Educación pública, brecha, y proyecto de país

La cinchada entre los sindicatos y el gobierno bonaerense llegó a un desenlace. Quedará abierta la polémica acerca de si era necesaria tanta discusión, tanta demora en iniciarla y ponerle fin, un paro por tiempo indeterminado. Los protagonistas se reprocharán culpas, endilgándolas todas a la contraparte. Las responsabilidades políticas son, en cierta proporción, compartidas.
Las clases traen alivio, pero jamás reparación plena. El saldo ya ocurrido da para lamentar, en aras del interés conjunto que es el de sostener la educación pública. Casi un mes sin aulas: no se recuperará. Más allá de si se cumple o no con la enseñanza de los contenidos, se perdieron jornadas de convivencia, de socialización, de contención de los pibes que no van (no deberían ir) a la escuela solo para aprender ciertas materias.
La comparación con la educación privada es consabida, se consignó en columnas anteriores. Hay otras que también vienen a cuento, dentro del campo de lo público: los alumnos de San Luis tuvieron un mes más de clases que los bonaerenses. Hay diferencias de escala entre los distritos, tan innegables como que todos los chicos son argentinos y titulares de similares derechos.
Los salarios fijados sugieren que las demandas de los maestros estaban bien encaminadas y no desvariaban. La polémica sobre la metodología sigue vigente, aunque los líderes de la protesta aducen que sin ella no se habría llegado jamás a un reconocimiento.
El gobernador Daniel Scioli buscará recursos por vía de una moratoria impositiva, recurso siempre enojoso e inequitativo. Sigue en deuda con una batida fuerte contra la riqueza ostentosa en su terruño.