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LA ESPECTACULARIzACIÓN DE LA PoLíTICA
La arena mediática de la política moderna se ha convertido en puro
espectáculo teatral y, en consecuencia, política y teatro son dos palabras
que se unen para caracterizar la intensificación del infoentretenimiento
y del simulacro político. Esto no significa que todas las actividades de
la política se desarrollen como eventos espectaculares, pero la metáfora
del teatro nos permite describir, de manera figurada, las actividades re-
lacionadas con la administración de la imagen de los actores políticos,
así como el manejo de las impresiones que, a través de los medios de
comunicación, deben llegar al público. La espectacularización de la po-
lítica es una marca característica de la política contemporánea por dos
razones principales. Antes de todo, porque la actividad política se desa-
rrolla en la esfera de visibilidad controlada por los medios de comuni-
cación. La política se plantea, muchas veces, como one-man show, como
un producto característico de la industria de la cultura, codificado por
la gramática del periodismo. Por un lado, los agentes de sistema políti-
co, especialmente los spin doctors, construyen acontecimientos y formas
narrativas con el objetivo de influir en el sistema de los mass media.
Por otro lado, en muchos casos son los propios perio-
distas, operando con la gramática y con la lógica del
entretenimiento, que convierten el campo político en
un espacio escenificado que tiene actores, peripecias,
recursos expresivos y hechos principales y secunda-
rios. Hablamos de situaciones artísticamente elabora-
das por el campo político y por el campo mediático.
Los agentes del campo de la política necesitan insertar
contenidos en el campo informativo y lo hacen me-
diante una competencia dramática que tiene como
objetivo producir efectos emocionales en los especta-
dores. Los agentes del campo de los medios necesitan
adaptar sus productos a la lógica de la industria del
entretenimiento, exhibiendo productos mediáticos
que, más que informar, nos seducen y entretienen.
Decimos que la política contemporánea es un spectacu-
lum, algo realizado por actores en la esfera de la visibi-
lidad pública, que es contemplado, “mirado” o admi-
rado por espectadores. Los espectáculos de la política
son acciones, eventos o discursos construidos por la
industria de la información, o por los equipos de mar-
keting político, que colocan el público en la condición
de spectatoris, de espectador. Son mirabilia políticas,
emprendimientos político/mediáticos que “llenan los
ojos”, que despiertan la atención y la adhesión de pú-
blicos (Cf. Gomes, 2011: 394).
Como la legitimación del poder sólo se puede lograr
con el consentimiento de la “opinión pública”, los me-
dios de comunicación se convierten en el instrumento
de visibilidad más importante para el sistema de la
política. El poder sigue, de hecho, una lógica publi-
citaria de “fabricación” de la opinión que implica po-
litólogos, especialistas en comunicación y marketing
político, y periodistas. Intentando obtener una efica-
cia informativa que debe corresponder a los requisitos
del sistema mediático, la dramaturgia política cons-
truye escenarios que estallan en los medios mediante
cálculos de noticiabilidad o interés periodístico. De
este modo, la mise en scène permite a los actores po-
líticos ganar una posición de visibilidad pública que
tiene como objetivo conquistar espacio mediático e
influir en la mente de los votantes. Nos referimos al
modo como los actores políticos se presentan ante el
público, ante los spectatoris, y al modo como intentan
controlar la impresión que el público tiene de sus ac-
ciones o posiciones políticas. No obstante, la produc-
ción de representaciones debe ser capaz de anticipar
la recepción del mensaje a través del dominio de la
economía narrativa de los medios, es decir, el lengua-
je, el ritmo y el escenario del campo mediático.
En Le pouvoir sur scène (1980), uno de los autores prin-
cipales que ha trabajado las relaciones entre política y
teatro, Georges Balandier, afirma que “todo el sistema
de poder se destina a producir efectos, entre ellos, los efectos
comparables a las ilusiones que suscitan el espectro teatral”
(Balandier, 1992: 14). En este sentido, Balandier refiere
que el actor político, para conquistar y conservar el
poder, debe procurar crear efectos que favorezcan el
representante en su identificación con el representa-
do. Segundo la perspectiva del autor, para ganar le-
gitimación y consentimiento, el poder político recurre
a la teatralidad, a formulas y estereotipos, que trans-
forman la actividad política en una “teatrocracia”
(1992: 168). Le pouvoir sur scène se trata, justamente,
de una obra fundamental para comprender la repre-
sentación contemporánea del poder y el modo como
el sistema mediático contribuye para la manifestación
y organización ritual de la política. Para el antropó-
logo francés, la dimensión ceremonial del poder es
fundamental para legitimar la dominación de la acti-
vidad política y las “nuevas” técnicas de propaganda,
propias del mundo de los medios, son un poderoso
instrumento de la dramaturgia política. Así pues, la
producción de imágenes y de apariencias, la mani-
pulación de símbolos y la capacidad de crear efectos
emocionales, transforman el poder en un “teatro de
ilusiones” y el Estado en un “Estado-espectáculo”.
Efectivamente, una de las principales características
de la política contemporánea es su creciente especta-
cularización. Pero en que consiste exactamente el tér-
mino metafórico “política-espectáculo”? En la actua-
lidad, sabemos que algunas actividades de la política
se realizan como productos de exhibición en la esfe-
ra de la visibilidad pública controlada por los filtros
de los medios. En este sentido, la política es similar
a otros productos de la industria cultural, productos
destinados a captar la atención del público. La polí-
tica es algo que se enseña, que se exhibe en el palco
mediático a través de luchas y juegos simbólicos. La
sociología del periodismo nos aclara que los medios
gestionan el capital simbólico de los gobernantes, al
mismo tiempo que funcionan como “arenas” que ofre-
cen ámbitos de competición que permiten aumentar
el reconocimiento social. Este modo de revelación, de
“figuración” o de “ingeniería mediática”, puede ser
entendido mediante el estudio de la dimensión ritual
y simbólica propuesto por el modelo dramatúrgico de
Erving Goffman.
En The Presentation of Self in Everyday Life (1956), el au-
tor explica como los individuos tratan de adaptar al
escenario su comportamiento, intentando proyectar
una imagen propia que sea más o menos compatible
con la impresión que el individuo desea evocar. Los
aspectos o características de la personalidad que im-
portan destacar constituyen lo que Goffman designa
por región frontal (stage). Por otro lado, los aspectos
que no se consideran apropiados o que pueden dañar
la imagen que el actor trata de proyectar en el palco,
son suprimidos o ocultados en lo que Goffman califica
por bastidores o backstage (1993: 135). Así pues, la re-
presentación teatral de los actores de la política se basa
en una lógica de publicidad/ocultación, o de visibili-
dad versus invisibilidad, que organiza el funcionamien-
to de la comunicación política en términos dramatúr-
gicos. En este modus vivendi interactivo el actor político
intenta actuar de manera calculada con el objetivo de
despertar las reacciones cognitivas deseadas y los afec-
tos emocionales pretendidos.
En efecto, “personajes”, “representación” y “público”
son tres conceptos clave que permiten aproximar la
política contemporánea, por analogía, a la idea de spec-
taculum. En un libro publicado en 1977, Roger-Gérard
Schwartzenberg sostiene, justamente, que la política
de las ideas ha dado lugar a la política de la persona-
lidad donde “cada dirigente parece elegir un determinado
papel, como en un espectáculo” (Schwartzenberg, 1977:7).
La personalización del poder es, de hecho, fiel a su eti-
mología ya que persona significa, precisamente, másca-
ra de teatro, una máscara que permite “encarnar”, “re-
presentar”, o “figurar” el poder. La actividad política
abarca la composición y el maquillaje, la fabricación
de imágenes que tienen como objetivo captar la aten-
ción del público. Así pues, el juego político es una arte
dramática en constante representación y producción
de símbolos. La democracia se transforma en pura
exhibición y los ciudadanos se convierten en especta-
dores (Idem, p. 410). Para Schwartzenberg, la adapta-
ción de los dirigentes políticos a la médiapolitique es un
“nuevo imperativo” (Idem, p. 193) que transforma la
política en un fenómeno “ultra personalizado” donde
los contenidos racionales, intelectuales y programáti-
cos dan lugar a una comunicación de índole más afec-
tiva y centrada en la imagen mediática del dirigente. A
través de la personalización del poder, el mundo de la
política descansa, tal como el mundo del espectáculo,
en el fenómeno del star system y la política contem-
poránea se convierte, definitivamente en “puesta en
escena”, en Estado-Espectáculo (Idem, p. 191). De hecho,
el trabajo de Schwartzenberg ha sufrido la influencia
del libro La Société du Spectacle, publicado por Guy
Debord en 1967. Una obra sobre la naturaleza de la
sociedad contemporánea citada por Schwartzenberg
en la primera parte de su libro, aunque el objetivo de
Schwartzenberg haya sido, específicamente, la analo-
gía entre la estructura política y el mundo lúdico del
espectáculo teatral.
Como hemos visto, se pueden destacar algunos as-
pectos que refuerzan, metafóricamente, la idea de la
política como espectáculo. La existencia de persona-
jes, de regiones frontales y de bastidores o zonas ocul-
tas donde se prepara la representación, la estructura
narrativa inherente a la información periodística, los
efectos emocionales que dicha estructura despierta
en el espectador y el propio concepto de representa-
ción política. Norberto Bobbio, en el seguimiento de
los estudios de Carl Schmitt sobre el tema de la “re-
presentación”, ha captado muy bien la analogía entre
representación teatral y representación parlamentaria:
El parlamento es el lugar donde el poder es representado en
doble acepción: es la sede donde se reúnen los representantes
y es el local donde, al mismo tiempo, sucede una verdadera
y apropiada representación que, como tal, tiene necesidad
del público y debe suceder en público (Bobbio, 2003: 308).
No obstante, la dramaturgia política también se refleja
en la gramática específica de los medios y en los pro-
cesos de construcción de la actualidad informativa.
Como los medios de comunicación necesitan captar la
atención del público, o del espectador, nada mejor que
ofrecer productos informativos que accionen los dis-
positivos del entretenimiento y del drama. Tal como
ha subrayado Murray Edelman, las historias periodís-
ticas evocan un espectáculo que es una construcción,
una interpretación que refleja dimensiones emociona-
les, cognitivas, sensoriales y, sobre todo, lingüísticas
(Edelman, 1988: 105).
El espectáculo político se centra en la producción de
personajes mediáticos y la cobertura informativa so-
bre el sistema político se dirige a captar la atención del
público. En este sentido, la realidad es presentada con
el objetivo de provocar efectos emocionales o cogniti-
vos, algo que significa que la representación mediática
no sólo reproduce la realidad sino también trabaja,
moldea y manufactura el modo como la realidad es
presentada. Así pues, lo real es dotado de una signi-
ficación específica donde la imagen, los actos de cam-
paña, los hechos y las declaraciones que apelan más al
espectáculo y a la lucha de personalidades políticas se
imponen sobre la sustancia, es decir, sobre las discu-
siones racionales, sobre el logos político. El fenómeno
de trivialización y espectacularización del periodismo
político se intensificó naturalmente con el adveni-
miento y consolidación del spinning en la comunica-
ción política. Los spin doctors, especialistas en procesos
de comunicación política, conocen el lenguaje y el mo-
dus operandi del mundo de la información, conocen los
media-handling skills, las estrategias de comunicación
que se adaptan a una sociedad hipermediática. Los
publicistas se convirtieron en el elemento de conexión
entre el sistema político y el sistema de los medios,
y son los responsables por elaborar el theatrum politi- En
cum, el diseño, la racionalización y la transmisión de
los mensajes en la prensa.
De hecho, la expresión “profesionalización de la po-
lítica” tiene, específicamente, que ver con la capaci-
dad del sistema político de producir contenidos que
se adapten a la lógica de los medios y, más bien, que
despierten en el público los efectos deseados por los
political consultants. Como la esfera política se caracte-
riza por la exploración de la imagen, por la personali-
zación y dramatización, por declaraciones y acciones
que apelan al espectáculo, por habilidades verbales
que tienen como propósito influir en la opinión públi-
ca, la esfera política se teatraliza a través de una retó-
rica que tiene en los medios de comunicación el esce-
nario privilegiado de puesta en escena. En realidad, la
política se adapta bastante bien a la estrategia de los
medios, particularmente de los medios audiovisuales.
El homo politicus se adapta al dominio de los símbo-
los mediáticos transformándose en homo cathodicus.
Tal como ha señalado Edelman, en su libro intitulado
Constructing the Political Spectacle (1988), el escenario
principal de la política ya no son los espacios propia-
mente “políticos”, como los parlamentos o las salas de
los congresos, son, más bien, los medios de comunica-
ción y, principalmente, las noticias políticas. Así pues,
los medios de comunicación plantean un escenario
donde el énfasis está en las estrategias de visibilidad
y administración de las impresiones de los actores po-
líticos y, sobre todo, en la construcción de enredos y
narrativas que son resultantes, por un lado, de la ló-
gica y de las características de la máquina narrativa
del medium y, por otro, de la competencia entre perso-
nalidades y equipos de marketing propios del campo
político. Como consecuencia, la política sustantiva se
enflaquece en beneficio de la apelatividad publicita-
ria y de la promoción atractiva de los líderes políticos
ante los ciudadanos.