Horacio Rovelli
El “Kirchnerismo” asumió
el gobierno tras la crisis del plan de convertibilidad y de valorización
financiera del capital, para impulsar un modelo de defensa del mercado
interno, del salario, y del empleo, que Néstor Kirchner denominó “un
capitalismo en serio”, esto es, en su interpretación, condicionar la
tasa de ganancia a la producción y a la generación de puestos de
trabajo.
Se partía desde la generación de puestos de trabajo, por eso se impulsaba la producción, para que el coeficiente empleo-producto vaya no solo incorporando la nueva mano de obra que suma vegetativamente al mercado del trabajo, sino que incluso se absorbiera parte de la que estaba desocupada. Ese círculo virtuoso se ampliaba con las mejoras salariales logradas en paritarias libres, que de alguna manera también alcanzaba a los trabajadores no registrados.
El crecimiento de la demanda
arrastra al producto y se refleja en un PIB que es el doble que el del
año 2003 (producimos y consumimos un 100% más de los bienes y servicios
que en el año que asumió la Presidencia de la República Néstor Kirchner)
y que los trabajadores incorporados al Sistema Previsional Argentino
(SIPA) pasaron de algo menos de 7 (siete) millones, a casi 12 (doce)
millones en la actualidad.
Salvando las distancias, lo
mismo pasa con China, donde parten desde el trabajo, ellos mismo
afirman que el principal objetivo de la revolución de 1949 encabezada
por Mao Tse Tung, era garantizar que cada chino tenga una porción de
arroz, pero para Deng Xiao Ping que asume en 1976, el principal objetivo
es que cada chino tenga trabajo, por eso es que en las ciudades
industriales de China se fabrica con niveles de eficiencia y
productividad como en las principales centros del mundo, pero en el
campo muchas veces laboran la tierra con arados a tracción animal, solo
para garantizar que todo tengan empleo.
Entonces, se debe ser
eficiente y productivo pero creando trabajo, y eso depende más de la
dotación de capital, de las máquinas y equipos, y del manejo de la
técnica que del empleo, más en nuestro país donde los trabajadores
cumplen disciplinadamente con más de 200 horas al mes, y es respetada la
capacidad técnica de nuestra mano de obra, como lo pueden corroborar
las automotrices, y los Rocca -que producen, entre otros bienes, caños
sin costuras-, productos que son competitivos a nivel mundial. Por ende
no se gana en productividad reduciendo los salarios o cercenando el
número de trabajadores, sino impulsando la inversión y el avance
tecnológico.
En los primeros años del
“kirchnerismo” el crecimiento de los precios era poco significativo,
porque al existir una importante capacidad ociosa (fábricas cerradas,
máquinas paradas, trabajadores desocupados) ante la mayor demanda se
prefería incrementar la producción, poniendo en valor la utilización de
la capacidad instalada, incorporando empleo y poniendo en funcionamiento
las máquinas y equipos, cosa que se fue revirtiendo a medida que el uso
de la capacidad productiva se acercaba a su casi totalidad.
A partir de allí, los que por lo general ampliaron la capacidad instalada, invirtiendo en su producción, fueron básicamente las micro, pequeñas y medianas empresas, cuando las grandes, si bien invirtieron, la más de las veces, prefirieron aumentar sus precios, lo que por un lado es el inicio del proceso inflacionario, y por el otro, de la súper ganancias que obtuvieron y que no invirtieron, que fue emigrando del sistema (fuga de capitales).
A partir de allí, los que por lo general ampliaron la capacidad instalada, invirtiendo en su producción, fueron básicamente las micro, pequeñas y medianas empresas, cuando las grandes, si bien invirtieron, la más de las veces, prefirieron aumentar sus precios, lo que por un lado es el inicio del proceso inflacionario, y por el otro, de la súper ganancias que obtuvieron y que no invirtieron, que fue emigrando del sistema (fuga de capitales).
La situación se fue tornando
cada vez más dual, esto es las grandes corporaciones no realizaban las
inversiones necesarias (e incrementar de esa manera la producción) y
obtenían súper ganancias aumentando los precios, y el consumo seguía
creciendo impulsado por las paritarias libres, el nivel de empleo y el
gasto público. Razón que tras un año de inconsistencias macroeconómicas
como fue el año 2013, reflejada por ejemplo, que el dólar “blue” el 8
de mayo de ese año valiera casi el doble ($ 10,45) que el oficial ($
5,23), derrapa para fin de ese año y comienzo del 2014.
La economía tiene 5 (cinco)
precios principales, el de todos los bienes y servicios (fideos, carne,
gasoil, ropa, enseres personales, muebles, inmuebles, restaurante,
prepaga, etc.); las tarifas (agua, gas, luz, comunicaciones, etc.); los
salarios; el tipo de cambio (que para nosotros es el valor del dólar); y
las tasas de interés. Durante más de diez años al principio por decreto
y luego por paritarias, el salario obtuvo un nivel igual o mejor que el
crecimiento de los precios de bienes y servicios , creciendo en forma
menor las tarifas, el dólar y las tasas de interés. Ese mecanismo
garantizaba la expansión del mercado interno y del consumo, en un
círculo virtuoso, pero entró a generar problemas principalmente con el
frente externo.
Si todos estos años el modelo
de acumulación se benefició con los aumentos salariales, contrario
sensu también es cierto. Si se reducen los salarios, se cae el nivel de
actividad y se cae el PIB (entramos en recesión, del que es fácil
entrar pero es difícil salir, sino piensen en Japón que se debate hace
más de 20 años sin obtener un crecimiento sostenido).
Lo que debe ponerse en
discusión no es que el modelo de acumulación está sobre expandido por
los aumentos salariales y el gasto público, en realidad el modelo
enfrenta la restricción de falta de inversión y fuga de capitales,
generados por los que obtienen súper ganancias porque fijan los precios.
Por eso lo primero que debe hacer el Estado con la participación de la
población, es controlar el tipo de cambio y el comercio exterior,
controlar los precios, controlar los ajustes de los contratos, y que las
paritarias sean libres, que fueron las cuatro columnas del kirchnerismo
original y de todos los gobiernos nacionales y populares que pudimos
tener en este país.
DEVALUACION Y PRODUCTIVIDAD
Nos encontrábamos con cierto
atraso del valor del dólar, totalmente administrable, pero dada la
fuerte concentración y extranjerización de la economía Argentina, un
problema de administración cambiaria por restricción de los que tenía
que ingresar dólares y no lo hicieron, generó un problema de
expectativas, que solo se pudo frenar con decisiones fuertes del
gobierno, como fue el desempolvar la obligación a las entidades
financieras de tener un límite de dólares en su haber , y la Resolución
General 3.593 de la AFIP, de febrero 2014, que crea un registro de
existencias de granos, que permita un adecuado seguimiento del traslado y
de control de las operaciones, por lo que los productores deberán
informar "la existencia inicial de granos -a partir de la vigencia del
presente régimen-, debiendo identificar por cada planta habilitada por
el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca: grano, kilogramos y
cosecha a la que pertenece”.
Las decisiones tomadas por el
BCRA y por la AFIP son las que posibilitan y garantizan que las grandes
firmas comercializadoras de granos nucleadas en CIARA (aceiteras) y CEC
(exportadores de cereales), comenzaran a vender lo que tenían en silo
bolsa de la cosecha anterior, y cumplan con la liquidación por U$s 2.000
Millones que se comprometieron con el gobierno durante el mes de
febrero 2014.
Paralelamente para evitar que
los grandes exportadores e importadores se financien en pesos y en el
mercado local, se los obliga a realizar las operaciones con fuentes
externas (propias o créditos del exterior), a la par que se suben las
tasas de interés, para que las mismas sean mayores que la depreciación
esperada del tipo de cambio. Esto no es gratis, por ejemplo, la tasa
fijada por el BCRA para la colocación de Letras (LEBAC) del 28,71% para
84 días, en la última semana de febrero 2014, es mayor que la tasa
esperada en el ROFEX (Que para los contratos en dólares de diciembre
2014 cerró a una paridad de $ 10,20.-), de allí la vuelta de la
“bicicleta financiera”, no son pocos los que tienen y venden dólar
presente y compran a futuro (asegurando el cambio), y colocan los pesos
en letras del BCRA, ganando la diferencia entre la depreciación
esperada (27,5%) y la tasa del LEBAC.
No
solo no es gratis, sino que dura hasta la liquidación de la cosecha
gruesa, pasado el invierno, el problema puede ser recreado por los
exportadores (lo que debe ser previsto y obrar en consecuencia para
evitarlo). Otro problema, es que la suba propiciada de la tasa de
interés encarece el financiamiento de la inversión y del consumo,
generando una mayor transferencia de los productores y consumidores a
favor del sector financiero.
Si bien en el corto plazo la
devaluación puede mejorar la posición relativa de los productores de
bienes transables, por sí sola no incrementa la productividad, ni
estimula la incorporación de nuevas tecnologías, por el contrario
erosiona la cohesión social, lo que en definitiva atenta contra la
viabilidad de una inserción internacional más dinámica, con mayor valor
agregado, y con ello un desarrollo sostenido de la economía nacional.
Desde una perspectiva de mediano y largo plazo, la inteligencia reside
en apuntalar el mercado interno, sostener y expandir la colocación de
nuestra producción en el exterior, y elevar de manera simultánea el
nivel de vida de nuestro pueblo. Esto exige el incremento de la
productividad por incorporación de capital y del progreso técnico.
Por ende se debe combinar las
medidas de ajuste ortodoxas que ya se tomaron (devaluación de nuestra
moneda, suba de la tasa de interés, reconocimientos de deudas,
indemnización a REPSOL por la expropiación de YPF, etc.) que como lo ha
demostrado la historia económica Argentina terminan indefectiblemente en
recesión y desempleo, con otras instrumentaciones y mecanismos que
garanticen que parte de las súper ganancias de los empresarios
(beneficiarios de las medidas de ajustes tomadas) sea reinvertida en la
producción y en el país, así como se transfieran a los sectores más
dinámicos y al trabajo.
Solo así se podrá reencausar
la situación, y retomar la senda de crecimiento y mejora en la
distribución del ingreso. Medidas tomadas como la de los “precios
cuidados” y una mayor fiscalización por parte del Estado y de la
sociedad de la estructura de costos y ganancias de las grandes empresas
con posiciones dominantes en sus mercados, van en ese sentido, las que
obviamente deben profundizarse y ampliarse, y a las que se les debe
sumar otras de igual o mayor tenor.
La disyuntiva es de hierro, o
se adoptan medidas que apuntalen a los que trabajan y producen, o se
irá ampliando la fuga de capitales y con ello la menor inversión y la
caída del PIB, lo que hará que se beneficien, “los que viven del trabajo
de los otros”
o “están fuera de la ley”, como sostiene Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”.
En esa tesitura y en base al
principio de acuerdo de los gremios industriales de la CGT, que preside
Antonio Caló, y de la Unión Industrial Argentina, de “defender el modelo
industrial, en que la industria siga creciendo y en que los
trabajadores mantengan el poder adquisitivo para poder llenar el
changuito en el supermercado” como afirmó Caló tras la reunión, y como
propuso en su momento el gobierno nacional, después de las elecciones
del año 2009, se podría acordar reglas en la sociedad, que se formaliza
en un, por ejemplo, “Consejo Económico y Social”, conformado por
representantes de los trabajadores, de los empresarios y del gobierno,
donde se acuerden incentivos públicos, niveles de inversión, salarios a
mediano plazo, condiciones de labor y defensa de los puestos de trabajo,
como puntos básicos de coincidencias sobre los que elaborar una
transición ordenada y coherente con lo que han sido los diez primeros
años de gobierno kirchnerista, hasta al menos, la asunción de las nuevas
autoridades el 10 de diciembre de 2015.