Medios, discurso corporizador de agendas y virtualización de realidades


Los medios hacen uso de lo que se denomina lenguaje performativo, un lenguaje que tiene la capacidad de virtualizar realidades” y construir subjetividades.

Construyen agenda más por lo que omiten que por lo qu dicen, hablan desde un lugar desde donde se presenta un modelo de razonabilidad y certidumbre ante tanta diversidad de opiniones, e incertidumbre sobre "lo que hay que pensar" en el living mirando a tele después de la cena y antes de ir a dormir.

Construyen el carácter de amenaza y modelizan determinadas situaciones o lugares como las ideales o las infernales


Mediante este proceso se consigue movilizar a los ciudadanos en torno a la voluntad de los grupos que fijan la agenda de acuerdo a la corporización de sus negocios. .

Los medios de comunicación son empresas grandes, importantes y poderosas, sino no podrían jugar en las grandes ligas. Para consolidar ese poder, sostenerlo y expandirlo, deben articular con las grandes corporaciones y con los actores políticos .

La articulación con las grandes empresas y con los actores políticos se traduce en la gestión de agendas y corporización de estrategias y blindajes.

Las empresas mediáticas y los periodistas corporizan estrategias de negocios mientras crean sentido. Las empresas lo hacen por negocios más grandes, los periodistas por pauta o negocios más modestos.

En ambos casos la construcción de sentido se da produciendo construcciones mediáticas para lograr un lugar de enunciación que los posiciona dominando los acontecimientos que narran, con una ilusión de totalidad, que hace que quienes consuman esos medios, “no necesiten” consumir más mensajes, hurgar en otras fuentes, o poner en duda lo desde esos medios comunica estos enunciadores globales para “conocer toda la realidad”.

Estos virtualizadores de realidades, y constructores de percepciones, instalan discursos hegemónicos y dominantes.

Por discurso hegemónico y dominante, entendemos, un sistema de referencias semióticas compuesto por un conjunto de signos ideológicos con un determinado valor, en torno de los cuales giran todas las demás significaciones sociales potencialmente válidas, y determinan no sólo los valores de verosimilitud de las nuevas producciones de signos sino también la verosimilitud de estos.

Estos emisores pujan por la construcción de representaciones, percepciones, imágenes del mundo que no son el mundo y creencias.

Su efectividad se demuestra por su habilidad en lograr que la audiencia acepte la ruptura de las reglas del juego político. Entonces el tema quedará securitizado y la violación a las normas será legítima a favor de despejar la amenaza.


Los medios de comunicación tienen la posibilidad de recortar, omitir esconder y machacar desproporcionadamente sobre un tema, para “crear” realidades que no existen, un derivado inesperado de la revolución en las comunicaciones, antes relgado sólo a la política exterior de las grandes potencias más que a los juegos nacionales de las elites corporativas.


Kapuscinki decía que “el problema de las televisiones y en general de todos los medios de comunicación, es que son tan grandes, influyentes e importantes que han empezado a construir un mundo propio. Un mundo que tiene poco que ver con la realidad”.



El discurso de los medios se ha desprendido de toda pretensión de vinculación con la realidad, el discurso “crea” realidades allí donde no existen y las impone en un auditorio pasivo y esclavizado. Ya no se trata de ignorar, el objetivo ahora es ignorar que se ignora, implantar una “nueva” forma de conocer basada en la ignorancia.



La hiper-realidad es simplemente la incapacidad de distinguir entre lo que es real y lo que no lo es. Los telespectadores de las cadenas corporativas –particularmente aquellas personas cuyos puntos de vista están impregnados únicamente de informaciones de este medio– se encuentran sumidos en un estado de delirio exacerbado de la ignorancia.




Las construcciones de la historia también se constituyen discursivamente y las interpretaciones de un proceso son posibles lecturas alternativas de la historia.



Las diferentes versiones tienen diferentes implicancias para la constitución de las subjetividades y el predominio discursivo de una explicación sobre un conjunto de otras posibles, estableciendo significados e influyendo en las expectativas, comportamientos, deseos y preferencias de los sujetos.

Este proceso de creación de significados es mucho más agudo en los casos en que el sujeto parece comportarse como un mero “recipiente” de discurso, que no encuentra mecanismos para elaborar su propio discurso.



Dada la capacidad del lenguaje político de convocar voluntades para movilizar recursos, La securitización consiste en otorgar status de asunto vital a un problema que se presenta como atentatorio contra la supervivencia de un ente, de un modo de vida, etc.


El lenguaje vuelve aceptables determinadas prácticas políticas que escapan a la "normalidad" democrática y social e instauran recurrentemente una instancia de “excepcionalidad”. Las prácticas autoritarias son posibles porque se han vuelto aceptables mediante lenguajes aceptables.



Estos ejemplos de securitización, que apelan a la excepcionalidad, la autolimitación y la cesión o pérdida de derechos, son prueba de las potencialidades del uso político del lenguaje. Una realidad inexistente es “creada” por los medios de comunicación mediante una determinada y específica construcción discursiva de la historia. Esta construcción crea significados que influyen en las subjetividades de los actores, produciendo expectativas, deseos, simpatías, urgencias y demandas.

El sujeto se encuentra en plena “a-dicción” y justifica cualquier acción que lo saque de la situación de “peligro inminente” en la que cree encontrarse.

Los medios promueven aceptación, colonizando subjetividades a favor de una estrategia determinada.

Los cambios que se instalan como “deseados” o positivos, son solo aquellos que favorecen esa estrategia. Al primer indicio que un cambio perjudique una estrategia, el planteo de ese cambio se bajará de la agenda de ese medio. Los símbolos secundarios de opiniones “independientes” o “progresistas”, o la inclusión de algún personaje disonante, son solo parte del marco que legitima la estrategia de cambio o no cambio desplegada por el medio.

El volumen de información que emiten los medios, con recortes descriptivos de “lo que pasa”, deja al sujeto receptor sentado en el living, en la sala de espera del dentista, en el auto, frente a la tablet o el celular, “informado” y sin la posibilidad analizar, construir, decidir y actuar.
Lo que vio en el programa está en línea con lo que leyó en el diario a la mañana, con lo que escuchó en la radio en el auto mientras estaba atascado en la Gral Paz, es lo mismo que vio en el zócalo del programa que estaban exhibiendo sin sonido en el restaurante donde almorzó, cierra perfectamente con lo que leyó en las páginas que visita en la oficina cuando hace un break, con las alertas en el celular, con lo que le comentó el amigo, la esposa por teléfono, la secretaria, la suegra que lo llamó preocupada, con lo que escuchó en la radio en el auto al regreso, y ahora que terminó el último programa de la noche, apaga el televisor y queda preocupado, queda informado, ya tiene muchas ideas acerca de cómo mirar, sentir y valorar “lo que pasa”.

Rubén Weinsteiner