Julio Burdman
La semana pasada, tras una fuerte presión de Brasil durante una
reunión multilateral, se destrabaron las negociaciones y la Argentina
decidió ser parte de la propuesta conjunta que el bloque presentará a la
Unión Europea en la próxima reunión técnica birregional, con fecha a
establecer. Una buena noticia para la inserción comercial de la región.
Este futuro acuerdo, que solo incluye a los cuatro miembros
fundadores del MERCOSUR -Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, ya que
Venezuela aún se encuentra en proceso de adaptación a las reglas y
regulaciones del acuerdo- cuenta con el apoyo decidido de la presidenta
Dilma Rousseff. Sus antecesores en el Planalto, Lula y Cardoso
incluidos, siguieron el proteccionismo brasileño y fueron renuentes a
firmar este tipo de acuerdos. Pero los principales impulsores de este
giro pro-comercio de Brasilia, que envolvió a la Presidenta, fueron dos:
son los empresarios brasileños, nucleado en la FIESP y otras entidades,
y los diplomáticos otrora desarrollistas de Itamaraty.
Los industriales de Sao Paulo incrementaron la presión sobre Dilma
para que firme el acuerdo como respuesta al surgimiento de la Alianza
del Pacífico, ya que temen que su país pierda competitividad frente a
México, Colombia, Perú y Chile por no contar con una red de tratados
comerciales. Y los influyentes diplomáticos de Itamaraty, por su parte,
lo hicieron porque quieren diversificar las alianzas comerciales de
Brasil, que se ha vuelto muy dependiente de China (su principal socio
comercial) a partir de la última década.
Brasil, de hecho, hoy está alineado con los BRIC que apoyan a Rusia
en la actual controversia de Crimea, algo que también podría estar
determinado por su estructura de alianzas comerciales.
Argentina, como se sabe, hoy en algún sentido es el país más
proteccionista del Mercosur y fue el país más crítico a lo largo de las
negociaciones. Paraguay y Uruguay, ante estas dudas, en algún momento
sostuvieron que el acuerdo podría avanzar sin Buenos Aires, algo que
también sostuvieron los empresarios paulistas. Pero la insistencia del
gobierno brasileño, en que Buenos Aires es un socio estratégico y que no
podía quedar excluido, mantuvo unido al bloque.