Gentrificación



Gentrificación (del inglés, gentrification) es un proceso de transformación urbana en el que la población original de un sector o barrio deteriorado y con pauperismo es progresivamente desplazada por otra de un mayor nivel adquisitivo a la vez que se renueva.

El término es un neologismo que procede del inglés «gentrification». Deriva de «gentry», una clase social histórica inglesa de imposible traducción, dada su composición mixta entre la baja y media nobleza y los propietarios de tierra plebeyos.

La gentrificación comienza cuando un grupo de personas de un cierto nivel económico descubren un barrio que, a pesar de estar degradado y descapitalizado, ofrece una buena relación entre la calidad y el precio y deciden instalarse en él. Estos barrios suelen estar situados cerca del centro de la ciudad o contar con determinadas ventajas, como el estar situados cerca de polos de empleo, etc.

Es un fenómeno netamente urbano y situado en la etapa histórica del posfordismo,2 a pesar de que puedan existir procesos semejantes en otros ámbitos espaciales y temporales. De esta forma, el proceso guarda similitudes con las nuevas tendencias de determinadas zonas rurales del mundo occidental, donde a medida que desaparece la actividad agrícola se van convirtiendo en sede de actividades turísticas y segundas residencias. Tampoco conviene confundir el término con los procesos de renovación urbana que se dieron en los centros de las urbes modernas con el objetivo de sanear la ciudad o incluso crear ensanches para la burguesía urbana, ya que esto se produce en un contexto histórico y económico diferente, con mayor protagonismo de la administración pública, con un sector inmobiliario privado menos desarrollado y, sobre todo, por ser procesos que contribuyen a crear la configuración de la ciudad capitalista industrial moderna, mientras que el proceso de gentrificación la desmantela.3

Desplazamiento de las clases populares



Gentrificado: artistas y bohemios han ocupado Bedford-Stuyvesant, Nueva York.

El efecto más notorio de la gentrificación es el desplazamiento de las clases populares. Este desplazamiento puede tener lugar bajo distintas formas, pero se produce principalmente con base en la situación de la vivienda. Las clases populares pueden reducir su número en la zona por el envejecimiento de la población, con base en desalojos por las condiciones ruinosas de un edificio o por terminación de un contrato de alquiler y ausencia de una oferta de alquileres en la zona para este grupo social. En los casos en los que los desplazamientos se producen de forma voluntaria, estos lo son generalmente debido a un efecto de rechazo por la situación de degradación del caserío, por el pago de incentivos a cambio de su abandono a inquilinos con contratos blindados o por la compraventa de la propiedad. Una vez realizado este desplazamiento, se revaloriza el preciado suelo, comúnmente residencial, a través de la rehabilitación del edificio, recalificado habitualmente como residencias de alto nivel, o la construcción de viviendas de nueva planta. A la expulsión progresiva de la población por los métodos mencionados se le une la incapacidad por parte de los desalojados o de jóvenes emancipados, originarios del barrio, de pagar una vivienda en él, como consecuencia de la revalorización y el aumento del precio de la mercancía vivienda. Además del desplazamiento y la revalorización del suelo se perciben otros cambios comunes a este tipo de procesos, como la reducción de las tasas de ocupación de la vivienda (el número de habitantes por vivienda) y la densidad de población del barrio o área afectada. Asimismo, si en el barrio predominaba el alquiler, se dará una progresiva transformación de la modalidad de ocupación en alquiler por la de ocupación en propiedad.

Recientemente, el Wall Street Journal documentaba la iniciativa de Amtrak, la red estatal interurbana de trenes, que ha subvencionado el trabajo de la artista alemana Katharina Grosse. Su obra, psychylustro, consiste en un enorme mural grafiteado a lo largo de la vía que recorre 30th Street, al norte de Filadelfia. El trabajo, que costó 225.000 euros, era definido como una pieza que “lucha contra el deterioro urbano a través del arte”.

Lo que no se contaba, curiosamente, era una de las posible interpretaciones de psychylustro: tapar el horizonte de miseria y desigualdad social que asuela la zona norte de la ciudad. Teniendo en cuenta que Filadelfia tiene una tasa del 28% de pobreza, la mayor de todas las ciudades estadounidenses, y que el norte posee la concentración más alta de pobreza infantil, resulta interesante que los medios de comunicación establecieran una mirada tan acrítica.


El artista ha estado al servicio de los fenómenos gentrificadores. Además del citado caso de Filadelfia, se han desarrollado ampliamente interesantes estudios sobre Londres, Nueva York o Milán, entre otros. El papel de los artistas como precursores y agentes de los procesos de gentrificación ha estado muy documentado. Pero no así las relaciones socioculturales y políticas que acompañan a estos procesos. En este sentido Art and gentrification: pursuing the urban pastoral in Hoxton, London, de Andrew Harris, analiza cuáles han sido los efectos de éstas en el distrito de Hoxton en Londres, donde los artistas repoblaron el panorama cultural de un espacio tradicionalmente de clase obrera en la década de los noventa, siguiendo la corriente de inversión inmobiliaria en la zona, pero también manipularon y menospreciaron la complejidad de las historias y las relaciones de clase y raza de los vecinos del barrio.




De la misma manera, On people on changing neighbourhoods de Lidia Manzo introduce el elemento comparativo entre procesos similares en ciudades muy distintas: se analiza la cohabitación en el distrito chino de Milán y los cambios en Brooklyn para comprobar que una ciudad es siempre un espacio en constante mutación donde operan dinámicas de poder, haya o no un desplazamiento directo de la población.




–Si alguien habla de “regeneración urbana”, échate a temblar. Como explica David Madden en un artículo de The Guardian, los procesos de gentrificación siguen una dinámica casi siempre calcada. Los barrios pobres se definen como “necesitados de una regeneración o revitalización”, como si los problemas fueran la falta de vida y el letargo, y no la desigualdad o la pobreza. La campaña liberal por la “diversidad” en barrios como Harlem, Brixton -y podríamos añadir varios casos en España- desplaza a comunidades enteras en espacios tradicionalmente famosos por su independencia política y cultural.


A partir de entonces se suele apelar al “renacimiento” de un barrio, que ha sido “revitalizado” desde la pobreza a un presente más vibrante y “dinámico”, una fantasía condescendiente y –como explica Spike Lee– racista, ya que la operación es estética, no sólo con respecto a los espacios, sino en relación al valor que ocupa la gente, y se vende como un éxito.


–El modelo económico es neoliberal. Los procesos de gentrificación y “hipsterización económica” apelan a su desigualdad desde la raíz. Se basan en el concepto financiero del “trickle down” o “goteo”, acuñado por el humorista Will Rogers durante la Gran Depresión. La base de la teoría es que el alivio fiscal y otros beneficios económicos para empresas y la clase media-alta beneficiarán a los miembros más pobres de la sociedad porque mejoran la economía en su conjunto.

Esta idea -que se basa en los principios de la economía de la era Reagan- es sorprendentemente adoptada como un argumento de peso por urbanistas de ciudades donde la gentrificación se aplica de manera salvaje, como un mito casi fundacional. Apoyar a aquellos que están “del lado de la oferta” puede traer ciertos beneficios colaterales -como argumenta Lee-, pero deja de lado que aquellos que se establecen en barrios gentrificados no generan espontáneamente y por el mero hecho de existir un beneficio a la comunidad.

Rubén Weinsteiner