+a: ¿nos equivocamos todos?


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(De la redacción de este post participó sin reserva moral (?) Mariano Fraschini)
Sergio Massa, el candidato de moda, se está convirtiendo en una sorpresa.
Repasemos un poco. En este blog escribimos varias veces en 2012 sobre la cuestión de la agenda opositora. Por ejemplo, de si la oposición tenía una agenda que le iba a resultar redituable en aquel momento o no. O de si estaba en condiciones de definir -nada menos- cuánto de ruptura y cuánto de continuidad plantear con respecto al kirchnerismo.
Ya con el año electoral en marcha usamos el paralelismo de pensar en si la oposición podría generar un dirigente como el venezolano Hernán Carpiles, es decir alguien que aún siendo un opositor muy claramente identificable como adversario del Gobierno pudiera presentarse no como “la oposición sino como la solución”, como alguien que viene a “superar” y no a rechazar lo “positivo” hecho por el oficialismo.
Advertíamos, claro, que a Massa no convenía sólo escucharlo recitar su letanía de “mantener lo bueno y cambiar lo malo” sino también ver su lenguaje corporal. Un lenguaje que decía “soy yo, muchachos, no se equivoquen, voy por todo, soy yo”. El intendente de Tigre podía tener una lectura perspicaz de la realidad, pero era lo que era.
Entonces, ya con el resultado electoral puesto, aunque sea en la forma: “habemus Capriles“.
El año pasado, José Natanson acuñó la idea de los “políticos commoditie“, figura bajo la cual agrupó a Massa, Daniel Scioli y Martín Insaurralde. En torno a esa idea señaló:
Quizás el principal desafío pase hoy por la construcción de un peronismo de la normalidad. Si se mira bien, el triunfo de Massa, la candidatura de Insaurralde y el rol protagónico que adquirió Scioli refieren a tres dirigentes que combinan continuidad y cambio en proporciones variadas, que ofrecen una mezcla bien estudiada de barrialidad, sentido común y gestión, y cuyo perfil se explica en esa escuela de adaptabilidad y mimetización que es el conurbano (el duhaldismo como cultura política). Su ascenso tal vez pueda ser leído como un reflejo de la búsqueda por parte de la sociedad de un atemperamiento de las pasiones: políticos normales para un país normal.
Martín Rodríguez escribía al mismo tiempo sobre la existencia de una “generación intermedia“, dentro de la que señala a Massa. Decía Martín:
Es una generación cuya ubicación política es (casi) exclusiva: el peronismo. Comprende una franja etaria más o menos elástica, toda entre los cuarenta y los cincuenta años. Los hay menores, los hay levemente mayores. De aspecto juvenil, deportivo, con bajas calorías ideológicas y un modo de moverse en los medios: como peces en el agua. Son amigos de Jorge Rial, de Mirtha Legrand, de los Pimpinella, de Tinelli, de la crema. Es la “generación intermedia”.
Notemos como, de algún modo, en parte todos estos análisis que mencionamos hasta el momento coincidían en varios puntos.
Sin embargo, hacia diciembre y en enero algo comenzó a cambiar. Mientras se registraban las semanas de mayor vértigo económico para el Gobierno nacional,  Massa pareció empezar a volverse más nítido ideológicamente y nos preguntamos entonces si comenzaba a ir de la “caprilización a la descaprilización“.
Ese diputado poselectoral acumuló una seguidilla de acciones como:
1) Viaje a España para sacarse fotos con hombres prominentes del PP,
2) invitación al exalcalde de Nueva York, el “duro” Rudolph Giuliani para disertar sobre seguridad,
3) aumento del perfil público de Martín Redrado por sobre sus otros asesores económicos,
4) reuniones con la Mesa de Enlace con promesas de eliminar retenciones.
Todo eso ocurría ya cuando el periodismo del Canal América dejaba de sonar novedoso, campechano y desideologizado para pasar a tocar una canción vieja, rígida, en muchos casos derechista y que dejaba cierta inocencia o pluralidad en el camino.
En febrero, Massa se pronunció sobre el conflicto político en Venezuela. “El chavismo muestra el camino que no hay que seguir“. ¿Chavismo? ¿Política exterior? ¡Vaya, qué conceptos complejos dirigidos a los “millones de bonaerenses que nos dieron la confianza con su voto”! ¿Qué había pasado con la “agenda con los temas que le preocupan a la gente”?
En marzo vino “No al Nuevo Código Penal“, una increíble seguidilla de mentiras sobre el trabajo de la comisión creada mediante lo que Massa ha llamado en la prensa el “decreto seis siete ocho” (sic). Tema este que colocó al Frente Renovador en un lugar insólito: a la derecha de un obispo de Roma.
Ahora, la visita a Washington.

Tres cositas sobre esto, donde vamos mechando las conclusiones:
  • Pasar el Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia dentro del Departamento de Estado no es ni “caprilista”, ni “commodity”, ni de “generación intermedia”. Acá me parece que unos más, otros menos, nos hemos comido el amague. Aquella fue una decisión cero de “sentido común”, cero “light”, cero “posmoderna”, bien del Siglo XX, bien hardcore, bien fechada en el pasado. Si convenimos que las diplomacias se mueven por gestos, no es más que la decisión de un dirigente político de convertirse en vehículo de un mensaje de la diplomacia de los Estados Unidos hacia el país que mayor sentimiento antinorteamericano tiene en Sudamérica.
  • Massa habló en CNN, donde dijo dos veces la palabra “alcaldes” para referirse a varios de sus colegas del Frente Renovador y habló de un modo que rompe con la forma en que se expresan los presidentes sudamericanos, salvo quizás el de Colombia -y hasta ahí-. Consideró que los Estados Unidos forman parte de “la región”, por si hiciera falta habló de que la Argentina no debe volver a las “relaciones carnales” -algo que decía Chacho Alvarez en 1998 y que los chicos de ahora gracias al kirchnerismo no saben ni con qué se come porque desde hace once años no se habla en la Argentina de eso- y expresó que la OEA tiene que intervenir no-sé-de-qué forma en Venezuela, cosa que sus países miembros no han considerado. Este es un discurso de ruptura, que no condice con lo que dicen Michelle Bachelet, José Mujica, Dilma Rousseff, Evo Morales, Rafael Correa y si nos apuran un poco Ollanta Humala. No va con ningún “sentido común”, no es “light”. Es crudo y duro. No está en el medio sino que es un extremo.
  • Un medio señaló que Massa auguró en Washington para la Argentina “un nuevo rol en un nuevo acuerdo del Pacífico“. Algo que así sueltito le debe haber caído feo a Itamaraty.  ¿Un viraje tras años de construcción más o menos autónoma? ¿Dónde quedaron la desideologización y el andarivel central?
  • Se dice que Daniel Scioli y Mauricio Macri también tuvieron agenda en Estados Unidos en las últimas semanas. En realidad hicieron algo diferente. Ambos fueron a Nueva York invitados por ONGs. Massa tuvo dos entrevistas con funcionarios del gobierno norteamericano y Martín Redrado -¿Ricardo Delgado y Miguel Peirano siguen siendo asesores en esta nueva etapa “descaprilizada”?- se entrevistó con la mujer más poderosa de los Estados Unidos, la número uno de la Reserva Federal, Janet Yellen.
  • Ni que decir los dos diputados con los que se reunió el líder del Frente Renovador, uno del Tea Party y otro, que se vanagloria de ser el miembro del Congreso “más conservador de Tennesee“. ”Me pareció que estaban muy bien informados“, comentó Massa.
  • De las ONG que vio Massa en Washington, todas se codean con la diputada ultra-opositora venezolana María Corina Machado y están en la Freedom Fight por Ucrania a la que no distinguen de lo que pasa en Siria, Libia, Egipto o Venezuela. Las paradas conservadoras en el Washington Post y en la OEA se suman al mismo paquete.
Este Massa pos-elecciones no quiere conservar “lo bueno” ni de Argentina ni de Sudamérica y lo dice. No tiene un discurso que “navega la ola” del sentido común, sino de fuerte ruptura incluso con algunos consensos interpartidarios logrados en la Argentina en los últimos años (Código Penal, ¿discurso del Papa?, Mercosur, relación con Estados Unidos). No camina sin la mochila del pasado, sino que desanda lo caminado. No pregona, como algunos afirman, el ideario de las “nuevas clases medias” creadas por el kirchnerismo, esas que llegaron a consumir un poco y desconfían de lo “ideologizado”. Impulsa, muy por el contrario, una agenda de ciertos acuerdos de algunos de los tipos más ricos del país.
Massa va así en contra del sentido común. Incluso en contra del sentido común del que “va ganando”. Carlos Menem sólo decía “síganme” y una serie de vaguedades. Según parece, el diputado ha decidido colocarse más cerca de un extremo para acumular un 40 % o más al estilo que en los medios lo hacen la Radio Mitre de Lanata & Longobardi o la cadena Fox. Bien clarito, con menos ambigüedades, ¿sin vergüenza?.