UNEN, Macri y las PASO: de pronto, todo cambió



La constitución del Frente Amplio-UNEN entraña una novedad de consecuencias complejas. Lo único seguro es que introdujo una modificación en la escena política que obliga a mirar todo de nuevo. Hasta la presentación del teatro Broadway, la contienda presidencial estaba caracterizada por dos rasgos principales. Era una competencia entre candidatos: Sergio Massa , Daniel Scioli y Mauricio Macri . No entre organizaciones. Y los dos candidatos más promisorios, Massa y Scioli, eran peronistas.
La irrupción de la nueva alianza modificó el cuadro. Junto con el atractivo de las personalidades, siempre crucial, ahora hay que estar atentos al peso y al despliegue de cada agrupación. De modo que queda en primer plano la incidencia de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en el desenlace del torneo. Las reglas del juego potencian o retrasan la carrera de cada competidor. Son un actor en sí mismas.
La aparición del Frente Amplio obliga, además, a poner el foco en el cuadrante no peronista del mercado electoral. Este modo de leer el tablero llevó a varios dirigentes de la nueva liga a aconsejar una convergencia con Pro.
"Hay que integrar a Macri para que el país no quede atrapado en una interna peronista", es el argumento.
La constatación es de una sinceridad masoquista. No sólo porque abre un debate prematuro en una agrupación cuyo riesgo principal es convertirse en una torre de Babel. Los que plantean esa integración - Elisa Carrió , Oscar Aguad , Julio Cobos - están admitiendo, además, que su fuerza es insuficiente para superar a Scioli o a Massa.
Macri desconfía de la propuesta. Sobre todo por la inesperada flexibilidad de Carrió, quien denunció el año pasado su proximidad con Cristóbal López y Lázaro Báez . Pero también se siente halagado por el reconocimiento. Comete un error: la idea de que la integración Frente Amplio-Pro es indispensable para derrotar al PJ supone que él también es incompleto. Y esa suposición es verdadera.
El Frente Amplio plantea dos dificultades para Macri. La primera es que introduce un contendiente de volumen en el campo del no peronismo, que él venía monopolizando. Las clasificaciones son instrumentos subliminales de la lucha por el poder. Desde que Massa triunfó en las legislativas bonaerenses, Macri viene denunciando al nuevo diputado como un disidente sospechoso del universo oficial.
Esa caracterización le permitía al líder de Pro aparecer como el abanderado de una opción no peronista y, por lo tanto, sin mácula alguna de complicidad con el Gobierno. Los postulantes del Frente desafían esa posición. El electorado remiso a votar al PJ cuenta a partir de anteayer con una opción a Macri. Sobre todo si Ernesto Sanz, el radical más compatible con la base de Pro, consigue fortalecer su candidatura.
La otra incomodidad que plantea a Macri, y también a Massa, la nueva coalición es que ofrece un marco operativo a la dirigencia intermedia de la UCR. Macri y Massa han intentado resolver su déficit de desarrollo territorial cooptando a radicales expectables: Ramón Mestre, José Cano, Gerardo Morales, Alfredo Cornejo, Horacio Quiroga, o independientes como Martín Lousteau.
La constitución del Frente Amplio cercó ese coto de caza. El encierro es paradójico. Los líderes de la nueva agrupación están obligados a ofrecer a los candidatos locales una fórmula presidencial competitiva para conquistar las provincias donde la elección de gobernador coincide con la nacional. La insistencia de Aguad y Mestre en acordar con Macri expresa ese problema: al jefe de gobierno porteño le va estupendo en Córdoba.
Las amenazas del Frente Amplio son la contracara de tres problemas de Macri. Uno es no haber advertido que estaba llamado a seducir a la sociología filorradical, subrepresentada a partir de 2001. El segundo es haber menospreciado el papel de la organización territorial. El tercero es que el suyo no es un proyecto político, sino un proyecto biográfico. Su objetivo es llegar a presidente. Y esa condición no negociable dificulta las alianzas. Sus seguidores, que lo saben, están atemorizados.
Hoy en Pro hay dos preguntas inquietantes: ¿entregaría Macri a Miguel Del Sel en Santa Fe para pactar con Hermes Binner? Conservar Santa Fe es esencial para Binner. La otra, más osada: ¿entregaría a Horacio Rodríguez Larreta o a Gabriela Michetti en un acuerdo porteño con Carrió? Alguien de la mayor intimidad de Macri contesta: "Si eso lo lleva a la Casa Rosada, sí".
Macri advierte las nuevas complicaciones. Anteayer prohibió a los suyos hablar de entendimientos con la nueva coalición. La instrucción es dar la sensación de que Pro puede llegar al poder sin asociarse con terceros. El jefe de gobierno se entusiasma con el éxito que obtuvo en Mendoza: sin aparato, con una campaña subterránea, ubicó segundo a Gustavo Senetiner en la elección de concejales.
La política suele ser engañosa en la superficie de las declaraciones. En cambio, en el nivel cifrado de la reglamentación electoral siempre ofrece una verdad. Patricia Bullrich, aliada principal de Pro, propuso una reforma de la ley de las PASO que insinúa lo que está pensando Macri. Bullrich propone que en las primarias se elijan sólo candidatos a presidente. Y que el que gane, seleccione como vice a cualquier ciudadano, salvo que haya participado en la interna de otra agrupación.
El proyecto tiene sentido sólo si Macri imagina una alianza. Y habilita dos opciones. Que integre a Pro en una elección contra el Frente Amplio o que escoja como segundo a un radical que no haya competido en las primarias. Por dar un ejemplo: Aguad. Queda descartado, en cambio, un binomio con Massa.
En el Frente Amplio, en general, admiten nada más que una reforma: que el ganador pueda seleccionar a su segundo entre los competidores de su propia interna.
Sólo los que ven en Macri una garantía casi absoluta para llegar al gobierno promueven una modificación más audaz que la de Bullrich: que el candidato a presidente pueda completar su fórmula con cualquier otro ciudadano, incluso los que participaron de otra interna.
Sin embargo, hay radicales con la autoestima tan elevada -el ex senador José María García Arecha, por ejemplo- que sostienen: "No hace falta aliarse con Macri. Cuando después de las PASO los simpatizantes no peronistas de Pro vean los votos que sacó el Frente, irán detrás de nuestro candidato. Las primarias serán, en realidad, la primera vuelta".
Para ser aprobado, el proyecto de Bullrich necesita los votos del oficialismo. Pero a Cristina Kirchner no le conviene que la designación del candidato a vice quede librada al arbitrio del ganador de las PASO. Sobre todo si ese ganador es Scioli. Es inocultable que ella pretende limitar a Scioli. Basta observar el protagonismo que le está dando a Florencio Randazzo.
Hasta le permitió investigar las complicidades de Julio De Vido con las empresas de transporte en la distribución de los subsidios al gasoil. Sin embargo, en el caso de verse condenada a Scioli, ella intentará designarle a un "Mariotto" como segundo y la lista de diputados nacionales. Esa imposición sería más trabajosa con un candidato que ya hubiera sido ungido por el electorado.
A Scioli le gustaría resistirse a ese encuadramiento, que lo convertiría ya no en diputado sino en presidente "testimonial". Por eso imagina una nueva ley de primarias en la que el ganador pueda elegir como vice a quien salió segundo.
Scioli debería convencer al apoderado del partido, Jorge Landau. Pero Landau, que sólo acata órdenes de Carlos Zannini, prefiere aprobar una ley por la cual junto a los diputados nacionales se elijan los del Mercosur. La Presidenta aspira a tener más bancas, y también más fueros, para repartir entre los suyos..