundaciones y los gerentes. Ustedes identifican esos grupos como un rompecabezas que conforma el PRO. ¿Qué los mantiene unidos?

A. B.: –En esa etapa inicial es central la figura de Macri. No comparto la idea de que Macri sea un niño tonto.

–En el libro señalan que hay una mirada peyorativa de parte del progresismo que no ayuda a entenderlo.

A. B.: –En efecto, la figura de Macri es central, sobre todo en la etapa inicial, para amalgamar a todos estos grupos.

S. M.: –Estas facciones tienen conflictos, incluso dentro de la misma facción. Lo que los mantiene unidos es la idea del éxito, por un lado. Vimos mucho en las entrevistas políticos que en el peronismo o en el radicalismo ya estaba truncada. El PRO les abrió una oportunidad dentro de un nuevo partido.

G. V.: –Tendemos a pensar los procesos políticos por los resultados. Pero en esos años el campo político era muy movedizo. En las elecciones de 2003 Macri presenta cuatro listas de legisladores porteños, lo que da cuenta de estos pedazos que se unían. Fue importante la perseverancia de los “PRO puros” a crear un partido propio.

S. M.: –Macri ofrecía posibilidades sin exigir demasiado. De hecho, Ritondo sigue afiliado al PJ.
–¿El kirchnerismo contribuyó a la identidad del PRO?

S. M.: –El PRO casi desde el comienzo empieza a identificarse en confrontación con el peronismo. Al principio, intentan tender puentes y en un punto fue el kirchnerismo el que dijo: “Ustedes no entran porque son la derecha”. En la medida en que Kirchner se vuelve a recostar en el peronismo, el PRO vuelve a identificarse con el antiperonismo.

G. V.: –Entre 2005 y 2007 ocurre el momento de mutua elección del kirchnerismo y el PRO como alteridad, como otro constitutivo. Kirchner recién en 2007 dice: “Mauricio es Macri”.
–¿Esto se ve en las juventudes? Por ejemplo, los jóvenes PRO y La Cámpora...

G. V.: –Tienen una similitud en la centralidad del trabajo social. Ahora, la forma de significar ese trabajo social es muy diferente: el universo kirchnerista celebra la militancia popular como parte de un proyecto político adversativo, en cambio el PRO produce trabajo social en consonancia con los valores del voluntariado católico.

S. M.: –Viven el trabajo social como un trabajo solidario, lo que implica cierta exterioridad.

G. V.: –Otra cosa en la que se parecen con La Cámpora es que combinan la militancia y el trabajo. Hay una combinación entre militar y ser asesor de algún comunero, de algún legislador. Eso no invalida la autenticidad del compromiso militante, ni en un caso ni en el otro. Quizás en el caso de los jóvenes PRO hay un trabajo más fuerte sobre el entroncamiento entre militancia y carrera profesional. El reclutamiento es claro en universidades privadas y confesionales. Las entrevistas para sumar militantes tienen preguntas por el currículum, similar a una entrevista laboral. Se intenta poner a las personas donde saben.
–Hicieron una encuesta a dirigentes del PRO. ¿Qué se encontraron?

S. M.: –Lo que más me asombró es la cuestión de la inmigración. Es altísima (77 por ciento), sube de la media nacional (65 por ciento). En esto, los dirigentes del PRO están a la derecha de los argentinos.

G. V.: –La encuesta nos sirvió para objetivar quiénes son los cuadros del PRO. De nuestra muestra, la mitad eran políticos de larga data. Esto no corresponde con la imagen de un partido de los que se meten en política. Y, además, de hijos de familias de políticos.
–¿Cuál es el proyecto de Ciudad y de país del PRO?

S. M.: –El PRO es un partido pragmático. A medida que gestiona va armando un proyecto.

G. V.: –El PRO no hizo nada para solucionar la crisis del hospital público y la educación que venía de antes. Con el transporte hay un lado oscuro, porque la promesa era súper modernizadora y su gran política terminó siendo hacer sapitos bajo nivel y el metrobus. Está en claro que el PRO tiene un proyecto de quiénes merecen la Ciudad, en el sentido que lo pensaba Oszlak. El Estado, para el PRO, debe ponerse al servicio de las energías privadas.

A. B.: –El PRO gestiona para sus votantes, que no consumen ni educación ni salud pública. Sí les interesa esta idea de la ciudad verde, la ciudad festiva, una ciudad que se piensa cosmopolita, que tiene bicisendas, más allá de que sean escasas e ineficientes.

G. V.: –La dimensión de la fiesta y la celebración es una parte fundamental del PRO que interpeló a los sectores medios y medios-altos urbanos. En política internacional, tienen la idea clara de que “la Argentina vuelva al mundo”. Macri está diciendo que piensa en un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Cuando dijo que no hubiera estatizado YPF, lo que está diciendo es que no cree que YPF deba estar en manos del Estado, ni Aerolíneas Argentinas. Hacia ese lugar nos podría llevar. No se habla, de todos modos, de un desmantelamiento de las condiciones sociales como la AUH.

Contra la inmigración y la protesta social

Para el libro Mundo PRO, los autores trabajaron durante tres años y, a partir de un trabajo con estudiantes de la Universidad Nacional de General Sarmiento en 2011, encuestaron al 70 por ciento de los cuadros dirigenciales del PRO que ocupan cargos en el gobierno porteño, legisladores y diputados. Aquí, algunos de los resultados de ese trabajo:


El 75 por ciento de los dirigentes del PRO acuerda con la idea de que “el Estado debe intervenir para reducir las desigualdades económicas”.


Otro 60 por ciento considera que el mercado tienen el mecanismo más eficaz para asignar recursos.


El 40 por ciento considera que la educación sólo debe estar disponible para quienes la pueden pagar.


El 73 por ciento está en contra de la idea de que las privatizaciones de los noventa fueron un fracaso.


El 77 por ciento considera que hay que controlar más la inmigración.


El 92 por ciento piensa que es necesario un mayor control de la protesta social.


El 60 por ciento está en contra de legalizar el aborto.


El 62 por ciento está a favor de la idea de que “en materia de derechos humanos se debe mirar hacia adelante, no hacia atrás”.


Casi el 80 por ciento se mostró de acuerdo con la frase: “Un país es como una familia, no se puede gastar más de lo que entra”.


La mayoría se ubica en el centro del espectro político. Los radicales se sienten más de izquierda y los que provienen de partidos como la UCeDé, de derecha.