Por Rubén Weinsteiner
Con la crisis del 2001 cambiaron los paradigmas de
representación política en el voto joven en la Argentina. Lo que Bernard Manin
llama “metamorfosis de la representación”, un cambio profundo del lazo que une
a quienes eligen, con quienes son elegidos.
En las jornadas del 19 y 20 de diciembre, confluyeron muy
diversos sectores: desde ahorristas a quienes el “corralito” no dejaba extraer
su dinero de los bancos, el sector
educativo, el de salud, partidos políticos de izquierda, organizaciones
sindicales, los movimientos de desocupados, en su mayoría piqueteros, y también
muchos sujetos jóvenes autoconvocados que repudiaban al sistema político en su
totalidad. La consigna que se impuso fue: “¡Que se vayan todos!”, demostrando
la profundidad de la crisis que terminó con 40 muertos y 2000 heridos.
Los cambios de paradigmas según Khun, tienden a ser
drásticos y en muchos sentidos los jugadores vuelven a cero. Con los nuevos
paradigmas del esquema formal de organización del sistema de preferencias, el
votante joven se apropió del sistema de valoración de las marcas políticas, que
antes subrogaba en los adultos, por tradición o mandato, educación o poder de
fuego de los medios tradicionales, produciendo una síntesis entre su sistema de
asignación de valores etáreos y tribales, y su propia racionalidad instrumental
del voto.
La pobreza, la indigencia, la ruptura del contrato social y
el desempleo constituyeron el núcleo de deslegitimación del sistema de paradigmas
viejo. La pérdida de la legitimidad de las generaciones dirigenciales mayores,
que revelaron debilidad e impotencia, les quitó autoridad y capital simbólico ante
los jóvenes. Autoridades e instituciones, bancos, medios de comunicación y partidos
políticos, perdieron autoridad validatoria de las marcas politicas. Junto con
eso, el colapso de la ilusión del retiro del estado, la convertibilidad y “estar
en el primer mundo”, encuentra a los actores sociales jóvenes, más afectados que
ninguna otra franja en la dura lucha por la supervivencia, o bien irse del país.
Encarnando en ambos casos un fuerte componente contracultural.
El voto joven a partir del cambio de paradigmas de 2001, ha
dejado de organizarse a partir de identidades sociales tradicionales permanentes:
la sociedad individualista arrasó durante la década del 90 con esas
identidades, las cuales se volvieron múltiples volátiles y complejas, difíciles
de organizar alrededor de variables duras, como edad, lugar de residencia, años
de escolaridad, y mas organizables
por variables blandas, como temas de interés y convocatoria, es decir, más lo
que la gente hace, que lo que la gente es.
Esto impone en el escenario, como consecuencia, una elevada
volatilidad del voto del electorado joven de elección en elección.
En Europa durante la post guerra, los jóvenes desarrollaron
una tendencia a valorar negativamente a la política pero por sobre todo a los
políticos. En ese escenario como en el 2002 argentino, el proceso de
deslegitimación fue ampliando la brecha entre dirigentes y jóvenes y dio cuenta de la falta de
expectativas en la realización de cambios reales. Se fue gestando la percepción
en el electorado joven, que los políticos tienden a confundir los intereses de
su corporación con los del bienestar general y terminan por imponer aquéllos
como lógicas de acumulación personal.
En este escenario, los partidos dejaron de funcionar como
instancias articuladoras de las demandas de grupos sociales específicos, e
incluso en un intento de adaptarse a esta nueva situación que estructura nuevos
patrones de competencia política, retroalimentan el proceso de pérdida de su
función representativa al elaborar discursos que pretenden alcanzar el voto de
sectores más amplios de la población, lo que llamamos los “catch all party”,
los partidos “agarra todo”, con la contrapartida de entablar vínculos más
frágiles e inestables que antes.
En este contexto las propuestas partidarias se volvieron
cada vez mas impostadas y artificiales. Ante este nuevo abordaje los jóvenes
ponen en valor a la autenticidad como fundamento validatorio y al clivaje impostura-auténticidad,
como eje del sistema de preferencias.
Se va transformando en insumo de construcción, el proceso de sobredeterminación de
ciertas palabras que condensan en torno de sí, múltiples significados.
Gato es prostituta, es alguien servil en lenguaje
carcelario, es alguien que se presume gay, pero fundamentalmente en los
segmentos jóvenes, gato es alguien falso, no transparente, trucho.
Los otros son la impostura, los que dicen una cosa pero son
otra, contra eso, se plantea un modelo normativo de autenticidad, sencillez y
transparencia.
No ser “careta”, no ser “gato”, no ser “trucho”, ser o en
realidad parecer verdadero, transparente. El marco de referencia esta afuera
pero dentro del círculo tribal, esa figura referencial emerge por un cualidad
específica, ser el líder de la banda que más le gusta, pero además validar su
autoridad con un discurso que se retrolegitime con los valores de la tribu,
como la autenticidad y los proyecte hacia afuera. Importa en la referencia, más
que lo que dice, la forma en la cual se para frente al poder, de manera
auténtica, sin ornamentos innecesarios. El lenguaje gestual derivado de la
visualidad, resulta naturalmente clave. La gestualidad ligada a las jerarquías
produce rechazo, la sobre actuación muy evidente también.
El 2001 y el clivaje prohibido-permitido
La tensión entre lo prohibido y lo permitido, subyacente de un escenario como el de
2001, donde la crisis instaló nuevos debates sumados a los viejos, como el consumo
de marihuana o el aborto, o en otras épocas, desde el divorcio, hasta circular
por el espacio público en pantalones cortos, plantea un trade off que cliva y divide la cancha
entre los “caretas” y los propios, porque el joven pone en emergencia conductas
“asociales” , que muchos viven y practican subterráneamente y que en definitiva en muchos casos es “lo
que viene”.
Por eso las propuestas políticas que pongan sobre la mesa
las tensiones “prohibido-permitido” tendrán siempre muchas más, atención,
receptividad y aceptación en los diferentes microsegmentos jóvenes.
Emoción, reason why, sujetos políticos y sujetos de
elección.
“La Revolución es un drama pasional”, dijo Mao. Y agregó:
“no hemos atraído al pueblo apelando a la razón, sino desarrollando la
esperanza, la confianza y la fraternidad. Frente al hambre, la voluntad de
igualdad adquiere la fuerza de un sentimiento religioso. Después, luchando por
el arroz, la tierra y los derechos concedidos por la reforma agraria, los
campesinos adquirieron la convicción de que luchaban por sus vidas y las de sus
hijos”
El joven quiere y demanda cambios drásticos y disruptivos,
por indignación moral. En términos de sus valores, el orden existente es
inviable, y hay que transformarlo.
Los dos factores constitutivos de la factibilidad,
viabilidad y potencia de una marca política en el voto joven son:
1)
Reason why
2)
Constitución de sujetos políticos
Sin reason why no hay sujetos políticos.
El reason why, el para qué de una marca política, es la
vocación de poder pura y dura. “Quiero ser gobernador, presidente, diputado,
para hacer esto”. “Es bueno que yo
tenga poder para hacer tal cosa”.
Esa vocación de poder no interpela al sujeto de elección desde la
demanda de un espacio o cargo. El reason why nunca es el cargo, sino “quiero
hacer esto para mi ciudad, provincia, país”. No como un proyecto individual,
sino como integrante de una propuesta colectiva y que trasciende el aquí y
ahora. El voto joven, otorga el poder político como una herramienta de cambio
tribal, más que como una plataforma de crecimiento personal, para alguien que
se valora o admira. Porque en el voto joven, se expresa como en ningún otro
segmento la dimensión colectiva de la política para los jóvenes.
El reason why consiste en encontrarle sentido a la vida de
las personas, no en encontrarle un sentido a la vida del candidato. La
capacidad de poder transmitir esto, por parte de la marca política, a través de
un discurso, una narrativa, una simbología y ritualidad, identidad,
personalidad, posicionamiento y naming, viene a construir situaciones de
interacción, para resolver
problemas de relación con los sujetos de elección jóvenes, así como de imagen,
de expectativas, creencias
compartidas o de emociones disruptivas.
El planteo del reason why a los jóvenes en particular,
constituye una propuesta de
responsabilidad, expresada por la promesa de la marca.
Plantear el para qué, es necesario ya que los sujetos de
elección jóvenes, necesitan para
relacionarse emocionalmente e identificarse con un marca política, atribuirles a estas, voluntades,
particularidades, valores, mitos, obligaciones, promesas, diferencias y
capacidades subjetivas. El reconocimiento y valoración del reason why y la
identificación del joven con la tribu en tanto colectivo, es el eje de la
racionalidad instrumental del voto joven.
Para el joven,
identificación es amor, para los adultos identificación, es solo
empatía.
Para que este reason why pueda ser comprendido e
internalizado por los votantes jóvenes, para que sea coherente con la promesa
de la marca política y con las expectativas de los los sujetos de elección,
hace falta consolidar un eje integrador, una narrativa política, que le de
sentido a la identidad, a la voluntad y a la potencialidad de acción de la
marca política.
El reason why
de una marca política, es el insumo estratégico fundamental para la
construcción de sujetos políticos, sujetos de elección duros y no tanto, y para la fundamentación de un
despliegue territorial físico y virtual eficaz, así como de una agenda poderosa al interior del voto joven.
Sin reason why y sin sujetos políticos no hay acumulación ni
construcción sólida posible en el segmento joven.
Rubén Weinsteiner |
Rubén Weinsteiner